martes, 8 de noviembre de 2022

Me parece a mí (VIII)

36.- Hay una represión fuerte, dura, heavy como la música estruendosa, y otra más sutil, disimulada, oculta, light, pero no menos eficaz que la primera, que es la que se da en estos tiempos que corren y es a la postre la que mejor funciona. También podemos referirnos a ellas con los adjetivos monosílabos de la lengua del Imperio como una represión hard, fuerte, y otra más liviana, soft. La represión difusa que padecemos llega en el colmo de los colmos a utilizar incluso la bandera de la liberación como forma opresiva de coacción y coerción. Por eso es difícil desenmascararla. Por ejemplo nos dice, so pretexto de liberación sexual “¡folla! ¡mastúrbate!”. O bajo la invocación de la liberación nudista “¡desnúdate!”. ¿Qué liberación es esa que empieza con un verbo en modo imperativo, con una orden?

37.- El por entonces presidente del Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español regurgitó tras ganar las elecciones y convertirse en presidente del Gobierno de España:  “¡A trabajar, a producir!”.  Añadió además con sonrisita bobalicona:  “¡Y no os olvidéis de consumir!”. Después llegó la crisis económica que tanto se obstinó en negar para acaso así conjurarla diciendo que no existía, y que veía lo que no veía nadie: brotes verdes por doquier. Firme defensor del Estado del Bienestar en el que vivíamos, hacía uso de la neolengua orgüeliana, y llamaba paz a la guerra, libertad a la esclavitud y Estado de Bienestar al malestar que produce el estado lamentable de las cosas.  Si Carlos Marx o Pablo Iglesias, fundador de dicho partido, levantaran la cabeza…

 

38.- Contacto cero. En el parking o aparcamiento público de un aeropuerto de nuestra curtida piel taurina o, mejor dicho, bovina, se lee un cartel que dice en letras capitales CONTACTO CERO y zero contact, lo mismo pero al revés en la lengua del Imperio. A continuación se nos propone que paguemos sin apearnos del coche porque es más seguro, más rápido y más cómodo y se nos informa de que podemos hacerlo de varias maneras en las que no hay dinero físico contante y sonante por medio ya que la transacción se hace sin contacto, todo ello bajo el eslogan de “ayúdanos a cuidarte”: no hay tiques, no hay cajeros, no hay esperas, no hay billetes ni monedas. La imposición del dinero inmaterial, digital o numérico, como dicen los franceses, se justifica con el argumento sanitario de evitar el contacto material y contagioso aprovechando que circula un virus de bajísima letalidad, cuya peligrosidad se ha exagerado hasta la hipérbole. Todos trabajan para evitar el contactfull (y el full contact) fomentando la tecnología contactless que se ha basado en el viejo tópico del dinero sucio, una suciedad que le viene impuesta al dinero por la creencia de que en billetes y monedas se albergan virus y bacterias, cuando es el propio dinero en cualesquiera de sus formas materiales o inmateriales el auténtico Dios bacteriológico y virus todopoderoso.

39.- El presidente del gobierno español y el jefe de la oposición se saludaban en plena pandemia de esta extraña manera que proponía la OMS: guardaban la preceptiva distancia de seguridad, o sea, las distancias, como se dice vulgarmente manteniéndose alejados el uno del otro al menos un metro y medio, llevaban mascarilla reglametnaria pese a estar en la calle frente a las puertas del palacio de la Moncloa, y no se daban un abrazo ni un cálido apretón de manos ni, muchísimo menos, un par de besos, no fueran a contagiarse, sino que cada cual llevaba su mano derecha al costado izquierdo donde dicen que se alberga el corazón, como si quisieran expresar así su afecto cordial. Evitaban, con este saludo ajeno a nuestra cultura, el contacto físico, que puede ser fuente de contagio vírico viral.


 40.- Epicuro, el filósofo, recomendaba a sus discípulos del jardín el lema: “Vive oculto”, λάθε βιώσας, láthe biṓsas. El lema de Epicuro expresa su idea de que la política, es decir el Estado, la polis, es el mayor problema que tienen los hombres. Yo  me he tirado toda la vida tra­tando de pasar desapercibido, pero resulta que ahora viene un agente de la policía -insultantemente joven y arrogante- y me exige que me identifique saliendo del armario del bendito anonimato en el que vivía oculto hasta ahora.

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