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sábado, 3 de junio de 2023

¿Futuro? ¡No, gracias! (y II)

    El poeta hispanorromano Marco Valerio Marcial ha tratado en otro de sus epigramas el viejo tópico horaciano del "carpe diem": en el número 15 del libro primero,  dedicado a su viejo y entrañable amigo Julio,   que está a punto de cumplir los sesenta años y que, a pesar de su avanzada edad, no ha vivido la vida,  porque siempre ha pospuesto los gozos -gaudia non remanent sed fugitiua uolant-, unos gozos que no permanecen, sino que vuelan huidizos en aras de un porvenir que nunca llega. Podría titularse "Esperando el porvenir", como aquella copla que popularizó Carmen Martín Gaite en el título de uno de sus ensayos: "Sentaíto en la escalera, / sentaíto en la escalera, / esperando el porvenir / y el porvenir que no llega."


 Julio, el mejor de mis muchos amigos y más entrañable,
si algo la lealtad     vale de vieja amistad,
ya casi sexagenario, pues poco te falta, y no obstante
cuenta tu larga edad     vida poquísima aún.
No pospongas a bien lo que veas que pueden negarte.
Sólo por tuyo ten     lo que pusiste en tu haber.
Cuitas te aguardan y larga cadena de pena acuciante.
No permanece ningún     gozo, volando se van.
Julio, atrápalos pues con tus manos y dales alcance,
que huyen con todo así     de íntimo abrazo también.
Créeme, no es decir "Viviré" propio de alguien que sabe.
Vida que está por vivir     llega muy tarde. Vive hoy. 



O mihi post nullos, Iuli, memorande sodales,
si quid longa fides canaque iura ualent,
bis iam paene tibi consul tricensimus instat,
et numerat paucos vix tua vita dies.
Non bene distuleris uideas quae posse negari,
et solum hoc ducas, quod fuit, esse tuum.
Expectant curaeque catenatique labores,
gaudia non remanent, sed fugitiua uolant.
Haec utraque manu conplexuque adsere toto:
saepe fluunt imo sic quoque lapsa sinu.
Non est, crede mihi, sapientis dicere 'Viuam':
Sera nimis uita est crastina: uiue hodie
.

miércoles, 31 de mayo de 2023

¿Futuro? No, gracias. (I)

    El poeta bilbilitano Marcial  plantea en este epigrama (el núm. 58 del quinto libro de sus Epigrammata) una variación sobre el tópico del "carpe diem". Está dedicado a un tal Póstumo, que aunque puede valer como nombre propio de una persona, no deja de ser también un nombre común significativo, en concreto un adjetivo que quiere decir último, postrero, superlativo como es de post 'después', y que puede servir para designar a cualquiera que posterga o pospone su vida a título póstumo para el incierto día de mañana:


Dices que vas a vivir mañana, Póstumo, siempre.
Ese mañana, di,     Póstumo ¿cuándo vendrá?
¿Cuán lejos, dónde está ese mañana? Y ¿en dónde se logra?
¿Se halla en Persia tal vez      o en los armenios quizá?
Tiene ya ese mañana los años de Príamo o Néstor.
Ese mañana, di,     ¿cuánto te puede costar?
¿Vas a vivir? Para eso ya es tarde, Póstumo, ahora:
Sabio es aquél que vivió,     Póstumo, el día de ayer.


 Cras te uicturum, cras dicis, Postume, semper.
Dic mihi, cras istud, Postume, quando uenit?
Quam longe cras istud, ubi est? aut unde petendum?
Numquid apud Parthos Armeniosque latet?
Iam cras istud habet Priami uel Nestoris annos.
Cras istud quanti, dic mihi, possit emi?
Cras uiues? hodie iam uiuere, Postume, serum est:
Ille sapit, quisquis, Postume, uixit heri.

(Marcial, libro V, 58)

    Nótense las veces que se repite "cras" (mañana) en el poema original: nada más y nada menos que siete veces (cinco en mi traducción). Es un adverbio que significa "mañana" en latín. En inglés se conserva esa palabra fosilizada en "procrastination", que es la acción de dejar las cosas para mañana. Veo que la Real Academia Española ha adoptado el verbo "procrastinar" con el significado de diferir y aplazar, supongo que como anglicismo; un anglicismo en todo caso de origen latino.


    Lo que nos aconseja la tarjeta stop procrastinating and start working en la lengua del Imperio es que dejemos de aplazar las cosas para mañana -"no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" dice nuestro refranero- y que comencemos a trabajar; lo que nos dice Marcial, mucho más bonito que eso que circula por la Red, es que dejemos de aplazar la vida para el incierto día de mañana y que comencemos a vivir -no a trabajar- ahora. 

    Lope de Vega tal vez se inspiró en el epigrama de Marcial que comentamos cuando compuso aquel célebre verso "siempre mañana y nunca mañanamos" del soneto amoroso en que se quejaba de la dilación de su esperanza y que comenzaba: "Tanto mañana y nunca ser mañana". 

 

     No digamos nunca “Seré...”. No existe eso de haber de ser, de ir a ser, de tener que ser: o eres o no  eres. Ser o no ser, esa es la cuestión. No dejemos que intervenga el tiempo, que éntre el futuro en nuestras habitaciones mientras la casa, que está toda ella en llamas, se quema irremediablemente. Salgamos ahora mismo.   

    No digamos nunca, aconseja Marcial, “Mañana seré feliz, mañana tendré éxito, mañana se producirá la revolución y el mundo será un lugar más hermoso”. Mañana es nunca porque mañana, igual que ayer, es una palabra que sólo significa una cosa: ahora no.

    Así que no tenemos futuro, porque el futuro es la muerte y a nosotros nos queda todavía mucha cuerda, ahora mismo, para seguir dando guerra por delante.
  

miércoles, 24 de mayo de 2023

"Nu hai juturu"

    “Nu hai juturu”. Al parecer así se diría en cántabru, "No hay futuro", según Ángel Marín, investigador y activista por los derechos lingüísticos del pueblo cántabro, que escribía en Eldiariocantabria el 2 de mayo de 2023 un artículo en castellano titulado “Ensin augua nu hai juturu”.

    No voy a entrar en el tema que plantea de que sin agua no hay futuro, pero sí me quedo con la frase que da título a su artículo, y que amplía escribiendo en cántabru: "Ensin augua nu hai juturu, ni lu brá tampocu’n denguna parti del mundu”. Lo único que le reprocho es que sustituya, como hacen ordinariamente los políticos o ejecutivos de Dios, que es el Estado y es, a la vez, el Mercado, la vida por el futuro, o por el juturu, como él prefiere decir y que sería lo mismo pero en cántabru, cuando dice que sin agua no hay futuro. Sospecho yo que lo que quiere decir es que sin agua no hay vida, cosa que todos sabemos, pero mete la bicha del juturu para justificar la invención de una lengua.

    Lo mismo le sucede a la revista digital Mogura, el "mediu d’espresión de la mozandá revolucionariu cántabru" (sic, por la concordancia del femenino abstracto 'mozandá' con el neutro de materia), donde leemos que "nel sistema capitalista español nu hay juturu", cuando lo que quieren decir, supongo yo, es que en el sistema capitalista español no hay vida, porque otra cosa no habrá, pero futuro desde luego sí que hay, y mucho, desgraciadamente; es más, es lo único que hay.

    Esto me trae a la memoria aquella copla goliardesca que compusimos en cántabru precisamente inspirada en una pintada callejera que lo fiaba todo al futuro: Lo impusibli / es pusibli: / el cántabru medrará / ensin frenu, / mui de llenu, / nun juturu cuajará.

    Habida cuenta de su parecido con el castellano, habría que decir que esta lengua milenaria que es el cántabru sería hermana suya, así como del gallego y del catalán, es decir, sería una lengua hija del latín. Una prueba irrefutable la constituiría el mantenimiento de la vocal latina final -u, que en castellano se abrió en -o, salvo muy pocas excepciones cultas como espíritu, tribu e ímpetu, que son voces de origen latino pero que conservan su terminación por influencia culta de la escritura, y que en cántabru se habría mantenido, como vemos en los ejemplos que propone Marín: lu, juturu, tampocu, mundu. Lo que más me extraña, sin embargo, es que eso mismo le haya sucedido a la negación latina NON, que en castellano quedó reducida a NO, acabada en -o que en cántabru, al parecer, se habría cerrado en -u, como se hace en castellano con la o disyuntiva, que pasa a -u cuando va seguida de palabra que empieza precisamente por -o: salvo error u omisión.

    Nunca he oído en Cantabria, y en Asturias tampoco, a nadie que queriendo negar algo diga “nu” o nun en vez de “no” o “non” como se dice en asturiano (en algunos bables se oye "ño" o "ñon"),  lo que me hace pensar que el cántabru que escribe Marín y cía no deriva del latín propiamente dicho, sino del castellano más bien, por lo que estamos no conservando una lengua milenaria sino inventándola al convertir por decreto ley todos los finales castellanos terminados en -o en -u, y todos los acabados en -e en -i (parti, por ejemplo, en vez de parte en su ejemplo), con lo que estamos invirtiendo lo que en realidad pasó: la -u átona latina final se conservaría en cántabru, configurándose este fenómeno fonético como seña de identidad lingüística, no pasaría a -o como en castellano; pero el problema viene con la negación: non, que nunca fue *nun en latín, por lo que malamente pudo conservarse la -u.    

lunes, 28 de noviembre de 2022

"No es nuestro futuro"

    Animan desde la página “notourfuture.org” a elegir y denunciar un aspecto malo del futuro que nos preparan y comentar por qué lo criticamos, y finalmente dejar alguna constancia de que “Ese no es nuestro futuro”.


    Sugieren que hagamos un vídeo explicándolo y lo compartamos a lo largo y ancho de nuestras redes sociales. Aunque no están mal iniciativas como esta de denuncias del cambiazo que quieren darnos a cuenta del futuro, a mí me gustaría resaltar que no hay que elegir ningún aspecto malo del futuro que se nos vende para criticarlo, sino que es el futuro que se nos vende todo él malo de por sí y por esencia, porque no hay ningún futuro bueno, porque el futuro no es otra cosa más que la muerte del presente, el futuro es lo que nos mata aquí y ahora mismo, por eso cualquier futuro es malo, cualquier futuro por muy halagüeño y del color de rosa que nos lo pinten es un dios siniestro que exige el sacrificio sangriento de nuestra vida en sus altares.

    En ese sentido me uno yo a esa iniciativa y grito efectivamente: Ese no es nuestro futuro. No queremos ningún futuro. No nos hace ninguna falta, sino todo lo contrario: nos sobra.

    Bob Moran, cuyas ilustraciones hemos metido a veces en este arcón, nos regala esta imagen, donde un hombre, una mujer y un niño huyen del futuro que se les prepara, un futuro que no está por venir, sino que ya está aquí:


     No tenemos por qué aceptar ningún futuro: no, ni ese ni ningún otro, es nuestro futuro. Ya lo dijo Horacio, el más clásico de los líricos latinos: quid sit futurum cras fuge quaerere:  Lo que ha de ser mañana no indagues tú.

 

lunes, 26 de septiembre de 2022

Perteneciendo al futuro

    Hablando el otro día con un amigo, recordábamos a propósito de la irrupción en la vieja Europa del nazismo, la espléndida película musical de 1972 de Bob Fosse titulada Cabaret

    En el Berlín alegre de entreguerras de los años treinta tiene lugar una historia de amor entre la bailarina Sally Bowles, papel que protagoniza Liza Minnelli, y un estudiante inglés llamado Bryan Roberts, encarnado por Michael York, con el trasfondo del auge político del partido nacionalsocialista alemán. 

    Uno de los números musicales más celebrados del filme es, sin duda, aquel Money, money, que repite Money makes the world go round, y constata la importancia del poderoso caballero y dios verdadero que es don Dinero: Un marco, un yen, un dólar o una libra, / un dólar o una libra, / un dólar o una libra / es todo lo que hace que el mundo gire alrededor. / Ese sonido de tintineo metálico / puede hacer que el mundo gire alrededor. Resulta curiosa en la enumeración de las monedas cómo el marco alemán, un siglo después, ha desaparecido, sustituido por el euro en el ámbito de la Unión Europea, que absorbió las viejas monedas nacionales como el franco francés, la lira, la peseta, el escudo, la dracma..., mientras que la libra, el dólar y el yen citados persisten todavía.


     Un momento estremecedor de la película que recuerdo es aquella escena en una cervecería alemana al aire libre donde un adolescente rubio y de ojos azules, de aspecto angelical, se levanta y comienza a cantar a toda la concurrencia lo que parece una inocente melodía cuya letra evoca imágenes de  un sol cálido y veraniego en  una pradera y un ciervo que corretea libre por el bosque, hasta que en medio de idílicas visiones un susurro dice: Alzaos, alzaos...  
 
    Y se le pide a la Patria, la tierra del Padre, entonces, que dé la señal de apoderarse del mundo: Patria, patria, muéstranos ya la señal / que tus hijos han esperado ver. / El amanecer llegará cuando el mundo sea mío. / El mañana me pertenece, / el mañana me pertenece / el mañana me pertenece a mí. Poco a poco se van uniendo más voces de los presentes.

     Al comienzo sólo se ve el rostro de una pureza angelical en primer plano, pero la cámara va mostrando lentamente que el adolescente, que encarna la juventud, lleva uniforme militar, y una cruz gamada en el brazo izquierdo. Al final de la canción se colocará la gorra y hará el saludo fascista. La inocente balada se ha convertido poco a poco en un himno nazi que hace que prácticamente todos los adultos y jóvenes presentes se levanten y coreen la canción formando una masa homogénea.

    Finalmente todos con el brazo en alto y la palma abierta hacen el saludo fascista. Sólo un anciano permanece sentado, expresando su desacuerdo con el siniestro futuro que anuncia la canción, que repite el estribillo una y otra vez: tomorrow belongs to me: el mañana me pertenece a mí. El mañana, es decir, el futuro. 

    Pero dándole la vuelta a ese estribillo: si el mañana me pertenece a mí, yo pertenezco al mañana, es decir, al futuro, que es la muerte, y no al presente, que es lo único que hay aquí y ahora. Casi todos los que estaban en la cervecería, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, han formado una masa homogénea, aglutinándose en torno a ese himno que, como cabe esperar de todos los himnos en general y de cualquiera de ellos en particular, no puede augurar nada bueno.

 

viernes, 5 de febrero de 2021

¿Bulo o premonición?

Las agencias de verificación de hechos (fact checkers en la lengua del Imperio) que tanto pululan en estos tiempos son, no me cabe la menor duda de ello, los modernos inquisidores, émulos de Torquemada, que dictaminan desde sus púlpitos mediáticos lo que es verdad y lo que no, la veracidad y la falsedad de las cosas, con lo que acaban falsificando no la realidad, que ya es falsa de por sí, sino la verdad. 

De ellos no se puede esperar que reconozcan honestamente lo que salta a la vista de cualquiera que mire las cosas sin prejuicios ni anteojeras: que la realidad no es verdad. En lugar de eso se dedican a denunciar los bulos, las mentirijillas que, ellas también, sirven para sostener la falsedad de todo el edificio. En lugar de hacer una enmienda a la totalidad, se dedican a parchear denunciando los embustes y supercherías, como veremos a continuación.

Analicemos a tal fin el caso de Walter Molino (1917-1997), un artista gráfico italiano que se ha hecho famoso a título póstumo porque a alguien, a la vista de uno de sus dibujos publicado en la contraportada de la Domenica del Corriere del 16 de diciembre de 1962, se le ocurrió publicar en las redes sociales, que es donde rastrean las noticias los verificadores, que el autor había vislumbrado hace sesenta años lo que iba a suceder en 2022, o sea, el año que viene. 

No les faltó tiempo a los chequeadores para saltar enseguida como víboras y denunciar el supuesto bulo: "Verificadores de datos independientes indicaron que esta información no tiene una base justificada". No analizaron que el hecho de que la imagen se hubiera convertido en viral enseguida era porque estaba bien traída, porque, sin querer ni pretenderlo, denunciaba lo que ya estábamos viviendo nosotros, como a su modo hizo en lo literario Orwell, a raíz de la declaración de la pandemia universal por obra de la Organización Mundial de la Salud, y de la implantación de medidas por casi todos los gobiernos del mundo de distanciamiento social y de aislamiento para evitar el recíproco contagio.


Los detectores de bulos dictaminan que Walter Molino no habló nunca del año 2022, y es cierto. Simplemente propuso una solución al problema de los atascos de tráfico y de los aparcamientos que había en las grandes ciudades: un vehículo individual en lugar de los voluminosos coches que conocemos que como dice Agustín García Calvo "con su cuerpo parecido al caparazón de un caracol" multiplican "por veinte el volumen del individuo". El ilustrador nunca dijo que esto era lo que iba a pasar en el año 2022, sino que publicó esa ilustración como contrapunto de la portada, también obra suya, que reflejaba los problemas del tráfico rodado en una gran ciudad como Nueva York, y como propuesta de solución. Pero veamos, en primer lugar, la portada del semanario, cuyo texto dice así: "La pesadilla de los atascos. En una calle de Nueva York, ya congestionada por la fiebre navideña, al empleado de correos George A. Compton, inmovilizado con su automóvil en un embotellamiento, se le ha ido la olla tras una espera exasperante. Ha salido de su auto, quitado los zapatos, y se ha puesto a subirse al río inmóvil de autos, saltando ágilmente de coche en coche”.


En la contraportada publicó esta otra ilustración como solución a los problemas de tráfico de esa misma calle de la gran ciudad: un vehículo, que denominó “singoletta”, algo así como “singulita”, cuyo texto reza así: "¿Conduciremos así en ciudad? Así podría ser aligerado, si no resuelto del todo, el problema del tráfico en las ciudades; en lugar de los actuales voluminosos vehículos, minúsculos autos unipersonales que ocupan un espacio mínimo y que podrían llamarse “singulitas”. Walter Molino ha imaginado aquí el aspecto de la misma calle de la ilustración de la portada como si se hubiese adoptado a gran escala la nueva solución".


Era una especie de vehículo a medio camino entre el Smart, que en realidad es un tándem o dos plazas ideal para la pareja en la que se funda la institución del individuo, y el Segway, que es el triunfo ya del individuo personal, el dos ruedas eléctrico inventado por Dean Kamen en 2001. De hecho podemos reconocerle a Walter Molino algo: la invención de la singoletta,  que es sin ningún género de duda la abuela del Segway, el patinete eléctrico.

No se puede negar que Walter Molino tuvo una visión futurista. Y es que el futuro no es una cosa de ahora o del año 2022, sino que ha existido siempre. La única forma de aprehenderlo es trasformarlo en pasado porque el futuro llega siempre furtivamente como un ladrón que nos arrebata el presente, tan furtivamente que no nos damos cuenta. Y cuando queremos enterarnos de su llegada, ya es demasiado tarde. Es difícil de definir, de delimitar, de ponerle término o fin, porque no lo tiene: es infinito y por lo tanto inaprehensible. Sólo podemos identificarlo cuando lo convertimos en pasado, cuando lo historiografiamos como hacemos ahora retrospectivamente con la ilustración de Walter Molino, del que no se puede negar que se adelantó al moderno Segway Personal Transporter, proponiendo el encapsulamiento del conductor en una burbuja, a diferencia de este, donde el conductor va a la intemperie expuesto a las inclemencias atmosféricas como puede verse comparando su ilustración con esta fotografía tomada de la realidad: 


viernes, 29 de enero de 2021

"Es tu futuro"

Leo que se convocan 751 plazas de agentes de policía del País Vasco.  El eslogan o grito de guerra para atraer a los incautos está en vascuence: egin zaitez ertzain: hazte policía, o, más literalmente, hazte ertzaina (leído "erchaina" en castellano) o miembro de la Ertzaintza (leído "Erchaincha")
 
El término ertzain etimológicamente significa "vigilante del pueblo" de (h)erri "pueblo, país" y za(i)n "guardián". Ertzaintza es el nombre de la policía vasca como institución y se escribe con mayúscula inicial, mientras que ertzaina, que se escribe con inicial minúscula, es un miembro de esa policía. 

Resulta un poco desalentador que tantos jóvenes acaben formando parte del cuerpo de la Ertzaintza para de ese modo labrarse un futuro, como se decía antaño, que es lo que les promete el Gobierno vasco equiparando el término "futuro" a un buen sueldo y estabilidad laboral, algo que sus carreras y otras ambiciones profesionales no les proporcionan.

Y es que esta oferta de plazas puede ser muy atractiva para un joven que ha estudiado, se ha preparado y lleva años buscando una oportunidad laboral que no le llega, por lo que sigue viviendo con sus padres y dependiendo económicamente de ellos sin ver ninguna luz a la salida de este túnel. Estudiar un año escaso y prepararse físicamente en un gimnasio para, una vez aprobada la oposición, cobrar un buen sueldo y adquirir así una estabilidad económica que les permita hacer vida de adulto, puede ser para estos jóvenes tan goloso, como se suele decir, como una bolsa de caramelos a la puerta de un colegio a la salida de clase.

Lo cierto es que es un caramelo envenenado porque muchos de esos jóvenes están tirando sus carreras profesionales por la borda para acabar siendo algo que, seguramente, nunca habrían querido ser, pero a lo que se resignan porque -a la fuerza ahorcan- creen que es la única manera de abrirse paso en la vida. 


Resulta triste que el país vasco esté desperdiciando de esta manera tanto talento ofreciéndole esa única salida institucional de formar parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado (o de la Comunidad Autónoma, que para el caso es lo mismo).

Los talentos huyen de Euskadi y los que se quedan se malogran, vamos a decirlo así, al unirse a la Ertzaintza, si no acaban dando saltos de empleo precario en empleo precario sin posibilidad de avanzar o engrosando las filas de las largas listas del desempleo.

Sería preferible una Euskadi, y una España, y una Europa y un mundo en definitiva con menos policías y con mucho más personal sanitario, por ejemplo. Pero ese futuro parece que no le importa mucho al Gobierno vasco (ni al español, ni al europeo, ni al mundial). Sería interesante que el País vasco no destacara por ser el lugar de la Unión Europea con más presencia policial más acusada, ya que presenta una ratio de 6,9 efectivos por cada mil habitantes.

 

El cartel del Gobierno Vasco trata de atraer a los jóvenes de ambos sexos, a formar parte de un cuerpo armado donde la mayoría de los componentes que acceden son varones. Un hombre y una mujer jóvenes y sonrientes -lástima que la sombra en los ojos que les produce la visera de la gorra, y que a ella, la verdad sea dicha, le queda un poco grande, que les protege de los rayos del sol les dé un aire sombrío y siniestro-, él un poco más alto que ella (los requisitos de estatura mínima son para ellas 1,60 cm. y para ellos 1,65 cm), y no mal parecidos te sonríen y con su sonrisa te invitan a asegurarte un porvenir ingresando en la policía autonómica del Gobierno Vasco, donde al parecer todavía no es requisito imprescindible el conocimiento del eusquera, por lo que el eslogan principal aparece en versión bilingüe: ZURE ETORKIZUNA DA / ES TU FUTURO. 

¿En qué consiste la tierra prometida de ese "futuro" que te venden? Ni más ni menos que en un salario, es decir, la conversión de la vida en un estipendio mercenario, la paga o remuneración a cambio no de un servicio público desinteresado a los demás, sino de un trabajo-para-toda-la-vida, un sueldo que hay que ganarse para vivir (como reza la expresión "ganarse la vida") a fuerza de vigilar al pueblo y de cuidar como haría un perro guardián que la gente no se desmande demasiado, y de manejar las armas reglamentarias que ya sabemos quién las carga, y que en realidad manejan a los que las portan.  El arma reglamentaria, por cierto, de los agentes de la Ertzaintza es la pistola semiautomática autocargable universal Heckler & Koch  Compact de fabricación alemana y de calibre 9 milímetros parabellum, que como se sabe es un latinajo que significa "prepara la guerra".

jueves, 14 de enero de 2021

Calidad de vida

 



Trabajamos por su calidad de vida, decía en la lengua de Molière en letras mayúsculas blancas sobre fondo azul el  panel informativo del ayuntamiento de Péribonka, en el Québec francófono canadiense. Más abajo se especificaba en qué consistía ese trabajo que iba a mejorar la calidad de vida de los habitantes de ese municipio: Amenagement du cimetière, o, lo que es lo mismo, acondicionamiento del cementerio.

Estamos muy acostumbrados, también por estos pagos y lares nuestros, a carteles de esta índole, que rozan el humor más negro, sarcástico y surrealista, así como el recochineo por parte de las autoridades que nos gobiernan: Estamos trabajando para mejora su futuro.  Disculpen las molestias actuales (El fin justifica los medios). 
 
En aras del futuro, el dios más cruento que puede haber,  sacrificamos nuestro presente, que es lo único que tenemos.  A la espera de que llegue la tierra prometida del ansiado porvenir,  nos piden que disculpemos las molestias que nos ocasionan.

 Aquí nos lo ponen hasta por triplicado para que nos enteremos.

miércoles, 13 de enero de 2021

Otro cuento de Navidad

Si quieres celebrar futuras y muchas navidades, no celebres la presente; hay que estar separados hoy para poder estar juntos mañana..., y mensajes así por el estilo nos han bombardeado a lo largo de estas entrañables y empalagosas fiestas navideñas. Los telepredicadores aguafiestas advertían de que la celebración de la fiesta podía ocasionar la muerte propia o la de los seres queridos, por lo que era mejor abstenerse de festejos y limitar al mínimo imprescindible el número de contactos. Ya vendrían tiempos mejores, cuando todos estuviéramos inmunizados gracias a la milagrosa y salvífica vacuna que se estaba ensayando en los laboratorios farmacéuticos... Hasta la burbujeante bebida norteamericana escribía su nombre separando las letras, y añadía debajo: "Hoy, estar separados es la mejor manera de estar juntos".


Enarbolaban así las autoridades sanitarias el Fantasma de las Navidades Futuras, ese personaje de ficción que creó Charles Dickens en Un cuento de Navidad, cuya aparición, después de haber recibido las visitas de los espíritus de las Navidades Pasadas y de las Presentes,  hará que el señor Scrooge, nuestro protagonista, cambie de opinión. Pero, al revés de lo que pretenden nuestras autoridades, que nos aconsejan que no festejemos el momento presente para poder celebrar, sanos y salvos, los muchos momentos que el futuro nos depara, Ebenezer Scrooge, que siempre había ahorrado para el incierto día de mañana, hará justamente lo contrario: tirará la casa por la ventana para disfrutar de este momento, que es el único que hay, convencido de que sólo tenemos lo que nos traemos entre manos.

El espectro que se le aparece al viejo gruñón cascarrabias de Scrooge no tiene cara. Si la tuviera, tendría que ser una calavera, el rostro de la  propia Muerte. Este espíritu llevará a Scrooge a ver el cadáver de un hombre que yacía en su lecho de muerte cubierto con una sábana a modo de mortaja. Y le llevará al cementerio donde le señalará la lápida que le ha sido destinada donde están inscritos el nombre propio y el apellido del difunto.  El fallecido, ahora puede ver su rostro, no era otro sino el mismo Ebenezer Scrooge en carne y hueso.

Scrooge y el Fantasma de las Navidades Futuras.  John Leech (1843).

Todo había sido un sueño. O, mejor dicho, una pesadilla, como comprobó nuestro protagonista cuando despertó envuelto en sudor frío y vio al arrancar la hoja del calendario que ese día era precisamente el de Navidad. Y, al contrario de lo que van a hacer muchos de nuestros compatriotas, decidió celebrar la fiesta como nunca en su vida la había celebrado: acude a cenar a casa de su sobrino y su familia, ávido de festejar con los demás,  saltándose el confinamiento y el toque de queda que se había impuesto a sí mismo hasta entonces a lo largo de toda su vida. 

Precisamente la aparición de ese tétrico fantasma es lo que hace que Ebenezer Scrooge decida celebrar la Navidad presente que tiene por delante, y no confiar en el futuro, que no le deparaba otra cosa más, como nos depara a todos y cada uno, que la propia muerte, la aniquilación de la única vida que tenemos, porque la "vida futura" no existe, desengañémonos: el futuro es la negación de lo que hay, sea lo que sea, aquí y ahora mismo.

viernes, 1 de enero de 2021

¿Llega ahora el futuro o ha estado siempre aquí?

Una viñeta de Máximo publicada en El País el 30 de diciembre de 2006 sigue, pese al tiempo transcurrido, estando de rabiosa actualidad, como suele decirse. Trata sobre el futuro que siempre estamos empezando y que nos planteamos como si fuera una pista espacial que tenemos que recorrer para llegar a una meta u objetivo trazados previamente, y que por su parte nunca acaba de empezar. Descubro, al traducir el texto al latín, que no existe el sustantivo "futuro" como tal en la lengua de Virgilio. 



Si quisiera decir la frase del llorado Máximo en latín ("Siempre estamos comenzando el futuro y el futuro no acaba de comenzar"), me enfrentaría a un pequeño problema. Nuestra lengua madre no dispone de un sustantivo correspondiente a nuestro futuro. Había un adverbio "cras" y se creó un verbo "procrastinare" con el sentido de dejar un asunto para el día siguiente, procrastinar, que la Real Academia define como "diferir, aplazar". 
 
El poeta Marcial en un epigrama sustantivó este adverbio, tomándolo como metalingüístico: Es el célebre V, 58, en traducción de José Guillén:  ¿Vivirás mañana? Dices que empezarás a vivir mañana, “mañana” dices, Póstumo, siempre. Dime, ese “mañana”, Póstumo, ¿cuándo llega? ¡Qué lejos está ese mañana! ¿Dónde está? ¿Adónde hay que ir a buscarlo? ¿Se oculta quizás entre los partos y los armenios? Ese “mañana” tiene ya los años de Príamo o de Néstor. Ese “mañana”, ¿por cuánto, dime, se puede comprar? ¿Vivirás mañana? Vivir hoy es ya ir con retraso. Persona sensata es, Póstumo, quien vivió ayer.
 



Para hacer retroversión de nuestro futuro al latín debo recurrir a una forma adjetiva del verbo sum con género neutro, y usarla probablemente en plural para referirse no a una sola cosa sino a todas: futura: las cosas que van a ser, y de ahí el singular abstracto: lo que va a pasar. Es un participio de futuro avant la lettre que indica que algo que no es puede ser, y que revela el triunfo de la potencia aristotélica: como morituri, en aquel morituri te salutant (los que van a morir, los "morideros" te saludan, que le decían los gladiadores al César antes del combate) o nasciturus (el que va a nacer, como se llama entre nosotros al que todavía no ha nacido). Es un participio que sólo revela nuestro temor y nuestro deseo, pero no un hecho empírico y constatable porque no hay, propiamente hablando,  hechos futuros: lo hecho hecho está y por eso mismo es pasado y no puede ser futuro ya ni puede hacerse ni tampoco deshacerse. 
 
Y es que el futuro no existe, o mejor dicho, no hay futuro, porque existir sí que existe y está, desgraciadamente muy presente en la agenda de nuestras vidas. Por eso lo llamamos porvenir, porque está siempre por venir, como el adviento que celebran año tras año los cristianos, pero por definición no llega nunca, como rezaba aquella copla flamenca: "Sentaíto en la escalera, / esperando el porvenir/, y el porvenir que no llega." Ya lo decían también a su manera nuestros clásicos: Quevedo en "Ah de la vida": Ayer se fue; mañana no ha llegado; / hoy se está yendo sin parar un punto... Y nuestro Lope de Vega en su "Siempre mañana, y nunca mañanamos".



Esta otra viñeta recogida en la Red, cuya autoría desconozco, es una reflexión apropiada para el día de Año Nuevo, que es, por cierto, más viejo todavía que Matusalén. De nuevo no tiene nada más que la pretensión de serlo que le otorga sumar un dígito más en la cifra del cómputo de los años de la era cristiana. Todos los años por estas mismas fechas empezamos un año presuntamente nuevo, y no es ninguna novedad, prisioneros como vivimos en la dictadura del reloj y el calendario y de la ilusión, falsa pero real, del tiempo. 
 
Este apotegma, que se hace eco de un dicho popular, lo denuncia:  2020 se disfraza de 2021: el mismo viejo perro con un collar nuevo que hace que parezca diferente; imposible pasar página por más que se empeñe el calendario.
 
La felicidad que nos deseamos a nosotros y a nuestros seres queridos consistiría precisamente en el olvido de las campanadas del tiempo cronometrado y en el descubrimiento de la falsedad de su precisión matemática, porque un minuto bien contado, igual que un siglo y un año, no hace falta decirlo, nunca se acaba de contar.

sábado, 12 de diciembre de 2020

"Siempre mañana y nunca mañanamos"

Tengo que analizar un soneto de Lope de Vega y no puedo entender bien este verso: "Siempre mañana y nunca mañanamos". Yo sé que mañanar es una palabra inventada, porque no viene en el diccionario. Viene “mañanear”, que significa “madrugar habitualmente”, pero me parece que no es lo mismo... Así que yo no le veo ningún sentido. ¿Alguien me ayuda? 


 "Mañana está lejos"

Imagina que alguien te responde aquí mismo hoy por ejemplo: “Mañana te echo una mano”. Insatisfecho con la respuesta, vuelves al día siguiente a ver si alguien ha añadido algo nuevo, y te encuentras que no hay nada: mañana: la misma respuesta. Y así día tras día en constante procrastinación. En conclusión: mañana nunca llega, porque siempre será mañana, tiempo futuro, inexistente; y si por un casual llegara, siempre será "pasado mañana". 

Hagamos un poco de etimología, que siempre puede venir a cuento, recurriendo al maestro Corominas: La palabra mañana viene del latín vulgar maneana, que era un adjetivo derivado del adverbio mane que significaba “por la mañana” (ing. morning), del que procede nuestro amanecer precisamente. El adjetivo probablemente se empleaba acompañando a la palabra hora en expresiones como: in hora maneana: "en hora temprana, de madrugada", y la expresión se abrevió, como tantas veces sucede, por economía lingüística que se dice: (in hora) maneana.

Había otro adverbio en latín clásico que era cras y quería decir "en el día siguiente al de hoy" (ing. tomorrow), que se ha perdido en castellano actual, aunque lo conservamos inserto en el cultismo procrastinar: “diferir, aplazar, dejar las cosas para mañana”. En latín clásico mañana por la mañana se decía cras mane
 
En los dos versos finales del bellísimo soneto de Lope ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? vuelve sobre la misma idea de "siempre mañana y nunca mañanamos".  Copio y pego: ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?/ ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,/ que a mi puerta, cubierto de rocío,/ pasas las noches del invierno oscuras?/ ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,/ pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,/ si de mi ingratitud el hielo frío/ secó las llagas de tus plantas puras!/ ¡Cuántas veces el ángel me decía:/ «Alma, asómate ahora a la ventana,/ verás con cuánto amor llamar porfía»!/ ¡Y cuántas, hermosura soberana,/ «Mañana le abriremos», respondía,/ para lo mismo responder mañana!


Viñeta de Máximo publicada en El País el 30 diciembre de 2006


Otro poeta más moderno, José Bergamín, inspirándose en el verso de Lope de Vega que nos trae a mal traer escribió este ingenioso soneto en octosílabos con rima consonante, que es una preciosa reflexión sobre el tiempo presente, pasado y futuro, incluido en “Otros sonetos”, que copio y que empieza precisamente citando a Lope. 

"Siempre mañana y nunca mañanamos." Lope.

Mañana está enmañanado/ y ayer está ayerecido:/y hoy, por no decir que hoyido,/ diré que huido y hoyado.

A tal extremo ha llegado/ hoy a perder el sentido/ que al mañana ha convertido/ en "cualquier tiempo pasado".

Un ayer futurizado/ y un mañana preterido/ nos han escamoteado

un hoy por hoy suspendido/ de un mañana anonadado/ y de un ayer evadido.