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domingo, 18 de febrero de 2024

A propósito...

        ...de una cita atribuida a Antonio Escohotado (1941-2021): “Aprender significa disfrutar cambiando de idea”. Parece inevitable que para aprender haya que desembarazarse del lastre de las ideas recibidas y se diría enquistadas en el cerebro, y eso, como dice Escohotado, nos hace disfrutar. El problema viene porque parece inevitable que para desalojar una idea tiene que venir otra enseguida como pieza de recambio a sustituirla y a ocupar el vacío que deja la primera, como si no pudiera quedar permanentemente vacante la casilla. Aprender, más bien, significa disfrutar desprendiéndonos de una idea o presunta verdad que ya teníamos. Aprender, más que adquirir ideas y verdades nuevas, es descubrir la falsedad de las verdades e ideas que ya teníamos. Y este proceso es por un lado gozoso sin duda por la liberación que conlleva, y doloroso por el otro, porque para descargarnos de una verdad tengamos que cargar con el lastre de otra hasta que con el tiempo, como suele decirse, se revele su falsía y sea desmentida... Pero no puede negarse el gozo de la eyaculación en general. 
 
 
        ...del ¡Viva la libertad, carajo! del actual inquilino de la Casa Rosada, que, granjeándose las simpatías y votos mayoritarios del electorado argentino, declara que siente un profundo desprecio por el Estado, y que el Estado es el Enemigo del pueblo. Se declara este jefe de Estado por un lado minarquista o partidario de la minarquía, es decir, de reducir el Estado a su mínima expresión, para lo que hace uso de una simbólica motosierra con la que se dispone a efectuar los recortes necesarios, y por otro lado se declara filosóficamente (sic) anarcocapitalista, es decir negador del Estado y afirmador del Capital, del que se declara enamorado apasionadamente: la plata, lo sabés vos, es la plata, che. No ve que ambos, Estado y Mercado, son hoy la cara y la cruz de la misma moneda, hasta tal punto fundidos y confundidos. Él, que se presenta como el gran abanderado de la libertad, ha llegado a decir que el Estado es una asociación criminal donde un conjunto de políticos, una banda de delincuentes, se dedica a expoliar a la ciudadanía utilizando el monopolio de la violencia para robar los recursos del sector privado. Quiere dinamitar el Estado desde dentro. No debería olvidarse, ya que es el jefe de dicho establecimiento,  de eliminarse a sí mismo en el intento.
 
         ...de la vitamina D, un medicamento a la búsqueda desesperada de pacientes. Los suplementos vitamínicos no dejan de ser medicamentos que pueden sernos recetados haciendo un abuso de diagnóstico al establecer unos niveles mínimos, que son los que tiene la mayoría de la población, y declarar que son patológicos por el déficit que suponen y, por lo tanto, no son aceptables, definiendo una enfermedad inexistente en la población sana. Se prescribe así sin necesidad un tratamiento que puede causar, no nos engañemos, importantes daños, porque no hay ningún medicamento inocuo, y así tenemos hipervitaminosis D, que es el nombre de la toxicidad de dicha vitamina, producida cuando se tienen cantidades excesivas en el cuerpo debidas a grandes dosis de suplementos de dicha vitamina, no a la alimentación ni a la exposición de nuestro cuerpo serrano al sol, ya que el cuerpo regula la cantidad tomada por la exposición al astro rey y por la alimentación. Dicha ingesta del suplemento de vitamina D puede acarrear hipercalcemias graves en niños y en adultos. Recordemos cómo durante la falsa pandemia se habló de la insuficiencia general de vitamina D en la población, por lo que la epidemiología al servicio de la farmacopea propuso una falsa solución, y la gente corrió a adquirirla a la farmacia.
 
 

lunes, 17 de abril de 2023

Era mentira

    La industria farmacéutica, ávida de vender sus productos, ya sean medicamentos, tratamientos o vacunas, crea enfermedades imaginarias ad hoc. El fenómeno, denominado disease mongering en la lengua del Imperio, es muy sencillo. Consiste en considerar patológicos procesos completamente naturales como pueden ser el envejecimiento, la menopausia, la hiperactividad... Otro procedimiento, algo más sofisticado, consiste en rebajar los niveles aceptables que definen la normalidad. 
 
    Si, por ejemplo, hace veinticinco años se consideraba aceptable un nivel de colesterol total en sangre inferior a 250 mg/dl, hoy se considera que debe ser inferior a 200 mg/dl, rebajándose considerablemente los límites de lo que se considera normal, por lo que si rebasamos ese límite incurriremos en lo que se ha denominado hipercolesterolemia, aumentando el futuro riesgo cardiovascular. Si se nos diagnostica el susodicho exceso de colesterol en sangre, tendremos que introducir cambios en la dieta, hacer ejercicio y sobre todo medicarnos.
 
    Pero hemos vivido en los últimos tres años un procedimiento mucho más sofisticado de creación de una enfermedad imaginaria previamente inexistente conocida con otro nombre. No se trataba de convencer a personas que estaban en buen estado de salud de que estaban enfermas, como en los casos anteriores, sino de que podían estarlo y contraer una enfermedad que las llevaría a la muerte, dada la malignidad y contagiosidad del agente provocador, que estaba en el aire que respirábamos y en todas las superficies, por lo que había que usar guantes y lavarse compulsivamente las manos, usar mascarillas tanto en espacios exteriores como interiores, y evitar el contacto personal con nuestros semejantes, dado que todos -no se libraba ni Dios- podíamos ser contagiosos. 
 

 
    El éxito de este procedimiento lo garantizó la puesta en circulación del oximoro: enfermo asintomático. La existencia del mortífero y novedoso patógeno que provocaba una enfermedad desconocida con infinidad de síntomas era delatada no por sus síntomas y consecuencias, sino por una prueba de laboratorio completamente fraudulenta, la dichosa PCR, que nunca puede tener un carácter diagnóstico, pero cuyo resultado positivo obligaba al aislamiento sin ningún tratamiento médico.
 
    El síntoma de que uno había contraído la peligrosa enfermedad era precisamente la ausencia de síntomas, algo que repugna al sentido común, pero que fue creído a pie juntillas como si se tratara de un dogma científico precisamente por lo absurdo que era. Se hacía así realidad la divisa aquella atribuida a Tertuliano, el apologeta de la fe cristiana, del credo quia absurdum (lo creo por lo absurdo que es), que él formuló con otras palabras: credibile quia ineptum est (se puede creer porque es ilógico).
 
    Por lo demás, se nos hizo creer que había desaparecido como por arte de magia de la faz de la tierra la ya vieja gripe a principios de 2020, cuando hacía su aparición estelar la presunta nueva enfermedad desconocida para la que no había tratamiento alguno disponible. Era mentira. 
 

     El caso es que basándose en unos cálculos probabilísticos erróneos, se inventa una enfermedad para la que se dice que no hay tratamiento porque es nueva y desconocida, y se atribuye a un virus supuestamente nuevo, el SARS-CoV-2, del que todavía se discute si es de origen natural o artificial y creado en un laboratorio, cuestión bizantina donde las haya, porque lo que no se discute es si realmente ese virus es tan novedoso como dicen, o es el viejo virus de la gripe de toda la vida. 
 
    Como afirma el doctor Mike Yeadon en un importante artículo publicado en The conservative woman el 22 de marzo pasado, la novedad del virus era un bulo: “Esta mentira es que alguna vez ha estado en circulación un nuevo virus respiratorio que, de manera crucial, causó enfermedades y muertes a gran escala. De hecho, no lo ha hecho.” 
 
    Si no había un virus novedoso y asesino, qué argucia no sé si más propia de la Inteligencia Artificial o de la Natural, hacernos creer que sí lo había, enredándonos en la discusión propia de los sabios de Bizancio sobre si el dichoso agente patógeno era natural y fruto de una zoonosis o artificial y resultado de una fuga de un laboratorio de investigación virológica con ganancia de función. 
 
 

viernes, 7 de abril de 2023

De la invención de enfermedades y de las presiones de la Industria Farmacéutica (I)

    El siete de abril de 2013, hace ahora la friolera de diez años -¡y lo que ha llovido pese al cambio climático desde entonces, sobre todo en los últimos tres años!- se emitía un memorable reportaje televisivo titulado “Sobremedicados” dentro del programa “Salvados” en La Sexta que todo el mundo parece haber olvidado enseguida durante la pandemia coronaviral. 

    Se decía, como anuncio del programa, que España era el segundo país que más medicamentos (se sobreentiende que sin ninguna necesidad) consumía del mundo. Para averiguar si era responsabilidad del paciente, del médico o de la industria, el presentador estrella de esa emisora, Jordi Évole, entrevistaba a diversas personalidades. 

    Aparte del interés del reportaje en general, -el programa completo para quien le interese puede verse aquí- quisiera destacar dos puntos fuertes de rabiosa actualidad, como suele decirse: El catedrático de farmacología Joan Ramon Laporte afirmaba que muchas enfermedades actuales se habían inventado (y exagerado) con la única finalidad de vender medicamentos, lo que técnicamente se denomina en la lengua del Imperio disease mongering, e Ildefonso Hernández, exdirector nacional de salud pública, contaba la presión que durante la pandemia de gripe A sufrió de las farmacéuticas.

1º.- De la invención de enfermedades: 

"La industria farmacéutica se inventa enfermedades"
 
        (Transcribo literalmente de la entrevista).

Entrevistador: ¿Es verdad que se inventan enfermedades?

    Laporte. -Sí, se inventan y se exageran. Con el colesterol a principios de los años 90 el nivel normal estaba muy alto en 290, en el año 94 ó 95 se reúne un comité de expertos norteamericano y dicen que no, que el nivel normal no es de 290, es de 270. 

Entrevistador (le interrumpe): -Van bajando los niveles. 

    Laporte.- Con lo cual ya calcularon que en vez de tener once millones de ciudadanos en Estados Unidos que tenían que tomar las pastillas para el colesterol, al bajarlo ya subieron a treinta millones. La cuestión es esta gente que nos recomiendan, estos especialistas quiénes son. ¿Tienen lo que llamamos conflictos de intereses? [Eran nueve miembros, de los cuales ocho tenían conflictos de intereses. Y se define el conflicto de intereses como “cobrar de una sola compañía un mínimo de diez mil dólares en el año -si cobras nueve mil no tienes conflicto de intereses- o tener cuarenta mil dólares en acciones de esta compañía -si tienes treinta mil ya no tienes conflicto de intereses-. Entonces] de los nueve miembros del comité, hubo ocho que declararon conflictos de intereses de este tipo que te estoy diciendo. Uno tenía con diez compañías farmacéuticas. El presidente del comité era el que tenía más conflictos. 

Entrevistador (Interrumpe para aclarar): -Uno de los que había ido bajando los niveles de colesterol.

    Laporte: -Personas que obtienen de las compañías farmacéuticas unas cantidades de dinero que pueden llegar a ser superiores a sus propios salarios son los que escriben las recomendaciones sobre cómo usar los productos de estas compañías.


Entrevistador: ¿Cuando un medicamento sale al mercado se tienen en cuenta los efectos secundarios que puede tener ese medicamento?

    Laporte: -Cuando un medicamento sale al mercado, normalmente se conocen poco los efectos secundarios. De hecho, de cada veinte medicamentos que se comercializan en los últimos quince años ha habido que retirar de cada veinte cuatro, ha habido que retirarlos del mercado al cabo de un tiempo.

Entrevistador: ¿Por qué?

    Laporte: -Entre unos meses y unos años... porque producían efectos indeseados e inaceptables demasiado graves que no habían sido conocidos antes de su comercialización (…) Hemos tenido en España entre 1995 y 2004 ó 2005 unos dieciocho mil casos de cáncer de mama que han sido causados por lo que llamaban “tratamiento hormonal sustitutivo”, hormonas, estrógenos y progestágenos que se daban a la mujer y todavía se dan a algunas mujeres después de la menopausia y que entonces se promovieron fuertemente como la fuente de la juventud eterna etc.

Entrevistador. -Puede  haber gente que nos esté viendo y que esté pensando:  este tío es un “exagerao”.

    Laporte.- Bueno, yo soy miembro del cuadro de expertos de la OMS y de evaluación de medicamentos desde hace veinte años y me han prorrogado para cinco o seis años más, he presidido el comité de medicamentos esenciales de la OMS, que es el comité técnico de mayor altura técnica que la OMS ha reconocido por la propia organización, soy alguien a quien se escucha a nivel internacional y también nacional...

Joan-Ramon Laporte Roselló, en su comparecencia ante el congreso (2022).

    Resulta interesante, en definitiva, que no sólo un filósofo como Giorgio Agamben hable de la invención de la pandemia, sino también un científico como el farmacólogo Joan-Ramon Laporte Roselló, al que recordamos porque  a propósito del virus coronado, denunció en su comparecencia ante el Congreso de Diputados que las vacunas contra la COVID-19 no evitaban las muertes, cosa que, por supuesto fue desmentida, por la pretendida agencia de verificación Newtral, a la que se le ve el plumero ya que de neutral no tiene nada, pese a su nombre, pues es bastante parcial y escorada hacia los intereses de la Gran Farmacopea.