domingo, 12 de enero de 2025
La tentación de Cristo
miércoles, 16 de noviembre de 2022
Diuide et impera
No olvidemos que la primera regla del Régimen es enfrentarnos los unos a los otros, el famoso diuide et impera, divide y domina, una de las máximas latinas más conocidas y difundidas, que algunos atribuyen a Filipo de Macedonia, el padre de Alejandro Magno, y otros a Julio César -y hay quienes a Napoleón Bonaparte- pero que no aparece atestiguada en ninguna fuente clásica, por lo que más bien se trata de un latinajo medieval o del Renacimiento que se ha venido repitiendo desde entonces hasta la saciedad.
Entre nosotros se ha popularizado como divide y vencerás, donde "vencerás" quiere decir, obviamente, "gobernarás", o, como dice a veces la gente, "serás el puto amo".
Las divisiones cambian según los tiempos y circunstancias: derechas e izquierdas, hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, inoculados y no-inoculados y un largo etcétera que se va renovando constantemente, hasta el punto de crear desavenencias horizontales entre los de abajo donde no las había para evitar el conflicto vertical de los de abajo contra los de arriba, del pueblo contra el Poder.
sábado, 1 de octubre de 2022
La tentación de Cristo
El Diablo le ofreció a Jesús llevándolo a un monte muy elevado la irresistible tentación de ser el dueño y señor del mundo, el poder absoluto sobre todos los reinos de esta Tierra que desde aquellas alturas se divisaban. Y le dijo: “Te daré todo esto, si postrándonte ante mí me adoras”, cosa que Jesús rechazó diciéndole: “Vete, Satanás”.
sábado, 6 de marzo de 2021
Ordeno y mando
El concepto de “autoridad” recubre entre nosotros la identificación de lo que los romanos llamaban potestas (el poder político efectivo) y auctoritas (la opinión de los expertos que hace que “aumente” la confianza y el reconocimiento de los gobernados; la raíz de la palabra es el verbo augere “aumentar”): la potestas requiere auctoritas: el poder quiere autorizarse, justificarse: tener razón. No sólo quiere el gobierno, sino el reconocimiento de los gobernados, porque sin ese requisito se desautorizaría su mandato.
Pero la razón, como el logos de Heraclito, es común, no es de nadie en particular porque lo que es del común “non es de ningún”. El que pretende arrogarse la razón lo que quiere de verdad es mandar, imponer la suya. Pero la razón y el ordeno-y-mando no se confunden nunca, como pretenden nuestros mandamases, porque son todo lo contrario.
Sufrimos un poder que quiere legitimarse doblemente, por un lado democráticamente al ser elegido por la mayoría del electorado, no por el pueblo, que ese no elige a nadie, pero como eso no basta, necesita también el aval constante de la ciencia y del saber de los expertos.
Cuando ciencia y poder político se confunden entre sí de manera que no se distinguen lo uno de lo otro, no es porque el poder se vuelva más racional, sino porque la ciencia se vuelve pseudociencia irracional.
“Quienes mandan y quienes obedecen mantienen un tipo de relación que causa miseria a todos los niveles”
El poder no sólo quiere la legitimidad democrática, sino además la legitimidad divina, vamos a decir, que le da la ciencia en esta época pretendidamente atea pero en verdad teológica, a fin de que el carisma científico legitime su gobierno y este pueda pasar por la expresión de la razón y por un despotismo democrático ilustrado.
El boss, o sea el jefe que tiene la potestas, quiere revestirse, del carisma del leader, del que es seguido por su prestigio o auctoritas, por su "capacidad de liderazgo", no del que es obedecido porque tiene el mando. Pero en el fondo el leader no deja de ser el boss, el lobo disfrazado con la piel de cordero. Un calco semántico del término leader es el alemán Führer, y ya sabemos a dónde le llevó al pueblo alemán su seguimiento.
No es tanto que la ciencia se ha hecho con el poder político, como en otro tiempo lo hizo la religión, sino al revés, que el poder político se ha hecho con la ciencia, al menos la más sumisa y vendida. Con esta maniobra trata de infundirnos miedo, un miedo que está, según la ciencia a su servicio, justificado, de donde resulta que el miedo, que es lo más irracional que hay, se "racionaliza". Pero todo el mundo sabe que eso no puede ser porque es lo contrario, que el miedo que nos meten para que obedezcamos es una sinrazón.
Si
obedezco es porque a la fuerza ahorcan, no porque me parezca
razonable hacerlo, como se me exige. El Poder, no contento
con su ejercicio de gobierno y ordeno-y-mando, quiere que todos y
cada uno de sus súbditos le den la razón, hasta que lo que se manda
y lo que es razonable se confundan y sean lo mismo y parezca razonable que a uno le manden cualquier cosa que sea, de modo que dé la sensación de que uno no obedece al gobierno, sino a su fuero interno y hace lo que tiene que hacer y que, en todo caso, sometiéndose a la propia diosa Razón,
porque eso es lo razonable. Parece así que no es necesario que le
ordenen a uno hacer algo, ya que sale de uno mismo el hacerlo, sin necesidad de
que se lo mande nadie. La voluntad individual se convierte de este modo en el peor de los tiranos. Y el más efectivo porque pasa inadvertido.
El poder no se conforma con el hecho de vencernos, sino que quiere convencernos. Y ahí es donde falla, porque siempre podremos soltarle aquellas palabras tal vez apócrifas que se le atribuyen a don Miguel de Unamuno, rector a la sazón de la Universidad de Salamanca, que el 12 de octubre de 1936 le espetó al general franquista Millán Astray : “Venceréis pero no convenceréis”. Es la eterna lucha de la razón y la fuerza: la fuerza de la razón contra la razón de la fuerza, el poder de la razón contra la razón del poder.
lunes, 18 de enero de 2021
De lo que Séneca le dijo a Nerón
Circula por ahí una frase atribuida a Séneca que le habría dicho en algún momento a Nerón y que, por lo que a mí se me alcanza y he podido averiguar, no tiene mucho fundamento histórico. Se trata de una cita espuria, pero que está muy bien traída sin embargo porque se puede aplicar a cualquier relación humana de poder y de dominio.
Nerón y Séneca, Eduardo Barrón González (1904)
La frase vale para cualquiera del común si se entiende que
“Séneca” no es ahí Lucio Anneo Séneca, nacido en Córdoba en torno al año 4 de nuestra era y muerto en el
65, filósofo estoico y preceptor del emperador Nerón, sino “séneca”, un nombre común y no propio dentro
de la Historia de la Cultura, y como define nuestro Diccionario de la
Real Academia “hombre de mucha sabiduría”, y si se entiende que
Nerón, por su parte, no es el emperador romano de la dinastía julio-claudia nacido
en el 37 y muerto en el 68, sino “nerón”, con minúscula, es
decir un “hombre muy cruel”, según el citado Diccionario,
definición a la que habría que añadir la nota imprescindible de
“poderoso, el hombre más poderoso del mundo en su tiempo”. Como se sabe, Nerón acusó a su antiguo maestro de haber participado en la conspiración de Pisón contra el Imperio y le concedió la gracia de quitarse voluntariamente la vida.
Hay que tener en cuenta que la institución del Poder se basa en dos cosas: la mentira y el miedo. ¿En qué consiste la primera? ¿Sobre qué engaño se fundamenta? Entre nosotros, occidentales, hay que remontarse hasta, por lo menos los griegos, y en concreto hasta el maestro Aristóteles, que escribió en la Política lo siguiente: "Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarias, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar". (Política. 1.1254a, τὸ γὰρ ἄρχειν καὶ ἄρχεσθαι οὐ μόνον τῶν ἀναγκαίων ἀλλὰ καὶ τῶν συμφερόντων ἐστί, καὶ εὐθὺς ἐκ γενετῆς ἔνια διέστηκε τὰ μὲν ἐπὶ τὸ ἄρχεσθαι τὰ δ᾽ ἐπὶ τὸ ἄρχειν).
Aristóteles estableció la necesidad y conveniencia de que haya gobierno, unos hombres que manden y otros que obedezcan, y lo justificó diciendo que era natural que así fuera, es decir, que lo que había era así porque lo había querido la naturaleza y no se podía evitar. Justificaba así la existencia de la esclavitud y la supremacía del varón sobre la mujer. Si negamos que sea verdad lo que dijo Aristóteles, ¿qué les queda a los poderosos de este mundo para sustentar y sostener el Poder que encarnan, una vez denunciada la mentira? Sólo les queda el miedo.
¿Qué
le dice un hombre sabio, en el sentido popular de la palabra, es
decir, un hombre del pueblo, que es consciente de su vasta ignorancia, pero que pone en duda, precisamente porque nada sabe, las palabras del maestro Aristóteles de que sea necesario y conveniente que haya gobierno, un hombre que ni siquiera
tiene nombre propio, sino común, al poderoso? Le dice algo que le puede decir cualquiera al poderoso para, de ese modo, desempoderarlo: “Tu poder radica en mi miedo; yo ya
no tengo miedo, tú ya no tienes poder”.