“Nu hai juturu”. Al parecer así se diría en cántabru, "No hay futuro", según Ángel Marín, investigador y activista por los derechos lingüísticos del pueblo cántabro, que escribía en Eldiariocantabria el 2 de mayo de 2023 un artículo en castellano titulado “Ensin augua nu hai juturu”.
No voy a entrar en el tema que plantea de que sin agua no hay futuro, pero sí me quedo con la frase que da título a su artículo, y que amplía escribiendo en cántabru: "Ensin augua nu hai juturu, ni lu brá tampocu’n denguna parti del mundu”. Lo único que le reprocho es que sustituya, como hacen ordinariamente los políticos o ejecutivos de Dios, que es el Estado y es, a la vez, el Mercado, la vida por el futuro, o por el juturu, como él prefiere decir y que sería lo mismo pero en cántabru, cuando dice que sin agua no hay futuro. Sospecho yo que lo que quiere decir es que sin agua no hay vida, cosa que todos sabemos, pero mete la bicha del juturu para justificar la invención de una lengua.
Lo mismo le sucede a la revista digital Mogura, el "mediu d’espresión de la mozandá revolucionariu cántabru" (sic, por la concordancia del femenino abstracto 'mozandá' con el neutro de materia), donde leemos que "nel sistema capitalista español nu hay juturu", cuando lo que quieren decir, supongo yo, es que en el sistema capitalista español no hay vida, porque otra cosa no habrá, pero futuro desde luego sí que hay, y mucho, desgraciadamente; es más, es lo único que hay.
Esto me trae a la memoria aquella copla goliardesca que compusimos en cántabru precisamente inspirada en una pintada callejera que lo fiaba todo al futuro: Lo impusibli / es pusibli: / el cántabru medrará / ensin frenu, / mui de llenu, / nun juturu cuajará.
Habida cuenta de su parecido con el
castellano, habría que decir que esta lengua milenaria que es el
cántabru sería hermana suya, así como del gallego y del catalán,
es decir, sería una lengua hija del latín. Una prueba irrefutable
la constituiría el mantenimiento de la vocal latina final -u, que en castellano se abrió en -o, salvo muy pocas
excepciones cultas como espíritu, tribu e ímpetu, que son voces de origen latino pero que conservan su terminación por influencia culta de la escritura,
y que en cántabru se habría mantenido, como vemos en los ejemplos
que propone Marín: lu,
juturu, tampocu, mundu. Lo
que más me extraña, sin embargo, es que eso mismo le haya sucedido a la
negación latina NON, que en castellano quedó reducida a NO, acabada en -o que en cántabru, al parecer, se habría cerrado en -u, como se hace en castellano con la o disyuntiva, que pasa a -u cuando va seguida de palabra que empieza precisamente por -o: salvo error u omisión.
Nunca
he oído en Cantabria, y en Asturias tampoco, a nadie que queriendo
negar algo diga “nu” o “nun” en vez de “no” o “non” como se dice en asturiano (en algunos bables se oye "ño" o "ñon"), lo que me
hace pensar que el cántabru que escribe Marín y cía no deriva del latín
propiamente dicho, sino del castellano más bien, por lo que estamos no conservando una lengua milenaria sino inventándola al convertir por decreto ley
todos los finales castellanos terminados en -o en -u, y todos los acabados en -e
en -i (parti, por ejemplo, en vez de parte en su ejemplo), con lo que estamos invirtiendo lo que en realidad pasó: la -u átona latina final se conservaría en cántabru, configurándose este fenómeno fonético como seña de identidad lingüística, no pasaría a -o
como en castellano; pero el problema viene con la negación: non, que nunca fue
*nun en latín, por lo que malamente pudo conservarse la -u.