En el momento en que alguien se propone organizar eventos no virtuales en el mundo real, corre el riesgo de perder el control, mientras que el control de la narrativa que esparce ideas falsas -miedo y mentiras fundamentalmente- es más efectiva a corto y a largo plazo desde luego a la hora de dominar a nuestros semejantes.
Es más fácil, en efecto, propagar mentiras que víruses reales, que podrían tener consecuencias imprevisibles y nefastas como, por ejemplo, la de salir el tiro por la culata y contagiar al propagador, mientras que las mentiras son más fáciles de manejar, aunque también es verdad que como dice la gente se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
He aquí algunas de esas mentiras que se esparcen para divulgación mediática: "Los parados no quieren trabajar", "No hay ocupación israelí en Palestina", "Un nuevo virus va a diezmar el planeta", "Putin es el nuevo Hitler", "La OTAN representa el bando del Bien", "Rusia va a destruir Londres, París y Madrid en unos segunos. No sobrevivirá nadie"...
Así por ejemplo cuando alguien defiende la existencia de un virus mortal ( "Un nuevo virus va a diezmar el planeta") por el número de fallecimientos que nos han dicho que ha causado, olvidamos que no han sido tantos, sólo un 0,2 por ciento según las estimaciones más objetivas y fehacientes, es decir, 2 de cada mil infectados, la misma tasa de letalidad que la gripe de toda la vida, dato que está corroborado en este caso por nuestra experiencia, ya que a toro pasado, como dicen los taurinos, no hemos visto tantos cadáveres como nos decían que íbamos a ver asomándonos a la ventana de nuestro encierro. Sin embargo, se encargaban de mostrarnos ataúdes y más ataúdes por la caja tonta y noticias de números de muertos, que es la única ventana -la caja bobalicona- que se mantenía -no nos quedaba otra- abierta al exterior.
El arte es también un arma de esparcir mentiras. Prueba de ello son estos óleos del artista ucraniano Oleg Shupliak, que imagina así la Gran Batalla de las fuerzas angelicales del Bien contra las fuerzas demoníacas del Mal, con una simplificación poco menos que infantil:
La Gran Batalla de Ucrania con Mordor, Oleg Shupliak (2022)
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