jueves, 24 de octubre de 2024
La banalidad de la gripe
viernes, 11 de octubre de 2024
¿Dos pinchacitos de nada, uno en cada brazo?
miércoles, 27 de septiembre de 2023
'La pirola'
La nueva super-variante Pirola, cuyo nombre científico es BA.2.86, difícil de detectar ya que si por algo destaca es por su asintomaticidad, fue detectada sin embargo por primera vez el pasado mes de agosto en siete países distintos: Dinamarca, Israel, Reino Unido, Suiza, Tailandia, Estados Unidos y Sudáfrica. Enseguida cundió la alarma.
Cuando parecía que la OMS ya no recurría a las letras del alfabeto griego, resulta que no es así, ya que detrás de la ómicron, como se sabe, viene la pi -la famosa letra del número pitagórico- y después de la pi viene la ro, y claro con los dos monosílabos juntos, añadiendo un sufijo final ya tenemos un nuevo palabro con más empaque: pi-ro-la, que resulta que es también el nombre de un asteroide de nuestro sistema solar, no lejos (relativamente claro) de Júpiter, descubierto en 1927, al que se le puso el nombre de Pyrola (cuyo nombre científico es núm. 1082), porque era el nombre genérico de unas treinta y tres especies de plantas ericáceas, un nombre que deriva del latín pirum, mejor que pyrum, que significa "pera", por la forma de sus hojas como peras.
A mí el nombre de esta variante me produce bastante risa floja, la verdad sea dicha, como a la mayoría de gallegos que pululan por el vasto mundo, porque en Galicia es uno de los nombres de la pilila, que dicen los niños, o de la picha, con palabra más adulta, y me recuerda la inolvidable canción que cantaba Siniestro Total en los ochenta: Ayatola, no me toques la pirola, y que podríamos ahora reeditar y dedicársela a los ayatolás y mulás de la Organización Mundial de la Salud.
¿Qué dice la ciencia menos prostituida a los intereses de la gran farmacopea? Pues que cuanto más contagiosa se vuelve una variante, menos peligrosa es. La hipótesis de una infección viral que busca perpetuarse, contaminando y no matando al mayor número de huéspedes, es generalmente asumida dentro de la comunidad científica. El virus se ha vuelto cada vez menos virulento, más inofensivo. Sin embargo, se está afianzando la idea de que el número de “reinfecciones” puede provocar un problema de salud pública general, fomentando así otra vez el miedo y el alarmismo al dar a entender torticeramente que la nueva variante podría causar repentinamente una gran mortalidad.
Hay muchas pociones mágicas compradas que no se han inyectado todavía y que hay que poner para justificar su millonaria adquisición. La autoridades sanitarias atribuyen el fin de la pandemia a dichas pociones mágicas, que, según ellas, han salvado vidas, como si cuando se acaba la epidemia de gripe estacional de todos los años le atribuyéramos su final a la vacunación antigripal. Es la falacia lógica del "post hoc, ergo propter hoc" (después de esto, luego por causa de ello), que consiste en asumir que hay una relación causal en el hecho de que una cosa suceda tras otra "como si el canto del gallo provocara la salida del sol", como escribe Juan Gérvas.
Eso les sirve a las autoridades sanitarias gubernamentales para no rendir cuentas, no examinar los daños, no compensar por los efectos adversos provocados, cuando sabemos a cien cierta que las inoculaciones no evitan casos, no impiden la transmisión de la enfermedad, no producen inmunidad de grupo, no disminuyen las hospitalizaciones ni la mortalidad y conllevan graves efectos adversos en las personas Y callan, como putas, sobre el confinamiento.
Además, ya se sabe, la vacuna de la enfermedad del virus coronado ha servido para promover la desprestigiada de la gripe. Ahora quieren ponérselas juntas ambas a las embarazadas, a las que no se les puede dar ni una triste aspirina, a los niños y a los viejos. Y es que van a por los niños y a por los viejos, está clarísimo. Ninguno de los dos sueros vale para nada bueno, y sí para mucho malo. Son experimentos fallidos, porque sus daños son ciertos y sus beneficios muy dudosos. Además, advierte Juan Gérvas, la inoculación simultánea o coadministración que las autoridades pretenden ahora para los menores y los mayores, niños y viejos, puede multiplicar el riesgo de ictus isquémico o, lo que es lo mismo, infarto cerebral.
lunes, 6 de febrero de 2023
Al catarro dale con jarro
Resulta instructivo comprobar cómo la publicidad antigua -hoy sería impensable el caso- de una bebida alcohólica se presenta como "un arma bien dirigida", en concreto como una bomba saludable, contra la gripe, simbolizada por un tipo de raza asiática con un sombrero cónico vietnamita. La bebida referida es un brandi, que es el aguardiente que se obtiene de la destilación del vino añejado en toneles de madera. La palabra brandy es término inglés, que a su vez es préstamo del neerlandés brandewijn, que significa en esa lengua "vino quemado". Esta bebida tiene una gradación alcohólica bastante más alta que el vino, rondando entre los 36 y 40 grados, y entre los brandis destaca el famoso coñac, que tiene denominación francesa por su origen. La botella del brandi se presenta a su vez como la mejor defensa contra la amenaza de la gripe.
Hemos visto cómo una gripe vulgar y corriente -nos dijeron que era otra cosa, una enfermedad desconocida y nueva en el mundo, además de mortal- ha paralizado prácticamente todo el planeta durante casi tres años consecutivos, ordenando confinamientos, cuarentenas, toques de queda, uso obligatorio de mascarillas, distancias de seguridad, pasaportes de vacunación y una infinidad de protocolos y controles que, para colmo de males, no han servido para nada bueno, y que además no consiguieron su objetivo. Por eso quieren ahora resucitar, entre otros, el fantasma obsoleto H5N1 de la Gripe Aviar.
El doctor Herbert M. Shelton (1895-1985), autor entre otras obras de "Rubies in the Sand" (1961), que se retituló "The myth of medicine", obra publicada post mortem en 1995 en la que se incluyó además material inédito, ya escribió un artículo en 1940 sobre la gripe, titulado técnicamente Influenza, donde dice, entre otras cosas, lo mismo que la sabiduría popular: que el remedio es peor que la enfermedad: Médicos y pacientes rara vez se dan cuenta de hasta qué punto el tratamiento es responsable del aumento y la prolongación del sufrimiento y la muerte.
Afirma el autor que cuando se tiene un resfriado severo, una gripe o una neumonía, lo que hay que hacer en primer lugar es dejar de comer. No hay que tomar ningún alimento, pero sí agua, hasta que desaparezcan los síntomas agudos. No se debe tomar ningún medicamento. Lo que hay que hacer es lo que el cuerpo pide: meterse en la cama y descansar: descanso, ayuno y calor. En estas condiciones y siempre que haya aire fresco en la habitación, el cuerpo se recuperará sin medicamentos de temibles efectos secundarios, complicaciones ni secuelas.
No se necesita tratamiento. La fiebre, la inflamación, la tos y demás síntomas indican que estamos en proceso de curación. En el citado artículo Shelton planteaba dos preguntas que deberíamos todos formularnos: ¿Cuánta fe en la efectividad de las vacunas nos ha inculcado la industria farmacéutica -recordemos el cacareado lema de que "salvan vidas" y, hablando del pasado, "han salvado millones de vidas"-, más atenta a sus cuentas bancarias que a nuestra salud, porque lo que a ella le importa no es curar al paciente sino hacer crónica su enfermedad y convertirlo en un cliente asiduo y así fidelizarlo? ¿Cuántos de nosotros hemos sido adoctrinados para pensar que para que nuestro cuerpo esté protegido necesitamos todo tipo de medicamentos y vacunas y para que desconfiemos de nuestra natural inmunidad?
jueves, 6 de octubre de 2022
"Un poco de gripe"
Había publicado el otro día el Jefe del Ejecutivo, como dicen los periodistas, o “Representante gubernamental de España”, como prefiere autodefinirse él en su perfil de Tuíter, la red social del pajarito que pía y que yo no suelo frecuentar, a los cuatro vientos el 25 de septiembre en su cuenta el siguiente mensaje: “Esta mañana he dado positivo en #COVID-19. No podré estar hoy junto a @salvadorilla y todos los compañeros y compañeras de @socialistes_cat en Gavà. Feliz #FestaDeLaRosa. Continuaré trabajando extremando las precauciones.”).
Disculpaba así su ausencia en un acto público debido a que extremaba las precauciones porque había dado positivo en ¡#COVID-19!
Me llamó la atención el lema que había elegido para presentar su perfil de “Gobernamos contigo”, que me recordaba a mí a aquel lejano eslogan deportivo de la dictadura "contamos contigo", expresando una idea de co-gobernanza o co-gobierno, como si el Presidente del Gobierno de ¡#España! (¿Quién será esta señora?) quisiera dar a entender que él no era más que uno más, que gobernaba junto con los restantes diecisiete presidentes autonómicos de las taifas españolas, o, más en general, con todos los españoles (¡y las españolas!, no vayan a sentirse excluidas de su gabinete de gobierno), es decir con todos los votantes y contribuyentes.
Pero lo que más me ha llamado la atención es este vídeo revelador como él sólo que me envían en el que comienza disculpándose por no estar de forma presencial, sino a través de una pantalla, debido a que "la" COVID-19 -¿Quién será esta otra señora?- se lo impide. Acto seguido declara, para no preocuparnos, que está bien “solo con un poco de gripe”. Es decir que la famosa #COVID-19 que le impide estar de forma presencial en un acto público y que le obliga a extremar las precauciones para -se supone- no contagiar a los demás, no es más que “un poco de gripe”, o sea, una vulgar influenza o catarro de toda la vida.
Estaba el presidente, no sé si voluntaria- o involuntariamente, gripalizando la otrora terrible #COVID-19, quitándole importancia, trivializándola y minimizándola. Era este el movimiento contrario al que hemos asistido durante los dos largos años de la pandemia que se sacó la OMS de la manga para lucrar a la mafia de la industria farmacéutica que consistía en la covidización -se inventaron hasta el palabro- de la gripe de toda la vida, esa que se curaba con tratamiento médico en una semana y en siete días sin el médico.
Como
diría Macbeth en la lengua de Shakespeare a otro propósito que aquí
no viene a cuento, pero que no deja de venir al caso sangrante que nos ocupa del miedo que nos metieron en el cuerpo y en el alma y que nos ha confinado bajo arresto domiciliario, alejado de nuestros amigos, familiares y del resto de la gente, restringido la movilidad nocturna, enmascarillado en interiores y exteriores, y empujado a vacunarnos porque se nos exigía el código QR del certificado correspondiente para poder viajar o poder entrar a un bar o restaurante y hasta para trabajar y ganarse el pan a algunos: «A tale told by an idiot, full
of sound and fury, signifying nothing » (Un cuento contado
por un idiota, todo estruendo y furia, y sin ningún sentido).