Circula por ahí una frase atribuida a Séneca que le habría dicho en algún momento a Nerón y que, por lo que a mí se me alcanza y he podido averiguar, no tiene mucho fundamento histórico. Se trata de una cita espuria, pero que está muy bien traída sin embargo porque se puede aplicar a cualquier relación humana de poder y de dominio.
Nerón y Séneca, Eduardo Barrón González (1904)
La frase vale para cualquiera del común si se entiende que
“Séneca” no es ahí Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba en torno al año 4 de nuestra era y muerto en el
65, filósofo estoico y preceptor del emperador Nerón, sino “séneca”, un nombre común y no propio dentro
de la Historia de la Cultura, y como define nuestro Diccionario de la
Real Academia “hombre de mucha sabiduría”, y si se entiende que
Nerón, por su parte, no es el emperador romano de la dinastía julio-claudia nacido
en el 37 y muerto en el 68, sino “nerón”, con minúscula, es
decir un “hombre muy cruel”, según el citado Diccionario,
definición a la que habría que añadir la nota imprescindible de
“poderoso, el hombre más poderoso del mundo en su tiempo”. Como se sabe, Nerón acusó a su antiguo maestro de haber participado en la conspiración de Pisón contra el Imperio y le concedió la gracia de quitarse voluntariamente la vida.
Hay que tener en cuenta que la institución del Poder se basa en dos cosas: la mentira y el miedo. ¿En qué consiste la primera? ¿Sobre qué engaño se fundamenta? Entre nosotros, occidentales, hay que remontarse hasta, por lo menos los griegos, y en concreto hasta el maestro Aristóteles, que escribió en la Política lo siguiente: "Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarias, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar". (Política. 1.1254a, τὸ γὰρ ἄρχειν καὶ ἄρχεσθαι οὐ μόνον τῶν ἀναγκαίων ἀλλὰ καὶ τῶν συμφερόντων ἐστί, καὶ εὐθὺς ἐκ γενετῆς ἔνια διέστηκε τὰ μὲν ἐπὶ τὸ ἄρχεσθαι τὰ δ᾽ ἐπὶ τὸ ἄρχειν).
Aristóteles estableció la necesidad y conveniencia de que haya gobierno, unos hombres que manden y otros que obedezcan, y lo justificó diciendo que era natural que así fuera, es decir, que lo que había era así porque lo había querido la naturaleza y no se podía evitar. Justificaba así la existencia de la esclavitud y la supremacía del varón sobre la mujer. Si negamos que sea verdad lo que dijo Aristóteles, ¿qué les queda a los poderosos de este mundo para sustentar y sostener el Poder que encarnan, una vez denunciada la mentira? Sólo les queda el miedo.
¿Qué
le dice un hombre sabio, en el sentido popular de la palabra, es
decir, un hombre del pueblo, que es consciente de su vasta ignorancia, pero que pone en duda, precisamente porque nada sabe, las palabras del maestro Aristóteles de que sea necesario y conveniente que haya gobierno, un hombre que ni siquiera
tiene nombre propio, sino común, al poderoso? Le dice algo que le puede decir cualquiera al poderoso para, de ese modo, desempoderarlo: “Tu poder radica en mi miedo; yo ya
no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.