Matthew John David Hancock, más conocido como Matt Hancock, miembro del partido conservador británico y Secretario de Estado de Salud y Asistencia Social del Reino Unido desde el año 2018 hasta junio de 2021 en que dimitió por haber violado los protocolos del virus coronado que su propio gabinete de Gobierno y Ministerio habían decretado, habiendo mantenido un tórrido encuentro sexual en su despacho con su asesora y amante que no pasó desapercibido al ojo indiscreto de la cámara de seguridad, deseoso de amedrentar a la población (frighten the pants off everyone, literalmente asustar los pantalones de todo el mundo acudiendo apresuradamente al retrete para no hacérselo encima) con el fin de que cumpliera los protocolos que él mismo no cumplió y se olvidara de los quebraderos de cabeza que estaba trayendo a su país el dichoso Brexit o salida exitosa que al final resultó un chasco de la Unión Europea, escribió un guasap bastante significativo de lo que ha sido todo esto del virus coronado que todavía algunos se empeñan en mantener vivito y coleando, que decía “¿Cuándo lanzamos la nueva variante?” (When we do deploy the new variant).
Otras revelaciones como la del CEO de Moderna
Stéphane Bancel, declarando que su empresa fabricó 100.000 dosis de
la vacuna contra el COVID-19 en 2019, antes de que la OMS hubiera
declarado la pandemia universal, vendrían a demostrar que la presunta no se
hizo apresuradamente y se aprobó por vía de urgencia para curar la
pandemia, sino, al revés, se implementó la pandemia para justificar
la imposición de los pinchazos, o sea que fue antes la tirita que la herida.
Cada vez resulta más evidente, ahora que pronto se cumplirá el tercer aniversario del confinamiento, para el que no esté
ciego y lo quiera ver, que todo el tinglado pandemencial este de la pandemia no fue
más que una operación de guerra psicológica destinada a controlar
y a gobernar a la gente, por si hiciera falta, que parece que sí lo
hacía, más aún de lo que estábamos.
La satisfecha experimentación y la recurrente emocionalidad en esta estúpida y «masiva obediencia conductista, casi soviética, pero avalada ahora por la medicina de las democracias, en este socialismo a ultranza del Estado-mercado..., basado en el consenso y el miedo a romperlo, a quedarse atrás».
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