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viernes, 5 de agosto de 2022

Nos amenazan

    Nos amenazan los periodistas/terroristas, si son humanos y no son una horda de bots o robots humanoides de los medios masivos de des-información, con un invierno ruso, o sea gélido como el que derrotó a la Grande Armée de Napoleón o a los alemanes en Estalingrado, es decir un invierno con temperaturas bajo cero, sin el gas calefactor ruso, que nos va a dejar helados, literalmente congelados. 
 
    Nos amenazan con una crisis alimentaria global que va a hacer que nos muramos de hambre. y que, si nadie lo remedia, volvamos al canibalismo de comernos los unos a los otros ante la falta de alimentos. 

     Nos amenazan con el rebrote silencioso, pero imparable, de las enfermedades infecciosas, pese a los innegables avances de la Iglesia de la Ciencia. Ahí está, por ejemplo, la viruela del mono, como prueba, de que los víruses pueden volver y saltar del mundo animal al humano y contagiarnos, por lo que la Organización -corrupta- Mundial de (las enfermedades que afectan a la) Salud la ha proclamado emergencia sanitaria internacional basándose en la declaración de su Sumo Pontífice, que a su vez se basa en las sagradas escrituras de las revistas científicas y en la fe en la Iglesia de la Ciencia que preside y que excomulgará, al servicio como está de la Gran Farmacopea, a todos los que no apliquen sus protocolos sanitarios, y su consigna de que Hay que seguir la Ciencia, o sea, el Dinero, que es la fe y la religión dogmática incuestionable que mueve el mundo. 
 
    Nos amenazan con la escalada imparable de los precios y de los tipos de interés del Capital. 
 
    Nos amenazan con las predicciones meteorológicas catastróficas provocadas por el calentamiento global producido por el cambio climático del que todos somos responsables mientras no reduzcamos nuesta huella personal de CO2: futuras inundaciones, sequías, incendios forestales y en definitiva las diez plagas del Egipto faraónico.
 
 
    Y sobre todo nos amenazan, otra vez, con el colapso de los hospitales para fomentar la medicina preventiva y profiláctica en detrimento de la curativa. La curación de patologías crónicas puede esperar, y, por lo tanto, se retrasa... porque ante el cataclismo que se avecina en todos los órdenes es más conveniente no saturar los hospitales, así que es preferible quedarse en casa y dejar que la gente se vaya muriendo lentamente. 
 
    Nos amenazan con que cualquier resfriado que tengamos es Cóviz, o sea una amenaza contra la salud pública que obliga a Caperucita a quedarse en casa y no visitar a la abuelita, no vaya a ser que sea ella y no el lobo quien se lleve por delante al otro barrio a la dulce ancianita, hasta que al menos la nieta demuestre que no está contagiada con unas pruebas pseudodiagnósticas de laboratorio que fallan más que las escopetas de feria arrojando falsos positivos que no hacen más que engrosar las cifras de las estadísticas, haya recibido las vacunas experimentales reglamentarias y lleve el bozal como Dios manda tapándole la boca y la nariz.