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domingo, 24 de marzo de 2024

Covid(iocia) persistente

    Hace cuatro años, que por marzo era por marzo, en un año también bisiesto como este, en 2020, el planeta fue invadido por un bicho que soltaron los medios masivos de (in)formación y nos lo metieron en todos y cada uno de los hogares, obligándonos, gracias a la mala gestión gubernamental, a permanecer confinados, decían finamente, para no decir encerrados bajo arresto domiciliario tragando informaciones del virus por un tubo día y noche y cumpliendo ridículos protocolos y ordenanzas.

    ¿Eran necesarias tantas medidas y tantas restricciones como nos obligaron a tomar? Para nosotros desde luego que no. Sí para los que organizaron la pantomima enmascarada. Fueron unos días de terror distópico y de calma espeluznante y preciosa que vivimos acojonados. ¿Y qué nos queda de todo esto? ¿De verdad hemos salido mejores como cacareban algunos que íbamos a salir y que todo iba a ir bien? ¿Cambió todo o nada en absoluto? ¿No hemos participado sin querer en un proceso de hipnosis colectiva que nadie ahora quiere recordar?

 

  Cuatro años después, esos días parecen lejanos y débiles como una pesadilla medio olvidada y brumosa, y sólo unos pocos los recordamos como lo que fueron: la aplicación de un programa de encarcelamiento forzoso, de exclusión de los que no nos sometimos al proceso de vacunación y de control social general. El gobierno de las Españas, por su parte, alardea de que el día que se decretó el Estado de Alarma fue el día "que aprendimos a vencer". 

    Aquí y allá se ve gente todavía paseando con mascarillas sanitarias pero su uso no se ha generalizado tanto como muchos vaticinaban. No era tan fiero el león como nos lo pintaban. Nunca, de hecho, el león es como nos lo pintan y como nos lo imaginamos en nuestro deseo o temor. Pero algo sí ha sucedido: La homogeneización es más intensa, las colas más largas, los establecimientos de comida y entretenimiento más llenos, los prejuicios, la paranoia y la incomprensión que ya entonces caracterizaban la comunicación de las personas en las redes sociales han aumentado considerablemente.

      Las multitudes han vuelto pero, extrañamente, la multitud parece más minoritaria.Y también más ansiosa y más cansada, pero esto puede deberse en parte al efecto que ha tenido en millones de personas el llamado long convid o covid persistente o de larga duración que hace por ejemplo a una asturiana de cuarenta años, relativamente joven, que salía en la prensa decir que sufre persistentemente desde hace cuatro años esta extraña enfermedad: "El Covid cambió mi vida. A veces me quedo totalmente paralizada. No puedo ni hablar". No puede trabajar pero la Administración no reconoce su enfermedad, una enfermedad que a fecha de hoy nadie sabe muy bien exactamente en qué consiste, pero que ha dejado una huella indeleble a esta mujer a la que le ha destrozado (o “jodido” como dice ella misma) la vida, que afirma que no puede llevar una existencia normal ni siquiera para el día a día en casa. 


 

   

viernes, 18 de noviembre de 2022

Coronavirus persistente

    Todos, incluidos tú, que lees esto, y yo, que lo escribo, tenemos lo que en la lengua del Imperio llaman «long covid», o sea «coronavirus long disease» y nosotros la enfermedad persistente o de larga duración del virus coronado
 
    No olvidemos la definición que dio de la persona en buen estado de salud el inolvidable doctor Knock: una persona sana es un enfermo que se ignora, es decir, que no sabe que está enfermo. Si le damos la vuelta al dicho, podemos decir, al revés, que un enfermo es una persona sana que se ignora, que no es consciente de la buena salud de la que goza porque ha recaído sobre ella la maldición exacta del diagnóstico.
 
    ¿No lo crees? Mira la tabla adjunta y dime que no has padecido o padeces alguno o varios simultáneamente de los doscientos un síntomas (201, en números) de esta "nueva enfermedad", o síndrome, mejor que enfermedad, del virus coronado cosecha de 2019. 
 
 
    Los síntomas asociados directamente pueden ser: cardiovasculares, dermatológicos, gastrointestinales, inmunológicos y autoinmunes, musculoesqueléticos, neurológicos (un amigo que había padecido la enfermedad me hablaba recientemente de la espesa «niebla mental», que le había quedado como consecuencia), otorrinolanrigológicos, oftalmológicos, psiquiátricos, pulmonares/respiratorios, reproductivos, genitourinarios, endocrinos y sistémicos.
 
    No hay que olvidar el que más éxito ha tenido de todos los síntomas, que es la ausencia de síntomas, el covid asintomático, que puede haber padecido el que tiene una salud a prueba de bombas, y no haberse percatado por no haberse sometido al test. Pues bien, ese covid asintomático también puede producir, por si fuera poco, un covid persistente igualmente asintomático y contagioso, con lo cual, nadie puede decirse que se haya librado cabalmente o esté libre ahora mismo de la influencia del virus coronado de larga duración o persistente, que se resiste a desaparecer de nuestras vidas. 
 
Sísifo, portador del coronavirus persistente
 
     Claro que con toda esa retahíla de síntomas, no sabe uno ya muy bien si achacárselos a la enfermedad o al remedio que ha resultado peor que la enfermedad, que es lo que insidiosamente se llamó "vacunación".
 
    ¿Qué podemos hacer? Una mujer entrada en años que se llama María del Olvido, bendito sea el olvido de su nombre, que es la auténtica salud, nos da un consejo que siempre se puede aprovechar: