Si cada ciudadano responsable prepara su propio kit de emergencia ahora, ayudará a descongestionar, llegado el momento, los hospitales y centros comerciales.
domingo, 26 de mayo de 2024
Pánico en el Reino Unido... and everywhere
miércoles, 2 de noviembre de 2022
Miedo cerval (1)
Dice el diccionario de la docta Academia que el adjetivo “cerval” significa “perteneciente o relativo al ciervo, o de características propias a él”, y da como segunda acepción que, dicho del miedo, quiere decir “muy grande o excesivo”, es decir, el adjetivo intensifica aquí una cualidad, si no es un defecto, del sustantivo. Esta segunda acepción se basa en que los ciervos son muy asustadizos, y ante cualquier indicio que suponga un mínimo riesgo de peligro huyen despavoridos de estampía.
Un caso bien conocido, pero olvidado enseguida, fue el pánico colectivo desatado por la retransmisión radiofónica de La guerra de los mundos por Orson Güels en 1938, cuando una ficción radiada sobre un supuesto ataque alienígena a la Tierra desató la alarma entre los estadounidenses, dado que el ejército del país más poderoso del mundo sucumbía ante una invasión extraterrestre.
Hay un precedente menos conocido de
este hecho, que fue la radiación de la BBC realizada por Ronald Knox
en 1926, que provocó idénticos resultados de miedo colectivo en el
Reino Unido. El
sacerdote católico Ronald Knox, que hacía de locutor, interrumpía la programación
radiofónica informando de que en ese mismo momento se estaban
produciendo graves incidentes en Londres. Una multitud de desempleados
se había concentrado en Trafalgar Square. Acto seguido,
saqueaban la National Gallery destruyendo las obras de
arte y dispersándolas por las calles de Londres. La masa iracunda se
dirigía a Whitehall y arrasaba las oficinas gubernamentales. Era una rebelión anarquista que ponía en peligro el Imperio Británico. El
pánico cundió cuando el locutor informó de que el parlamento
estaba siendo atacado con morteros y explosivos por los rebeldes. La
torre del reloj que albergaba el famoso Big Ben, todo un símbolo, había sido reducida a escombros tras una estruendosa
explosión... La revuelta finalizaba con el asalto al famoso hotel
Savoy y a las propias instalaciones de la BBC, cuya centralita se vio enseguida colapsada de llamadas telefónicas. La gente huía despavorida de Londres... Y todo era mentira.
viernes, 5 de agosto de 2022
Nos amenazan
miércoles, 27 de julio de 2022
Los expertos nos meten miedo
Los expertos especialistas en todo y, por lo tanto, en nada- quieren panicarnos o paniquearnos, términos estos que se entienden aunque no estén recogidos todavía por la docta academia en el diccionario de la lengua española, que no tardará en hacerlo, habida cuenta de que sus precedentes ya están en la lengua del Imperio to panic desde 1827 y en la del antiguo régimen, el francés paniquer, desde 1936 con el significado de “llenarnos de pánico, angustiarnos, enloquecernos, meternos un susto de muerte”.
En español tenemos desde mediados del siglo XVII el nombre 'pánico' como miedo grande. Es un préstamo griego de δεῖμα πανικóν (deîma panikón) 'terror o espanto causado por Pan', divinidad silvestre a quien se atribuían los ruidos de causa desconocida oídos por montes y valles, es decir, se trata de un adjetivo que en principio sólo significa 'relativo o concerniente al dios Pan', y que de tanto usarse acompañando a sustantivos como 'miedo, terror', acabó sustantivándose él mismo.
Esto sucedió en francés, donde el adjetivo se sustantiva y adquiere género gramatical femenino, dado que los nombres terreur -terror- y peur -miedo- son femeninos en la lengua de Molière, por lo que se dice: la panique. Como tal nombre está atestiguado en 1835 con la connotación de terror extremo y repentino, a menudo colectivo, ante un peligro real o solamente imaginado. Cien años después, en 1937, se registra el verbo 'paniquer' con el sentido transitivo de infligir pánico a alguien pero también intransitivo de ser presa de pánico.
El dios Pan
Este fenómeno se ha visto también en inglés, donde el adjetivo 'panic', tomado del francés panique (c. 1600), y aplicado a sustantivos como panic (fear, terror), acabó también sustantivándose y convirtiéndose en nombre hacia 1708. No acabó ahí el proceso, ya que hacia 1827 el primitivo adjetivo sustantivado se convierte en verbo en la lengua de Chéspir con una doble valencia, como en francés: transitivo (infundir miedo a alguien) e intransitivo (entrarle el pánico a uno).
Quieren panicarnos o paniquearnos, pues, con la venia de la docta Academia, como decía al principio, panicatacándonos, es decir, provocándonos un ataque de pánico como ya hicieron con el virus coronado de la cosecha 2019, y como hacen ahora con el cambio climático y la ola de calor infernal, para lo que meten mucho ruido.
No quieren que sepamos que los coronavirus mutan siempre y con las mutaciones se vuelven más contagiosos pero más inofensivos y menos peligroso. Tampoco quieren que sepamos que no hay vacunas que puedan erradicar estos virus, como el de la gripe, porque siempre están cambiando y nunca, como se dice vulgarmente, se paran quietos, y cuando llega la vacuna, si llega, ya es demasiado tarde porque el virus como Proteo, el Viejo del Mar, no se deja atrapar y ya ha mutado: posee el poder de metamorfosearse para escapar de sus adversarios, adoptando diversas y numerosas formas, simbolizando de este modo la fluidez del agua.
Si queremos ser racionales (es decir, no movernos por una ideología), debemos sentarnos sin miedo y ver pasar a los ideólogos, cuyo objetivo parece ser implementar, como ellos dicen, un Estado Policial Global instalando un gobierno o gobernanza mundial que reemplace a los viejos estados nacionales, diciéndoles adiós mientras cabalgan hacia el atardecer en sus monturas deslumbrantes.