domingo, 13 de noviembre de 2022

Breve memoria histórica (tercera y última parte)

    Hemos visto que el salvífico suero no protege al individuo contra la enfermedad y no previene su transmisión comunitaria tampoco, no cumpliendo por lo tanto ninguna de las dos funciones esenciales asignadas tradicionalmente a una vacuna. 

    Si la inutilidad o falta de necesidad fuera su único defecto, no sería algo demasiado dramático ni trágico. Sin embargo, a esta inutilidad hay que añadir, lamentablemente, numerosos y graves efectos indeseables, que se han dado en llamar 'secundarios' dando a entender que no son 'primarios' o deseados. También se han denominado 'colaterales', con expresión tomada del periodismo bélico, y 'marginales' en lugar de 'directos', minimizando su importancia. Entre estos efectos se encuentran no solo numerosas enfermedades, sino también la muerte, hasta el punto de que el riesgo de morir en caso de aparición de uno de ellos es mayor que el de morir por la enfermedad del virus coronado en caso de haber contraído los síntomas del síndrome. 


    El reconocido cardiólogo británico Assem Malhotra, basándose en estudios israelíes y estadounidenses con datos claros y precisos, afirma que hay un aumento del 25% en ataques y paros cardíacos asociados a la inoculación y no a la enfermedad del virus coronado, por lo que aquella provoca más daño que protección no solo a los jóvenes sino también a los mayores de 60 años, y propone que se suspenda el proceso de inmediato. La primera parte del estudio puede consultarse aquí y la segunda parte aquí.

    En conclusión, estamos en presencia de unos productos que no protegen de la enfermedad, no evitan su transmisión y que, además, provocan efectos adversos graves, incluida la muerte. No es inocente el hecho de que hayan sido denomiandos 'vacunas', cuando pueden llamarse con mayor razón 'quimioterapia'.

    Y si sabemos que  la terapia en cuestión es una nueva terapia génica (ARNm) diferente de las vacunas ordinarias, que se comercializó precipitadamente, sin pasar por todas las fases ordinarias de ensayo y control, que se autorizó sobre la base de estudios chapuceros realizados únicamente por los fabricantes del producto, estaba al alcance de cualquier persona sensata considerar que la sustancia en cuestión podría tener efectos secundarios nocivos, cuando no peligrosos como enfermedad, discapacidad e incluso la muerte.


     Aunque las autoridades sanitarias reconocieran socráticamente ahora en un arrebato de sinceridad que no sabían nada sobre las consecuencias de los pinchazos a medio y largo plazo que se están viendo ahora, y que actuaron por la urgencia que exigía la gravedad de la situación, no dejarían de ser responsables en el mejor caso de lo que se llama en derecho un “dolus eventualis”, porque deberían haber actuado con la cautela de no recomendarlas precisamente por eso. 
      La Organización Mundial de la Salud, que tiene como objetivo que no oculta vacunar a todo el mundo, cuyos financiadores privados son la Fundación Bill y Melinda Gates y GAVI, sigue presionando mucho para que la gente se ponga las vacunas contra la enfermedad del virus coronado. Preguntémonos, al modo de los detectives, a quién beneficia el crimen. 

       No olvidemos a la señora Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que tomó la iniciativa de realizar pedidos con la mayor opacidad de 4.500 millones de dosis de “vacunas Cóvid” para los súbditos de la Unión, cuando somos cuatrocientos cincuenta millones los habitantes de la Comunidad Europea, lo que implica que compró diez dosis para cada súbdito, y lo hizo por la suma colosal de 71.000 millones de euros de dinero público. El precio inicial de cada dosis pasó de repente de 4,50 euros a 19,50 euros que cuesta ahora. 

 

  ¿Nos libraremos algún día de la esclavitud impuesta por la codicia de los poderosos cuyo único objetivo es maximizar sus ganancias a costa de humanos sacrificios? 

    Tres imágenes para el recuerdo y una reflexión final:

 
 

Si mantenemos en la vida real el distanciamiento social que nos exigían las autoridades y dejamos los besos y los abrazos para nuestra "outra vida", ¿cuándo accederemos a ella?, ¿una vez inoculados y muertos? ¿En el futuro, inalcanzable por esencia y siempre postergado y fugitivo? ¿dónde está esa otra vida, que no es esta, la real, la única que tenemos? ¿Qué clase de vida es esa? ¿Virtual, digital, numérica, ideal? Eso es lo que nos han vendido, que hay otra vida y que para acceder a ella hay que renunciar a esta, hay que confinarse en la caverna de Platón, definirse como trogloditas y protegerse con medidas de barrera e inocularse, porque fuera hay muchos virus muy peligrosos y letales, y encender las pantallas que nos dan el cambiazo de las cosas por las ideas, de los bienes por los valores, igual que nos decían en la Edad Media, de la que todavía no hemos acabado de salir, aunque parezca mentira, que la vida verdadera y la verdadera vida  comenzaba después de la muerte, no era esta vida terrenal y miserable, la única que tenemos, sino la otra, la eterna y celestial.

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