El porvenir está, por
definición, siempre por venir, por eso no llega nunca. Desconfiad
del que diga que aún está por venir lo peor, o, da lo mismo, lo
mejor.
"El respeto a las consignas salva vidas"
reza un panel luminoso y mentiroso en la autovía. Respeto
quiere decir ahí obediencia, y consignas lo que nos
mandan.
Recojo del filósofo francés André Comte-Sponville
la siguiente perla cultivada: “Hay que acabar con el culto de la
salud que hace de la medicina una religión”.
Es inadmisible que otorguemos a las autoridades
sanitarias y a la casta médica no ya la gestión de nuestras
enfermedades, sino de nuestras vidas como hacemos.
A la mierda el trabajo: Podemos obtener a cambio de la dedicación
de nuestro tiempo dinero, pero nunca recuperaremos el tiempo perdido
por el salario recibido.
Dostoyesqui, cita de
Graeber: “La peor tortura que se puede diseñar sería obligar a
alguien a efectuar a perpetuidad una tarea claramente inútil” como
Sísifo.
¡A las diez en casa!
Toque de queda (o "restricción de movilidad nocturna") por
orden del Estado paternalista que nos considera necesitados de tutela
parental.
Sospecho
que lo mejor del libro no leído aún de Andreu Navarra sobre el sistema
educativo español es su título “Devaluación continua”, provocativo y
sugerente.
El
Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad no es una
perturbación individual infantil, sino el síntoma diagnóstico y
sintomático de nuestra sociedad.
Me invita el diario a suscribirme con estas
palabras: “Cuando la buena información se propaga, el virus se
frena”. No es verdad: el virus es la información.
"Lo
peor que le puede ocurrir a este país es que no tengamos Gobierno, es
un drama" ha declarado un melodramático Revilla, presidente del Gobierno
de Cantabria.
Revilla
le pide a la Virgen, como las ranas a Zeus, que haya gobierno "cuanto
antes" para que acabe el daño terrible de estar sin presupuestos y sin
Ejecutivo.
La
lucha contra el patriarcado y el machismo no debería llevarnos al
matriarcado y al feminismo, dos caras de la misma moneda, sino a
enfrentarnos al Poder.
Glosa: Patriarcado
y matriarcado son dos términos que tienen algo que los diferencia y
algo que los iguala, por lo que no son tan antitéticos como parecen a
primera y simple vista: difieren en la referencia a la figura masculina
del padre (patri-) o a la femenina de la madre (matri-) y tienen en
común la alusión al poder, -arcado, del griego ἄρχω (árcho), que es
tanto "mandar" como "ser el primero".
Es
innegable que la sociedad actual es patriarcal, algo que uno puede
aceptar o rechazar, pero que nadie en su sano juicio puede negar que así
sea. Es un hecho incontrovertible frente al que cabe una actitud
conformista o de rebeldía.
El problema viene cuando los que adoptan la actitud inconformista
declarando la guerra al patriarcado recaen en la trampa del dualismo que
les impide superar la contradicción, como dice Vaneigem, y propugnan a
cambio como remedio del problema que pretenden resolver el matriarcado,
que es lo mismo que el patriarcado pero ejercido por la mujer. Truecan
la figura del patriarca por la de la matriarca, lo que, lejos de
debilitar el segundo elemento del palabro, lo refuerza. Es decir, luchan
contra el patriarcado, pero no contra la jerarquía en sí del poder.
Oponerse
efectivamente al patriarcado no consiste en instaurar el matriarcado,
sino en negar el principio democrático mismo que a ambos sustenta
fomentando el acrático. La emancipación femenina no consiste en que las
mujeres rompan el techo de cristal como dicen los feministas y puedan
llegar a ser ministras, jefas de Estado, policías, ejecutivas igual que
los varones.
Tampoco
consiste como pretenden algunos feministas monárquicos en que la
infanta Leonor sea declarada reina de España el día de mañana, sino en
que no haya reyes ni reinas, o que, dicho de otra manera, todos y no
sólo la familia real de los borbones en España podamos, por poner un
ejemplo, ser reyes y reinas. No se trata de empoderar a la mujer, sino
de desempoderar al varón.
Si
las mujeres acceden a aquellos puestos ejecutivos que volvieron
despreciable al varón (el poder, la autoridad, la jerarquía militar o
religiosa, etcétera), esos mismos puestos volverán despreciables a las
féminas, porque los que mandan sea cual sea su sexo biológico son los
más mandados.
No se trata en definitiva de que las mujeres ejerzan el poder igual que
los hombres, sino de que ni unos ni otras lo ostenten, porque la lucha
no es entre hombres y mujeres sino de unos y otras contra el Dominio en
cualquiera de sus múltiples aspectos.
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