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lunes, 23 de octubre de 2023

¿De qué lado estás tú? (y II)

    Los que ya peinamos canas, si aún no nos hemos quedado calvos, recordamos cómo nos engañaron durante más de cuarenta años con la llamada Guerra Fría. Nos inculcaron que había dos bandos opuestos y que había que decidirse por uno o por otro, el prosoviético o el proamericano, y resultó que los dos no eran tan distintos, sino dos caras de la misma moneda: uno consistía en que el estado estaba sometido al capital, el norteamericano, y el otro, el soviético, que el capital estaba sometido al estado.
 
   Parecía que no había ninguna alternativa a esa falsa disyunción. Parecía que uno no podía decir que no a ambas formas de poder, porque si negaba una afirmaba, así nos hacían creer, inevitablemente la otra. 
 
    Cuando con la caída del muro de Berlín se vio que sólo quedaba una forma ya, que era la democrática progresada en la que se funden y confunden estado y capital, la mayoría de la gente, profundamente anestesiada, sólo sabía gastar dinero compulsivamente y comprar cosas que no necesitaba para nada: viajes y vacaciones para huir a ninguna parte, móviles y ordenadores para conectarse a la red y desconectarse de la realidad entre otras cosas por ejemplo. 
 

 
    Tras la caída del muro, asistimos a la retransmisión en directo de la Guerra del Golfo, una guerra autorizada y orquestada por la ONU contra el régimen iraquí, encabezada por Estados Unidos. Era fundamental que viéramos que había una guerra en el golfo pérsico, en la que participaba nuestro país entre muchos otros, de modo que creyéramos como contrapartida que vivíamos bajo un régimen de paz, democracia y libertad. El poder había progresado tanto que había encontrado a través de la información la forma sofisticada de entretenernos y de mantenernos subyugados. 
 
    Después entramos en el siglo XXI con la retransmisión una y otra vez, entrando en bucle, de la destrucción de las torres gemelas, que sirvió de pretexto al Imperio para declarar la guerra al terrorismo, bajo la que hemos vivido durante este primer cuarto de siglo hasta que en 2019 se declaró la guerra al virus con la proclamación de la Pandemia merced a la Organización Mundial de la Salud. 
 
    Desde arriba se fomenta el miedo. Lo hemos vivido muy recientemente. Nunca se nos dijo desde las altas instancias que no cundiera el pánico y que mantuviéramos la calma, sino todo lo contrario: se procuró alarmarnos, declarándose estados de emergencia y la guerra de todos contra todos, contra nosotros mismos y la naturaleza... 
 
Salvador Dalí pintando El rostro de la guerra en 1940
 
 
    Tanto la pandemia, como la guerra de Ucrania, y ahora la de Israel y Hamás son creaciones de los mal llamados medios de comunicación. El Estado, mediante la información, nos hace creer en la realidad y en la necesidad de lo que por todos los medios a su disposición nos ofrece. Los televidentes somos telecreyentes. 
 
    Decir que la prensa es el cuarto poder es algo ya obsoleto. Es la televisión en el sentido más amplio del término, que incluye además del electrodoméstico que casi nadie que pase de los cuarenta reconoce públicamente que ve por vergüenza, la radio que escuchan los taxistas, la prensa escrita y todas las redes sociales a través de ordenadores, tabletas y móviles, la que nos hace tragar la realidad por un tubo a raudales con la producción acelerada de noticias para pasto y entretenimiento de las masas, que mueve tanto dinero y tiene un poder tan elevado que a su lado los demás poderes del Estado no tienen que esforzarse mucho, les basta con dejarse llevar por la corriente actualizada y dominante. 
 
 
    Nuestros gobiernos y gobernantes procuran que estemos entretenidos y al día... que nos aprendamos los nombres propios de los supuestos protagonistas, títeres en realidad de los hilos que los manejan, las cartas geográficas que nos facilitan, los datos históricos, gráficos y porcentajes numéricos, y que discutamos sobre todo ello, que nos informemos, en definitiva, para que nos formemos nuestra propia opinión personal, sin que nos hartemos nunca del mar innumerable de opiniones en el que bogamos: cada cual tiene el derecho y el deber de tener la suya, por muy modesta que sea, porque ese es el sello de identidad que configura su personalidad.
 
    Las guerras que se libran actualmente no son las de un pueblo contra otro. Son guerras, en plural, pues tiene que haber más de una, que los líderes mundiales están librando contra todos los pueblos del mundo. Es la guerra de las altas finanzas, o del Dinero sin más, contra la humanidad.

viernes, 24 de febrero de 2023

El papel de la prensa (1)

    Cuando comenzó la psicosis colectiva de la pandemia, pronto hará tres años de ello si tomamos como punto de referencia la declaración de la OMS del 11 de marzo de 2020 (previamente, el 30 de enero se había ido preparando el terreno al declarar que la epidemia era una “emergencia de salud pública de preocupación internacional”), casi todo el mundo vivía pendiente de la televisión y de interné a través de los ordenadores, móviles y tabletas, y veía con pánico el número creciente de muertos que los medios reportaban a todas horas del día y de la noche, presentándonos los datos y las imágenes fúnebres en cruda bandeja para infundirnos un pánico cerval.


     Ahora, tres años después, sabemos que, como dice la pintada popular sevillana "emosido engañado(s)" convertida en un neón artístico en la feria de Arte Contemporáneo por algún avispado artisto,  esas muertes eran al menos en algunos países las que estadísticamente cabía esperar por esas fechas como consecuencia de la gripe estacional, ni más ni menos, que, como todos los años, colapsaba los servicios de urgencias de los hospitales con pacientes con problemas respiratorios, y que ese año desapareció misteriosamente como por arte de magia. No hubo el exceso de mortalidad que se había pronosticado, pero sí hubo, sin embargo, un exceso de información, una inflación informativa -lo que luego se ha denominado infodemia, una epidemia o mejor pandemia brutal informativa. 
 
Pintada original de una pared sevillana.
 

    Al declararse falsamente una emergencia sanitaria, había que hacer algo a toda costa, a costa de lo que fuera, y fue a costa de la salud física y psíquica de la ciudadanía: en nombre de la Sanidad nos arruinaron la salud. Hubo muchas muertes que podían haberse evitado de no haberse declarado dicha crisis sanitaria que hizo que cundiera el pánico y que se implementaran unos protocolos irracionales que llevaron a encerrar a la gente sana en sus domicilios, algo nunca visto, a imponer el uso de mascarillas que luego se desechan como si fueran basura normal, cuando se supone que estaban atiborradas de virus tóxicos, a guardar una ridícula distancia social que nos aislaba físicamente de los demás, a someterse a una terapia génica experimental llamada torticeramente 'vacuna', y a unos protocolos, por si fuera poco, que en las residencias de ancianos donde se cumplieron a rajatabla se llevaron por delante al otro barrio a muchos abueletes.

    Se sabe que en las residencias de mayores españolas murieron casi 30.000 ancianos durante la primera ola de la pandemia, en la primavera del año 2020, por causa de la pandemia virocoronal, se dijo, pero en verdad porque no fueron derivados a los hospitales donde podían haber sido tratados, y donde, pese a lo que se dijo, había camas libres para ingresarlos. La cifra de fallecidos hubiera sido muchísimo menor de haberlo hecho y de no haber sido abandonados los mayores en los geriátricos sin poder recibir ni siquiera el consuelo de la visita de sus seres queridos y allegados. 

Lo que echan por la tele y las redes
 

    En los geriátricos donde supuestamente entró el coronavirus, los mayores recibieron un trato inhumano no solo por los protocolos, sino también por el miedo infundido, que al final mata tanto o más que el propio virus. 

    Habrá que recordar a este respecto lo que se cuenta que le dijo el Cólera a la Viruela cuando se encontraron un día accidentalmente: Esta le dijo a aquel que lo suponía muy cansado, después de haber matado, según había oído contar, a veinte mil personas en cierto lugar; a lo que respondió el Cólera: 'Yo no maté sino diez mil, la mitad de los que dicen, la otra mitad se murió de miedo', 'Cosa parecida me sucede a mí', respondió la Viruela poniendo el dedo en la llaga de la iatrogenia; 'todos los que matan los médicos y los boticarios me los achacan a mí'. 

viernes, 2 de diciembre de 2022

Un poco más de miedo, si cabe, todavía

    Un fantasma recorre Europa. El espectro prenavideño de una novena ola se cierne sobre el país galo y de rebote sobre todo el viejo continente.
 


     Una inmunóloga francesa, de cuyo nombre propio no quisiera hacer mención, pero voy a mencionarlo para que no se diga que me invento la noticia: la señora Brigitte Autran, desde la cadena de televisión BFM, una emisora privada de (in)formación continua y masiva, advirtió en calidad de presidenta de la Comisión para la Vigilancia y Predicción de Riesgos Sanitarios (COVARS,según sus siglas en la lengua de Molière) que la subvariante BQ.1.1 del virus coronado y todavía no destronado prevalecía ya en el país vecino sobre la subvariante BA.5 de la mutación Ómicron del susodicho virus que se propagaba en Francia durante esta temporada, que se ha visto ahora barrida, según ha dicho la inmunóloga para que la gente lo entienda, por su “bebé” BQ.1.1, algo así como que parió la abuela por si fuéramos pocos, lo que podría explicar el aumento reciente de casos de enfermedad de virus coronado cosecha 2019, que “todavía no es notable”, pero curiosamente ya se nota, y que podría suponer el comienzo de una nueva ola que sería la novena que se rompe contra las costas francesas. 
 
    Ya hablamos no hace mucho de ello aquí mismo de este avatar amenazante del virus, BQ.1.1 que fue bautizado popularmente Höllehund en la lengua de Goethe, o sea el Perro del Infierno, también Can Cérbero o Cancerbero, todo junto, el perro de tres cabezas que representan la triplandemia que se cierne sobre nosotros de virus coronado, gripe de toda la vida y resfriado común durante esta temporada otoño-invierno.  
 
 
    Y ¿qué ha dicho la señora Autran sobre la subvariante de la subvariante de la mutación? Pues esto: "Esta subvariante en particular es más contagiosa y justifica el aumento actual en el número de nuevas infecciones". No se sabe si es más peligrosa, pero sí más contagiosa. Conclusión: Por eso, dijo, es absolutamente necesario que los ciudadanos tomen medidas de precaución enmascarándose y distanciándose y se vacunen si pertenecen a grupos de riesgo, por supuesto.
 
    Subrayó además que las vacunas, aunque protegen menos frente a la infección y a la transmisión -lo reconoció- debido a la variación permanente del virus con sus variantes y subvariantes, garantizan protección frente a formas graves y la muerte por complicaciones de la Covid-19, cosa que, como se sabe, es, si no incierta, al menos muy dudosa, pues el virus no era tan letal como dijeron en un primer momento para meternos miedo,  promover la vacunación de todo quisque y tenernos así bajo control.

 

  Y, como no podía ser menos, reiteró la necesidad de usar mascarilla al menos en los transportes públicos y en lugares concurridos, para recordarnos a todos el estado terapéutico terrorista en el que vivimos y revivir el clima de pánico total. 
 
Nueva temporada de la serie: novena ola.
 

jueves, 3 de noviembre de 2022

Miedo cerval (y 2)

     Si los medios de (in)formación de masas difunden el miedo y la mentira merced a la intoxicación informativa a la que nos someten, y a nuestra credulidad, que es la fe que depositamos en ellos, ¿cómo podemos librarnos de eso? ¿Cómo podemos hacer que germine en nosotros el beneficio del olvido y de la duda? 

     Se me ocurre una respuesta en principio muy sencilla: desconectando, no creyendo en ellos. No es fácil. Sin embargo,  hay algo que puede ayudar en la tarea. Me lo sugieren unos versos de Claudiano que nos hablan del poder de la música y de la poesía como remedio contra el miedo precisamente y a favor del olvido. Es el poder de Orfeo, en suma, que puede con su voz y el acompañamiento musical de su lira hacer que la naturaleza insensible sienta, calmándose los vientos y apaciguándose las olas de los mares, fluyendo los rápidos ríos más lentos, sacudiéndose los montes sus crestas heladas, y desarraigándose los árboles para seguir embelesados al cantor junto a las fieras, que abandonan su estado salvaje, y se amansan. Por algo se ha dicho siempre que la música amansa a las fieras.

    Claudiano lo expresa en estos dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos: Mansos molosos dieron calor a la liebre segura / y la cordera le dio     próximo al lobo el costal. Securum blandi leporem fouere molossi  /  uicinumque lupo   praebuit agna latus. Junto al tigre rayado los gamos, confiados, retozan,/ miedo los corzos no han    del mauritano león. Concordes uaria ludunt cum tigride dammae, / Massylam cerui   non timuere iubam. 


    Hay un bellísimo pasaje en la Biblia, concretamente en el Libro de Isaías (11 6-8), escrito mil años antes, que recuerda a esto y que ha podido ser la fuente de inspiración de Claudiano, que dice: Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará. La vaca pacerá con la osa, y las crías de ambas se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco

    Los versos de Claudiano nos presentan precisamente el miedo cerval desactivado: los ciervos, dicen, no tuvieron miedo de la crin mauritana, aludiendo a la melena del león africano, masilo, concretamente, de un pueblo vecino de la Numidia, el depredador que podría devorarlos. El poder de la música era tan grande que podía disolver el miedo, y hacer con su encanto que la liebre no temiera a los molosos, que no solamente dejaban de ser sus enemigos, sino que además la acariciaban. Igualmente la oveja, confiada, dejaba de tener miedo al lobo, ofreciéndole su costado. Los gamos y los ciervos olvidaron el peligro que podía suponer para sus vidas la aparición del tigre rayado y del león melenudo, que nunca es tan fiero como lo pintan porque nunca es como lo pintan. Pero la música, además, tenía un poder mucho mayor que ese de disolución del miedo y de brindarnos el olvido: podía hacer revivir a los muertos, como hizo Orfeo con su amada Eurídice, pero de eso hablaremos otro día.

viernes, 5 de agosto de 2022

Nos amenazan

    Nos amenazan los periodistas/terroristas, si son humanos y no son una horda de bots o robots humanoides de los medios masivos de des-información, con un invierno ruso, o sea gélido como el que derrotó a la Grande Armée de Napoleón o a los alemanes en Estalingrado, es decir un invierno con temperaturas bajo cero, sin el gas calefactor ruso, que nos va a dejar helados, literalmente congelados. 
 
    Nos amenazan con una crisis alimentaria global que va a hacer que nos muramos de hambre. y que, si nadie lo remedia, volvamos al canibalismo de comernos los unos a los otros ante la falta de alimentos. 

     Nos amenazan con el rebrote silencioso, pero imparable, de las enfermedades infecciosas, pese a los innegables avances de la Iglesia de la Ciencia. Ahí está, por ejemplo, la viruela del mono, como prueba, de que los víruses pueden volver y saltar del mundo animal al humano y contagiarnos, por lo que la Organización -corrupta- Mundial de (las enfermedades que afectan a la) Salud la ha proclamado emergencia sanitaria internacional basándose en la declaración de su Sumo Pontífice, que a su vez se basa en las sagradas escrituras de las revistas científicas y en la fe en la Iglesia de la Ciencia que preside y que excomulgará, al servicio como está de la Gran Farmacopea, a todos los que no apliquen sus protocolos sanitarios, y su consigna de que Hay que seguir la Ciencia, o sea, el Dinero, que es la fe y la religión dogmática incuestionable que mueve el mundo. 
 
    Nos amenazan con la escalada imparable de los precios y de los tipos de interés del Capital. 
 
    Nos amenazan con las predicciones meteorológicas catastróficas provocadas por el calentamiento global producido por el cambio climático del que todos somos responsables mientras no reduzcamos nuesta huella personal de CO2: futuras inundaciones, sequías, incendios forestales y en definitiva las diez plagas del Egipto faraónico.
 
 
    Y sobre todo nos amenazan, otra vez, con el colapso de los hospitales para fomentar la medicina preventiva y profiláctica en detrimento de la curativa. La curación de patologías crónicas puede esperar, y, por lo tanto, se retrasa... porque ante el cataclismo que se avecina en todos los órdenes es más conveniente no saturar los hospitales, así que es preferible quedarse en casa y dejar que la gente se vaya muriendo lentamente. 
 
    Nos amenazan con que cualquier resfriado que tengamos es Cóviz, o sea una amenaza contra la salud pública que obliga a Caperucita a quedarse en casa y no visitar a la abuelita, no vaya a ser que sea ella y no el lobo quien se lleve por delante al otro barrio a la dulce ancianita, hasta que al menos la nieta demuestre que no está contagiada con unas pruebas pseudodiagnósticas de laboratorio que fallan más que las escopetas de feria arrojando falsos positivos que no hacen más que engrosar las cifras de las estadísticas, haya recibido las vacunas experimentales reglamentarias y lleve el bozal como Dios manda tapándole la boca y la nariz.

miércoles, 27 de julio de 2022

Los expertos nos meten miedo

    Los expertos especialistas en todo y, por lo tanto, en nada- quieren panicarnos o paniquearnos, términos estos que se entienden aunque no estén recogidos todavía por la docta academia en el diccionario de la lengua española, que no tardará en hacerlo, habida cuenta de que sus precedentes ya están en la lengua del Imperio to panic desde 1827 y en la del antiguo régimen, el francés paniquer, desde 1936 con el significado de “llenarnos de pánico, angustiarnos, enloquecernos, meternos un susto de muerte”.

    En español tenemos desde mediados del siglo XVII el nombre 'pánico' como miedo grande. Es un préstamo griego de δεῖμα πανικóν (deîma panikón) 'terror o espanto causado por Pan', divinidad silvestre a quien se atribuían los ruidos de causa desconocida oídos por montes y valles, es decir, se trata de un adjetivo que en principio sólo significa 'relativo o concerniente al dios Pan', y que de tanto usarse acompañando a sustantivos como 'miedo, terror', acabó sustantivándose él mismo.

    Esto sucedió en francés, donde el adjetivo se sustantiva y adquiere género gramatical femenino, dado que los nombres terreur -terror- y peur -miedo- son femeninos en la lengua de Molière, por lo que se dice: la panique. Como tal nombre está atestiguado en 1835 con la connotación de terror extremo y repentino, a menudo colectivo, ante un peligro real o solamente imaginado. Cien años después, en 1937, se registra el verbo 'paniquer' con el sentido transitivo de infligir pánico a alguien pero también intransitivo de ser presa de pánico.

 El dios Pan

     Este fenómeno se ha visto también en inglés, donde el adjetivo 'panic', tomado del francés panique (c. 1600), y aplicado a sustantivos como panic (fear, terror), acabó también sustantivándose y convirtiéndose en nombre hacia 1708. No acabó ahí el proceso, ya que hacia 1827 el primitivo adjetivo sustantivado se convierte en verbo en la lengua de Chéspir con una doble valencia, como en francés: transitivo (infundir miedo a alguien) e intransitivo (entrarle el pánico a uno).

    Quieren panicarnos o paniquearnos, pues, con la venia de la docta Academia, como decía al principio, panicatacándonos, es decir, provocándonos un ataque de pánico como ya hicieron con el virus coronado de la cosecha 2019, y como hacen ahora con el cambio climático y la ola de calor infernal, para lo que meten mucho ruido. 

    No quieren que sepamos que los coronavirus mutan siempre y con las mutaciones se vuelven más contagiosos pero más inofensivos y menos peligroso. Tampoco quieren que sepamos que no hay vacunas que puedan erradicar estos virus, como el de la gripe, porque siempre están cambiando y nunca, como se dice vulgarmente, se paran quietos, y cuando llega la vacuna, si llega, ya es demasiado tarde porque el virus como Proteo, el Viejo del Mar, no se deja atrapar y ya ha mutado:  posee el poder de metamorfosearse para escapar de sus adversarios, adoptando diversas y numerosas formas, simbolizando de este modo la fluidez del agua. 


     Su plan es agregar, suma y sigue, más amenazas como la viruela del mono, recientemente incluida entre las alarmas internacionales, la Polio, la guerra de Ucrania, el desabastecimiento, el apagón, la crisis alimentaria y un interminable etcétera que la prensa orgánica del sistema renueva cada dos por tres para mantenernos temerosos y fácilmente manipulables, metiéndonos el miedo en el alma, que es la conciencia del cuerpo, que es el pánico fundamental a la muerte, y así nos dicen que podemos morirnos por el calor extremo en verano y por los víruses coronados o no en el gélido invierno ruso que se avecina por el horizonte, según las estadísticas falaces. Lo importante es que podemos morir, y la única forma de salvar nuestras vidas es permaneciendo dóciles a las pantallas: obedeciendo los dictados autoritarios de los expertos -especialistas en todo y, por lo tanto en nada-, encargados de secuestrarnos con sus datos la razón y el libre pensamiento.

    Si queremos ser racionales (es decir, no movernos ​​por una ideología), debemos sentarnos sin miedo y ver pasar a los ideólogos, cuyo objetivo parece ser implementar, como ellos dicen, un Estado Policial Global instalando un gobierno o gobernanza mundial que reemplace a los viejos estados nacionales, diciéndoles adiós mientras cabalgan hacia el atardecer en sus monturas deslumbrantes.

martes, 3 de mayo de 2022

El esparcidor

    En el momento en que alguien se propone organizar eventos no virtuales en el mundo real, corre el riesgo de perder el control, mientras que el control de la narrativa que esparce ideas falsas -miedo y mentiras fundamentalmente- es más efectiva a corto y a largo plazo desde luego a la hora de dominar a nuestros semejantes. 
 
    Es más fácil, en efecto, propagar mentiras que víruses reales, que podrían tener consecuencias imprevisibles y nefastas como, por ejemplo, la de salir el tiro por la culata y contagiar al propagador,  mientras que las mentiras son más fáciles de manejar, aunque también es verdad que como dice la gente se coge antes a un mentiroso que a un cojo. 
 
    He aquí algunas de esas mentiras que se esparcen para divulgación mediática: "Los parados no quieren trabajar", "No hay ocupación israelí en Palestina", "Un nuevo virus va a diezmar el planeta", "Putin es el nuevo Hitler", "La OTAN representa el bando del Bien", "Rusia va a destruir Londres, París  y Madrid en unos segunos. No sobrevivirá nadie"... 


     Así por ejemplo cuando alguien defiende la existencia de un virus mortal ( "Un nuevo virus va a diezmar el planeta") por el número de fallecimientos que nos han dicho que ha causado, olvidamos que no han sido tantos, sólo un 0,2 por ciento según las estimaciones más objetivas y fehacientes, es decir, 2 de cada mil infectados, la misma tasa de letalidad que la gripe de toda la vida, dato que está corroborado en este caso por nuestra experiencia, ya que a toro pasado, como dicen los taurinos, no hemos visto tantos cadáveres como nos decían que íbamos a ver asomándonos a la ventana de nuestro encierro. Sin embargo, se encargaban de mostrarnos ataúdes y más ataúdes por la caja tonta y noticias de números de muertos, que es la única ventana -la caja bobalicona- que se mantenía  -no nos quedaba otra- abierta al exterior. 
 
    El arte es también un arma de esparcir mentiras. Prueba de ello son estos óleos del artista ucraniano Oleg Shupliak, que imagina así la Gran Batalla de las fuerzas angelicales del Bien contra las fuerzas demoníacas del Mal, con una simplificación poco menos que infantil:
 
La Gran Batalla de Ucrania con Mordor, Oleg Shupliak (2022)
 
   

lunes, 18 de enero de 2021

De lo que Séneca le dijo a Nerón

Circula por ahí una frase atribuida a Séneca que le habría dicho en algún momento a Nerón y que, por lo que a mí se me alcanza y he podido averiguar, no tiene mucho fundamento histórico. Se trata de una cita espuria, pero que está muy bien traída sin embargo porque se puede aplicar a cualquier relación humana de poder y de dominio. 

Nerón y Séneca,
Eduardo Barrón González (1904)

La frase vale para cualquiera del común si se entiende que “Séneca” no es ahí Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba en torno al año 4 de nuestra era y muerto en el 65, filósofo estoico y preceptor del emperador Nerón, sino “séneca”, un nombre común y no propio dentro de la Historia de la Cultura, y como define nuestro Diccionario de la Real Academia “hombre de mucha sabiduría”, y si se entiende que Nerón, por su parte, no es el emperador romano de la dinastía julio-claudia nacido en el 37 y muerto en el 68, sino “nerón”, con minúscula, es decir un “hombre muy cruel”, según el citado Diccionario, definición a la que habría que añadir la nota imprescindible de “poderoso, el hombre más poderoso del mundo en su tiempo”. Como se sabe, Nerón acusó a su antiguo maestro de haber participado en la conspiración de Pisón contra el Imperio y le concedió la gracia de quitarse voluntariamente la vida.

Hay que tener en cuenta que la institución del Poder se basa en dos cosas: la mentira y el miedo. ¿En qué consiste la primera? ¿Sobre qué engaño se fundamenta? Entre nosotros, occidentales, hay que remontarse hasta, por lo menos los griegos, y en concreto hasta el maestro Aristóteles, que escribió en la Política lo siguiente: "Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarias, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar". (Política. 1.1254a, τὸ γὰρ ἄρχειν καὶ ἄρχεσθαι οὐ μόνον τῶν ἀναγκαίων ἀλλὰ καὶ τῶν συμφερόντων ἐστί, καὶ εὐθὺς ἐκ γενετῆς ἔνια διέστηκε τὰ μὲν ἐπὶ τὸ ἄρχεσθαι τὰ δ᾽ ἐπὶ τὸ ἄρχειν). 

Aristóteles estableció la necesidad y conveniencia de que haya gobierno, unos hombres que manden y otros que obedezcan, y lo justificó diciendo que era natural que así fuera, es decir, que lo que había era así porque lo había querido la naturaleza y no se podía evitar. Justificaba así la existencia de la esclavitud y la supremacía del varón sobre la mujer. Si negamos que sea verdad lo que dijo Aristóteles, ¿qué les queda a los poderosos de este mundo para sustentar y sostener el Poder que encarnan, una vez denunciada la mentira? Sólo  les queda el miedo.

 ¿Qué le dice un hombre sabio, en el sentido popular de la palabra, es decir, un hombre del pueblo, que es consciente de su vasta ignorancia, pero que pone en duda, precisamente porque nada sabe, las palabras del maestro Aristóteles de que sea necesario y conveniente que haya gobierno, un hombre que ni siquiera tiene nombre propio, sino común, al poderoso? Le dice algo que le puede decir cualquiera al poderoso para, de ese modo, desempoderarlo: “Tu poder radica en mi miedo; yo ya no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Generando miedo

Leía yo el otro día en El diario montañés, el sedicente "decano de la prensa de Cantabria", el siguiente titular no poco alarmista en grandes letras: “La pandemia asesta un duro golpe a Cantabria con tres fallecidos en una jornada negra”. En letra más pequeña, debajo del gran titular, se decía: “Las víctimas, dos mujeres de 69 y 88 años y un hombre de 55, todos con problemas de salud previos, elevan la cifra total de decesos a 228”.

Lo más relevante de esta noticia, a mi modo de ver, no era el dato en sí de la elevada cifra total de decesos teniendo en cuenta que se refiere a siete meses y que por lo tanto no es tan alta aunque estemos hablando de un pequeña taifa como es sin duda esta comunidad autónoma, sino la reflexión que hacía el periodista en el grueso del artículo, donde afirmaba: Las escuetas informaciones de la Consejería de Sanidad suelen incluir al referirse a cada nuevo deceso, la coletilla de las “comorbilidades”.  

Me llamaba la atención la culta latiniparla de la que hacía gala el periodista al llamar con eufemismo fallecidos a los muertos y “deceso” a la muerte, y de usar el tecnicismo médico “comorbilidades”, que el diccionario de la Academia define como "coexistencia de dos o más enfermedades en un mismo individuo, generalmente relacionadas", para lo que la prensa escrita y los locutores y locutrices televisivos suelen denominar habitualmente con culto helenismo “patologías previas”, pero me llamaba más la atención todavía la reflexión que hacía después sobre la coletilla o significativo añadido que la Consejería de Sanidad incluía honestamente, todo hay que decirlo, en su escueta información, soltando la siguiente perla: En ocasiones, esto tiende a interpretarse como que el virus precisa combinarse con problemas de salud previos para ser mortal, cuando más bien se trata de que encuentra un camino más fácil para desarrollar toda su capacidad letal. Aquí contrapone el periodista lo que todo el mundo entiende a primera vista, a saber, que el virus no mata si no hay “problemas previos de salud”, y lo que en el segundo miembro de su frase él quiere que se entienda, que es lo mismo pero al revés: que el virus sí mata, cuando encuentra allanado el camino por otras afecciones.

Salta a la vista de cualquiera que la letalidad del virus, si no se combina con problemas de salud previos, es prácticamente nula. El contagio, por lo tanto, del virus no debería ser tan temido porque no mata per se. ¿Qué significa esto? Que esas tres víctimas probablemente no habrían muerto todavía, pese a estar contagiadas, si no hubieran tenido previas patologías, y que esas enfermedades previas son las que nuestro sistema sanitario debería también tratar de atajar con mayor esmero, para que el contagio de este virus o de cualquier otro que nos venga no nos lleve por el mal y allanado camino que dice el periodista. 

 Y eso no se hace, creo yo, cerrando centros de salud de atención primaria e imponiendo la consulta telefónica en lugar de la presencial a los pacientes ni focalizando toda la atención sanitaria y hospitalaria en el dichoso virus coronado, ni en hacer pruebas y confinar a toda la población expuesta a esta epidemia que, pese al cada vez más elevado número de contagios, ya no es lo que era y lo que fue en la pasada primavera, cuando las mismas autoridades sanitarias que ahora nos imponen las mascarillas, y se las imponen a los niños a partir de los seis años en las escuelas y recomiendan a partir de los tres en Cantabria, nos decían que no eran necesarias.

Como ya no nos asustan mucho con los llamados “casos positivos”,  que suben de día en día como la espuma efervescente, cosa que no dejan de recordarnos a todas horas así como que son debidos, cómo no, a nuestra irresponsabilidad, casos positivos que no son propiamente hablando enfermos ni mucho menos muertos, vuelven a la carga ahora sacando a relucir los fallecidos, aunque sean pocos y no sean tantos ya, pero cuentan y cuánto en la nueva normalidad y en esta segunda ola que se han empeñado en declarar para seguir metiéndonos el miedo en el cuerpo y en el alma, que es lo que tratan de hacer tanto los medios de formación de la opinión pública como las autoridades sanitarias.

Que tres muertos sean un duro golpe asestado por la pandemia que ennegrece particularmente una jornada, como proclama el provinciano periódico local de campanario, es mucho decir, y por eso se dice: para que se diga mucho y se repita, y a fuerza de repetirlo como si fuera un mantra o la letanía del rosario, suene a que tres son muchos y suene a verdadero. Pero el número tres, como tal número, no es sinónimo de muchos en absoluto, porque también puede serlo de pocos, como en este otro titular de otro diario: "La Junta corrige el dato de ayer y confirma solo tres muertos por coronavirus en Zamora".


Leo que por la radio ha proclamado un consejero cualquiera, su nombre propio no deja de ser un pseudónimo, de una de los diecisiete reinos de taifas de las Españas, en una declaración tan sincera como reveladora, más verdad de la que seguramente pretendía: Eso es lo que tenemos que generar: temor al virus; hay que tener miedo a infectarse, no a las sanciones. En esta declaración asoma y resplandece la verdad del asunto: los políticos como él tienen que generar, como dice él, miedo, pero no temor a las sanciones económicas en forma de cuantiosas multas que van de los 600 a los 6000 euros ni a las detenciones manu militari y traslados esposados a comisaría, hay que crear un temor superior a ése, el miedo a infectarse, la psicosis del virus, que en el fondo no es un miedo a contagiarse sin más, sino el miedo a morirse, el miedo a la muerte, para que todas las medidas que se tomen en aras de la Salud Pública, maldita sea la puta madre, nunca mejor dicho, que la parió, sean obedecidas al fin sin rechistar.

domingo, 5 de julio de 2020

Morirse de miedo

Del tratado De peste del doctor Juan Jiménez Savariego, que fuera protomédico de las galeras de España y médico de cámara de Su Excelencia, publicado en Antequera en 1602, “donde se contienen las causas, preservación y cura, con algunas cuestiones curiosas al propósito”, me ha llamado la atención el siguiente párrafo sobre los efectos mortíferos del miedo y el reconocimiento de que hay gente que literalmente se muere de miedo:

Y no hay que dudar sino que el vehemente miedo es grande ocasión de morir y enfermar a los que andan cerca de donde hay contagio, y tengo por cosa cierta que el vehemente temor del mal y el imaginar que están ya asidos de él, ora les venga esta imaginación de alguna conversación o de oír doblar (las campanas que tañen a muerto), les es causa precisa de la muerte, y vemos al contrario los pícaros que andan entre los muertos y enfermos comiendo y bebiendo sin orden ni razón, y sin pasarles por pensamiento que se les ha de pegar viven alegres y contentos, y aunque se desordenan en el comer, con gran dificultad se hieren de landre.(*) 

Que viene el coco, Francisco de Goya (1799)

(*) Landre: Es un tumor del tamaño de una bellota de un ganglio linfático, que sale generalmente en el cuello, las axilas y las ingles, por lo que es sinónimo de bubón y antiguamente designaba a la peste bubónica. Parece que la palabra deriva del latín clásico glandem cruzado con la forma vulgar glandinem, que significam ambas “bellota”, por la forma de la hinchazón. La expresión “mala landre”, atestiguada desde el siglo XV, se la oí yo alguna vez a mi abuela.

sábado, 21 de marzo de 2020

Miedo y virus (II)

Egipto
 
Litografía de H. L. Benett

-El Nilo, las pirámides, el desierto, caravanas, los dátiles, los turbantes, las mujeres con las caras tapadas, los árabes, el islamismo, los camellos... esto es lo que vamos a ver ahora, y que tanto difiere de la Europa. 
-Pero antes de todo, amigo mío, ¿qué hay del cólera? 
-Ahora no hay cólera en Egipto, y aunque hubiera, lo mejor es no tenerle miedo ni preocuparse. 
-Yo le confieso que le temo más que a nada. 
-¿Usted no sabe el cuento que refiere una conversación que tuvo el Cólera con la Viruela? 
-Nunca he oído que haya tenido lugar tal conversación.
-Pues el caso es el siguiente:  Se encontraron el Cólera y la Viruela, y ésta le dijo a aquél que lo suponía muy cansado después de matar, según había visto anunciado, veinte mil personas en cierto lugar; a lo que respondió el Cólera, 'Yo no maté sino diez mil, los otros murieron del susto', 'Cosa parecida me sucede a mí', respondió la Viruela; 'todos los que matan los médicos y los boticarios me los achacan a mí'.
-Pues no seré yo de los que muera del susto. 
-Entonces viajaremos por todo el Egipto; y no hay que pensar en enfermedades, -todos los lugares son lo mismo cuando llega la hora de la muerte. 


Egypt 
-The Nile, the pyramids, the desert, caravans, dates, turbans, the women with their faces hidden, the Arabs, Islamism, the camels, -this is what we are going to see now, and what differs so much from Europe. 
-But, first of all, my friend, what about the cholera? 
-There is no cholera now in Egypt, and if they should have it, it's best not to be afraid nor alarm one's self about it. 
-I confess that I fear it more than anything. 
-You do not know the story of a conversation that the Cholera had with the Smallpox? 
-I never heard that such a conversation had taken place. 
-Well, the case is the following: The Cholera and the Smallpox met, and the latter said to the former that he supposed him to be very tired after having killed, as he had seen announced, twenty thousand people in one place; to wich the Cholera answered, 'I only killed ten thousand, and the others died of fright.' 'That is my case', replied the Smallpox; all those who are killed by physicians and apothecaries, they ascribe to me'.
-Well, I won't be among those who die of fright. 
-Then we will travel all through Egypt, and we must nont think of diseases, -all places are the same when the hour of death arrives.

oOo 
 

(Agradezco a la Biblioteca Digital Hathi Trust la posibilidad que me ha brindado de consultar el libro de Alejandro Ybarra A Practical Method for Learning Spanish: in Accordance with Ybarra's System of Teaching Modern Languages, publicado y editado en 1884 por Ginn, Heath & Company en Boston, Nueva York y Chicago, de donde está tomada literalmente la historia arriba citada y sus dos versiones en nuestra lengua y  en la del Imperio, lo que se debe a que el susodicho libro del que están tomadas era un método tradicional desde nuestro punto de vista actual -dado que él se considera modern- de aprendizaje de lenguas vivas basado  en la traducción escrita. La anécdota que refiere de la conversación del Cólera y de la Viruela no tiene desperdicio; quizá deberíamos, para actualizarla un poco y hacer que se corresponda con lo que nos ha caído y nos está cayendo encima matizar la respuesta de la Viruela en el sentido de sustituirla por "todos los que matan las autoridades sanitarias me los achacan a mí", de esta manera exculparíamos a médicos y boticarios, víctimas ellos como todos nosotros,  y haríamos recaer la culpa o, mejor dicho, la responsabilidad de la muerte que nos están administrando a los culpables o responsables, que son, como siempre, los de arriba y lo de arriba, la supraestructura,  el Estado y el Capital, que hace que estemos confinados en nuestros domicilios y cagados, literalmente, de miedo, una vez perdido el control de nuestros esfínteres anales y uretrales, responsables de la defecación y la micción respectivamente, como cuando éramos criaturas de un año de vida,  lo que explica el fenómeno patológico de acopio compulsivo de papel higiénico y su escasez en los supermercados).

viernes, 20 de marzo de 2020

Miedo y virus (I)

Imagen y texto tomados del Evening Report, Lebanon, Pensilvania, 9 de octubre de 1918


Aunque en 1918-1919, hace cien años recién cumplidos, la epidemia que asoló el mundo fue la llamada Gripe Española (Spanish Influenza, influenza que los ingleses abrevian ahora en flu) y no el virus coronario de 2019 que tenemos ahora, el miedo que nos define a los seres humanos es similar. Destaca en el artículo publicado en el Chicago Daily News de aquel entonces traducido a continuación la vieja leyenda de los dos derviches y la peste.

El Comisionado de Salud de la ciudad da un excelente consejo a la población de Chicago de cara a evitar la gripe. En este sentido, el Dr. Robertson enfatiza sabiamente la importancia de dejar de preocuparse. 

El comisionado recuerda a los habitantes de Chicago que ésta es una ciudad saludable, que ocurrieron hasta cierto punto menos muertes en ella durante septiembre del año pasado, y afirma que si se siguen las sugerencias del Departamento de Salud, las muertes del presente año no van probablemente a superar las de años normales. Cita al cirujano general Blue al objeto de que cuando la muerte se produce como resultado de la gripe, generalmente se debe a alguna complicación y que, por lo general, el paciente de la gripe se recupera en tres o cuatro días, siempre que tome las precauciones razonables. 

El doctor Robertson confía en la inteligencia de la población de Chicago para seguir las sugerencias de precaución y no asustarse por las informaciones exageradas. Incuestionablemente, el miedo juega un papel destacado en la promoción de epidemias. Este viejo cuento revivido por un colaborador del Daily News es particularmente oportuno: "Dos derviches que venían de Joppa se encontraron con la peste que se dirigía hacia allí. Le preguntaron a cuántos pretendía matar. Su respuesta fue: "A trescientos ". De regreso a Joppa se encontraron con la Peste que volvía de ese lugar y le informaron de que habían oído hablar de la muerte de 3.300. "Oh" respondió la Peste, "maté solo a 300. Los otros murieron de miedo". 
Texto e imagen extraídos del Chicago Daily News (publicados el 8 de octubre de 1918 en el The Richmond Palladium and Sun-Telegram).

En Bombs and Bombing (1941) un libro de Willy Ley, que habla del miedo que produce la amenaza de una guerra química, he encontrado otra versión de la misma leyenda un poco más elaborada, centrada en Alejandría  (Egipto).
 
"Érase una vez, según una vieja leyenda árabe, un peregrino que recién salido de Alejandría se encontró con otro viajero que iba rumbo a la ciudad. ¿Qué vas a hacer? le preguntó el peregrino que reconoció en el otro a la Peste. Voy a Alejandría a cobrarme tres mil vidas, contestó la Peste. El peregrino consideró la cifra, y para no enojar a la Peste haciendo que matara aun más fieles, no dijo nada. A la vuelta de su peregrinación, encontró a la Peste otra vez, pero había tenido entre tanto noticias de lo que había sucedido en Alejandría. ¿Por qué me mentiste? Le gritó. Dijiste que ibas a cobrarte tres mil vidas... pero me han dicho que murieron treinta mil. ¿Por qué, en el nombre del Profeta, lo has hecho? La Peste miró tristemente al peregrino y le respondió. Lo que te han contado es verdad. Pero yo no he roto mi palabra. Me llevé sólo a tres mil. Los otros murieron de miedo."