miércoles, 2 de noviembre de 2022

Miedo cerval (1)

    Dice el diccionario de la docta Academia que el adjetivo “cerval” significa “perteneciente o relativo al ciervo, o de características propias a él”, y da como segunda acepción que, dicho del miedo, quiere decir “muy grande o excesivo”, es decir, el adjetivo  intensifica aquí una cualidad, si no es  un defecto, del sustantivo. Esta segunda acepción se basa en que los ciervos son muy asustadizos, y ante cualquier indicio que suponga un mínimo riesgo de peligro huyen despavoridos de estampía.



     El principal transmisor actual del miedo son los medios de (in)formación masivos, pero, en todo caso, se precisa de la credulidad de la sociedad para que el pánico estalle y cunda entre las masas de individuos. Hemos vivido este fenómeno recientemente durante dos años y medio que todavía colean, con la ficción de una pandemia que iba a arrebatar millones de vidas humanas por todo el mundo, y que estaba causando estragos de hecho, lo que dio pie a que la gente se encerrara entre las cuatro paredes de sus domicilios y no saliera de casa si no era estrictamente necesario y extremando todas las medidas de precaución, evitando el contacto humano -guardando la distancia de seguridad, se decía entonces- y desconfiando de todo el mundo, portando una ridícula mascarilla a modo de protección como si fuera un escapulario de la Virgen del Carmen o un gorro de papel de aluminio, y evitando tocar cualquier objeto sin lavarse antes y después compulsivamente las manos no ya con agua y jabón sino con gel hidroalcohólico, y encomendándose finalmente al suero de una inoculación salvífica que iba a poner fin a los contagios y a las muertes, y que dicen que ha salvado 'millones' de vidas. 

    Un caso bien conocido, pero olvidado enseguida, fue el pánico colectivo desatado por la retransmisión radiofónica de La guerra de los mundos por Orson Güels en 1938, cuando una ficción radiada sobre un supuesto ataque alienígena a la Tierra desató la alarma entre los estadounidenses, dado que el ejército del país más poderoso del mundo sucumbía ante una invasión extraterrestre. 

    Hay un precedente menos conocido de este hecho, que fue la radiación de la BBC realizada por Ronald Knox en 1926, que provocó idénticos resultados de miedo colectivo en el Reino Unido. El sacerdote católico Ronald Knox, que hacía de locutor, interrumpía la programación radiofónica informando de que en ese mismo momento se estaban produciendo graves incidentes en Londres. Una multitud de desempleados se había concentrado en Trafalgar Square. Acto seguido, saqueaban la National Gallery destruyendo las obras de arte y dispersándolas por las calles de Londres. La masa iracunda se dirigía a Whitehall y arrasaba las oficinas gubernamentales. Era una rebelión anarquista que ponía en peligro el Imperio Británico. El pánico cundió cuando el locutor informó de que el parlamento estaba siendo atacado con morteros y explosivos por los rebeldes. La torre del reloj que albergaba el famoso Big Ben, todo un símbolo, había sido reducida a escombros tras una estruendosa explosión... La revuelta finalizaba con el asalto al famoso hotel Savoy y a las propias instalaciones de la BBC, cuya centralita se vio enseguida colapsada de llamadas telefónicas. La gente huía despavorida de Londres... Y todo era mentira.

  

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