"Valen más cien pájaros volando que uno en la mano” (José Bergamín)
Éolo se ha liberado de los grillos de su cárcel,
lobo que aúlla en el monte, y que estremece en el valle,
dios que despierta del sueño siete legiones de arcángeles
que desenfundan al vuelo sus afilados puñales.
Cuando sopla, antiguo, el ábrego retornan inolvidables
espejismos y destellos de un pasado inagotable
que dibuja sus contornos imprecisos al desgaire
entre luces y entre sombras, incandescentes diamantes.
Vuelven, viejas, las palabras olvidadas, susurrantes,
desde el sur a mediodía: las fragancias y romances,
los recuerdos, la locura tras la máscara que late.
Una guitarra desgrana, lejana, sus notas graves:
En la montaña, silencio, y en la marisma, la sangre;
en el crepúsculo, olvido, y una pregunta en el aire.
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