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lunes, 15 de julio de 2024

Vuelven a la carga

    ¿Agua pasada? No, desde luego. La Organización Mundial de la Salud (WHO en la lengua del Imperio, palabra que también significa 'quién' y que sirve para preguntarnos quién es quién en esa organización) vuelve a la carga, y nos recuerda que, según sus cifras oficiales, desde el inicio de la santa pandemia hace más de cuatro años, la enfermedad del virus coronado añada 2019, (COVID-19), ha 'matado' -era el virus asesino contra el que había que luchar porque se le había declarado la guerra- a más de siete millones de personas en todo el mundo, y sigue llevándose al otro barrio, porque no ha dejado de hacerlo lenta-, casi imperceptible- pero persistentemente, a mil setecientas personas semanalmente en el mundo universal.
 
     A pesar del elevado número de muertos, "los datos muestran que la cobertura de vacunación ha disminuido entre los trabajadores sanitarios y los ciudadanos mayores de 60 años, dos de los grupos de mayor riesgo", explicó el pasado jueves el gerifalte de  la Organización Mundial de la Salud, el  señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, en una conferencia de prensa en Ginebra, que no entendía la causa del descehnso. Daba así la alarma sobre la disminución observada en la cobertura de vacunación de la población. Le preocupaba la “fatiga vacunal” de la gente que, al descubrir en sus propias carnes que la susodicha no protegía ni evitaba la transmisión, dejaba de pincharse. 
 
¿Grave problema o solución?

     ¿Por qué le preocupa tanto a ese personaje? Sin duda porque se queda sin subvenciones para el chiringuito que tiene montado, ya que la poderosa industria farmacéutica está acusando la merma de beneficios... económicos.  "La Organización Mundial de la Salud recomienda que las personas que pertenecen a los grupos de alto riesgo se vacunen contra la Covid-19 en los 12 meses siguientes a la última dosis que se les administre", recordaba el susodicho. Las nuevas mutaciones del virus coronado, F456L y R346T parecen prevalecer durante el ultimas semanas. "Se registra una mayor actividad del virus, con una tendencia creciente en los ingresos por hospitalización". Estas noticias alarmantes pretender resucitar el alarmismo.
 
    La Organización recomienda a los grupos de población vulnerables (personas mayores y personas con enfermedades subyacentes) que sigan escrupulosamente las medidas preventivas contra las infecciones respiratorias y busquen atención médica temprana ante los primeros síntomas, para poder proporcionar un tratamiento oportuno. No se demoren, no vaya a ser que el médico se vaya de vacaciones en agosto y no tenga sustituto, habida cuenta de que los fondos del Estado se destinan a otros fines tanto o más humanitarios como la ayuda militar a Ucrania, y no hay médicos ni dinero para contratarlos. 
 
Tomadura de pelo, de Bob Moran (2024)
 
     Y en nuestra pequeña taifa autonómica cántabra, aprovechando que estamos a mediados de julio y que media comunidad está de vacaciones y la otra media lo estará el mes que viene, Sanidad traslada a las residencias de ancianos el Protocolo -¡maldita palabra! Corre, date prisa, Manolo, que te aplican el protocolo- “ante “situaciones de alta transmisión comunitaria” de IRA. No se asusten, no es uno de los siete pecados capitales junto con Orgullo, Avaricia, Gula, Lujuria, Pereza y Envidia, sino un acrónimo de esos que están ahora tan en boga y que sirven para no pensar mucho en lo que significan y para ocultarlo, de Infección Respiratoria Aguda, y que engloba tanto a la vieja gripe o influenza, el dichoso Covid redivivo y otras enfermedades respiratorias varias indeterminadas. 
 
    Resulta que en nuestra Comunidad, a fuerza de pruebas, se ha registrado, según el periódico local de campanario, un aumento de casos de virus coronado en la última semana con un repunte del 8%, alcanzado la cifra de 672 diagnosticados. Ante el riesgo de introducción y transmisión de IRA (sic) en los centros residenciales y sanitarios, hay que intensificar, si las autoridades de Salud Pública lo determinan, las medidas de prevención del contagio y transmisión. Se trata de evitar en lo posible las visitas de personas “sintomáticas” a las residencias de ancianos, y de ser “inevitables”, que se utilice, como no, el amuleto de la mascarilla o escapulario de la Virgen del Carmen bendecido por las autoridades sanitarias, cuya comercialización ha dado origen a los pingües negocios que sabemos.
    

    Un vergonzoso e infame mural, situado en el hall del Hospital Marqués de Valdecilla de Santander, obra del artista Fernando Bermejo, con los retratos de los Beatles (John, Paul, George y Ringo) recreados de su 'White Album', pero amordazados con mascarillas quirúrgicas que les tapan la boca, que pretende ser un agradecimiento del autor al personal sanitario por su trabajo, refleja en realidad la miseria del arte al servicio del poder establecido, en este caso de las autoridades sanitarias, que impusieron unas medidas restrictivas sin ningún fundamento científico: confinamiento, distancia social, bozal, y fundamentalmente miedo. Resulta sarcástico que las figuras de estos muchachos de Liverpool, cuyas canciones son patrimonio cultural de la humanidad, se utilicen como imágenes adoctrinadoras y propaganda del enmascaramiento. Lo que ha hecho el autor es, como nos hicieron a todos, taparnos la boca miserablemente.

sábado, 25 de febrero de 2023

El papel de la prensa (2)

   Un protocolo aplicado en algunas residencias de mayores recomendaba la suministración de dos medicamentos, morfina y midazolam, a los enfermos que padecían insuficiencia respiratoria, unos fármacos que jamás deben usarse en pacientes que pueden respirar por sí mismos aunque les falte un poco el aire, porque lo que hacen es dificultar aún más su respiración. Estos medicamentos agravaron su problemática y condujeron a muchos a la sedación paliativa y a la muerte. 

 

    Estos ancianos no murieron bajo los efectos de un virus presuntamente asesino, sino de los protocolos impuestos desde arriba por un supuesto comité anónimo de esperpénticos expertos. Afortunadamente, estos protocolos fueron ignorados en la mayoría de los geriátricos españoles. De los dos millones de ancianos, en efecto, que había en dichos establecimientos cuando comenzó la psicosis de histeria colectiva virocoronal, murieron durante aquella primera ola “solo” treinta mil. Pero algunas, si no muchas, de esas muertes podían haberse evitado si no se hubieran aoplicado los protocolos, es decir, las órdenes de arriba.

    La consigna de salvar vidas a toda costa condujo a la inmolación de muchas que podían haberse salvado. Las muertes de los protocolos contra el virus pasaron a contabilizarse como muertes debidas al virus asesino, con lo cual crecía la alarma. 

    Sin embargo, ahora que están muriendo, según las estadísticas oficiales, más personas que entonces, los medios callan vergonzosamente. Este exceso de mortalidad que estamos padeciendo en casi todos los países occidentales con altos niveles de inoculación anticoronaviral no es noticia porque no  interesa ni política- ni económicamente. Por eso los medios callan. Los esperpénticos expertos, negacionistas ellos, no dicen nada, están estudiando el problema sin alcanzar un consenso científico de una realidad que ya no pueden negar.

    Si los políticos o los medios de (in)formación afines abordan el problema, atribuyen el exceso de muertes a cualquier causa, es decir, a cualquier cosa, no en vano nuestra palabra patrimonial "cosa" procede del cultismo latino "causa". Achacan las muertes al calor, al frío, a la falta de ejercicio y la vida sedentaria, o al exceso de ejercicio, en el caso de los deportistas profesionales que fallecen súbitamente en competiciones o entrenamientos y no llegan a ingresar  en los hospitales... El problema de esta sobremortalidad que estamos experimentando ahora es precisamente que el exitus (letalis) no llega a registrarse en los hospitales, sino en todo caso en las funerarias, que no dan abasto, porque suelen ser muertes repentinas, súbitas, de personas que no estaban enfermas pero caen fulminadas súbitamente por el rayo.  


lunes, 10 de enero de 2022

Una madre desahuciada


María, una madre alemana que decidió no mandar a sus hijos a la escuela porque mantiene una actitud crítica frente a los protocolos irracionales escolares de ese país, sufrió una redada  en su propio apartamento y vio cómo la policía y los servicios de protección de la infancia se llevaban violentamente a sus hijos.

María, que quería proteger a sus vástagos de las irracionales medidas coronavíricas, ha sido castigada por el Estado alemán.

Una de sus hijas, aunque estaba asintomática, resultó positiva, y se le impuso una cuarentena hasta el 31 de diciembre pasado. Cada vez que hablaba por teléfono con su madre, la niña lloraba.

La situación me ha traído a la memoria la bellísima canción de Lou Reed The Kids, de su álbum más siniestramente bello que es Berlín (1973), un auténtico descenso a los infiernos. Lou canta con cierta contención, la guitarra no permite presagiar la tragedia explosiva del último tramo del tema, con el llanto real de los niños.

Cuenta la historia de una madre a la que le quitan la custodia de sus hijos porque decían que no era una buena madre, que era una prostituta y una drogadicta a quienes los servicios sociales del Estado le quitan la custodia de los hijos. Desgarrador final con el llanto de los niños llamando a gritos a la madre.