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viernes, 7 de abril de 2023

De la invención de enfermedades y de las presiones de la Industria Farmacéutica (I)

    El siete de abril de 2013, hace ahora la friolera de diez años -¡y lo que ha llovido pese al cambio climático desde entonces, sobre todo en los últimos tres años!- se emitía un memorable reportaje televisivo titulado “Sobremedicados” dentro del programa “Salvados” en La Sexta que todo el mundo parece haber olvidado enseguida durante la pandemia coronaviral. 

    Se decía, como anuncio del programa, que España era el segundo país que más medicamentos (se sobreentiende que sin ninguna necesidad) consumía del mundo. Para averiguar si era responsabilidad del paciente, del médico o de la industria, el presentador estrella de esa emisora, Jordi Évole, entrevistaba a diversas personalidades. 

    Aparte del interés del reportaje en general, -el programa completo para quien le interese puede verse aquí- quisiera destacar dos puntos fuertes de rabiosa actualidad, como suele decirse: El catedrático de farmacología Joan Ramon Laporte afirmaba que muchas enfermedades actuales se habían inventado (y exagerado) con la única finalidad de vender medicamentos, lo que técnicamente se denomina en la lengua del Imperio disease mongering, e Ildefonso Hernández, exdirector nacional de salud pública, contaba la presión que durante la pandemia de gripe A sufrió de las farmacéuticas.

1º.- De la invención de enfermedades: 

"La industria farmacéutica se inventa enfermedades"
 
        (Transcribo literalmente de la entrevista).

Entrevistador: ¿Es verdad que se inventan enfermedades?

    Laporte. -Sí, se inventan y se exageran. Con el colesterol a principios de los años 90 el nivel normal estaba muy alto en 290, en el año 94 ó 95 se reúne un comité de expertos norteamericano y dicen que no, que el nivel normal no es de 290, es de 270. 

Entrevistador (le interrumpe): -Van bajando los niveles. 

    Laporte.- Con lo cual ya calcularon que en vez de tener once millones de ciudadanos en Estados Unidos que tenían que tomar las pastillas para el colesterol, al bajarlo ya subieron a treinta millones. La cuestión es esta gente que nos recomiendan, estos especialistas quiénes son. ¿Tienen lo que llamamos conflictos de intereses? [Eran nueve miembros, de los cuales ocho tenían conflictos de intereses. Y se define el conflicto de intereses como “cobrar de una sola compañía un mínimo de diez mil dólares en el año -si cobras nueve mil no tienes conflicto de intereses- o tener cuarenta mil dólares en acciones de esta compañía -si tienes treinta mil ya no tienes conflicto de intereses-. Entonces] de los nueve miembros del comité, hubo ocho que declararon conflictos de intereses de este tipo que te estoy diciendo. Uno tenía con diez compañías farmacéuticas. El presidente del comité era el que tenía más conflictos. 

Entrevistador (Interrumpe para aclarar): -Uno de los que había ido bajando los niveles de colesterol.

    Laporte: -Personas que obtienen de las compañías farmacéuticas unas cantidades de dinero que pueden llegar a ser superiores a sus propios salarios son los que escriben las recomendaciones sobre cómo usar los productos de estas compañías.


Entrevistador: ¿Cuando un medicamento sale al mercado se tienen en cuenta los efectos secundarios que puede tener ese medicamento?

    Laporte: -Cuando un medicamento sale al mercado, normalmente se conocen poco los efectos secundarios. De hecho, de cada veinte medicamentos que se comercializan en los últimos quince años ha habido que retirar de cada veinte cuatro, ha habido que retirarlos del mercado al cabo de un tiempo.

Entrevistador: ¿Por qué?

    Laporte: -Entre unos meses y unos años... porque producían efectos indeseados e inaceptables demasiado graves que no habían sido conocidos antes de su comercialización (…) Hemos tenido en España entre 1995 y 2004 ó 2005 unos dieciocho mil casos de cáncer de mama que han sido causados por lo que llamaban “tratamiento hormonal sustitutivo”, hormonas, estrógenos y progestágenos que se daban a la mujer y todavía se dan a algunas mujeres después de la menopausia y que entonces se promovieron fuertemente como la fuente de la juventud eterna etc.

Entrevistador. -Puede  haber gente que nos esté viendo y que esté pensando:  este tío es un “exagerao”.

    Laporte.- Bueno, yo soy miembro del cuadro de expertos de la OMS y de evaluación de medicamentos desde hace veinte años y me han prorrogado para cinco o seis años más, he presidido el comité de medicamentos esenciales de la OMS, que es el comité técnico de mayor altura técnica que la OMS ha reconocido por la propia organización, soy alguien a quien se escucha a nivel internacional y también nacional...

Joan-Ramon Laporte Roselló, en su comparecencia ante el congreso (2022).

    Resulta interesante, en definitiva, que no sólo un filósofo como Giorgio Agamben hable de la invención de la pandemia, sino también un científico como el farmacólogo Joan-Ramon Laporte Roselló, al que recordamos porque  a propósito del virus coronado, denunció en su comparecencia ante el Congreso de Diputados que las vacunas contra la COVID-19 no evitaban las muertes, cosa que, por supuesto fue desmentida, por la pretendida agencia de verificación Newtral, a la que se le ve el plumero ya que de neutral no tiene nada, pese a su nombre, pues es bastante parcial y escorada hacia los intereses de la Gran Farmacopea.

viernes, 28 de agosto de 2020

En la salud y en la enfermedad

¿Por qué no se puede acabar de una vez por todas con la pandemia? Porque tenemos el enemigo en casa. El enemigo no es la epidemia propiamente dicha, que, de por sí, ya está finiquitada. El enemigo es la definición totalitaria de “pandemia” que han hecho las autoridades sanitarias: A pandemic is the worldwide spread of a new disease. Una pandemia es la propagación mundial de una nueva enfermedad. (Nótese que en esta definición no se habla para nada de letalidad ni de mortalidad específica: cualquier enfermedad que tenga una difusión universal, con tal de que sea "nueva", es una pandemia, independientemente de que haya muertos o peligro de muerte entre los enfermos). 
 


Necesitaríamos preguntarles a las autoridades sanitarias algo tan trivial cómo que entienden ellas por “disease”, es decir, por enfermedad. No es nada fácil definir qué es enfermedad, podríamos decir que es la falta de salud, pero eso nos lleva a definir entonces qué es la salud, algo que todos reconocemos que sólo sabemos a ciencia cierta lo que es cuando la hemos perdido. 
 
La OMS define la salud (health en la lengua del Imperio) como sigue: “a state of complete physical, mental and social well-being, not merely the absence of disease or infirmity” (WHO, 1946), o lo que viene a ser lo mismo: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no simplemente la ausencia de enfermedad -utiliza aquí la OMS los dos términos prácticamente sinónimos en la lengua del Imperio para referirse a la enfermedad “disease”, propiamente sajón, e “infirmity”, de origen latino)”. 
 

Según esta definición, efectivamente estamos sufriendo una nueva enfermedad de difusión universal que es el miedo al bicho, a la plaga, a la peste: a que lo tengamos dentro sin síntomas aparentes. Y lo tenemos bien metido. Ya se encargan los gobiernos y sus autoridades sanitarias, con la OMS a la cabeza, de hacernos la vida imposible aterrorizándonos a todas horas con sus noticias de nuevos brotes, repuntes, olas, casos, contagios... en el universo mundo. 
 
¿Cuál es la nueva enfermedad que se ha propagando por todo el mundo? Actualmente es la creencia, falsa como todas, de que somos enfermos en potencia y que que podemos contagiar a los demás, aunque no tengamos ninguna evidencia sintomática. Somos según la prueba de PCR positivos de hecho o, si resultamos negativos, somos positivos en potencia. Pero no. Somos, en realidad, negativos: no negacionistas: negadores de la enfermedad y de la salud, las dos caras de la misma moneda, que es la vida humana, que pretende administrar dicha Organización Mundial. Podemos portar virus coronados, pero no transmitirlos.