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domingo, 12 de mayo de 2024

AstraZeneca se retira

    La empresa farmacéutica británico-sueca AstraZeneca ha detenido la producción y suministro de su producto estrella contra la enfermedad del virus coronado cosecha 2019, que deja de comercializar. La propia empresa, según informó Telegraph, había reconocido una semana antes que su vacuna podía causar trombocitopenia trombótica en algunos casos. 

     Pero esto que se nos dice ahora no es ninguna novedad. Ya se sabía en 2021, cuando más de veinte gobiernos nacionales abandonaron dicho producto debido a los coágulos de sangre que provocaba. Ya entonces se decía que esta vacuna era la “mala”, -la que se suministró en España a trabajadores "esenciales" menores de cincuenta y cinco años -profesores, sanitarios, policías, funcionarios...- frente a la “buena”, que era la otra, la de  Pfizer. Es verdad que España dejó de inyectarla, aunque, desgraciadamente, siguió inyectando las otras, las que empleaban la técnica de ARN mensajero, no menos tóxicas y peligrosas.
 
    Lo que viene a decirnos la Agencia Europea de Medicamentos y la propia AstraZéneca es que las vacunas de vectores virales (como Janssen y AstraZeneca) se han quedado obsoletas, por lo que deben ser reemplazadas por las homólogas de ARNm (como eran Pfizer y Moderna). Tanto las unas como las otras desencadenan una respuesta inmunitaria muy aparatosa, y que, en opinión de algunos científicos tachados enseguida de heterodoxos por decirlo suavemente, es básicamente tóxica, dado que en lugar de destruir el virus lo generan.

    Una de las primeras víctimas mortales, como ya informamos en su momento en La mejor de las vacunas, fue un cabo del ejército español de 35 años de edad, cuya muerte fue reconocida por la Ministra de Defensa, que sin embargo, siguió empecinada en animar a  la vacunación: “Desde el punto de vista médico hay que seguir vacunándose, hay que animarse y que todo el mundo se vacune”. Con la mención de la “vacuna” se refería a lo que algún periódico del ruedo ibérico como era el Periódico Global, alias El País, denominó “el fármaco anglosueco”, el preparado de los laboratorios AstraZeneca. 

    Nuestra ministra guerrera se refería con lo de "todo el mundo" a las personas jóvenes que no tienen riesgo porque están fuera de peligro. Esto es lo que dijo en el funeral del cabo: “Queríamos estar hoy aquí para transmitir nuestro agradecimiento, nuestro cariño, y, al mismo tiempo, pues para dar ese toque (sic) de que al virus lo tenemos que vencer y que la mejor manera de vencerlo, aunque haya momentos duros y dolorosos, es, precisamente, vacunarse.” Eso decía la Ministra, como si el suero de AstraZeneca fuera el Santo Grial o el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

    El cabo se había inoculado voluntariamente, pero no nos engañemos con lo de “voluntariamente”. Como escribimos en su momento, voluntariamente  no es sinónimo de libremente, sino todo lo contrario. La voluntad es una de las altas instancias del alma humana, da igual que sea propia que ajena, y someterse a sus dictados merma nuestra libertad.

    Pero AstraZeneca se retira con la satisfacción de la misión cumplida y la conciencia más que tranquila, porque según sus propias estimaciones ha "salvado" más de seis millones y medio de vidas en el primer año de su uso, habiéndose suministrado más de tres mil millones de dosis en todo el mundo. 

Viñeta de Antón, publicada en El Correo el 29 de marzo de 2021.

      Cierto es que la vacuna se ha inoculado a miles de millones de personas en todo el mundo, y no se puede negar que se ha terminado la pandemia, pero ambos hechos no conllevan una relación de causa a efecto, sino que nos hallamos ante lo que se llama la falacia lógica del “post hoc ergo propter hoc” -después de esto, por causa de esto”-, consistente en que cuando se produce un suceso después de otro, se considera que el segundo es consecuencia del primero: el gallo suele cantar antes de que amanezca, ergo: el canto del gallo es el causante de que salga el astro rey y que alboree.

    El hecho de que se aplicara en las Españas en una franja de edad donde no había mayor peligro de morir a causa de esa enfermedad, entre los 18 y los 55 años ayudó a que se considerara que había salvado esas vidas que, por otra parte, no corrían ningún peligro, salvo la del citado cabo del ejército, que murió a causa de ella. 

viernes, 8 de marzo de 2024

Un poco de todo, de todo un poco.

     (Publico esta reflexión anónima que comparto y considero de gran interés, e incluyo un breve vídeo manipulado y un par de memes del médico epidemiólogo que nos metió el virus por la pequeña pantalla en todos los hogares durante la pandemia, imágenes de carácter satírico y humorístico por aquello de que hay que combatir la seriedad de los que mandan con la risa y reírse de ellos, como decía el sofista Gorgias, y la risa a su vez con la seriedad tomándola muy en serio, como estas reflexiones generales de hondísimo calado).

 

     "Si la Covid supuso la escenificación y representación del desarrollo y liberación del SARS-CoV-2, los mortíferos protocolos hospitalarios, las normativas gubernamentales que bloquearon el acceso a medicamentos seguros, el cómico y rentabilizado negocio del enmascaramiento y la acelerada fabricación de productos transgénicos sin importar los peligros ni el supuesto objetivo sino la dimensión del ensayo y el nuevo mercado vacunal abierto, la IA exige consolidar e implementar rentabilidades mejoradas una vez consolidado el ensayo a gran escala. 

 

    El complejo industrial militar ante todo necesita fabricar y vender armamento, convencional y más inteligente, para destruir países y abrir oportunidades de inversión en la posterior reconstrucción. 

     La industria farmacéutica sigue el mismo modelo aplicado a las mentes y los cuerpos. 

     La industria alimentaria no se conforma con hacer que los alimentos sean adictivos e ignorar la nutrición, también quiere lanzarse a la alocada y libre producción de organismos genéticamente modificados bajo la tutela de la IA deshaciéndose de los agricultores. 

    Las empresas de redes sociales prometen conexión, encuentro y participación, abocando a las personas a la soledad, la ansiedad y la depresión, generando la demanda farmacológica a la que la psiquiatría dará cumplida satisfacción. 


    Las sinergias establecidas y la propaganda mediática pretenden mantener la dinámica entreteniendo y/o desesperando a la audiencia en colectivos separados y abiertos con la única opción de transitar del entretenimiento a la desesperación y viceversa, son las únicas opciones de la artificial inteligencia." 

OooO

     (No podía faltar hoy, 8 de marzo, día internacional en que se festeja a la mujer (trabajadora) -'international women's day', en la lengua del Imperio- y bajo el título de esta entrada de "un poco de todo, de todo un poco", una reflexión a propósito, que suscribo, aunque no es de mi cosecha, y que acompaño con una ilustración de Bob Moran).

    "En el PSOE solicitan ampliar el código ético interno del partido incorporando «el rechazo explícito al ultrajante negocio de la prostitución». Es todo un detalle onomástico para la celebración del 8M, aunque con el foco puesto en oficio tan rancio nunca llegarán a incorporar el rechazo explícito del ultrajante y evolucionado negocio de este capitalismo, donde todo trabajador, visto desde la perspectiva de los recursos humanos, no deja de ser una puta y como tal así será tratado, y toda puta, por lo mismo no deja de ser un trabajador.

    Hay meretrices que haciendo política partidista ni siquiera llegan a apercibirse."

    

domingo, 6 de agosto de 2023

El meme de los galeotes y otros memes

   Meme es un anglicismo acuñado, al parecer sobre el modelo del griego mímēma 'cosa que se imita', derivado de mímēsis 'imitación', que la docta academia define en su primera acepción como “rasgo cultural o de conducta que se transmite por imitación de persona a persona o de generación en generación”, y en segunda, que es la que aquí más nos interesa y la más extendida, como “imagen, video o texto, por lo general distorsionado con fines caricaturescos, que se difunde principalmente a través de internet”.

            El que presento aquí sobre el tema de la esclavitud es una imagen tomada de la red, concretamente un fotograma de la película Ben Hur (1959) de William Wyller, correspondiente a la escena de las galeras en donde aparece en primer plano el actor Charlton Heston. Los galeotes, también llamados forzados, eran los esclavos condenados como el protagonista de la película a remar en las galeras.

    La imagen está duplicada con dos textos: Hace dos mil años, corresponde a la imagen superior, y Hoy, a la inferior. Y en la parte inferior se propone un reto a modo de entretenimiento consistente en encontrar una diferencia entre ambas imágenes exactamente iguales.

    La solución, escrita al revés de derecha a izquierda, es obviamente sorprendente por inesperada, porque no se desprende de la imagen, sino de la reflexión sobre la realidad, lo que en la antigüedad se haría por la fuerza, cualquier tipo de trabajo como el de estos remeros, hoy se haría por dinero, es decir, voluntariamente, y ahí radica la presunta gracia del meme: Antes la esclavitud era forzada, hoy es voluntaria.

    Viene así el meme a poner en solfa algunas de las creencias o verdades mentirosas establecidas, como por ejemplo, en este caso, la de que la esclavitud fue abolida de la Tierra.

    Pero no hay que hablar de los memes. Al igual que los chistes, pierden su gracia cuando se los explica. Es mejor dejar que hablen ellos, y que hagan lo que puedan: quizá hacernos sonreír un poco o dejarnos pensando un rato.

    He aquí algunos más: No puedo arrogarme su autoría enteramente. Tampoco está muy claro quién puede ser su autor: suelen ser anónimos. Podría decirse que se hacen populares y que por eso se viralizan a través de internet. Uno se encuentra con uno y piensa que tiene algo de razón, lo modifica, lo adopta y, tomado de la Red, a la Red lo devuelve para que rule por ahí, y haga lo que pueda, si puede hacer algo.

    Sobre el calentamiento global o cambio climático:


     Sobre el coronavirus:


 
 




        La mayoría de estos memes son meras imágenes (dibujos o fotografías) manipuladas o comentadas con algún texto. Algunos  son gifs, es decir archivos que se animan mediante la sucesión de varias imágenes. En todos los memes suele tener un papel importante el texto, por lo que puede afirmarse que son combinaciones de imágenes y palabras.

    Otros son vídeos cortos como esta reflexión impecable sobre la política profesional hecha por el que fuera vicepresidente segundo del gobierno de España, recogida oralmente y por escrito como subtítulo, que parece una reflexión trivial pero tiene el hondo calado de reconocer implícitamente que gobernar es mentir: Y yo ya no soy político, puedo decir la verdad.
 

martes, 9 de mayo de 2023

Haciendo balance: peor el remedio -el inóculo- que la enfermedad.

    Ahora que la OMS da por finiquitada la catastrófica pandemia universal, y que el BOE, o sea El País sentencia en su editorial del ocho de los corrientes titulado el “Fin oficial de la covid” (sic, en femenino) que hemos dejado atrás la mayor amenaza sanitaria que ha tenido que afrontar la humanidad desde la mortífera gripe de 1918 (tal cual), es hora de hacer balance.

    El editorialista de El Periódico Global se deshace en elogios apologéticos de la 'vacuna'. No es extraño cuando, consultando la página de las subvenciones de la  Bill and Melinda Gates Foundation, comprobamos que Ediciones El País, S.L. recibió en octubre del año pasado una cuantiosa subvención de 1.205.016 (un millón doscientos cinco mil dieciséis) dólares norteamericanos a fondo perdido por su contribución a la “Global Health and Development”, o sea al Desarrollo y la Salud Mundial, a través de la “Public Awareness and Analysis”, es decir, gracias al análisis y a la concienciación pública que lleva a cabo la línea editorial del rotativo.

 

     El editorialista lamenta, claro está, que las eficientes (?) 'vacunas' no llegaran a todo el globo y que los países pobres, donde la mortalidad fue por cierto bien escasa, se hayan quedado desprovistos de ellas, pobrecitos: Pero no hay que olvidar que muchos países pobres siguen desprotegidos por falta de vacunas, lo que constituye uno de los fracasos más lamentables de la estrategia mundial contra la pandemia. Fue un gran hito desarrollar vacunas eficaces en tan poco tiempo, pero ese éxito científico -le faltó también el eufemismo 'letalis'- no se ha completado con una estrategia justa de distribución en el ámbito planetario.

    El éxito se debe a que hemos alcanzado un grado de inmunidad (les ha faltado decir 'rebañega') inducida por las vacunas o por la respuesta natural a la infección suficientemente amplio como para mantener el patógeno bajo control. Admiten al menos -les ha costado, pero lo admiten al fin y a la postre- que la inmunidad no se debe exclusivamente al inóculo, sino también a la respuesta natural, es decir, a la exposición al virus, una exposición que, so pretexto de protegernos, nos prohibieron a nosotros encerrándonos 99 días y sus respectivas 99 noches aquí en España, por poner el caso, donde padecimos uno de los confinamientos más severos del mundo, según palabras de nuestro propio presidente que lo decretó sin empacho y que nos vendió que la vacuna era la libertad. Lo dijo tres veces quizá por aquello de que no bastaba una dosis, sino tres. 

 

    Sin embargo  nuestro benemérito Periódico Global advierte, citando a la propia Organización, también subvencionada por la mentada Fundación del señor y la ex señora Gates, lo siguiente: La extinción de la emergencia según la OMS no elimina las secuelas de la pandemia, entre ellas la covid persistente. Bonita contradicción: oficialmente ha finalizado, pero, sin embargo, persiste "la" covid persistente, valga la redundancia: Afecta a entre el 10% y el 15% de las personas infectadas, incluidas muchas que ni siquiera tuvieron que ser hospitalizadas. Se trata de un cuadro muy amplio de afecciones, que aqueja mayoritariamente a personas de entre 30 y 50 años. En España puede alcanzar a 1,5 millones de personas, muchas de ellas aún por diagnosticar. Todavía se investigan las causas, pero la hipótesis más plausible es que persisten en el organismo partículas virales que provocan una respuesta inflamatoria permanente con muy diferentes y a veces graves afecciones, también en el ámbito de la salud mental.

    ¿No será, me pregunto yo, que lo que persiste no es "la" covid, sino las secuelas de la 'vacuna'? ¿No será que ha sido peor el remedio -la inoculación- que la enfermedad? 

    La mortalidad ha sido baja en todos los países del mundo pese al dato que manejan la ONU y la propia OMS de que las muertes por covid-19 sumarían quince millones en los dos primeros años de la pandemia. 

    Según el editorial que estamos comentando de nuestro benemérito Periódico Global, alias El País: A día de hoy ha dejado un balance de 765 millones de contagios notificados —la cifra real nunca se llegará a saber— y 6,9 millones de muertes oficialmente registradas, aunque la propia OMS estima que la cifra real supera los 20 millones

    Muy significativo el inciso entre guiones de que la cifra real nunca llegaremos a saberla. 

    Si hubo un exceso de mortalidad fue de ancianos, personas con problemas cardiovasculares y respiratorios a los que se les dejó morir literalmente porque se dijo, falsamente, que no había tratamiento para sus dolencias hasta que no saliera una vacuna. El inóculo salió deprisa, corriendo y mal, con carácter experimental y no impedía contagiarse ni transmitir la enfermedad.  Como la gente se inoculó mayoritariamente y pilló la enfermedad, cuya letalidad era baja, se difundió la idea de que la sospechosa sustancia protegía de las formas graves y de la muerte, hasta que se fue viendo que tampoco eso era verdad, aunque algunas almas cándidas creyeron que gracias al inóculo habían sobrevivido y salvado su vida y se dijeron aliviadas: ¡Menos mal!

    A la hora de hacer balance, salta a la vista que ha sido peor el remedio, insisto, que la enfermedad. Y con el remedio me refiero a la salvífica 'vacuna', auténtica hostia consagrada, y a las medidas que impusieron la mayoría de los gobiernos, salvo el sueco y pocos más, que no sirvieron para nada bueno, la verdad.

    Hoy esa “nueva” enfermedad se llama gripe, bronquitis, catarro, neumonía, trancazo, y se puede tratar como siempre se han tratado esas enfermedades, sin recurrir a ningún producto experimental mágico y maravilloso, que al final ha resultado que no sólo no era eficaz y seguro, como cacareaban al unísono políticos, periodistas orgánicos y personajones de la tele, sino francamente tóxico, lo que se traduce, ahora sí, en un aumento de la mortalidad por causas desconocidas que nadie se explica, así como en un incremento de miocarditis, trombosis, accidentes cerebrovasculares, embolias, cánceres, además del aumento significativo de la esterilidad que afecta tanto a varones como a mujeres. 

La gran ola de Kanagawa, Hokusai (1831)
 
     No hay que bajar la guardia, señala el benemérito rotativo subvencionado por la Fundación de Bill y Melinda: Que la covid-19 haya dejado de ser una emergencia sanitaria global no implica que la pandemia haya terminado. La lección más potente para el futuro está en saber prever y articular un mecanismo de gobernanza y solidaridad global que permita dar una respuesta más justa y equitativa ante una eventual futura amenaza.

   Habrá que tener cuidado con la articulación de ese "mecanismo de gobernanza y solidaridad global" que proponen y es como para echarse a temblar ante una eventual amenaza futura mortífera siempre por venir.

lunes, 17 de abril de 2023

Era mentira

    La industria farmacéutica, ávida de vender sus productos, ya sean medicamentos, tratamientos o vacunas, crea enfermedades imaginarias ad hoc. El fenómeno, denominado disease mongering en la lengua del Imperio, es muy sencillo. Consiste en considerar patológicos procesos completamente naturales como pueden ser el envejecimiento, la menopausia, la hiperactividad... Otro procedimiento, algo más sofisticado, consiste en rebajar los niveles aceptables que definen la normalidad. 
 
    Si, por ejemplo, hace veinticinco años se consideraba aceptable un nivel de colesterol total en sangre inferior a 250 mg/dl, hoy se considera que debe ser inferior a 200 mg/dl, rebajándose considerablemente los límites de lo que se considera normal, por lo que si rebasamos ese límite incurriremos en lo que se ha denominado hipercolesterolemia, aumentando el futuro riesgo cardiovascular. Si se nos diagnostica el susodicho exceso de colesterol en sangre, tendremos que introducir cambios en la dieta, hacer ejercicio y sobre todo medicarnos.
 
    Pero hemos vivido en los últimos tres años un procedimiento mucho más sofisticado de creación de una enfermedad imaginaria previamente inexistente conocida con otro nombre. No se trataba de convencer a personas que estaban en buen estado de salud de que estaban enfermas, como en los casos anteriores, sino de que podían estarlo y contraer una enfermedad que las llevaría a la muerte, dada la malignidad y contagiosidad del agente provocador, que estaba en el aire que respirábamos y en todas las superficies, por lo que había que usar guantes y lavarse compulsivamente las manos, usar mascarillas tanto en espacios exteriores como interiores, y evitar el contacto personal con nuestros semejantes, dado que todos -no se libraba ni Dios- podíamos ser contagiosos. 
 

 
    El éxito de este procedimiento lo garantizó la puesta en circulación del oximoro: enfermo asintomático. La existencia del mortífero y novedoso patógeno que provocaba una enfermedad desconocida con infinidad de síntomas era delatada no por sus síntomas y consecuencias, sino por una prueba de laboratorio completamente fraudulenta, la dichosa PCR, que nunca puede tener un carácter diagnóstico, pero cuyo resultado positivo obligaba al aislamiento sin ningún tratamiento médico.
 
    El síntoma de que uno había contraído la peligrosa enfermedad era precisamente la ausencia de síntomas, algo que repugna al sentido común, pero que fue creído a pie juntillas como si se tratara de un dogma científico precisamente por lo absurdo que era. Se hacía así realidad la divisa aquella atribuida a Tertuliano, el apologeta de la fe cristiana, del credo quia absurdum (lo creo por lo absurdo que es), que él formuló con otras palabras: credibile quia ineptum est (se puede creer porque es ilógico).
 
    Por lo demás, se nos hizo creer que había desaparecido como por arte de magia de la faz de la tierra la ya vieja gripe a principios de 2020, cuando hacía su aparición estelar la presunta nueva enfermedad desconocida para la que no había tratamiento alguno disponible. Era mentira. 
 

     El caso es que basándose en unos cálculos probabilísticos erróneos, se inventa una enfermedad para la que se dice que no hay tratamiento porque es nueva y desconocida, y se atribuye a un virus supuestamente nuevo, el SARS-CoV-2, del que todavía se discute si es de origen natural o artificial y creado en un laboratorio, cuestión bizantina donde las haya, porque lo que no se discute es si realmente ese virus es tan novedoso como dicen, o es el viejo virus de la gripe de toda la vida. 
 
    Como afirma el doctor Mike Yeadon en un importante artículo publicado en The conservative woman el 22 de marzo pasado, la novedad del virus era un bulo: “Esta mentira es que alguna vez ha estado en circulación un nuevo virus respiratorio que, de manera crucial, causó enfermedades y muertes a gran escala. De hecho, no lo ha hecho.” 
 
    Si no había un virus novedoso y asesino, qué argucia no sé si más propia de la Inteligencia Artificial o de la Natural, hacernos creer que sí lo había, enredándonos en la discusión propia de los sabios de Bizancio sobre si el dichoso agente patógeno era natural y fruto de una zoonosis o artificial y resultado de una fuga de un laboratorio de investigación virológica con ganancia de función. 
 
 

miércoles, 8 de marzo de 2023

¿Cuándo lanzamos la nueva variante?

     Matthew John David Hancock, más conocido como Matt Hancock, miembro del partido conservador británico y Secretario de Estado de Salud y Asistencia Social del Reino Unido desde el año 2018 hasta junio de 2021 en que dimitió por haber violado los protocolos del virus coronado que su propio gabinete de Gobierno y Ministerio habían decretado, habiendo mantenido un tórrido encuentro sexual en su despacho con su asesora y amante que no pasó desapercibido al ojo indiscreto de la cámara de seguridad, deseoso de amedrentar a la población (frighten the pants off everyone, literalmente asustar los pantalones de todo el mundo acudiendo apresuradamente al retrete para no hacérselo encima) con el fin de que cumpliera los protocolos que él mismo no cumplió y se olvidara de los quebraderos de cabeza que estaba trayendo a su país el dichoso Brexit  o salida exitosa que al final resultó un chasco de la Unión Europea, escribió un guasap bastante significativo de lo que ha sido todo esto del virus coronado que todavía algunos se empeñan en mantener vivito y coleando, que decía “¿Cuándo lanzamos la nueva variante?” (When we do deploy the new variant).



    Otras revelaciones como la del CEO de Moderna Stéphane Bancel, declarando que su empresa fabricó 100.000 dosis de la vacuna contra el COVID-19 en 2019, antes de que la OMS hubiera declarado la pandemia universal, vendrían a demostrar que la presunta no se hizo apresuradamente y se aprobó por vía de urgencia para curar la pandemia, sino, al revés, se implementó la pandemia para justificar la imposición de los pinchazos, o sea que fue antes la tirita que la herida.

    Cada vez resulta más evidente, ahora que pronto se cumplirá el tercer aniversario del confinamiento, para el que no esté ciego y lo quiera ver, que todo el tinglado pandemencial este de la pandemia no fue más que una operación de guerra psicológica destinada a controlar y a gobernar a la gente, por si hiciera falta, que parece que sí lo hacía, más aún de lo que estábamos.


viernes, 24 de febrero de 2023

El papel de la prensa (1)

    Cuando comenzó la psicosis colectiva de la pandemia, pronto hará tres años de ello si tomamos como punto de referencia la declaración de la OMS del 11 de marzo de 2020 (previamente, el 30 de enero se había ido preparando el terreno al declarar que la epidemia era una “emergencia de salud pública de preocupación internacional”), casi todo el mundo vivía pendiente de la televisión y de interné a través de los ordenadores, móviles y tabletas, y veía con pánico el número creciente de muertos que los medios reportaban a todas horas del día y de la noche, presentándonos los datos y las imágenes fúnebres en cruda bandeja para infundirnos un pánico cerval.


     Ahora, tres años después, sabemos que, como dice la pintada popular sevillana "emosido engañado(s)" convertida en un neón artístico en la feria de Arte Contemporáneo por algún avispado artisto,  esas muertes eran al menos en algunos países las que estadísticamente cabía esperar por esas fechas como consecuencia de la gripe estacional, ni más ni menos, que, como todos los años, colapsaba los servicios de urgencias de los hospitales con pacientes con problemas respiratorios, y que ese año desapareció misteriosamente como por arte de magia. No hubo el exceso de mortalidad que se había pronosticado, pero sí hubo, sin embargo, un exceso de información, una inflación informativa -lo que luego se ha denominado infodemia, una epidemia o mejor pandemia brutal informativa. 
 
Pintada original de una pared sevillana.
 

    Al declararse falsamente una emergencia sanitaria, había que hacer algo a toda costa, a costa de lo que fuera, y fue a costa de la salud física y psíquica de la ciudadanía: en nombre de la Sanidad nos arruinaron la salud. Hubo muchas muertes que podían haberse evitado de no haberse declarado dicha crisis sanitaria que hizo que cundiera el pánico y que se implementaran unos protocolos irracionales que llevaron a encerrar a la gente sana en sus domicilios, algo nunca visto, a imponer el uso de mascarillas que luego se desechan como si fueran basura normal, cuando se supone que estaban atiborradas de virus tóxicos, a guardar una ridícula distancia social que nos aislaba físicamente de los demás, a someterse a una terapia génica experimental llamada torticeramente 'vacuna', y a unos protocolos, por si fuera poco, que en las residencias de ancianos donde se cumplieron a rajatabla se llevaron por delante al otro barrio a muchos abueletes.

    Se sabe que en las residencias de mayores españolas murieron casi 30.000 ancianos durante la primera ola de la pandemia, en la primavera del año 2020, por causa de la pandemia virocoronal, se dijo, pero en verdad porque no fueron derivados a los hospitales donde podían haber sido tratados, y donde, pese a lo que se dijo, había camas libres para ingresarlos. La cifra de fallecidos hubiera sido muchísimo menor de haberlo hecho y de no haber sido abandonados los mayores en los geriátricos sin poder recibir ni siquiera el consuelo de la visita de sus seres queridos y allegados. 

Lo que echan por la tele y las redes
 

    En los geriátricos donde supuestamente entró el coronavirus, los mayores recibieron un trato inhumano no solo por los protocolos, sino también por el miedo infundido, que al final mata tanto o más que el propio virus. 

    Habrá que recordar a este respecto lo que se cuenta que le dijo el Cólera a la Viruela cuando se encontraron un día accidentalmente: Esta le dijo a aquel que lo suponía muy cansado, después de haber matado, según había oído contar, a veinte mil personas en cierto lugar; a lo que respondió el Cólera: 'Yo no maté sino diez mil, la mitad de los que dicen, la otra mitad se murió de miedo', 'Cosa parecida me sucede a mí', respondió la Viruela poniendo el dedo en la llaga de la iatrogenia; 'todos los que matan los médicos y los boticarios me los achacan a mí'. 

domingo, 21 de agosto de 2022

La viróloga dixit

    Durante la primavera del año en curso, según iba entrando el buen tiempo como consecuencia del periódico calentamiento global del planeta producido por el cambio climático, las restricciones comenzaron a relajarse poco a poco. Las mascarillas desaparecían de los rostros en los espacios públicos aunque nunca definitivamente del todo (de hecho en nuestro país siguen siendo obligatorias a día de hoy en todos los trasportes públicos, hospitales y farmacias, pese a su suficientemente probada ineficacia en cualquier caso). Como consecuencia de ello, el distanciamiento social se alejaba paulatinamente de nosotros.

    Ahora buscamos el acercamiento al prójimo: nos damos la mano y nos besamos como antes, casi sin ninguna precaución, como si no hubiera pasado nada y hubiera llegado el ansiado retorno de los abrazos. Hasta los políticos han dejado ya de hacerse reverencias orientales unos a otros guardando los dos metros protocolarios de la distancia de seguridad que recomienda la OMS y de llevarse la mano al pecho, como el caballero que pintó El Greco, en vez de darse un caluroso apretón de manos. Darse la mano es un gesto que genera confianza. La pandemia ha erosiado tremendamente esa confianza en el otro, que nos han hecho ver como un peligroso agente trasmisor de virus y bacterias. 

Caballero de la mano en el pecho, El Greco (c. 1580)

    De vez en cuando podemos todavía ver a alguien caminando solitario y atribulado con la mascarilla por la calle, pero es algo anecdótico, y la mayoría de la gente cree que se trata de un tarado miedoso o chiflado que todavía no se ha enterado de que ya no hay peligro ni es obligatorio el embozamiento al aire libre... Parece que la tormenta ha pasado. Vuelve el contacto físico, el único contacto propiamente hablando que hay. Hemos tenido, quien más quien menos, nuestros múltiples contactos digitales o espirituales sin tacto, gracias al único toque viral y vírico de la pantalla lisa -y táctil- de nuestro esmarfon, teléfono presuntamente inteligente o phono sapiens.

    Un amigo me escribía el otro día, comentándome unas recientes declaraciones de la viróloga oficial del reino y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, doña Margarita del Val, en un curso de la desprestigiada UIMP. La susodicha alertaba de que “tenemos que prepararnos para el otoño y no lo estamos haciendo”. Me decía este amigo que cada vez le daba más grima esta señora, que seguía erre que erre insistiendo cual buitre carroñera en hacer declaraciones costantemente para salir en los medios y adquirir protagonismo a toda costa y poder seguir así, decía él, chupando del bote.

    Según la inmunóloga orgánica la situación epidemiológica actual era 'favorable', aunque al mismo tiempo daba un dato alarmante que contradecía el diagnóstico anterior: los casos de muerte por coronavirus se habían multiplicado respecto a julio del año pasado... ¿Cómo era posible, me pregunto ingenuamente yo, si la mayoría democrática de la población estaba inmunizada con la pauta completa por las inoculaciones? ¿Cómo se explicaba eso? ¿No sería que los sueros anti-cóvid estaban resultando pro-cóvid?

     El cóvid ya es historia y agua pasada, me escribía este amigo. Yo no estoy tan seguro, le contesté. Y él, dándome en cierto modo la razón, me reconocía que había muchos intereses -políticos, económicos- creados. Nunca he creído que el coronavirus sea historia. Forma parte de la guerra psicológica de la que somos objeto y objetivo. Pensamos que la crisis (al menos la sanitaria) ha terminado, aunque siguen en pie la energética y la alimentaria, y seguimos con nuestra vida cotidiana atendiendo las exigencias de nuestros teléfonos móviles, saliendo de fiesta, incluso yéndonos de vacaciones sin demasiadas restricciones (salvo algún vuelo cancelado y algún pequeño caos en los aeropuertos), como si no hubiera pasado nada.

    Las aguas parece que están mansas en la superficie, pero son profundas. ¿Qué extrañas criaturas encontraremos acechándonos en sus profundidades abisales? La Agenda 2030 está establecida. Los responsables realmente no necesitan hacer nada más por lo pronto, salvo sentarse y esperar sus resultados. 

    Aunque la crisis sanitaria haya amainado, que no desaparecido -simplemente se informa menos, computándose sólo los casos de los mayores de sesenta años-, hay otras crisis, la energética, la alimentaria, la económica..., que son avatares de nuestro estado crítico y de la Crisis general. 

 
Pancartas amarillas contra el terrorismo institucional.

     Sigue adelante la digitalización de la llamada por los historiadores cuarta revolución industrial, una revolución que hará como las anteriores que todo cambie para poder seguir igual, o peor porque nos habremos engañado con la ilusión del cambio. Sigue adelante la veneración igualmente ilusoria por lo que la Agenda -lo que ha de ser hecho, etimológicamente, es decir, lo que no está necesariamente destinado a ocurrir, pero que se está diseñando para que ocurra, como escribía otro amigo- denomina la “Ciencia”, un conocimiento que sólo les es dado por infusión divina a los Expertos Sabelotodo. A ver si va a ser que sabe, usted, señora, o usted, caballero, o vamos a saber cualquiera de nosotros más que la Ciencia que todo lo sabe, que sabe hasta lo que no se sabe, hasta lo que no sabe ni Dios omnipotente y omnisciente.  

    La Ciencia se ha convertido en la nueva forma de religión.    No nos dicen abiertamente que tengamos fe en ella, porque suena arcaico, muy religioso y no poco fanático. En su lugar prefieren usar el término laico y más neutro de 'confianza': Confía en la Ciencia, nos dicen, pero viene a ser lo mismo, mera cuestión terminológica.

    La maquinaria aparentemente está apagada. Sin embargo, está hibernando aunque estemos en verano. El mecanismo está en modo de espera y en reposo, o en stand-by, por decirlo en la lengua del Imperio. La megamáquina no ha sido desactivada y está lista para activarse en cualquier momento. Ahora mismo puede apretarse el botón y ponerse nuevamente a funcionar. 

lunes, 8 de agosto de 2022

No hay inmunidad, pero sí rebaño.

    Según el periódico ABC, diario de referencia y decano de la prensa nacional, que no racional, Estos son los síntomas de la variante Ómicron que afectan a las personas ya vacunadas de Covid. Escribe el autor del artículo que firma M.L.C.: Estar vacunado no implica estar libre de coger el coronavirus. Porque no se concibieron (las denominadas 'vacunas') para evitar los contagios, sino para que los efectos del virus sean mucho menos adversos e incluso pasen desapercibidos. 
 
    ¡Qué sutileza esta última de los efectos del virus que pasan desapercibidos! Es como si quisieran que no se les dé relevancia. Pero difícilmente pueden pasar desapercibidos estos síntomas de Ómicron, la última variante o mutación o lo que sea del engendro viral, que según ABC aparecen en personas vacunadas: tos persistente, secreción nasal, cansancio, fatiga muscular, dolor de cabeza, dolor de garganta, fiebre, estornudos. La mayoría de ellos son bastante visibles y triviales. Otra cosa es que no queramos darles demasiada importancia porque son los síntomas de un catarro o constipado o gripe, si se quiere, de toda la vida, que todos hemos experimentado alguna vez.
 

 
    Lo que no podemos afirmar, porque es algo que no podemos saber a ciencia cierta, o que sólo podemos saber 'a ciencia incierta' al no tener ningún elemento de referencia para la comparación, es que estos síntomas del virus serían más graves e incluso mortales si uno no se hubiese prestado a las inoculaciones experimentales.
 
     No especifica el citado artículo si estos síntomas afectan también a las personas no vacunadas, porque si no les afectasen, serían la clara consecuencia de las inoculaciones, y serían ellas y el virus o la proteína del virus inoculada, la causa de dichos síntomas que con tanta rapidez se contagian en este verano caluroso, un verano en el que el calor mata, siempre según la prensa orgánica, disparándose la mortalidad en oleadas cada vez más extremas, de manera que cuando suben las temperaturas aumentan los fallecimientos.
 
     Otro periódico de la prensa nacional, que no racional, afirma al respecto sin ruborizarse: “Este calor no es normal: media España registra el inicio de verano más caluroso de la serie histórica”. (No sabemos nada de la serie pre-histórica, de la que no hay nada escrito ni escritura siquiera).
 
     El estudio que reporta el periódico ABC concluye que “la eficacia de las vacunas ha ayudado a que los efectos del virus se vean muy reducidos”. Pero no es una conclusión lógica, porque lo que se pretendía con las inyecciones era inmunizarnos, alcanzar la inmunidad de rebaño o de grupo, como pretenden otros, a los que ofende lo del rebaño gregario que somos, lo que quiere decir precisamente evitar el contagio. Y eso, reconozcámoslo, no se ha conseguido, sino todo lo contrario.
 
 
 
     Hay más contagios que nunca. Y en plena canícula de época estival. Estos contagios no son letales, pero ¿lo fueron acaso alguna vez? No, nunca lo fueron. Se sabía desde el principio que la letalidad del virus no era grave, no más que la de la gripe normal y corriente de todos los años por las mismas fechas, aunque se nos dijo lo contrario, sembrando el pánico y encendiendo todas las alarmas.
 
     Las autoridades sanitarias le dijeron a la profesión médica, mintiéndole e imponiéndole unos protocolos irracionales (y donde hay capitán, como dice el refrán, no manda marinero), que no se podía hacer nada para curar el COVID-19, porque no había ningún tratamiento disponible. La prensa oficial y orgánica de todo el mundo respaldaba este nihilismo terapéutico interesado*, en el sentido más económico del término, lo que justificaba la aprobación por razones de emergencia y vía de urgencia de unos sueros experimentales, que, a la vista está, han fracasado estrepitosamente porque la inmensa mayoría tarde o temprano se ha acabado contagiado.
 
     La defensa a ultranza de las presuntas vacunas anticóvid les lleva a decir que estos síntomas que padecen las personas vacunadas son insignificantes: “Tanto que pueden pasar como un resfriado corriente y que desaparezcan en apenas unos días”.
 
   
 
     Si humanum fuit errare, si equivocarse fue humano, como escribió san Agustín, habría que reconocerlo, pero no lo hacen, porque no se han equivocado. Lo que han conseguido era precisamente lo que pretendían. Así que hay que concluir como el santo: diabolicum est per animositatem in errore manere: perseverar en el error debido a su animosidad hostil, eso ya no es humano, no, sino diabólico.
 
     *El interés del capital era que trascurriera el tiempo sin hacer nada, había que quedarse en casa, no fueran a colapsarse los servicios de urgencia de los hospitales. Había que permanecer aislado (stay home) para salvar vidas (save lifes), y resistir, solos, hasta que los labios se amoratasen para ir al hospital. Se negaron la hidroxicloroquina y la ivermectina, unos tratamientos baratos y sin patente, y se puso el foco en la esperanza futura mesiánica y universal de la vacuna que según la Iglesia de la Ciencia Católica salvaría a la humanidad de la muerte eterna.  
 
    Hagamos, para acabar esta reflexión, un pequeño ejercicio sencillo de memoria histórica: El 10 de mayo de 2021 el presidente del gobierno de las Españas autonómicas nos aseguraba que faltaban sólo 100 días para lograr la inmunidad de rebaño, de grupo decía él para no ofender a nadie. En aquellos momentos, sólo un tercio de la población española había recibido alguna inyección y se fijaba para agosto el fin de la transmisión.
 
    Ahora, tras un año y 3 o 4 jeringuillazos, una vez superado aquel objetivo con creces, se demuestra que estos productos farmacéuticos no impiden la infección ni inmunizan contra ella, y que por lo tanto no son sinónimos, como pretendían políticos y periodistas, 'inmunizado' e 'inyectado con estos sueros experimentales' que no impiden la transmisión.   

 
 

domingo, 7 de agosto de 2022

Realidades reales e imaginadas

    En una entrevista que el periodista Henrique Mariño le hacía al escritor Juan José Millás el 10 de julio de 2020, en plena pandemia, en el periódico Público, que llevaba por título “El capitalismo es un delirio que en cualquier momento se puede venir abajo”, el columnista y escritor reflexionaba sobre el coronavirus, el capitalismo y el futuro.

    En un momento de su trascurso el entrevistador le hacía la interesantísima pregunta siguiente: ¿La economía y las finanzas son una cuestión de fe? A la que Juan José Millás respondía, equiparando fe y confianza: -“Absolutamente. Son una cuestión de confianza. El Corte Inglés existe porque creemos en él. Si dejásemos de hacerlo, duraría una o dos semanas. Sin embargo, si dejas de creer en el virus, seguirá existiendo. Insisto: esa es la diferencia entre las realidades reales y las realidades imaginadas.”

    Según Millás El Corte Inglés sería una realidad imaginada, mientras que el (corona)virus sería una realidad real, valga la redundancia... Pero ahí está, en la redundancia, la trampa dialéctica: no hay realidades reales, todas las realidades son ideales, todas son imaginadas. Es cierto que El Corte Inglés existe porque creemos en él, pero el Cóvid también.


     Cóvid, como tal nombre propio, es un acrónimo de COronaVIrus Disease: enfermedad del virus coronado. Pero esta "nueva" enfermedad no tiene nada de nuevo: su patología es más vieja que el catarro de Matusalén. De hecho no presenta síntomas, que es lo más sospechoso de todo. La enfermedad cursa generalmente asintomática. Y si presenta algún síntoma clínico como fiebre, cansancio, neumonía, tos, pérdida de olfato o cualquier otro de los muchos que se le han atribuido no es exclusivo de esa supuesta nueva enfermedad o síndrome, cuya existencia sólo la revela una prueba que, por otra parte, no prueba nada en absoluto.

    La única novedad de la supuesta 'enfermedad del virus coronado' o Cóvid, es la ausencia de síntomas o la presencia de los síntomas de toda la vida de cualquier gripe, catarro o neumonía. La única novedad de esta nueva enfermedad es el nombre: Cóvid, el nuevo artículo de fe, la pesadilla mortífera de una realidad imaginada, tan real como El Corte Inglés, no menos mortífero.

martes, 31 de mayo de 2022

Tres gorilas positivos

    La máquina de producción incesante de noticias para consumo informativo del que quiere saber lo que pasa sin enterarse paradójicamente por eso mismo de nada de lo que está pasando saca la noticia de que tres de los siete gorilas que viven -si eso es vida y puede denominarse como tal- en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno (Cantabria) tienen COVID, sí, sí, covid, no viruela del mono, sino covid, o, mejor dicho: no es que lo tengan propiamente hablando, sino que han resultado positivos en las pruebas que se les realizaron al efecto a petición del veterinario de los simios. 

    El responsable de los animalejos se mosqueó al comprobar que varios de los gorilas tosían y tenían más mocos de lo habitual. Al parecer, habían perdido, además, el apetito y se mostraban cansados. Y se le ocurrió que, habiendo como hay una pandemia de coronavirus desde hace algo más de dos años, los gorilas podían estar también ellos contagiados y enfermos, pobrecitos. Loable que se preocupe de la salud de los animales que están a su cargo, pero la ocurrencia no deja por ello como poco de ser disparatada, y falsa la alarma desatada.

 
Escultura de gorila de Cabárceno
 

    Así que puesto al corriente el Director General de Salud Pública de la taifa cántabra, el señor Reinhard Wallmann, ordenó que se hicieran pertinentes los análisis.  No les metieron a los gorilas el palitroque por las narices para hacerles la PCR dichosa, ni les tomaron muestras de saliva o de sangre, sino que analizaron sus heces que era lo que más a mano tenían después de recoger muestras copiosas. Analizados los excrementos en el laboratorio, tres de los siete gorilas resultaron positivos en coronavirus, aunque una de las dos hembras afectadas con una carga viral muy baja. 

Gorila de Cabárceno con una zanahoria en la boca.
 

    Al parecer, según la prensa local de campanario, los tres se encuentran ya mejor, prácticamente asintomáticos. En mi visita al parque como reportero aficionado que además está exento de pagar los 32 euros que cuesta la entrada de adulto por vivir en uno de los términos municipales en los que se halla el parque temático, pude comprobar que los siete gorilas están aparentemente en perfecto estado de salud. Han recuperado el apetito y el humor y tienen un comportamiento normal. «Probablemente ha influido que ninguno tenía una carga viral reseñable», y no solo una de las dos hembras, como se dijo al principio.

    Dado que los animales viven en un recinto cerrado tanto interior, donde una gran cristalera los separa del público, como exterior, donde se levantan unos altos muros con el mismo fin, se sospecha que la vía de contagio han podido ser los cuidadores, por lo que fueron sometidos a las pruebas todos aquellos que en las últimas semanas se han ocupado de los animales para seguir la pista y detectar cuál sea el genoma del virus. Los cuidadores resultaron negativos, quizá porque como suele suceder hayan pasado la enfermedad del virus sin enterarse.

Gorila de Cabárceno a la sombra de una palmera.

    «Necesitamos saber qué variante es porque hay que descartar todas las posibilidades», afirma el Consejero de Sanidad y Director General de Salud Pública. Podría tratarse de una variante desconocida hasta el momento que haya sido capaz de saltar con facilidad de humanos a animales. No sería la primera vez que sucede. «Existe una publicación de hace un año donde ya se constató un caso de gorila infectado en un zoológico de California» añade.

    «Esto es algo que se piensa que puede ser habitual aunque no esté muy estudiado. Hace tiempo que se está tratando de entender cómo el virus ha sido capaz de mutar tan rápido para dar lugar a las variantes que conocemos en tan poco tiempo. Y una de las hipótesis más compartidas es que ha estado viajando de los animales a los humanos continuamente», explica el epidemiólogo. Pero ahora parece que según eso se estaría cerrando el círculo, y rizando el rizo, como suele decirse, y el virus estaría regresando de los humanos a los animales, esos antepasados nuestros.

 

     ¿No podía haberse tradado de un catarro común?¿No podría haber sido un resfriado corriente? Parece que esta hipótesis no se contempla, y que descartada como está se piensa en la existencia de un contagio como única explicación, y por lo tanto hay que identificar el vector de dicho contagio y poner en marcha el rastreo. En todo caso no ha sido necesario aislar a los gorilas positivos del resto confinándolos ni ponerles mascarillas que probablemente hubieran durado menos que un suspiro en sus bocas. Habida cuenta de que no hay un tratatmiento específico, y la poca carga viral de los tres afectados, sólo se le aplicó medicación a Nicki.

    Como puede comprobarse por noticias como esta, que han saltado enseguida a toda la prensa nacional y a la televisión -durante mi visita, TVE estaba entrevistando al veterinario que dio la voz de alarma-, si no se trata de mera propaganda turística del parque, que no vive en sus mejores momentos después de algunos incidentes como el incendio del cubil en el que murieron las tres jirafas del parque hace unos años, seguimos inmersos en la ya larga y cansina narrativa covidiana porque interesa seguir con la ficción de la pandemia, porque algunos están interesados en el relato que impide que no nos enteremos de verdad de lo que pasa.