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lunes, 20 de marzo de 2023

Un cuarto de millón de muertos antes de tiempo (en el Reino Unido)

    El veterano semanario británico The economist, que se considera a sí mismo free thinking for free thinkers, es decir, 'librepensamiento para librepensadores', ni más ni menos, lo que no es poco, pero no es verdad -en todo caso, 'liberal' en el sentido económico y político del término, pero no 'libre', ni 'pensamiento' tampoco-, da el siguiente dato escalofriante: entre 2012 y 2022 setecientos mil británicos murieron antes de la cuenta, es decir, antes de lo estadísticamente esperado. 
 
    Gran Bretaña habría visto que la esperanza de vida de sus súbditos y contribuyentes se habría ralentizado, estancándose y afectando a todos los grupos de edad, y especialmente a los más pobres, no sólo a los ancianos. Afirmar que la esperanza de vida disminuye en los más pobres y aumenta en los más ricos, como hace la revista, es descubrir el Mediterráneo, sobre todo cuando hemos visto, y estamos viendo, cómo los pobres se empobrecen más y los ricos se enriquecen más debido a la carestía de la vida.

  
 La esperanza de vida disminuye en los pobres y aumenta en los ricos.
 
    No se trata solo de la crónica de las muertes anunciadas de la pandemia, y de los retrasos de la atención médica y social debidos a las medidas implementadas contra el virus coronado, por no hablar de las muertes relacionadas con la inoculación, que The economist no menciona ni siquiera de pasada como dato anecdótico, sino de un fenómeno multicausal iniciado mucho antes, que explicaría de este modo la sobremortalidad o exceso de muertes que se están produciendo ahora mismo y observando. Normalizan, por así decirlo, las muertes inesperadas en todos los grupos etarios afirmando que son normales desde hace una década, y se deben a múltiples causas, no sólo a la pandemia y sus secuelas. 
 
     Así pues, después de eliminar de un plumazo casi medio millón de muertos atribuibles supuestamente a la pandemia -entre los que hay que incluir también los protocolos implementados contra ella, pero ahí no se moja la revista-, del número inicial de las 700.000 almas, aún quedarían un cuarto de millón de muertes inexplicables. 
 
     La revista hace un análisis comparativo con los Estados Unidos, donde la esperanza de vida se ha reducido aún mucho más que en el Reino Unido en los últimos años, dado que han aumentado las “muertes por desesperación” (deaths of despair, literalmente) a causa de las drogas, el alcohol y los suicidios. Lo mismo sucedería en Escocia, donde las muertes por drogas se han cuadruplicado en una década en relación con Inglaterra y Gales, destacando Dundee como la capital europea actual de muerte por drogadicción. 
 

 Portada del 11 de marzo de 2023 de The economist.

    Las largas esperas hospitalarias y la crisis de la atención primaria con los consiguientes retrasos de la atención médica podrían explicar el exceso de muertes pospandémicas, pero no las anteriores a la pandemia. Los británicos más pobres tienen un 20 por ciento más de probabilidades de que se les diagnostique cáncer demasiado tarde, cuando la enfermedad es más compleja y costosa de tratar. Una solución sería la de abrir más centros de diagnóstico. 
 
     Algunas afirmaciones resultan harto discutibles desde un punto de vista estrictamente científico y médico como la siguiente que se desliza alegremente en el artículo que comentamos: “También sería bueno recetar más estatinas(!) para aquellos en riesgo de ataque cardíaco o accidente cerebrovascular”. 
 
    Las personas son responsables de sus propias decisiones, pontifica el semanario, pero las intervenciones de salud pública, desde las vacunas -incluyendo en esta denominación las inoculaciones experimentales que no son propiamente 'vacunas'- hasta los programas contra el tabaquismo y la pérdida de peso, pueden mejorar las cosas.
 
    Gran Bretaña, concluye el artículo, hizo todo lo posible tratando de evitar la muerte precoz de sus ciudadanos durante la pandemia, que puede darse por concluida, pero no ha solucionado el problema de las muertes prematuras. ¿Por qué será?

sábado, 25 de febrero de 2023

El papel de la prensa (2)

   Un protocolo aplicado en algunas residencias de mayores recomendaba la suministración de dos medicamentos, morfina y midazolam, a los enfermos que padecían insuficiencia respiratoria, unos fármacos que jamás deben usarse en pacientes que pueden respirar por sí mismos aunque les falte un poco el aire, porque lo que hacen es dificultar aún más su respiración. Estos medicamentos agravaron su problemática y condujeron a muchos a la sedación paliativa y a la muerte. 

 

    Estos ancianos no murieron bajo los efectos de un virus presuntamente asesino, sino de los protocolos impuestos desde arriba por un supuesto comité anónimo de esperpénticos expertos. Afortunadamente, estos protocolos fueron ignorados en la mayoría de los geriátricos españoles. De los dos millones de ancianos, en efecto, que había en dichos establecimientos cuando comenzó la psicosis de histeria colectiva virocoronal, murieron durante aquella primera ola “solo” treinta mil. Pero algunas, si no muchas, de esas muertes podían haberse evitado si no se hubieran aoplicado los protocolos, es decir, las órdenes de arriba.

    La consigna de salvar vidas a toda costa condujo a la inmolación de muchas que podían haberse salvado. Las muertes de los protocolos contra el virus pasaron a contabilizarse como muertes debidas al virus asesino, con lo cual crecía la alarma. 

    Sin embargo, ahora que están muriendo, según las estadísticas oficiales, más personas que entonces, los medios callan vergonzosamente. Este exceso de mortalidad que estamos padeciendo en casi todos los países occidentales con altos niveles de inoculación anticoronaviral no es noticia porque no  interesa ni política- ni económicamente. Por eso los medios callan. Los esperpénticos expertos, negacionistas ellos, no dicen nada, están estudiando el problema sin alcanzar un consenso científico de una realidad que ya no pueden negar.

    Si los políticos o los medios de (in)formación afines abordan el problema, atribuyen el exceso de muertes a cualquier causa, es decir, a cualquier cosa, no en vano nuestra palabra patrimonial "cosa" procede del cultismo latino "causa". Achacan las muertes al calor, al frío, a la falta de ejercicio y la vida sedentaria, o al exceso de ejercicio, en el caso de los deportistas profesionales que fallecen súbitamente en competiciones o entrenamientos y no llegan a ingresar  en los hospitales... El problema de esta sobremortalidad que estamos experimentando ahora es precisamente que el exitus (letalis) no llega a registrarse en los hospitales, sino en todo caso en las funerarias, que no dan abasto, porque suelen ser muertes repentinas, súbitas, de personas que no estaban enfermas pero caen fulminadas súbitamente por el rayo.  


sábado, 29 de octubre de 2022

"Nos va la vida en ello"

    Los predicadores radiofónicos, como esta periodista Àngels Barceló de la Sociedad Española de Radiodifusión, la SER, que es "la progre” porque la otra emisora, la COPE, la Cadena de Ondas Populares Españolas, es "la carca", la de los obispos, según dicen las almas cándidas que todavía hacen tales distingos, publican desde sus púlpitos mediáticos el dogma de la verdad científica dando pábulo al alarmismo y a la intolerancia o tolerancia cero, como prefieren ellos decir, porque es políticamente más correcto el cero a la derecha que incluir la negación en la respetable palabra tolerancia -'casas de tolerancia' eran antaño los prostíbulos. En medio de su sermón, suelta lo siguiente: quien niega la evidencia científica debería estar excluido de la conversación y del debate público. Ojo a los dos términos de esta excomunión: no sólo habría que excluir al que niega la evidencia científica del debate público, sino también de la conversación, es decir del trato privado y personal.


     Esta periodista ya apuntaba maneras cuando desde su púlpito radiofónico hacía campaña y predicaba a favor de la industria de la farmacopea y cacareaba que no vacunarse era una mezquindad y no “un acto de libertad individual” porque si un no-vacunado se infectaba -y es más fácil que lo haga, apostillaba ella en su supina ignorancia-, se convierte en un peligro para todos. Y ponía la siguiente comparación que, vista desde ahora, se podría volver más bien contra los vacunados que contra los no vacunados, cambiando solo la sustancia que es objeto de la ingesta: “Algo así como el que coge el volante después de haber bebido”. 

 

    Las almas cándidas que escuchan con devoción estas monsergas radiofónicas que consideran laicas -algunas pretenden desintoxicarse de las imágenes de la televisión escuchando religiosamente la radio, como si las palabras pronunciadas -y leídas, porque han sido previamente escritas- fueran más inocentes y menos fidedignas o dignas de fe que las imágenes pornográficas de la pequeña pantalla- no perciben cómo configuran una comunidad de fieles creyentes en las sagradas escrituras de los estudios científicos de los expertos. Así comienza el sermón de Barceló del otro día:

    “Hola. Muy buenos días. El cambio climático nos está matando. Esto no es sólo una alerta que lanza Naciones Unidas, es una realidad ya que se desprende de un exhaustivo estudio llamado The Lancet Countdown, elaborado desde 2016 y cuya conclusión es demoledora. Son los peores hallazgos encontrados hasta el momento. “El cambio climático -dice el estudio- está socavando cada vez más los pilares de la buena salud y está agravando el impacto de la pandemia del cóvid.” No es un estudio futuro, es un estudio de lo que ya se percibe.

    La periodista predicadora, como puede verse, hace uso de la Sagrada Escritura, que es un estudio científico de la prestigiosa y desprestigiada revista The Lancet, avalado por numerosos expertos en la materia de la Iglesia del Árbol de la Ciencia, publicado el martes 25 de octubre aquí y aquí, y lo hace para avalar la realidad, y no la simple alerta, del dogma del cambio climático que es, eso y no otra cosa, lo que nos está matando.

     Escuchen este dato: “Las muertes relacionadas con las olas de calor, consecuencia de los efectos del cambio climático, como lo son también fenómenos como las inundaciones o las grandes sequías, bueno, las muertes relacionadas con el calor entre los mayores de 65 años han aumentado un 68% en el período comprendido entre 2017 y 2021.” Como ven además, los efectos del cambio climático también tienen especial impacto entre los más vulnerables por edad, los mayores, lo acabamos de escuchar, y por países, porque todos estos fenómenos de los que hablaba afectan también a la seguridad alimentaria, a las cosechas, a los alimentos básicos que cada vez escasean más en muchos puntos del planeta.” 

     Atención al dato, que está incompleto. La periodista omite, cuando cita la conclusión del estudio -su labor de divulgación se limita a citar sesgada la conclusión- que el aumento se establece en comparación con el período que va del año 2000 al 2004. Se dice literalmente allí: "Los daños a la salud de la exposición al calor extremo están aumentando, afectando la salud mental, socavando la capacidad para trabajar y hacer ejercicio, y dando como resultado muertes anuales relacionadas con el calor en personas mayores de 65 años que aumentaron en un 68 % entre 2000–04 y 2017–21." Notemos cómo la periodista al citar este estudio pasa por encima con suma delicadeza la sobremortalidad que se está produciendo en este año 2022, que se podría decir que es la quenos está matando aquí y ahora y que podríamos achacar también al cambio climático, claro está, como a otros factores que podrían explicarla tales como las inoculaciones masivas que comenzaron a producirse a partir de 2021 precisamente.  Eso no se discute, porque atención a lo que viene ahora.

    Y si con todo esto todavía hay alguien que no lo quiere ver, alguien que niega la evidencia, que les aseguro que los hay, ustedes ya saben quiénes son, pues estos deberían estar excluidos de la conversación y del debate público, porque no se trata del contraste de opiniones de diferentes puntos de vista. Con los efectos del cambio climático ya no hay debate. Y ante la provocación de quienes lo alimentan, la respuesta debería ser la indiferencia.

    En nombre de la Ciencia, la predicadora excluye, porque está en posesión de la Verdad, avalada por la Sagrada Escritura de los expertos, a los que niegan la evidencia, o sea la Fe, y quienes fomentan un debate están alimentando una provocación...

    Esto es muy serio, la verdad, porque además en el mismo estudio <volvemos a la Sagrada Escritura> se nos advierte de la relación de lo que está pasando con los combustibles fósiles y aquí señalan a gobiernos, que se resisten a la transición hacia energías no contaminantes y siguen apostando por la extracción y quema de combustibles fósiles, y subvencionando el gas, el petróleo o el carbón. Es verdad que en este siglo vamos de emergencia en emergencia, pero ya no se puede aparcar más la emergencia del cambio climático. Debe formar parte del debate político y debe ser una prioridad para los dirigentes del mundo entero y para nosotros también. Debemos modificar mucho muchos de nuestros hábitos y acostumbrarnos a que las cosas no pueden ser como antes ni se puede dar pábulo o altavoz a los que lo nieguen. Nos va la vida en ello. 

 

    Decir que nos va la vida en ello es decir que nos va la salvación en ello. Resulta curioso cómo se contradice la predicadora cuando dice que la emergencia climática “debe formar parte del debate político” cuando, por otra parte estaba diciendo que con los efectos del cambio climático ya no hay debate.