No olvidemos que la
primera regla del Régimen es enfrentarnos los unos a los otros, el
famoso diuide et impera, divide y domina, una de las máximas latinas más
conocidas y difundidas, que algunos atribuyen a Filipo de Macedonia,
el padre de Alejandro Magno, y otros a Julio César -y hay quienes a Napoleón Bonaparte- pero que no aparece atestiguada en
ninguna fuente clásica, por lo que más bien se trata de un latinajo
medieval o del Renacimiento que se ha venido repitiendo desde entonces hasta la saciedad.
Entre nosotros se ha popularizado como divide y vencerás, donde "vencerás" quiere decir, obviamente, "gobernarás", o, como dice a veces la gente, "serás el puto amo".
La estrategia más utilizada por el
Poder es dividir maquiavélica- y maniqueamente a sus súbditos y ponerlos en
contraposición haciendo que se enfrenten entre sí los unos y los otros
para poder dominarlos mejor sobreponiéndose a sus rencillas a modo
de árbitro. Hay quien ha atribuido al rey de Francia Luis XI el
lema “diviser pour régner”, dividir para reinar, que
abunda en la idea de que hay que dividir al pueblo para reinar sobre
él. El soberano está por encima de esas rencillas como elemento
unificador, por eso cuando no hay suficientes rencillas los
mandamases deben fomentarlas.
Las divisiones cambian
según los tiempos y circunstancias: derechas e izquierdas,
hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, inoculados y no-inoculados y un largo
etcétera que se va renovando constantemente, hasta el punto de crear
desavenencias horizontales entre los de abajo donde no las había
para evitar el conflicto vertical de los de abajo contra los de
arriba, del pueblo contra el Poder.
En Italia acaba de surgir una recientemente entre los pro-raves y anti-raves, cuando el gobierno ha prohibido las raves o fiestas juveniles de
aficionados a determinada música house o techno, que
se celebran sin autorización ocupando un edificio abandonado o al
aire libre y se consumen sustancias no permitidas.
Otra de las divisiones a las que estamos asistiendo es cisgéneros y trasgéneros, donde juegan un papel importante los prefijos latinos cis- (del lado de acá) y trans- (del lado de allá). Una vez que se establece que hay personas que no se sienten a gusto con el estereotipo o rol que la sociedad asigna a su sexo biológico y que a veces se denomina 'identidad sexual', como si alguien se sintiera cabalmente a gusto con eso y no viera el sinsentido que hay detrás de cualquier imposición identitaria, se crea la división: los que adoptan el estereotipo correspondiente al otro sexo (y eventualmente hacen la transición quirúrgica, convirtiéndose en transexuales) son etiquetados de trasgéneros (transgender en la lengua del Imperio), mientras que los que no tienen esa pretensión son denominados cisgéneros (cisgender), agrupando a los que están cómodos con el rol asignado a su sexo biológico y hacen alarde de él y a los que no lo están pero tampoco lo están adoptando el del otro sexo.
En este escenario,
que gobierne la derecha o la izquierda es funcionalmente indiferente
a la hora de crear divisiones.