lunes, 16 de noviembre de 2020

Trece mensajes breves más y una glosa

El porvenir está, por definición, siempre por venir, por eso no llega nunca. Desconfiad del que diga que aún está por venir lo peor, o, da lo mismo, lo mejor.

"El respeto a las consignas salva vidas" reza un panel luminoso y mentiroso en la autovía. Respeto quiere decir ahí obediencia, y consignas lo que nos mandan

 

Recojo del filósofo francés André Comte-Sponville la siguiente perla cultivada: “Hay que acabar con el culto de la salud que hace de la medicina una religión”.

Es inadmisible que otorguemos a las autoridades sanitarias y a la casta médica no ya la gestión de nuestras enfermedades, sino de nuestras vidas como hacemos.

A la mierda el trabajo: Podemos obtener a cambio de la dedicación de nuestro tiempo dinero, pero nunca recuperaremos el tiempo perdido por el salario recibido.

Dostoyesqui, cita de Graeber: “La peor tortura que se puede diseñar sería obligar a alguien a efectuar a perpetuidad una tarea claramente inútil” como Sísifo.

¡A las diez en casa! Toque de queda (o "restricción de movilidad nocturna") por orden del Estado paternalista que nos considera necesitados de tutela parental.

Sospecho que lo mejor del libro no leído aún de Andreu Navarra sobre el sistema educativo español es su título “Devaluación continua”, provocativo y sugerente. 

El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad no es una perturbación individual infantil, sino el síntoma diagnóstico y sintomático de nuestra sociedad. 
 
Me invita el diario a suscribirme con estas palabras: “Cuando la buena información se propaga, el virus se frena”. No es verdad: el virus es la información.
 


"Lo peor que le puede ocurrir a este país es que no tengamos Gobierno, es un drama" ha declarado un melodramático Revilla, presidente del Gobierno de Cantabria. 

Revilla le pide a la Virgen, como las ranas a Zeus, que haya gobierno "cuanto antes" para que acabe el daño terrible de estar sin presupuestos y sin Ejecutivo. 


La lucha contra el patriarcado y el machismo no debería llevarnos al matriarcado y al feminismo, dos caras de la misma moneda, sino a enfrentarnos al Poder. 

Glosa: Patriarcado y matriarcado son dos términos que tienen algo que los diferencia y algo que los iguala, por lo que no son tan antitéticos como parecen a primera y simple vista: difieren en la referencia a la figura masculina del padre (patri-) o a la femenina de la madre (matri-) y tienen en común la alusión al poder, -arcado, del griego ἄρχω (árcho), que es tanto "mandar" como "ser el primero". 

Es innegable que la sociedad actual es patriarcal, algo que uno puede aceptar o rechazar, pero que nadie en su sano juicio puede negar que así sea. Es un hecho incontrovertible frente al que cabe una actitud conformista o de rebeldía. El problema viene cuando los que adoptan la actitud inconformista declarando la guerra al patriarcado recaen en la trampa del dualismo que les impide superar la contradicción, como dice Vaneigem, y propugnan a cambio como remedio del problema que pretenden resolver el matriarcado, que es lo mismo que el patriarcado pero ejercido por la mujer. Truecan la figura del patriarca por la de la matriarca, lo que, lejos de debilitar el segundo elemento del palabro, lo refuerza. Es decir, luchan contra el patriarcado, pero no contra la jerarquía en sí del poder. 

Oponerse efectivamente al patriarcado no consiste en instaurar el matriarcado, sino en negar el principio democrático mismo que a ambos sustenta fomentando el acrático. La emancipación femenina no consiste en que las mujeres rompan el techo de cristal como dicen los feministas y puedan llegar a ser ministras, jefas de Estado, policías, ejecutivas igual que los  varones. 

Tampoco consiste como pretenden algunos feministas monárquicos en que la infanta Leonor sea declarada reina de España el día de mañana, sino en que no haya reyes ni reinas, o que, dicho de otra manera, todos y no sólo la familia real de los borbones en España podamos, por poner un ejemplo, ser reyes y reinas. No se trata de empoderar a la mujer, sino de desempoderar al varón.

Si las mujeres acceden a aquellos puestos ejecutivos que volvieron despreciable al varón (el poder, la autoridad, la jerarquía militar o religiosa, etcétera), esos mismos puestos volverán despreciables a las féminas, porque los que mandan sea cual sea su sexo biológico son los más mandados. No se trata en definitiva de que las mujeres ejerzan el poder igual que los hombres, sino de que ni unos ni otras lo ostenten, porque la lucha no es entre hombres y mujeres sino de unos y otras contra el  Dominio en cualquiera de sus múltiples aspectos.

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