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lunes, 26 de septiembre de 2022

Perteneciendo al futuro

    Hablando el otro día con un amigo, recordábamos a propósito de la irrupción en la vieja Europa del nazismo, la espléndida película musical de 1972 de Bob Fosse titulada Cabaret

    En el Berlín alegre de entreguerras de los años treinta tiene lugar una historia de amor entre la bailarina Sally Bowles, papel que protagoniza Liza Minnelli, y un estudiante inglés llamado Bryan Roberts, encarnado por Michael York, con el trasfondo del auge político del partido nacionalsocialista alemán. 

    Uno de los números musicales más celebrados del filme es, sin duda, aquel Money, money, que repite Money makes the world go round, y constata la importancia del poderoso caballero y dios verdadero que es don Dinero: Un marco, un yen, un dólar o una libra, / un dólar o una libra, / un dólar o una libra / es todo lo que hace que el mundo gire alrededor. / Ese sonido de tintineo metálico / puede hacer que el mundo gire alrededor. Resulta curiosa en la enumeración de las monedas cómo el marco alemán, un siglo después, ha desaparecido, sustituido por el euro en el ámbito de la Unión Europea, que absorbió las viejas monedas nacionales como el franco francés, la lira, la peseta, el escudo, la dracma..., mientras que la libra, el dólar y el yen citados persisten todavía.


     Un momento estremecedor de la película que recuerdo es aquella escena en una cervecería alemana al aire libre donde un adolescente rubio y de ojos azules, de aspecto angelical, se levanta y comienza a cantar a toda la concurrencia lo que parece una inocente melodía cuya letra evoca imágenes de  un sol cálido y veraniego en  una pradera y un ciervo que corretea libre por el bosque, hasta que en medio de idílicas visiones un susurro dice: Alzaos, alzaos...  
 
    Y se le pide a la Patria, la tierra del Padre, entonces, que dé la señal de apoderarse del mundo: Patria, patria, muéstranos ya la señal / que tus hijos han esperado ver. / El amanecer llegará cuando el mundo sea mío. / El mañana me pertenece, / el mañana me pertenece / el mañana me pertenece a mí. Poco a poco se van uniendo más voces de los presentes.

     Al comienzo sólo se ve el rostro de una pureza angelical en primer plano, pero la cámara va mostrando lentamente que el adolescente, que encarna la juventud, lleva uniforme militar, y una cruz gamada en el brazo izquierdo. Al final de la canción se colocará la gorra y hará el saludo fascista. La inocente balada se ha convertido poco a poco en un himno nazi que hace que prácticamente todos los adultos y jóvenes presentes se levanten y coreen la canción formando una masa homogénea.

    Finalmente todos con el brazo en alto y la palma abierta hacen el saludo fascista. Sólo un anciano permanece sentado, expresando su desacuerdo con el siniestro futuro que anuncia la canción, que repite el estribillo una y otra vez: tomorrow belongs to me: el mañana me pertenece a mí. El mañana, es decir, el futuro. 

    Pero dándole la vuelta a ese estribillo: si el mañana me pertenece a mí, yo pertenezco al mañana, es decir, al futuro, que es la muerte, y no al presente, que es lo único que hay aquí y ahora. Casi todos los que estaban en la cervecería, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, han formado una masa homogénea, aglutinándose en torno a ese himno que, como cabe esperar de todos los himnos en general y de cualquiera de ellos en particular, no puede augurar nada bueno.