46.- Sentido común. Chesterton dijo que el sentido común no reside en lo que todos repiten cacareándolo sin ton ni son, es decir, sin conocimiento, sino en lo que todos saben (o sabemos entre todos, mejor dicho) y casi nadie se atreve a declarar; muchas veces, añado yo, por propia autocensura. Sentido común es lo que todos sentimos y pensamos y, sin embargo, no osamos formularlo verbalizándolo; por eso es el menos común de todos los sentidos, pero también, en el fondo, es paradójicamente el único que a todos nos es común, lo que se demuestra cuando alguien se atreve a proclamar algo razonable y todos lo reconocemos enseguida como algo propio, nuestro, común: eso que yo quería decir y no me atrevía, porque no sabía cómo hacerlo, pero lo tenía en la punta de la lengua y no me salía.
47.- Neopuritanismo: Es posible que en nuestra época, que es la única que hay, estemos asistiendo a la emancipación de los placeres y a la simultánea proliferación de los tabúes, creando un conflicto difícil de resolver. El deseo y la libido son tan importantes que las prohibiciones que se les imponen no hacen más que fortalecerlos. Vivimos un neopuritanismo que se esconde detrás de la supuesta protección de la mujer, eterno sexo débil, que prohíbe la atracción entre los sexos. El amor debe, en la medida de lo posible, seguir siendo una celebración. Si los amantes se convierten en puritanos, se perderán la magia y el descuido delicuescente que proporciona el acto amoroso.
48.- Un domingo sin fútbol no es un domingo. El fútbol, o sea, la diversión del balompié en el estadio o en la pequeña pantalla, es lo que hace que el domingo sea tal. Un domingo que se precie no puede carecer de su dosis de balompié. ¿Para qué sirve esta diversión dominical, este delirium tremens de las masas? Sirve para recargar las pilas y poder volver al tajo el lunes con la falsa sensación de empezar de cero. Proporciona, además, un tema de conversación socialmente consolidado y admitido en ciertos círculos, como el tiempo atmosférico, de falsa comunicación, es verdad, pero que facilita la relación entre personas que, en caso contrario, no tendrían mucho de qué hablar, salvo de la condena común al ocio y al negocio, que es nuestra realidad más crucial.
49.- Libertad de expresión. El problema de la falta de libertad de expresión en el mundo moderno no radica en la censura, que casi ya no existe, el quid de la cuestión se encuentra en la autocensura, es decir, en el Tribunal del Santo Oficio que tenemos todos interiorizado en nuestro fuero interno. Su mayor éxito es que hayamos asumido, incorporándolo, a Torquemada.
50.- El interés por el resultado final de un evento deportivo hace que el propio espectáculo pierda su interés. Deja de haber juego, deja de mandar el balón en el campo de juego, como dicen los adictos. El campo de juego se ve como campo de batalla donde los dos ejércitos rivales se disputan, como en un tablero de ajedrez, los laureles de la victoria. Ni los espectadores pueden gozar del juego ni los propios jugadores entregarse a él despreocupadamente: abrumados por la enorme responsabilidad de representar unos colores, es decir unas ideas, no atienden a la pelota: juegan mal. Un delantero danés, de cuyo nombre no me acuerdo, además de haber metido cuatro goles en un partido de balompié, hizo en su momento unas declaraciones muy reveladoras sobre el deporte rey, el beautiful game o lindo juego de los ingleses: El fútbol es la guerra, y también ahí el triunfo es lo más importante.
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