martes, 10 de mayo de 2022

¡Santiago y cierra, España!

    El Ministerio de la Guerra, que es como se llamaba el hoy sedicente Ministerio de Defensa antaño, cuando al pan se le decía pan y al vino vino, ha llenado de golpe y sopetón el calendario nacional y las plazas de juras de bandera para civiles hasta junio para conmemorar el Día de las Fuerzas Armadas 2022. A comienzos de año sólo tenía prevista una de estas ceremonias de exaltación del militarismo y el nacionalismo que confluyen en el culto a un trapo ensangrentado de tantas vidas como se ha llevado por delante, pero ahora se prodigan por toda la curtida península, islas y ciudades autónomas de Ceuta y de Melilla.

    Una vez finiquitada la pandemia, han vuelto las Juras de (Fidelidad a la) Bandera de personal civil, uno de los eventos más solemnes que existen según el citado ministerio del Gobierno de las Españas, que quiere recordarnos así que no es un acto exclusivamente militar, sino que cualquier ciudadano o ciudadana españoles y mayores de edad que lo desee puede en él participar. 

 

     ¿Qué conlleva el juramento que se toma? Según el Ministerio de la Guerra, la Jura civil es la expresión cívica, pública e individual de lealtad hacia España y hacia los españoles. Se trata de un compromiso de defender los intereses colectivos en que el ciudadano decide por voluntad propia mostrar ante todos que está resuelto a contribuir a alimentar el fetiche del Bien Común.

    La tarde del pasado sábado, en la Plaza Porticada de Santander, se caldeó el ambiente ofreciendo un concierto de música militar -marchas militares para amenizar desfiles militares- a fin de que santanderinos y visitantes disfrutaran, según la prensa local de campanario, “de este ambiente regio y solemne previo a la Jura” que se realizaría a mediodía del domingo 8 de mayo.

 

    En el acto solemne celebrado en la misma plaza declararon su lealtad a la bandera 400 'jurandos', como les denomina el Ministerio, entre los que se encontraba la alcaldesa, varios concejales de la corporación y varios ciudadanos. Una vez tomado el juramento o promesa pública, los 'jurandos' desfilaron ante la Enseña Nacional. Las normas sanitarias desaconsejaban besar la Bandera, pese a que en la mili nos inculcaron que había que besarla (besadla como si estuvierais morreando a vuestra novia, coño, nos decía el sargento chusquero a los quintos de 1985). Bastaba ahora con una leve inclinación respetuosa de cabeza y contact-less al hallarse ante el pendón de la nación. La leve reverencia de los cuatrocientos 'jurandos' no restó emoción al acto, según la prensa local, en el que hombres y mujeres, jóvenes y viejos, expresaron de manera pública y voluntaria, su compromiso con la defensa de España y los valores constitucionales -hablamos de la constitución ontológica de la idea del ser nacional- que unen a todos los españolitos. 


      El Ejército de Tierra, cuyo emblema estilizado está compuesto por un águila rojigualda, que son los colores de la bandera, con corona que representa la monarquía, y con la cruz de Santiago*, que es a la vez una espada con los extremos de los brazos flordelisados, quizá porque el apóstol fue decapitado con una espada por predicar la Cruz, según cuenta la tradición, o tal vez porque los cruzados enarbolaron la espada en nombre de Cristo; y el Ayuntamiento de Santander, la capital de la Montaña,  cuyo emblema reza “muy noble, siempre leal, decidida y siempre benéfica ciudad de Santander”, habían organizado dicho evento en el que se homenajeó a los que dieron su vida por España y que terminó con un milit-¡ar! desfile callejero.

 
¿El ejército de tierra encarna la fuerza de los valores o los valores de la fuerza? 
 
      *¡Santiago y cierra, España! El significado de la frase, con la pausa entre “cierra” y “España” que señala la necesaria coma, no es que haya que cerrar España, como si esta fuera el Complemento Directo del verbo transitivo “cerrar”, aunque así se haya entendido a lo largo de la historia, contra lo que se rebelaba el inolvidable personaje modernista de Valle-Inclán en Luces de Bohemia “Santiago y abre España a la libertad y al progreso”. No, la frase contiene, por una parte, una invocación al apóstol Santiago Matamoros, que es el patrón de las Españas. Y otra invocación final a la propia madre patria. Y contiene, además, la orden militar “cierra”, que en terminología castrense significa trabar combate, embestir, acometer cerrando, precisamente, la distancia ante las huestes enemigas, y cerrando filas -prietas las filas, que también se decía- de modo que nadie abandone como un cobarde desertor -tan necesarios hoy en día los desertores tachados de cobardía- su puesto de combate, dejando huecos que debilitarían la línea defensiva, y eso hay que hacerlo por Santiago, aquel Sanctus Iacobus, Santiago de Zebedeo o El Mayor, que según parece nunca anduvo por esta tierra matando moros ni llegó a Compostela, como hacen tantos peregrinos hoy en su nombre, ni por España siquiera, que en aquel entonces no existía todavía.

6 comentarios:

  1. Pues yo prefiero la bella y española Santander, con su gran banderola nacional, antes que San Sebastián, cuyas calles están manchadas de sangre inocente para que un grupo de asesinos, que hoy se sientan en escaños, vivan a cuerpo de rey y sigan manteniendo sus privilegios. Lo que se ve en España no se ve en ninguna parte. Y Pedro Sánchez hablando todo el día de la ultraderecha, qué sujeto oiga...

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  2. Dos personas manifestamos allí nuestra inconformidad con que se produjera ese acto en Santander. De forma silenciosa desplegamos una pancarta en la que podía leerse “Contra el militarismo y su nacionalismo, solidaridad entre los pueblos”. Mantuvimos la pancarta alzada durante unos dos minutos. En ese tiempo, algunos curiosos sacaron fotografías, algunos asistentes al acto gritaron contra el contenido de la pancarta (“¡Son los que os defienden! ¡Fuera de aquí! ¡A Moscú!”). Pasado ese tiempo se presentaron dos policías nacionales, justo en el mismo momento que un exaltado tiraba la pancarta al suelo, seguramente creyéndose protegido por la misma masa que aullaba a la bandera.

    Los policías nos preguntaron si teníamos algún tipo de autorización de Delegación del Gobierno de estar allí. Contestamos que ni teníamos autorización ni habíamos comunicado a Delegación, al no tener obligación alguna por ser menos de veinte personas. A continuación, los policías procedieron a identificarnos. Uno de los policías nos preguntó cuál era el motivo de que nos manifestáramos. Nos remitimos a lo que decía la pancarta, pero ante su insistencia les explicamos algo parecido a lo siguiente:

    Que ante la situación dramática que se estaba viviendo en Ucrania, instituciones y grupos de poder estaban aprovechando para hacer una exaltación del nacionalismo y del militarismo. Le explicamos que la autocracia de Putin no justifica armar al Estado de Ucrania, grave infractor de los Derechos Humanos, y que lejos de acabar con la matanza lo más probable es que la alargue en el tiempo. Le explicamos también que a menudo se utiliza esa bandera tan grande para tapar sus propios crímenes; le recordamos, en fin, que la industrias armamentística hace de la guerra un negocio mientras otros pagan con su sangre.

    Quienes hoy se manifiestan contra las guerras están muy lejos de ser insensibles al dolor de un pueblo atacado. Es más, con frecuencia son los mismos que prestan ayuda humanitaria y apoyo a las personas refugiadas (independientemente del Estado del que huyan o del color de su piel). Pero observan con prudencia la historia, dejan las emociones a un lado, y comprenden que la guerra no se soluciona con más guerra. Comprenden que armar a un Gobierno que no ha tenido problema alguno en ilegalizar la oposición o en perseguir a los desertores no garantiza la paz. Comprenden que la paz se ha de conseguir con distensión entre los bloques (los pasados o los presentes), que deben imaginarse soluciones para la Paz para poder plantearla realmente.
    Comprende, en definitiva, que el foco mediático no debe estar en tal o cual líder autocrático que se cambia como cromos, sino en una industria armamentística perenne que se enriquezca con la guerra de Ucrania, pero también con Yemen, Palestina, Sáhara Occidental, Etiopía o Colombia.

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  3. Ni un punto le quito al anónimo núm 1 ( ni al 2)

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  4. Menuda farsa la de ofertar juras de bandera e invocar la «lealtad hacia España y hacia los españoles» desde las instancias leales a las agendas imperiales para las que España y sus españolitos solo cuentan como un vulgar recurso turístico, acaso dicha jura (tras la lealtad al rey de Marruecos), venga exigida por los Tour Operator para aumentar los contenidos costumbristas que exhibir y vender a los turistas en ese tiempo muerto desde que finaliza la semanasanta y hasta que lleguen el calor y la paella, símbolos supremos a los que sí que juran lealtad al unisono tanto los españolitos como los visitantes norteños que nos trae el turismo y a los que también debemos lealtad y costumbres 'pintorescas'.

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  5. Gracias por los comentarios. No por ser anónimos como son dejan de ser enriquecedores, sino todo lo contrario.

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  6. Al aire, al aire puro no le gusta acariciar banderas (Gloria Fuertes).

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