Jean-Luc Godard ya no tiene miedo de nada. Dicen que es la ventaja de una edad avanzada, noventayún años, en la que uno puede decir lo que piensa y decirlo bien alto sin arrepentirse de ello ni tener que rendirle cuentas a nadie. Por eso este director de cine, a diferencia de sus colegas, es uno de los pocos que se ha atrevido a alzar la voz en contra del discurso monolítico imperante, sobre la intervención vergonzosa del ubicuo Zelenski, el presidente de Ucrania, ese pésimo actor e histriónico hipócrita, en la ceremonia de apertura del festival cinematográfico de Cannes.
Quizá Jean-Luc Godard tenga problemas por lo que ha dicho a la hora de financiar su próxima película, pero es libre y la libertad de expresión es mejor que la genuflexión ante la mano del que paga.
El cineasta francés se ha pronunciado contra el veto a la cultura rusa en general y al cine de ese país en particular: Ser ucraniano no debería permitirle a nadie negar la cultura rusa. Nos ha sorprendido la intolerancia sectaria de los representantes del cine ucraniano que exigen la exclusión de todas las personalidades rusas del festival de Cannes y se oponen a la presencia del director ruso Kirill Serebrennikov en la competición.
Y ha declarado más aún: La intervención de Zelensky en el festival de Cannes salta a la vista si se mira desde el ángulo de lo que se llama "puesta en escena": un actor malo, un comediante profesional, bajo la mirada de otros profesionales de su propia profesión.
...Así que ha hecho falta la escenificación de otra guerra mundial y la amenaza de otra catástrofe para que la gente sepa que Cannes es un instrumento de propaganda como otro cualquiera... Darse cuenta no es gran cosa, pero es algo. La verdad de las imágenes avanza lentamente. Ahora imagine usted que la guerra misma es esta estética desplegada en un festival mundial, cuyos actores son Estados en conflicto, o más bien "en interés", emitiendo representaciones de las que todos somos espectadores... usted y yo.
Oigo utilizar mucho el término "conflicto de intereses", que es una tautología. Sólo hay conflicto, pequeño o grande, si hay interés. Bruto, Nerón, Biden o Putin, Constantinopla, Irak o Ucrania, no ha cambiado mucho, salvo la masificación del asesinato.
Jean-Luc Godard ha roto la uniformidad del discurso que reina actualmente en Europa, donde nadie cuestiona la responsabilidad de la OTAN/NATO en la invasión de Rusia a Ucrania, y donde todo el mundo, como hizo en su momento el parlamento español poniéndose en pie para ovacionarle, le rinde pleitesía.
LA MAYORIA NO SON "TODOS"
ResponderEliminarA los actores como a los médicos 'cientifizados' de la OMS y demás aparatos salubristas les mueve el interés y la pleitesía y ya no digamos al estamento más servil de esta orquestación 'representativa', de ahí que un pendejo como Zelensky tenga tanto éxito entre ellos y los de su gremio, todos están entregados a la representación y la fama, lo de menos es el guión y la trama. De Hollywood a Netflix hay todo un recorrido succionando la vida y dando forma a la mayoría, ya se trate de ejecutivos, gremios o individuos. Adaptarse al ruido y la puesta en escena es condición indispensable para Ser algo proyectable en este mundo abominable.
Efectivamente, la mayoría no son "todos", porque no hay todos ni todo que valga ni en este caso ni en ningún otro. Godard con sus declaraciones demuestra que hay quien no está de acuerdo con esta rusofobia imperante y esta ucraniofilia ingenua y bobalicona, que son las dos caras del engañabobos del discurso oficial y dominante. Y tiene, además, el coraje de decirlo.
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