Mostrando entradas con la etiqueta Covid-19. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Covid-19. Mostrar todas las entradas

jueves, 6 de abril de 2023

"Se ruega silencio"

    Para los desmemoriados o los que pronto quieren olvidar la memoria histórica más próxima de lo que hemos vivido recientemente o, mejor dicho, de lo que nos han hecho vivir, recuerdo que hace sólo tres años por estas fechas, se colgaban carteles como este que reproduce la fotografía que colocaba la empresa de transportes urbanos de Santander en todos sus autobuses con la recomendación de no hablar “para reducir el riesgo de contagio”, basándose en la opinión de los esperpénticos expertos del CSIC, como, supongo yo, doña Margarita del Val, que salía tanto por la televisión y todos los medios habidos y por haber.
 
 El CSIC recomienda no hablar en el transporte público para reducir el riesgo de contagio por covid-19: "Silencio siempre".
 
Igualmente, en el Ayuntamiento de esta triste ciudad del Norte, Santander, la capital de la Cantabria, se colocaba este cartel, más expeditivo, si cabe por la imagen del dedo índice sobre los labios: 
 
Se ruega silencio. Así también podemos reducir el riesgo de contagio por COVID-19. Gracias por tu colaboración.
 
    No sólo nos obligaban a taparnos la nariz y la boca en interiores y en exteriores con una siempre ridícula mascarilla, sino que, además, nos ordenaban, -rogaban, decían ellos, que suena más fino- silencio, un silencio sepulcral. 
 
 
    No convenía que habláramos entre nosotros de esto que nos estaba pasando a todos, de esto que nos caía encima porque lo estaban arrojando sobre nosotros y venía impuesto por todos los medios de (in)formación de masas y altas instancias del Estado y el Capital, porque hablando es como se entiende la gente. Por eso y no por nuestra salud nos tapaban la boca, nunca mejor dicho, para que estuviéramos callados.

sábado, 31 de diciembre de 2022

Se acabó lo que se daba

    Se acabó, efectivamente, lo que se daba, y no me refiero al año 2022, que también se acaba, según dicen los que creen en el calendario, sino a la monarquía pandémica del virus coronado.  

    La pandemia de COVID-19, que es lo que se venía dando día y noche por todos los medios habidos y por haber desde marzo de 2020, puede considerarse superada, según el reputadísimo virólogo alemán Christian Drosten, jefe de virología del Hospital Universitario La Charité de Berlín y diseñador de la prueba PCR ad hoc que detectaba su existencia, y por lo tanto máximo responsable de su propagación mediática,  que declaró al diario Tagesspiegel de aquel país: “Estamos experimentando la primera ola endémica de Sars-CoV-2 este invierno. En mi opinión, la pandemia ha terminado", refiriéndose al virus coronado. 


     Como Drosten no da puntada sin hilo, hay que prestar atención a sus palabras: la razón de que haya terminado la pandemia que declaró la OMS y que él certificó con su fraudulento test, no es que hayamos acabado con el virus derrotándolo en la guerra sin sentido que le declaramos, o que se haya extinguido por arte de magia y birlibirloque desapareciendo de la faz de este mundo, sino que, todo lo contrario, se ha hecho endémico, es decir, está en toda la población, en el demos, como dice la palabra griega, que es seguramente lo que se pretendía: democratizarlo, nunca extinguirlo, sino convivir pacíficamente con el virus. 

    Acudamos para aclarar la noción al diccionario de la docta Academia, que así define el término 'endemia', explicando su etimología:  un galicismo (del francés endémie), tomado a su vez del griego ἔνδημος (éndēmos) 'endémico', compuesto por su parte de ἐν, que significa 'en', y δῆμος, que quiere decir, como se sabe, la población: “Enfermedad que se da habitualmente, o en épocas fijas, en una zona.” O sea, igual que la gripe estacional que decían que había desaparecido milagrosamente gracias a las mascarillas cuando apareció el coronavirus, y más viejo que el catarro de Matusalén.  O, dicho con otras palabras: originario de un país, indígena, opuesto a ξένος (xénos), que es 'extranjero': ya no es el virus chino, como se dijo al principio, ya es patrimonio nacional.


     Hemos nacionalizado, efectivamente, el virus gripalizándolo y dándole carta de naturaleza en primer lugar y también ciudadanía. Este adjetivo ἔνδημος (éndēmos) se aplicó significativamente en griego a dos sustantivos principalmente: πόλεμος (pólemos), 'guerra', y así puede hablarse de guerra endémica o guerra civil; y  sobre todo a lo que nos interesa aquí: νόσημα (nósēma) 'enfermedad'. Así hemos llegado a lo que es ahora el COVID-19, no lo que era en principio, una vulgar epidemia estacional, y enseguida, habida cuenta del cambio de significado del término, una pandemia, sino -¡atención a este otro cambio semántico!- una enfermedad endémica, una endemia según el reputadísimo doctor.

    El renombrado virólogo achaca el final de la pandemia en Europa al éxito de la campaña de vacunación orquestada por la Unión Europea, y afirma, contrafactualmente, algo que no se puede corroborar, algo que no hay Dios que pueda demostrarlo, como decían los teólogos medievales de la contrafactualidad, que “si no se hubiera hecho nada, habría habido un millón o más de muertes en Alemania”. Esas muertes de más que, según él, habría habido no pueden demostrarse porque no sabemos qué hubiera sucedido en caso contrario: lo único que sabemos es lo que ha pasado y sigue pasando: que la gente se sigue muriendo, que hay incluso según todos los contadores un exceso de mortalidad considerable, y que las causas de esas muertes permanecen inexplicadas. 

    El ministro de Justicia teutón solicitó rápidamente el levantamiento de las últimas medidas restrictivas que todavía imperaban en Alemania, donde se mantenía, como en España, el uso obligatorio de mascarillas en el transporte público y en hospitales, centros asistenciales y consultorios médicos.

viernes, 25 de noviembre de 2022

De la Gran Farmacopea

    Nunca se ha hablado tanto de publicaciones científicas de estudios revisados por pares como durante estos dos últimos años y medio de pandemia. Cada dos por tres nos sacaban los medios de (in)formación de masas algún estudio de tal o cual universidad que había descubierto tal o cual cosa. 
 
 
    Es verdad que John P. A. Ioannidis nos había advertido ya desde 2005 en su artículo Why Most Published Research Findings Are False  que la mayoría de los hallazgos de investigación eran falsos debidos a muchos factores que analizaba, afirmando, por ejemplo que cuanto mayores eran los intereses y prejuicios financieros y de otro tipo en un campo científico, era más probable que los hallazgos de la investigación fueran falsos (él lo decía al revés, que era menos probable que los hallazgos de la investigación fueran ciertos). Y comentaba algo que no es ningún secreto y que se ha visto confirmado en la actualidad:  que los conflictos de intereses eran bastante comunes en la investigación biomédica.
 
      Hay que celebrar entre tanta avalancha de estudios científicos la reciente publicación el 21 de octubre del presente año del artículo, revisado por pares, de Fabien Deruelle, investigador independiente sin conflicto de intereses, The pharmaceutical industry is dangerous to health. Further proof with COVID-19, que no tiene desperdicio y lo dice todo para que nadie se lleve a engaño ya desde su mismo título. Más claro, agua: 'La industria farmacéutica es peligrosa para la salud. Más evidencia con COVID-19', donde todas las tesis que fueron tachadas de negacionistas adquieren su estatuto de científicas, y todas las afirmaciones sostenidas por los gobiernos y los medios de (in)formación de masas relativas a confinamientos, mascarillas, tests de contagios, distancia social y vacunación se ven refutadas. Algo de lo que no nos han advertido las autoridades sanitarias, y deberían haberlo hecho:
 

    Especialmente interesante es el diagrama que resume en líneas generales el estudio de Deruelle, donde llaman la atención dos aspectos: la relación de la Industria Farmacéutica con la Ciencia bajo su control, convertida en un artículo de fe, con la Religión -recordemos la alocución del Papa predicando que la inoculación era un acto altruista de amor, como si se tratara de un nuevo sacramento, y la obligatoriedad de dicha medida dentro del Estado Vaticano a todos sus súbditos- y la colaboración con el estamento militar a través de la agencia DARPA, un departamento responsable de la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar. En el artículo, que se puede leer en español, se da cuenta de todos estos puntos y de muchísimos otros de interés.
 

     El artículo de Deruelle expone que la industria de la producción de fármacos, que no es la hermanita de la caridad y el amor hermoso que algunos ingenuos podían creer, ha tomado control de la ciencia desde hace décadas, como hizo la industria tabaquera a partir de los años cincuenta para predicar las bondades del tabaco. 
 
    Según Deruelle, la industria de la gran farmacopea ha realizado prácticas -algunas criminales- que, en el caso de COVID, -sigo la síntesis que hace de su artículo Karina Acevedo- “incluyen la tergiversación de resultados experimentales, la falsificación de ensayos clínicos, el hacer inaccesibles datos, mantener escondida la evidencia de sus ensayos clínicos sobre los efectos adversos de sus productos, la falta de información sobre la composición de sus productos, métodos experimentales inadecuados; conflictos de interés con gobiernos y organizaciones internacionales; sobornos a médicos; denigración de médicos y científicos; obliteración de todos los tratamientos efectivos; censura; uso de técnicas de modificación conductual e ingeniería genética para obligar a la realización de medidas que no sirven para lo que dicen que sirven. Por eso realizó un análisis de la literatura con la que demostró que el conocimiento está siendo manipulado con fines económicos y de control sobre salud pública."
 

    Dado que la industria de la farmacopea ha fomentado la información científica que económicamente le interesaba, ha tenido que acallar los puntos de vista alternativos y diferentes. En los medios de (in)formación de masas a su servicio se hablaba de un falso consenso de la Ciencia, un consenso que nunca ha existido. En consecuencia, las leyes y medidas implementadas, que se han originado a partir de la ciencia médica controlada por la industria farmacéutica, se han vuelto una amenaza seria para la salud y las libertades formales de la gente, que se han visto gravemente amenazadas y perjudicadas.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Breve memoria histórica (tercera y última parte)

    Hemos visto que el salvífico suero no protege al individuo contra la enfermedad y no previene su transmisión comunitaria tampoco, no cumpliendo por lo tanto ninguna de las dos funciones esenciales asignadas tradicionalmente a una vacuna. 

    Si la inutilidad o falta de necesidad fuera su único defecto, no sería algo demasiado dramático ni trágico. Sin embargo, a esta inutilidad hay que añadir, lamentablemente, numerosos y graves efectos indeseables, que se han dado en llamar 'secundarios' dando a entender que no son 'primarios' o deseados. También se han denominado 'colaterales', con expresión tomada del periodismo bélico, y 'marginales' en lugar de 'directos', minimizando su importancia. Entre estos efectos se encuentran no solo numerosas enfermedades, sino también la muerte, hasta el punto de que el riesgo de morir en caso de aparición de uno de ellos es mayor que el de morir por la enfermedad del virus coronado en caso de haber contraído los síntomas del síndrome. 


    El reconocido cardiólogo británico Assem Malhotra, basándose en estudios israelíes y estadounidenses con datos claros y precisos, afirma que hay un aumento del 25% en ataques y paros cardíacos asociados a la inoculación y no a la enfermedad del virus coronado, por lo que aquella provoca más daño que protección no solo a los jóvenes sino también a los mayores de 60 años, y propone que se suspenda el proceso de inmediato. La primera parte del estudio puede consultarse aquí y la segunda parte aquí.

    En conclusión, estamos en presencia de unos productos que no protegen de la enfermedad, no evitan su transmisión y que, además, provocan efectos adversos graves, incluida la muerte. No es inocente el hecho de que hayan sido denomiandos 'vacunas', cuando pueden llamarse con mayor razón 'quimioterapia'.

    Y si sabemos que  la terapia en cuestión es una nueva terapia génica (ARNm) diferente de las vacunas ordinarias, que se comercializó precipitadamente, sin pasar por todas las fases ordinarias de ensayo y control, que se autorizó sobre la base de estudios chapuceros realizados únicamente por los fabricantes del producto, estaba al alcance de cualquier persona sensata considerar que la sustancia en cuestión podría tener efectos secundarios nocivos, cuando no peligrosos como enfermedad, discapacidad e incluso la muerte.


     Aunque las autoridades sanitarias reconocieran socráticamente ahora en un arrebato de sinceridad que no sabían nada sobre las consecuencias de los pinchazos a medio y largo plazo que se están viendo ahora, y que actuaron por la urgencia que exigía la gravedad de la situación, no dejarían de ser responsables en el mejor caso de lo que se llama en derecho un “dolus eventualis”, porque deberían haber actuado con la cautela de no recomendarlas precisamente por eso. 
      La Organización Mundial de la Salud, que tiene como objetivo que no oculta vacunar a todo el mundo, cuyos financiadores privados son la Fundación Bill y Melinda Gates y GAVI, sigue presionando mucho para que la gente se ponga las vacunas contra la enfermedad del virus coronado. Preguntémonos, al modo de los detectives, a quién beneficia el crimen. 

       No olvidemos a la señora Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, que tomó la iniciativa de realizar pedidos con la mayor opacidad de 4.500 millones de dosis de “vacunas Cóvid” para los súbditos de la Unión, cuando somos cuatrocientos cincuenta millones los habitantes de la Comunidad Europea, lo que implica que compró diez dosis para cada súbdito, y lo hizo por la suma colosal de 71.000 millones de euros de dinero público. El precio inicial de cada dosis pasó de repente de 4,50 euros a 19,50 euros que cuesta ahora. 

 

  ¿Nos libraremos algún día de la esclavitud impuesta por la codicia de los poderosos cuyo único objetivo es maximizar sus ganancias a costa de humanos sacrificios? 

    Tres imágenes para el recuerdo y una reflexión final:

 
 

Si mantenemos en la vida real el distanciamiento social que nos exigían las autoridades y dejamos los besos y los abrazos para nuestra "outra vida", ¿cuándo accederemos a ella?, ¿una vez inoculados y muertos? ¿En el futuro, inalcanzable por esencia y siempre postergado y fugitivo? ¿dónde está esa otra vida, que no es esta, la real, la única que tenemos? ¿Qué clase de vida es esa? ¿Virtual, digital, numérica, ideal? Eso es lo que nos han vendido, que hay otra vida y que para acceder a ella hay que renunciar a esta, hay que confinarse en la caverna de Platón, definirse como trogloditas y protegerse con medidas de barrera e inocularse, porque fuera hay muchos virus muy peligrosos y letales, y encender las pantallas que nos dan el cambiazo de las cosas por las ideas, de los bienes por los valores, igual que nos decían en la Edad Media, de la que todavía no hemos acabado de salir, aunque parezca mentira, que la vida verdadera y la verdadera vida  comenzaba después de la muerte, no era esta vida terrenal y miserable, la única que tenemos, sino la otra, la eterna y celestial.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Breve memoria histórica (segunda parte)

    Se deastó una frenética campaña de inoculación masiva sin precedentes, realizada con fondos públicos, en última instancia, en beneficio de ganancias astronómicas para las compañías farmacéuticas  y sus accionistas. Desde las altas esferas se propagaban bulos como que la vacuna era, nada más falso, lo dijo entre nosotros el doctor en economía Sánchez Pérez-Castejón: “Libertad, libertad y libertad”. Si queríamos salir del callejón sin salida de la caverna en la que nos habían confinado, tendríamos que someternos a la inyección.  Se promovió el jeringuillazo incluso entre la juventud del país, que no se había visto afectada por la enfermedad, acusándola de contagiar irresponsablemente a sus mayores y llevándola a aceptar una terapia de cuyas consecuencias a medio y largo plazo nada se sabía. 


     Estos productos experimentales, fabricados a toda prisa y sin haber pasado todas las pruebas de control exigidas, fueron autorizados bajo el argumento de que no había medicamentos contra la 'nueva' enfermedad que causaba el 'nuevo' virus. Se presentaban como lo que no eran: sustancias que protegerían al individuo y prevendrían la propagación de la enfermedad. Y aquí es donde adquiere proporciones considerables la negación de la realidad, que se lleva a cabo en la caverna platónica, donde estaba incrustado el virus y no en el exterior, como en el cuento de Poe 'La máscara de la Muerte Roja'. 

    Las llamadas insidiosamente 'vacunas cóvid' no protegen al individuo. Todos hemos visto en nuestro entorno personas vacunadas que han contraído la enfermedad. Dijeron, para justificar la anomalía, que protegían de las formas graves de la enfermedad. Es curioso cómo, con estas palabras, reconocían sin querer expresamente que no protegían de la enfermedad, sino solo de su forma grave. Pero esta afirmación también se viene abajo y se revela completamente falsa porque no hay ningún estudio científico serio que la avale, y, porque ¿cómo podemos, lógicamente, afirmar que una persona vacunada que enferma hubiera padecido una forma más grave de la enfermedad si no se hubiera inoculado cuando no es posible deshacer lo que está hecho para ver cuál hubiera sido el efecto? 


    Pero es que además, la literatura científica independiente de la industria farmacéutica, pese al estigma negacionista que recae sobre ella constantemente, muestra exactamente lo contrario, que las personas triplemente vacunadas se exponen a formas graves de la enfermedad e incluso a la muerte más que las no vacunadas. ¡Paradójico mundo en el que vacunamos -inmunizamos, decían- a personas que así se vuelven más susceptibles de contraer la enfermedad y morir que las personas que no habían sido vacunadas!

    Ya en julio de 2021 se podía ver que los países que más habían inoculado, como por ejemplo Israel, no solo no detuvieron la enfermedad, sino que fue allí donde se registraron los mayores picos, más graves que los registrados antes de las inyecciones génicas, de personas infectadas. Y también se podía ver que la situación era mucho mejor en los países que menos acceso habían tenido a la supuestamente salvífica vacuna. 

    La segunda cualidad esencial de una vacuna en condiciones es la de evitar la propagación del virus y por tanto romper las cadenas de transmisión. Divulgaron el lema: “todos vacunados, todos protegidos”. Usaban la palabra 'inmunizar' como sinónimo de 'vacunar' y denominaban 'vacunar' a lo que era inyectar una sustancia experimental. Esta mentira permitió a los Estados establecer el certificado cóvid, un salvoconducto o pasaporte que privó a los ciudadanos no vacunados de algunos derechos fundamentales. Los parias no vacunados, ciudadanos irresponsables, tenían que quedarse en casa. No merecían acceso a restaurantes, cines, conciertos, ocio nocturno, etcétera. 

    Por otro lado, era justo reservar estas comodidades para ciudadanos dóciles engañados y sumisos. ¡Qué gran acierto de un gobierno promover un certificado que discrimina a parte de su población! Ya lo dice el latinajo: diuide et impera: divide y domina. Se propagó que los vacunados eran ciudadanos responsables, solidarios y altruistas, a diferencia de los no vacunados que eran egoístas, creándose una división entre "buenos" y "malos" ciudadanos. Se rompieron algunas relaciones. Se apoderó de la gente el miedo al otro. Incluso llegó a decirse que una persona no vacunada no debería ser tratada si enfermaba porque se lo había buscado.


viernes, 11 de noviembre de 2022

Breve memoria histórica (primera parte)

    Marzo de 2020, se desencadena una extraordinaria campaña mediática. Medios de (in)formación de masas y gobiernos se alían, empujados por las industrias farmacéuticas en manos de grandes oligarcas que algunos denominan ingenuamente 'filántropos', para inocularnos día y noche, sin pausa, imágenes impactantes de terror: cadáveres que ni siquiera son cadáveres sino números de muertos y ataúdes para hacernos creer que íbamos todos a morir víctimas de la Peste Negra o algo peor. Comienza la distopía. Comienza en Europa la epidemia la Enfermedad del Virus Coronado cosecha de 2019, enseguida declarada pandemia. Cunde el pánico general. Nos hacen ver que existe lo que no hay, actualizándose una vez más el mito de la caverna platónica.  
 
Representación gráfica del mito de la caverna
      "Estamos en guerra" llegan a proclamar algunos gobiernos y militronchos, "contra un enemigo invisible, pero mortal: el Virus". Se toman medidas excepcionales apresuradamente, implementándose protocolos, según la expresión que utilizaban entonces los gobiernos, para cerrar comercios, colegios, institutos, universidades, e implantar una enseñanza digital en línea a través de la Red, y se cierran hospitales y centros de atención primaria a los que solo se debe ir en caso de estar muriéndose uno. Se crea la telemedicina. Se decreta el confinamiento  y el uso de mascarillas... Volvemos todos a la caverna de Platón, donde de espaldas a la realidad nos volcamos en las pantallas. Gobernantes y Ejecutivos entraban en pánico y perdían la calma y la compostura, contribuyendo a aumentar el clima de miedo y desasosiego con sus declaraciones histéricas, en unos momentos en que era necesario haber mantenido la serena reflexión.

    Sin embargo, se alzaron algunas voces, enseguida acalladas por la censura de los verificadores de los bulos. En abril de 2020 algunos científicos honestos como el profesor John Ioannidis de la Universidad de Stanford indicaron que la epidemia, ya declarada pandemia sin razón sanitaria, para lo que cambiaron la definición del término, no era tan fiera como nos la pintaban y no presentaba ninguna preocupación particular más allá de la de cualquier gripe estacional. Su voz discordante fue silenciada enseguida en favor de un clima provocador de ansiedad sostenido constantemente que se llamó “Nueva Normalidad”, que no se sabía en qué iba a desembocar. 

      Alegoría de la Caverna de Platón
 
    Ante la enfermedad, algunos médicos inmediatamente comenzaron a hacer aquello que sabían, que era tratar como siempre a los pacientes. Para ello utilizaron los fármacos que conocían desde hacía tiempo, baratos y seguros, como la hidroxicloroquina o la ivermectina. Y funcionaban… Pero de repente estos medicamentos fueron de la noche a la mañana declarados peligrosos y demonizados. La famosa y prestigiosa revista The Lancet, la Biblia científica revisada por pares, publicó un artículo que afirmaba, basándose en informes supuestamente científicos, que la hidroxicloroquina era un medicamento peligroso que no debía usarse contra la enfermedad del virus coronado, un artículo completamente falso, que hizo que la propia revista pidiera disculpas después por haberlo publicado, excusas que la prensa oficial no mencionó.

    Entonces, ¿por qué estos y otros tratamientos baratos y asequibles fueron repentinamente prohibidos o rechazados? ¿Por qué se les dijo a los enfermos que se quedaran en casa y solo acudieran a recibir atención hospitalaria si padecían dificultad respiratoria severa? ¿Por qué la gente no se curó como podía haberlo hecho con los medicamentos existentes habituales? ¿Por qué tantas personas que no fueron debidamente atendidas han muerto solas en sus casas? ¿Por qué se dejó morir a tantos mayores aislados en las habitaciones de sus residencias de ancianos, sin permitirles siquiera la visita de un ser querido porque había que quedarse en casa a toda costa bajo arresto domiciliario, siempre dentro de la platónica y mediática caverna?



    La respuesta es muy sencilla: La Nueva Normalidad finalmente desembocaría en el establecimiento de una campaña mundial de vacunación innecesaria y sin precedentes como única salida. Habían estado preparando la llegada del Santo Grial, las vacunas-que-no-eran-vacunas sino productos experimentales de manipulación genética, presentadas como la panacea universal y mesiánica que iba a salvar al mundo y redimirlo. De hecho, las grandes compañías farmacéuticas olfateaban ya un suculento negocio y se frotaban las manos. 

jueves, 6 de octubre de 2022

"Un poco de gripe"

    Había publicado el otro día el Jefe del Ejecutivo, como dicen los periodistas, o “Representante gubernamental de España”, como prefiere autodefinirse él en su perfil de Tuíter, la red social del pajarito que pía y que yo no suelo frecuentar, a los cuatro vientos el 25 de septiembre en su cuenta el siguiente mensaje: “Esta mañana he dado positivo en #COVID-19. No podré estar hoy junto a @salvadorilla y todos los compañeros y compañeras de @socialistes_cat en Gavà. Feliz #FestaDeLaRosa. Continuaré trabajando extremando las precauciones.”).

 

    Disculpaba así su ausencia en un acto público debido a que extremaba las precauciones porque había dado positivo en ¡#COVID-19!

    Me llamó la atención el lema que había elegido para presentar su perfil de “Gobernamos contigo”, que me recordaba a mí a aquel lejano eslogan deportivo de la dictadura "contamos contigo", expresando una idea de co-gobernanza o co-gobierno, como si el Presidente del Gobierno de ¡#España! (¿Quién será esta señora?) quisiera dar a entender que él no era más que uno más, que gobernaba junto con los restantes diecisiete presidentes autonómicos de las taifas españolas, o, más en general, con todos los españoles (¡y las españolas!, no vayan a sentirse excluidas de su gabinete de gobierno), es decir con todos los votantes y contribuyentes. 

  

    Pero lo que más me ha llamado la atención es este vídeo revelador como él sólo que me envían en el que comienza disculpándose por no estar de forma presencial, sino a través de una pantalla, debido a que "la" COVID-19 -¿Quién será esta otra señora?- se lo impide. Acto seguido declara, para no preocuparnos, que está bien “solo con un poco de gripe”. Es decir que la famosa #COVID-19 que le impide estar de forma presencial en un acto público y que le obliga a extremar las precauciones para -se supone- no contagiar a los demás, no es más que “un poco de gripe”, o sea, una vulgar influenza o catarro de toda la vida.

    Estaba el presidente, no sé si voluntaria- o involuntariamente, gripalizando la otrora terrible #COVID-19, quitándole importancia, trivializándola y minimizándola. Era este el movimiento contrario al que hemos asistido durante los dos largos años de la pandemia que se sacó la OMS de la manga para lucrar a la mafia de la industria farmacéutica que consistía en la covidización -se inventaron hasta el palabro- de la gripe de toda la vida, esa que se curaba con tratamiento médico en una semana y en siete días sin el médico. 


     ¿Se deberá, me preguntaba yo, este “poco de gripe” que le había entrado al co-presidente al hecho de no llevar corbata? Descorbatado, en efecto, aparece en el vídeo, sin la corbata azul oscuro sobre el fondo blanco de su camisa del perfil... Recordemos que en unas estrambóticas declaraciones había pedido a sus ministros y ministras y al sector privado que siguieran su ejemplo y evitaran el uso de la corbata para ahorrar energía y gastar menos en aire acondicionado en medio de la pertinaz ola de calor.

    Como diría Macbeth en la lengua de Shakespeare a otro propósito que aquí no viene a cuento, pero que no deja de venir al caso sangrante que nos ocupa del miedo que nos metieron en el cuerpo y en el alma y que nos ha confinado bajo arresto domiciliario, alejado de nuestros amigos, familiares y del resto de la gente, restringido la movilidad nocturna, enmascarillado en interiores y exteriores, y empujado a vacunarnos porque se nos exigía el código QR del certificado correspondiente para poder viajar o poder entrar a un bar o restaurante y hasta para trabajar y ganarse el pan a algunos: «A tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing » (Un cuento contado por un idiota, todo estruendo y furia, y sin ningún sentido).

viernes, 2 de septiembre de 2022

Sinvergonzonería

    La sinvergonzonería de algunos personajones no tiene parangón. El Director General de la Organización Mundial de la Salud, el señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, que es uno de ellos, ha señalado que se espera -es decir, se teme tanto como se desea que así sea- un considerable aumento de las hospitalizaciones y muertes por COVID-19 en los próximos meses "ante la proximidad de un clima más frío en el hemisferio norte", supongo que quiere decir ante la llegada del invierno.

    Reconoce, sin embargo, la favorable evolución de la pandemia, que se traduce en un “descenso de las muertes notificadas (sc. por COVID-19) en todo el mundo", dato que sin embargo contrasta con el aumento de mortandad por todas las causas que se detecta en muchas comunidades autónomas españolas y en muchos países con altas tasas de vacunación contra dicha enfermedad, pero eso no lo menciona en absoluto.

    Y como de lo que se trata es de meter miedo para que la gente corra a vacunarse si no lo ha hecho ya y a ponerse el refuerzo si está vacunada, ha recordado que las subvariantes de ómicron "son más transmisibles que sus predecesoras”, y ha subrayado, aunque es cosa que no se sabe, que “sigue existiendo el riesgo de que haya variantes aún más transmisibles y peligrosas”

    El peligro teórico de que venga el lobo siempre existe. Pero lo más probable es que si viene se le dé caza pese a tratarse de una especie protegida y en peligro de extinción. La OMS se aprovecha con toda la desfachatez del mundo de la hipótesis teórica, que no práctica de que surja una variante mucho más contagiosa que las actuales que se saltan a la torera la inmunización que decían que proporcionaba el doble suero inyectado, y que sea al contrario que estas, que son bastante inofensivas, mucho más peligrosa, para infundirnos pánico y hacer que corramos a inyectarnos lo que sea.

    Lo único que les interesa a este señor y al organismo que regenta es que aumente a toda costa la cobertura de la vacunación entre las personas de mayor riesgo que según él "sigue siendo demasiado baja, especialmente en los países de bajos ingresos". Pero resulta que en los países de ingresos altos la cobertura le parece todavía muy poca: “el 30% de los trabajadores de la salud y el 20% de las personas mayores siguen sin vacunarse.” Él querría que la tasa de vacunación fuera totalitaria, del 100%, a ser posible sin ningún resquicio. Todos vacunados. Todos protegidos. ¿Por qué, si se ha visto que las vacunas no funcionan? Porque trabaja para la industria farmacéutica de la Gran Farmacopea, que es la que le unta a él y a la organización que timonea. 


    Lo que no se entiende es que afirme con todo el descaro y desparpajo del mundo que estas lagunas o faltas de cobertura que él detecta “suponen un riesgo para todos nosotros”. Si “todos nosotros”, como dice él refiriéndose al setenta u ochenta por ciento de la población mundial, estamos inmunizados no se entiende el riesgo que corre la mayoría porque haya una cuarta parte que no lo esté. En todo caso sería esa minoría no vacunada y desprotegida la que correría el riesgo si la mal llamada vacuna protegiera.

    No se entiende, ya digo, esta terca obstinación en la vacunación que raya en paranoia. El gerifalte cacarea cual gallina clueca: “Así que, por favor, vacúnate si no lo estás, y ponte una dosis de refuerzo si es recomendable que te la pongas”. 

    La pandemia de coronavirus tiene que seguir. Pone este ejemplo, comparándola con la lluvia: “Si sales a caminar bajo la lluvia sin paraguas, fingir que no llueve no te servirá de nada. Te seguirás mojando.” Por supuesto que si llueve y salimos a caminar sin paraguas vamos a mojarnos, pero si tú llevas un paraguas que no abre o que si abre tiene las varillas rotas, vas a mojarte igual que yo que no lo tengo, como recordaba Juan Manuel De Prada en un artículo genial publicado en ABC. Y si tú tienes un paraguas en buen estado y lo abres y te protege de la lluvia ¿qué problema hay en que yo me moje? ¿Vas a solidarizarte conmigo y vas por eso a dejarte empapar bajo la lluvia?

    Estas 'sencillas precauciones' que recomienda para evitar infectarse -vacunarse si uno no lo está o ponerse una dosis de refuerzo si es el caso- no evitan como se ha comprobado la infección ni, en el peor de los casos, enfermar gravemente o morir. ¿De qué sirven si no es para hacer caja? ¿Son acaso un amuleto? ¿O son algo peor que eso? No nos engañemos. 

Una invitación a razonar

    Dice el señor Adhanom que “fingir que un virus mortal no está circulando es un gran riesgo”. Y fingir que circula, digo yo, es una patraña que solo pretende engañar a la gente para que siga sometiéndose a tratamientos experimentales. No deberíamos preocuparnos por lo que no ha pasado ni pasará, sino por lo que pasa ahora mismo. Y ahora mismo no está circulando ningún virus mortal. Fingir que lo está haciendo es faltar a la verdad. En realidad nunca ha circulado ningún virus mortal. 

    La que sí está circulando, y mucho, y habría que preguntarse que por qué, es la Señora de la Guadaña, que está segando vidas con su afilado dalle más de lo normal. Hay, en efecto, un exceso considerable de muertes según revela el Momo, la base de datos de monitorización de la mortalidad. Eso, que es lo que sucede, no le preocupa a este descarado caradura ni tampoco al organismo que dice velar por la salud mundial.

    Tampoco les preocupa mucho a nuestras autoridades sanitarias, que preguntadas sobre el particular, dicen que hay varias causas que explican los óbitos: el calor excesivo que hemos padecido, el envejecimiento de la población -ya se sabe que a los viejos les llega más temprano que tarde la hora de la verdad- y al inexistente pero persistente virus coronado. Vienen en resumidas cuentas a decirnos las susodichas autoridades que, como cantaba Gabinete Caligari, la culpa, que es la versión religiosa de la causa, fue del chachachá.