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martes, 6 de febrero de 2024

Más policía

     El pasado 13 de enero de 2024 se cumplía el bicentenario de la fundación la Policía Nacional española, que nació hace doscientos años en 1824, celebrándose los fastos de dicho "acontecimiento de excepcional interés público" bajo el lema "comprometidos contigo". 

     Más policía en las calles, más caña, más leña al mono,  para que haya menos delincuencia, reivindican algunos, pero la relación es inversamente proporcional. La sociedad necesita crear delincuentes para poder enchironarlos y justificar las medidas extraordinarias en su lucha contra ellos. A los políticos les interesa que exista la delincuencia, no cabe duda de ello, como a los bomberos les interesa que haya fuego que justifique su profesión. Los políticos, por lo tanto, promueven una y otra vez la idea de inseguridad ciudadana, amplificada por la prensa, para que aumente el clamor popular que exija que aumente también el número de policías en la calle. 

    A fin de cuentas son puestos de trabajo que crean de la nada, y en un país donde hay tanto desempleo interesa que la gente esté ocupada. A los políticos y a los medios de (in)formación  les interesa crear la delincuencia para poder combatirla llevando a los delincuentes a la cárcel, que no deja de ser más que un espejismo de la falta de libertad general. ¿Por qué no acabaremos nunca con el terrorismo? Que se lo pregunten al matón-country-gringo, del país donde crece verde la yerba -green grows the grass. Porque no interesa, porque interesa que lo haya para poder declararle la guerra: war against terror. Si no hubiera terror, ¿a quién íbamos a declarar la guerra?

    Ya lo dijo nuestro Gracián, todo un clásico. Y ya se sabe: un clásico es un clásico porque es de lo más moderno:- ¿De qué sirven éstos en el mundo? -¿De qué? Hacen guerra a los enemigos. -¡No la hagan mayor a los amigos!. -¿Éstos nos defienden? Dios nos defienda de ellos. ¿Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios? ¿Cómo puede ser eso si dicen que ellos mismos los conservan? -Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio, pero está ya el mundo tan depravado que los mismos remediadores de los males los causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las guerras, las alargan; su empleo es pelear, que no tienen otros juros ni otra renta, y como, acabada la guerra, quedarían sin oficio ni beneficio, ellos popan -es decir: miman, cuidan, acarician-  al enemigo porque papan -esto es, papean, comen-  de él: ¿para qué han de matar los centinelas al Marqués de Pescara si viven de él?  

    A los estados democráticos les interesa que exista el terrorismo para poder tener una excusa que justifique combatirlo y que justifique la existencia injustificable, se mire por donde se mire, del terrorismo y de los propios estados democráticos.

martes, 24 de enero de 2023

Estado policial

    Resulta significativo cómo el Estado es capaz de asimilar cualquier protesta que se esgrima contra él, incluso un insulto contra el gremio policial(1), como es el acrónimo ACAB, que en la lengua del Imperio, que es la de Chéspir, corresponde originalmente a All Cops Are Bastards, lo que significa en la nuestra, Todos los Polis Son unos Bastardos, o, dicho de otra manera, unos hijos de madres conocidas, y aun muy conocidas, pero de padres desconocidos, lo que en castellano viejo se decía, como leemos por ejemplo en El Quijote, unos hideputas, y en más moderno castellano, escrito todo junto, unos hijoputas.

    Dicho acrónimo anglosajón tiene una versión numérica que es 1312, que encripta de alguna manera el mensaje, y que responde al orden alfabético que guardan las letras ACAB en el alfabeto latino que mayoritariamente utilizamos.

    Prueba de que hasta un improperio destemplado como ese contra la policía, que se ha hecho famoso en pintadas, en camisetas, en tatuajes, en pancartas de protesta contra la brutalidad policial y en las redes sociales, se puede utilizar a favor del propio cuerpo, es el hecho de que la policía federal alemana ha sacado un anuncio publicitario en el que reivindica el acrónimo ACAB pero le da otro significado sustituyendo “bastard” por “beautiful”, y queda así: All Cops Are Beautiful, que viene a ser Todos los Polis son Guapos, convirtiendo lo que era un insulto contra el estado policial en un piropo a su favor(2). El lema propagandístico, destinado a reclutar jóvenes de ambos sexos, se acompaña de una fotografía de varios agentes, tanto varones como mujeres bastante agraciados físicamente, de modo que cualquiera que vea la imagen reconocerá enseguida que efectivamente tanto ellas como ellos son hermosos y bien parecidos sin ningún género de duda. 


    Hay además en dicho anuncio propagandístico y publicitario una frase, en la lengua de Goethe esta vez, que es además la dirección de la página electrónica y que dice: Komm zur Bundespolizei.de, donde el -de final es la matrícula cibernética de Alemania (Deutchland), y que quiere decir “Ven a la policía federal (alemana)”, tuteando al lector, con lo que se ve que este eslogan trata de atraer a la juventud bisexual(3) a formar parte de los cuerpos de seguridad del Estado ofreciéndoles tanto a ellos como a ellas un trabajo, y por lo tanto un futuro, que, con el añadido del uniforme, les hace hermosos, atractivos.

    El sistema se ha apropiado, así, de estas siglas que en principio se oponen al sistema policial y que pueden constituir un delito, como informábamos en Verguenza me daría ser policía, donde dábamos cuenta del caso del cantante don Evaristo Páramos, del grupo Gatillazo, y antes de La Polla Records, que cerró su actuación en Jerez de la Frontera gritando “policías, sois unos hijos de puta”. El improperio no iba dirigido contra un agente en concreto, sino contra el cuerpo en general de policía, y fue sancionado por “falta de respeto o consideración” a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de acuerdo con la LOPSC, que popularmente se conoce como la Ley de la Mordaza. 

  1. La palabra policía deriva del griego πολιτεíα politeía, que significa 'constitución de un Estado, ciudadanía”, que a su vez deriva de πóλις pólis, que era el nombre de la ciudad-estado en la Grecia clásica, es decir de la forma que en aquel entonces adoptaba el Estado, por lo que la expresión “estado policial”, etimológicamente hablando, es una redundancia, ya que todo Estado es por esencia, mal que le pese, policial. 


     

  2. Ya a algún defensor del oficio policial se le había ocurrido transformar el significado del acrónimo ACAB, dándole un sentido meliorativo, en All Cops Are Brave: Todos los policías son valientes. Se subrayaba así la belleza moral más que la física -ambas inseparablemente unidas formaban el ideal griego clásico de la kalokagathía-, pero la policía federal alemana ha preferido subrayar la belleza física antes que la valentía y valor de sus agentes.

  3. Si visitamos la página electrónica de la policía federal alemana, nos encontramos con la fotografía amable de seis policías sonrientes, tres chicas y tres chicos, y este primer mensaje: Gib deiner Zukunft eine neue Richtung. Komm zur Bundespolizei. Bewirb dicht jetzt! Dale a tu futuro una nueva dirección o un nuevo sentido. Ven a la policía federal. ¡Apúntate ya!

      

miércoles, 18 de enero de 2023

Los grises de entonces, los azules de ahora

    No hay hechos futuros, sólo pasados, y, la mayoría de las veces, es mejor olvidarlos. Abogo yo, políticamente incorregible que soy, por la des-memoria histórica, en contra de la memoria histórica que está ahora tan de moda en esta España en estado crítico y que consiste en desenterrar cadáveres.    
 
    Dicen los partidarios de la memoria histórica y de la Historia en general que hay que conocer a la sangrienta Clío para no tener que repetirla. Citan a menudo la frase de Churchill, creo que era: “Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”. Es mentira. No hace falta demostrarlo mucho. Conocer la historia no significa librarse de ella: la única manera de librarse de la Historia es rebelarse contra ella. Y para rebelarse contra ella no hace falta ser Licenciado en Historia, sólo hace falta decir ¡No! a la realidad que convierte todo lo que toca, como el rey Midas, en historia, incluidas nuestras vidas, que se reducen a biografías: historias que se escriben. Y lo que está escrito está muerto. Así de fácil.      
 

 
    El caso es que he discutido esto con un licenciado, precisamente en Historia, un profesor de Ciencias Sociales de la ESO esa que se imparte –habría que decir mejor que se vomita- en los institutos españoles de educación secundaria, unos años mayor que yo, que presumía de haber corrido en su juventud delante de los grises –así se llamaban, por el color de su uniforme, las fuerzas de orden público franquistas. Y venía a decir que gracias a esas carreras llegó la democracia de que ahora disfrutamos. Yo le dije haciendo un poco de burla de sus palabras que era mentira, y le susurré al oído “Lo llaman democracia y no lo es”, razonándole que el poder del pueblo, que es lo que quiere decir el término griego -demos, pueblo y kratos, poder-, solo puede entenderse cabalmente en un sentido: en el de que nadie es más que nadie, y por lo tanto no hay poderosos -o mejor potentes, por usar el latinismo, o pudientes, según el término patrimonial-, pero tampoco podidos, porque no hay poder, no hay kratos que valga, que si en la vieja lengua de Homero era poder sin más, en griego moderno significa Estado.    
  
 
     
     -Cuando murió Franco –le dije- quitaron el aguilucho a la bandera y plantaron la corona real, y a los grises los vistieron de marrón primero y de azul después. Los grises de tu juventud son, después del marrón de la transición, los azules de ahora, por no hablar de los acorazados y negros antidisturbios. Estos reparten a los jóvenes las mismas hostias que repartían aquellos, con la diferencia de que ahora van mucho mejor pertrechados. Ya sabes las fuerzas del orden, contra lo que su nombre indica, siembran el desorden so pretexto de restaurar el orden O por decir lo mismo con palabras de hoy: los antidisturbios crean los disturbios contra los que dicen combatir. Igual que Don Quijote: crean para combatirlos y para justificarse a sí mismos los monstruos gigantescos, que sólo son frutos de su imaginación, es decir, de su distorsión de la realidad a partir de los molinos manchegos de viento, para combatirlos. 
 
    -Pero ahora hay libertad. 
 
    -¿Dónde, que yo no la veo? No me hagas sonreír. Seguimos viviendo en un estado policial. No ha cambiado nada sustancialmente, sólo el color del uniforme.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Veinte euros

    Un adolescente gitano de Tesalónica (Grecia) murió en el hospital el martes pasado, 13 de diciembre, tras una semana ingresado en la UCI después de que un policía le descerrajara un tiro en la cabeza a sangre fría en la madrugada del 5 de diciembre por haberse dado a la fuga sin pagar después de haber echado al depósito de su furgoneta 20 euros de gasolina.
 
 
 
     Desde entonces hasta hoy, la Policía Nacional y los medios de comunicación oficiales griegos han tergiversado los hechos para legitimar el crimen policial, temiendo el estallido de la protesta social, y justificando el lamentable incidente en la defensa del orden establecido y de la propiedad privada, sin percatarse de que como sentenció Proudhon la propiedad es el auténtico robo en nuestra sociedad, criminalizando a toda la comunidad griega romaní.
 
      Costas Frangulis ha muerto. Está muerto porque un policía le disparó a la cabeza. Está muerto porque era gitano y la vida de un gitano no vale nada, si acaso sólo 20 euros. Está muerto porque la policía aprieta el gatillo primero y pregunta después, y sus crímenes quedan impunes.
     
 
    La exasperante e injusta muerte del romaní Costas Frangulis, de 16 años, por un hurto menor de 20 euros de gasolina, queda plasmada en la impactante foto de arriba de Alexandros Avramidis.  Muestra a los familiares y amigos del difunto, de luto en torno a su cuerpo sin vida, velando el cadáver en una escena que proviene de las más antiguas tradiciones balcánicas y griegas. Todo el mundo está llorando y lamentando la pérdida de una vida por la que siente un gran dolor.
 
    Este crimen ha provocado indignación y protestas y ha puesto de manifiesto el profundo racismo que impregna a la sociedad griega y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
 
    En el vídeo adjunto podemos ver cómo los manifestantes muestran billetes de 20 euros y uno de ellos quema un billete delante de la policía, dando a entender lo poco que vale para el Estado una vida humana en la flor de la juventud.
 
        
    Costas está muerto como lo está también Nicos Sabanis, otro joven gitano de dieciocho años, asesinado a tiros por la policía griega, que disparó 36 balas,  el 22 de octubre del año pasado, porque su vehículo no se detuvo ante un control policial. 

    Costas está muerto porque el Estado asesina a través de su brazo armado, que es la policía.  Está muerto porque no hay justicia, justicia que se dice δικαιοσύνη en la lengua de Homero, aunque en estos malos tiempos que corren la palabra ya no se escribe con la corrección gramatical que exige la tradición académica, igual en griego antiguo que en el moderno, sino como la escribió la familia  de Nikos Sabanis prácticamente analfabeta, en una pancarta, con faltas de ortografía: δηκεοσíνη (dikeosini), reclamando -¿a qué altas instancias, a quién?- lo que no hay en el mundo ni por asomo: la justicia.

jueves, 10 de febrero de 2022

La porra y el bastón

    Escribía en 1984 el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor, una carta al entonces presidente del Gobierno Felipe González, recogida en el volumen “Canciones, poemas y otros textos”,  que era un alegato contra la porra policial, en la que le rogaba que aprovechando los diez millones de votos que sostenían su proyecto político eliminara la porra del armamento policial. Los argumentos que utilizaba eran de todo tipo: La porra sólo sirve en realidad para minar, castigar y humillar a quien ya se tiene neutralizado y sin escapatoria. La porra estorba para correr, tanto si se intenta pegar mientras se corre como si se lleva colgada, y el poder correr es esencial en cualquier situación de violencia (...) La porra y lo que representa, no sólo como símbolo para todos sino también como muda instrucción impartida a quien reglamentariamente tiene que llevarla, induce, a corto y a largo plazo, a situaciones de violencia que se prestan a la escalada. Sin porra, el guardia usará más la cabeza.
 

    Leído este alegato treinta y ocho años después -ignoro si el presidente del gabinete socialista leyó la carta, lo que sí es cierto es que si la leyó, hizo caso omiso, o sea ningún caso de la recomendación de Chicho-, resulta que me entero ahora de que el Ministerio del Interior sustituye las porras de goma por porras extensibles metálicas: más de veinte mil de dichas porras de acero cuyo precio asciende a los dos millones de euros (unos ochenta euros cada una), llamadas eufemísticamente 'bastones policiales extensibles', y “bastones policiales defensivos', van a ser empleadas principalmente principalmente por los policías destinados en Seguridad Ciudadana y las Unidades de Intervención Policial, más conocidos como antidisturbios. Obsérvese cómo ha desaparecido la palabra "porra" sustituída por el eufemismo "bastón", en apariencia, aunque sólo en apariencia, menos agresivo, porque el bastón tiene un uso primordial que es apoyarse en él al caminar, y secundariamente puede servir para golpear, pero en el caso de la porra su uso único es como arma de aporreo.

    Estos bastones, hechos con acero o aleación de máxima calidad, pasan de los 26 centímetros cuando está plegados a un poco más del doble en toda su extensión y pesan poco más de medio quilo. Se trata, siempre según el Ministerio, de un elemento de fácil portabilidad que va siempre con el policía, discreto,  dado su reducido tamaño" y poseedor además de "un efecto psicológico disuasorio por su efecto ruidoso al desplegarse".

 


     La Dirección General de la Policía también ha elaborado un protocolo específico sobre su uso en el que se detalla que, en caso de golpear con el bastón extensible a una persona, el agente deberá evitar hacerlo en vertical “de arriba hacia abajo”, además de no hacerlo “bajo ningún concepto” en “la cabeza, cuello, clavícula o columna vertebral”, prohibiéndoles a los agentes que lo usen como “técnica de estrangulación”. Dicho protocolo añade que estas defensas solo se utilizarán para “reducir, inmovilizar o detener” a personas que muestren “una resistencia activa que ponga en riesgo a los agentes o terceras personas”, que pueden actuar de manera violenta o lo hayan hecho, que amenacen con un arma blanca u otro objeto peligroso o estén a punto de poner en riesgo su vida. Y siempre después de “haber agotado las vías de diálogo, negociación y mediación previas”. El protocolo prohíbe usarlas “con mujeres embarazadas o con menores de edad penal [hasta los 18 años] siempre que esta condición sea perceptible”, así como “con personas de edad avanzada o personas débiles de salud”. 

 


     Según el Ministerio, las porras extensibles -aunque las llamemos 'bastones' siguen siendo porras, sólo que mucho peores- no solo servirán para reprimir a manifestantes y asegurar la seguridad ciudadana, dado que tienen algunas cualidades de índole no represiva: “se puede utilizar como instrumento de rescate, en el caso de personas atrapadas en el interior de un vehículo o para la autoexcarcelación, en caso de accidente, ya que su diseño permite romper las lunas del vehículo, así como actuar como palanca para facilitar la apertura de los espacios confinados". Estas utilidades, sin embargo, son secundarias y colaterales de la principal, que sigue siendo aporrear.

    Estas armas, además, poseen una mayor resistencia y dureza que las tradicionales defensas semirrígidas, así denominan a las tradicionales porras de goma, portando además en su extremo final una punta de polímero endurecido, se supone que para mayor contundencia, lo que no corresponde -esto no se le escapa a nadie un poco espabilado- al principio que debe guiar la actuación de los cuerpos policiales de procurar la menor lesividad posible. 


   Lo paradójico de este caso es que el gobierno socialista o progresista, como prefiere autodenominarse, ha eliminado las porras de goma, como pedía Chicho al presidente de aquel primer gabinete socialista, sustituyéndolas por otras metálicas mucho más efectivas y eficaces. "Son tan modernos / que provocan la envidia / de otros gobiernos", cantó en sus Coplas Retrógradas. Vemos aquí un ejemplo más de cómo algunas reclamaciones ingenuas de la gente son enseguida asimiladas por el orden establecido. La reivindicación  popular que se coreaba durante la transición y que no va a ser atendida por el Poder, porque supondría la desaparición del Estado mismo y de la violencia institucional que ejerce, era "Disolución de los cuerpos represivos".  

lunes, 19 de julio de 2021

La policía hace pedagogía

    Un titular del 18 de julio de 2021 de El diario montañés, el periódico de campanario de Cantabria, reza en portada con grandes letras debajo de la foto de dos policías nocturnos a caballo: Cantabria respeta el toque de queda.

    Debajo, en letra más pequeña: La primera madrugada con límite horario transcurre sin incidente en los 53 municipios afectados. (Aclaración del que suscribe: El "límite horario" del toque de queda, avalado por la autoridad judicial, al que alude el titular es de 1 a 6 de la mañana, que es la franja en que la gente no puede circular libremente porque se supone que anda suelto el virus con nocturnidad y alevosía) A continuación se lee: Los dispositivos policiales realizaron una labor pedagógica para despejar las zonas de ocio.

    Llama mi atención la expresión “los dispositivos policiales”. Leyendo el artículo me entero de que una vez que comenzó el toque de queda la Plaza Cañadío fue invadida por seis coches de la policía local y nacional, lo que suponía la presencia de quince agentes efectivos humanos uniformados, además de los efectivos caninos, es decir, los perros policía, y la caballería, los efectivos equinos. Cuatro jinetes, en efecto, se incorporaron al equipo nocturno que controló el cumplimiento de la nueva medida draconiana. 

 

     Pero lo que más me llama la atención es la expresión “labor pedagógica” para referirse a la función de despeje de las zonas de ocio encomendada al cuerpo policial local y nacional. Pedagogía, en efecto, es palabra griega compuesta de pais paidós, que significa “niño”, y agogé que quiere decir “conducción”. ¿En qué consistía la labor pedagógica de la policía? Pues en conducirnos, por las buenas o por las malas, a casa o, en su defecto, a comisaría,  tratándonos como se trataría a un niño, y recordánonos lo que está mandado: A la una de la mañana todos (y todas y todes) a casita por la cuenta que os trae...”. La labor pedagógica consiste en hacernos cumplir las ordenanzas, que no admiten cuestionamiento: ¿Por qué uno no puede estar en la calle una noche calurosa de estío como esa a la una y cinco de la mañana paseando tranquilamente por ejemplo? Porque hay toque de queda. Y ¿por qué hay toque de queda? Porque hay un virus muy peligroso suelto. Y ¿por qué hay un virus tan peligroso suelto campando a sus anchas? Porque interesa que así sea, ni más ni menos. Y si no lo hay, se inventa para que cunda el pánico, porque existir existe, resistente como es, consistente y persistente. "Y ¡váyase usted para casa! Y aquí no hay más que hablar". 


    A veces me pregunto yo si eso que se denomina la mayoría silenciosa no tiene alguna responsabilidad en todo esto que está pasando. Hay un discurso que disculpa o justifica la conducta de esa mayoría silenciosa compuesta por individuos que son personas normales y corrientes, como usted y como yo, que simplemente hacen su trabajo lo mejor que pueden y se dedican a cumplir las órdenes que les dan desde arriba sin cuestionarlas porque es su forma de ganarse la vida, porque es su obligación y por la memez aquella de Calderón de que "su más principal hazaña es obedecer", como los soldados de los tercios de Lombardía y de Flandes. Ese discurso quiere responsabilizar solo a los oligarcas, pero  los oligarcas que tienen el poder y el dinero, tanto monta, los que mandan, los mandos, gobiernan porque otros, nosotros, los subordinados, obedecen.

 


     Yo diría que el policía que, procedente de la clase obrera más o menos como yo, hace su "labor pedagógica" diciéndome que me ponga la mascarilla, o que faltan cinco minutos para que me retire a mis aposentos porque a la una tengo que estar en casa, o que, dejando la pedagogía de lado pasa a la acción policial, es decir a obligarme a hacer lo que no quiero hacer, y me propone para una sanción, como suele decirse, por incumplimiento de la restricción de movilidad nocturna, o me detiene voluntariamente o a hostia limpia si me resisto y entonces ya no valen las palabras, y me lleva esposado a comisaría, pues no en vano vivimos en un estado policial, tiene tanta o más responsabilidad que Klaus Schwab, el economista y empresario alemán, presidente ejecutivo y fundador del Foro Económico Mundial de Davos, y artífice de la teoría del Gran Reinicio, o que Bill Gates, el fundador de Microsoft, el filántropo que odia a la humanidad, o que cualquiera de esos millonarios que hicieron el agosto con la pandemia, o cualquiera de los jefes y jefecillos, esos politicastros nuestros que, gobernados ellos, que son los más mandados, nos gobiernan a nosotros. 

 

    ¿Qué interés tiene ese policía, que al final será él mismo sustituido por un robótico dron de vigilancia y relegado a formar parte de la clientela de estómagos agradecidos de la Renta Básica Universal? ¿Qué interés, a parte del económico, les mueve a los policías que vendrán a buscarnos a casa para llevarnos voluntariamente o por la fuerza al centro de vacunación obligatoria? 

Una pintada popular: "Policía en todos los sitios. Justicia en ninguna parte." 

viernes, 29 de enero de 2021

"Es tu futuro"

Leo que se convocan 751 plazas de agentes de policía del País Vasco.  El eslogan o grito de guerra para atraer a los incautos está en vascuence: egin zaitez ertzain: hazte policía, o, más literalmente, hazte ertzaina (leído "erchaina" en castellano) o miembro de la Ertzaintza (leído "Erchaincha")
 
El término ertzain etimológicamente significa "vigilante del pueblo" de (h)erri "pueblo, país" y za(i)n "guardián". Ertzaintza es el nombre de la policía vasca como institución y se escribe con mayúscula inicial, mientras que ertzaina, que se escribe con inicial minúscula, es un miembro de esa policía. 

Resulta un poco desalentador que tantos jóvenes acaben formando parte del cuerpo de la Ertzaintza para de ese modo labrarse un futuro, como se decía antaño, que es lo que les promete el Gobierno vasco equiparando el término "futuro" a un buen sueldo y estabilidad laboral, algo que sus carreras y otras ambiciones profesionales no les proporcionan.

Y es que esta oferta de plazas puede ser muy atractiva para un joven que ha estudiado, se ha preparado y lleva años buscando una oportunidad laboral que no le llega, por lo que sigue viviendo con sus padres y dependiendo económicamente de ellos sin ver ninguna luz a la salida de este túnel. Estudiar un año escaso y prepararse físicamente en un gimnasio para, una vez aprobada la oposición, cobrar un buen sueldo y adquirir así una estabilidad económica que les permita hacer vida de adulto, puede ser para estos jóvenes tan goloso, como se suele decir, como una bolsa de caramelos a la puerta de un colegio a la salida de clase.

Lo cierto es que es un caramelo envenenado porque muchos de esos jóvenes están tirando sus carreras profesionales por la borda para acabar siendo algo que, seguramente, nunca habrían querido ser, pero a lo que se resignan porque -a la fuerza ahorcan- creen que es la única manera de abrirse paso en la vida. 


Resulta triste que el país vasco esté desperdiciando de esta manera tanto talento ofreciéndole esa única salida institucional de formar parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado (o de la Comunidad Autónoma, que para el caso es lo mismo).

Los talentos huyen de Euskadi y los que se quedan se malogran, vamos a decirlo así, al unirse a la Ertzaintza, si no acaban dando saltos de empleo precario en empleo precario sin posibilidad de avanzar o engrosando las filas de las largas listas del desempleo.

Sería preferible una Euskadi, y una España, y una Europa y un mundo en definitiva con menos policías y con mucho más personal sanitario, por ejemplo. Pero ese futuro parece que no le importa mucho al Gobierno vasco (ni al español, ni al europeo, ni al mundial). Sería interesante que el País vasco no destacara por ser el lugar de la Unión Europea con más presencia policial más acusada, ya que presenta una ratio de 6,9 efectivos por cada mil habitantes.

 

El cartel del Gobierno Vasco trata de atraer a los jóvenes de ambos sexos, a formar parte de un cuerpo armado donde la mayoría de los componentes que acceden son varones. Un hombre y una mujer jóvenes y sonrientes -lástima que la sombra en los ojos que les produce la visera de la gorra, y que a ella, la verdad sea dicha, le queda un poco grande, que les protege de los rayos del sol les dé un aire sombrío y siniestro-, él un poco más alto que ella (los requisitos de estatura mínima son para ellas 1,60 cm. y para ellos 1,65 cm), y no mal parecidos te sonríen y con su sonrisa te invitan a asegurarte un porvenir ingresando en la policía autonómica del Gobierno Vasco, donde al parecer todavía no es requisito imprescindible el conocimiento del eusquera, por lo que el eslogan principal aparece en versión bilingüe: ZURE ETORKIZUNA DA / ES TU FUTURO. 

¿En qué consiste la tierra prometida de ese "futuro" que te venden? Ni más ni menos que en un salario, es decir, la conversión de la vida en un estipendio mercenario, la paga o remuneración a cambio no de un servicio público desinteresado a los demás, sino de un trabajo-para-toda-la-vida, un sueldo que hay que ganarse para vivir (como reza la expresión "ganarse la vida") a fuerza de vigilar al pueblo y de cuidar como haría un perro guardián que la gente no se desmande demasiado, y de manejar las armas reglamentarias que ya sabemos quién las carga, y que en realidad manejan a los que las portan.  El arma reglamentaria, por cierto, de los agentes de la Ertzaintza es la pistola semiautomática autocargable universal Heckler & Koch  Compact de fabricación alemana y de calibre 9 milímetros parabellum, que como se sabe es un latinajo que significa "prepara la guerra".

miércoles, 27 de enero de 2021

"Tirar a dar"

Días atrás en la zona vieja de la bellísima ciudad donostiarra se produjo un enfrentamiento entre un grupo de jóvenes, al parecer desordenados, y la Ertzaintza que hizo acto de presencia, cargando casi hasta medianoche. En un momento de gran tensión, el oficial al mando de un grupo de diez policías, tras dar una serie de indicaciones a sus subordinados, soltó la siguiente perla de la que hay constancia grabada: “Vamos a tirar a dar, ¿vale?”. 
 
 
Como lo de “tirar a dar” suena un poco fuerte, enseguida el secretario general del sindicato policial le ha quitado importancia calificando la frase de “expresión coloquial”, y argumentando que la "voluntariedad" -no la voluntad, ojo, que al parecer no es lo mismo- de los agentes no era la de herir a los participantes en los incidentes.

Que a alguien le disparen un proyectil de “foam” de calibre 40 milímetros, peso de 220 gramos y alcance, al parecer, de una velocidad que llega a superar los 300 quilómetros por hora, supuestamente menos letal que las pelotas de goma utilizadas hasta la fecha por los antidisturbios, no le hará mucha o, más bien, ninguna gracia. Las pelotas de goma rebotaban y sus impactos eran impredecibles, mientras que estas nuevas balas de viscoelástica son bastante precisas y certeras, y dependen de la puntería del agente que dispara.   Ahora bien, si uno sabe que se dispara sin voluntad de herirle porque “ha sido sin querer”, le deja a uno un poco más tranquilo, aunque le reviente un ojo de la cara, por ejemplo. 

 
Alguna vez he visto algún programa televisivo de esos que graban el día a día de los agentes de la policía durante su trabajo en su patrullar y actuar diario. Resulta tranquilizador ver qué saber-estar y “savoir faire” muestran estos agentes de ambos sexos previamente seleccionados, con qué educación y profesionalidad se comportan, qué temple exhiben, qué paciencia despliegan en su trabajo cotidiano...ante las cámaras.

Reflejan estos reportajes una imagen tan idealizada del policía que sabe que está siendo grabado y visto por todo tipo de telespectadores que al final uno casi acaba deseando que le detengan a uno mismo, que le lleven al calabozo y, si se tercia, que le planten un par de hostias bien dadas... ¿Por qué? ¿Cómo que por qué? Porque uno seguramente se lo merece, y, porque, como decía el otro, algo habrá hecho uno, aunque no sea muy consciente de ello...

Esos programas venden un producto propagandístico: la imagen del poli bueno, que encarna los ideales de perfección y rectitud de las fuerzas de “orden público”, frente al ciudadano normal y corriente que muestra poco civismo y representa la imperfección, la torpeza y el desorden. 

Estos programas deforman la realidad so pretexto de informar de ella. La observación modifica la realidad de lo observado, configurando una nueva pero falsa realidad. De hecho puede afirmarse que la realidad se crea o recrea en el acto mismo de la observación.


Pero cuando alguien no es observado o cuando no sabe que hay una cámara oculta grabando, es cuando se retrata de verdad, como se suele decir. Bienvenida sea, en ese sentido, toda grabación que aporte luz mostrando el lado oscuro de los que dicen velar por nuestra seguridad, una muestra que solo puede obtenerse si no se percatan de que están siendo filmados.

De todo hay en la viña del Señor. En la vida cotidiana, esa que no suele salir por la televisión, uno se encuentra, sin embargo, con verdaderos y vulgares mercenarios, portadores de placa, porra y pistola, con una soberbia, chulanganería, violencia, impunidad y falta de escrúpulos en exceso, y no pocos justifican la violencia policial escudándose en que estaban cumpliendo órdenes que siempre vienen de arriba, de los mandos, por lo que parece que no son responsables de su actuación.

Por supuesto que también, afortunadamente, uno se encuentra con sujetos que, pese a desempeñar esa profesión que les exige hacer uso de la fuerza, saben comportarse y no llegan a utilizar nunca el arma reglamentaria que el Estado pone en sus manos, como aquel guardia civil jubilado que se enorgullecía de que nunca había hecho uso de su pistola... Pero hay polis buenos y malos... El gran defecto del “poli bueno” es que excusa, protege y encubre a menudo por corporativismo al “poli malo”.

“Vamos a tirar a dar” no es una frase descontextualizada ni una frase hecha o expresión coloquial. Es una declaración de intenciones en toda regla que retrata la violencia institucional intrínseca que encarnan los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Ellos no manejan las armas que portan; las armas les manejan a ellos. El gatillo llama al dedo. El problema es que algunos tienen, además de fácil el gatillo, muy buena puntería.

viernes, 14 de agosto de 2020

Poli bueno, poli malo

No se trata de contraponer aquí el policía bueno al policía malo, sino de denunciar que “malo” y “bueno” son dos caras de la misma moneda, dos adjetivos, en este caso de la policía, que es el sustantivo, lo sustancial, y que, como si se tratara de un Jano bifronte, en determinadas ocasiones puede presentar su faceta más amable y en otras la cara más brutal. De hecho, desde un punto de vista político, que etimológicamente es lo mismo que policial, porque ambas palabras derivan de πόλις (polis), el nombre griego del Estado, son dos modos complementarios de actuación. 

La palabra policía, en español, derivada del latín politia, préstamo griego de  πολιτεîα "organización política, gobierno", se usaba ya en 1399 con el significado de "política" y "buena crianza" (cf. inglés policy); es a comienzos del siglo XIX cuando comienza a usarse como   "cuerpo encargado de velar por el mantenimiento de la seguridad de los ciudadanos, a las órdenes de las autoridades políticas" y también como miembro de ese cuerpo (inglés police). No se han perdido en castellano, sin embargo, los significados anteriores de urbanidad en el trato y costumbres, aunque sea poco usual, y  limpieza y aseo, y "buen orden que se observa y guarda en las ciudades y repúblicas, cumpliéndose las leyes u ordenanzas establecidas para su mejor gobierno".  

 

Según la inevitable Güiquipedia, "fue la necesidad de dotar a las ciudades españolas de una estructura de seguridad moderna, lo que determinó que en 1824, el rey Fernando VII dictase la Real Cédula en la que se creaba la Policía General del Reino"

Ordinariamente suele ser más efectivo el poli bueno, que consigue las cosas por las buenas, que el malo, que las consigue por las bravas y las malas, porque el primero levanta menos suspicacias y cuenta con el apoyo benevolente y el aplauso encendido de la mayoría democrática de la ciudadanía. Pero no hay polis buenos ni polis malos. Lo que hay, en realidad, son técnicas de poli bueno y de poli malo. 

Es de sobra conocida su táctica. Mientras éste te presiona y te tortura para sacarte hasta los hígados, aquel se muestra afable, comprensivo y te ruega que colabores con él, por tu propio bien, pero ambos, eso lo sabemos todos, tienen el mismo objetivo. No se trata de dos policías distintos, sino de dos tácticas policiales complementarias utilizadas según requiera la ocasión. Uno establece amenazante y violento tu culpabilidad incuestionable, y el otro hace lo mismo pero procurando que seas tú mismo, con el señuelo de la comprensión, educación y buenas maneras, quien reconozcas sinceramente tu culpabilidad y te ates la cuerda al cuello, hasta con cierto alivio. 

El poli malo tiene un perfil autoritario y violento, mientras que el poli bueno encarna la concepción de una policía civil y moderna, que mira por nuestra protección, más acorde con los tiempos que vivimos.

martes, 28 de julio de 2020

"Vergüenza me daría ser policía"

La Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana española, popularmente conocida como ley mordaza, tipificaba como delictivas las “faltas de respeto y consideración a un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en el ejercicio de sus funciones de protección de la seguridad”, pero una posterior Instrucción del Ministerio del Interior de 17 de octubre de 2018 vino a restringir el alcance de dicha norma, afirmando que no había que interpretar la expresión “ejercicio de sus funciones de protección de la seguridad” al pie de la letra (sic) “sino que abarca cualquier actuación de los agentes en el ejercicio de su autoridad”, lo que viene a decir que alcanza prácticamente a cualquier actuación policial y, por lo tanto, a su consideración como agentes de la autoridad, por lo que se desactiva toda posibilidad de crítica. 
 

Esto no es algo exclusivo de la legislación española. En Alemania se han dictado sentencias que determinan que las siglas ACAB, que son el acrónimo de all cops are bastards en la lengua del Imperio (o su equivalente numérico 1312, por el orden alfabético de las susodichas letras en el abecedario latino que usamos), que vendrían a ser algo así como “todos los polis son unos bastardos” en nuestra lengua, estampadas en una pancarta, en una pintada, en una camiseta o chapa o en cualquier otro soporte, son un insulto específico dirigido a la policía en general, y algo punible, pues no se encuentra amparado por la libertad de expresión. 

Lo injurioso ahí no es denominar a los agentes de policía o policemen “cops”, pues en la lengua vulgar del Imperio es habitual y no es ofensivo, sino algo parecido a nuestro “poli” o “pasma”. Este COP es abreviación de COPPER, atestiguado en inglés desde 1859 con un valor similar al del latín CAPTOR, con el significado de policeman desde 1846, nombre de agente en -ER derivado del verbo TO COP “capturar, arrestar a un prisionero”, relacionado con el francés CAPER “coger, capturar” procedente del latín CAPIO CAPERE con el mismo significado. 

Lo injurioso ahí sería la utilización de la palabra bastardos, algo anticuada ya en castellano como hideputas con el significado de hijos de puta, contrapuesto a hidalgos o hijos de algo, o sea, de alguien, es decir, de un padre conocido y respetado. Se ha realacionado la palabra “bastardo”, que significa “hijo ilegítimo”, con el francés antiguo bastart, moderno bâtard derivado de bast, bât “albarda”, que aludiría a los hijos nacidos de las relaciones de arrieros con coimas de posada, como la Maritornes del Quijote por ejemplo. 

Vengamos a lo nuestro. Evaristo Páramos, cantante de la banda Gatillazo, y antes de La Polla Records, cerró la actuación de su grupo en un festival en Jerez de la Frontera el 25 de mayo pasado al grito de “policías, sois unos hijos de puta”. El improperio, como puede verse, no iba dirigido contra un agente en concreto, sino contra el cuerpo en general de policía, y fue sancionado por “falta de respeto o consideración” a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de acuerdo con la susodicha LOPSC. 

 

La policia de Euskadi, la Ertzaintza, leo en la prensa, respondía con multas vía Ley Mordaza cuando se pronunciaba o se escribía el lema “vergüenza me daría ser policía”. Un tribunal de justicia, vía contencioso administrativo, tuvo  que desautorizar la sanción argumentando que el eslogan carece de entidad vejatoria o tiene muy poca, y está amparado en todo caso sin ningún atisbo de duda en el derecho fundamental a la libertad de expresión.  

Otro caso entre nosotros, que leo en la prensa burgalesa: Un joven recibe una multa de 600 euros por insultar a la Policía Local de Burgos en una red social después de que sancionaran a un amigo suyo por tunear el coche, aparcamiento en doble fila y por no portar matrícula, por lo que los efectivos decidieron llamar a la grúa para retirarlo y llevarlo al depósito municipal. 


A través de una red social, el cuerpo municipal informó de esta irregularidad y una persona publicó el siguiente comentario crítico e injurioso: Más vale que os dediquéis a proteger a los ciudadanos y a la gente que de verdad os necesita, hijos de puta. A los pocos días, los agentes del cuerpo municipal de policía le localizaron y le denunciaron por faltar al respeto a miembros de las fuerzas del orden. Las multas por este tipo de infracciones, recogidas en la Ley de Seguridad Ciudadana, van desde los 100 a los 600 euros, y a él le cayeron 600. 

Una crítica, dirigida a la labor de la policía, que debería ser proteger a los ciudadanos y a la gente que necesita protección, y no hacer lo que habían hecho, ha sido multada y desactivada por el insulto que la acompañaba de “hijos de puta”. ¿Qué es lo que aquí se está penalizando? ¿Criticar la labor de la policía, insultarle o ambas cosas?

domingo, 26 de julio de 2020

Violencia policial

Cualquiera siente franca repugnancia ante la llamada brutalidad de la violencia policial legitimada por el Estado. Resulta difícil delimitar la delgada línea de sombra que determina dónde acaba el uso de la violencia, cuyo legítimo monopolio posee la policía, y dónde comienza el abuso, no inscrito en el llamado espíritu policial mismo. 

Muerte de George Floyd 

Suele decirse, para poner a buen recaudo el prestigio de las fuerzas de orden público cuando se tacha de incorrecta o impropia la actuación de algún agente singular, que se trata de un caso individual y no significativo, que tiene poco que ver con la actuación corporativa del cuerpo al que pertenece. 

La policía puede usar la fuerza necesaria, siempre que se atenga a los principios de congruencia, proporcionalidad y oportunidad. Generalmente hay mucha gente que opone resistencia a su detención, de modo que no hay otro forma para llevarla a cabo que el uso de la fuerza física mínima indispensable. También es legal en caso de que nos opongamos al registro personal, que se haga a la fuerza: “adoptando las medidas de compulsión indispensables, conforme a los principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad.” 

La argumentación que popularmente se conoce como “siempre hay alguna manzana podrida en el cesto” no debe inducirnos a engaño, porque falla en lo siguiente: 
-El hecho de vestir un uniforme obliga a un comportamiento ejemplar, en el sentido de que cualquier actuación individual que se haga durante el servicio con ese uniforme se considerará corporativa por el hecho mismo de que lo importante ahí no es el individuo, sino el cuerpo al que pertenece. 
-No parece muy justo que la actuación individual de un policía “que mancha el uniforme”, como se suele decir, salpique a otros compañeros que forman parte de su mismo cuerpo, pero eso no impide que el desprestigio recaiga sobre el cuerpo todo de policía, sobre la institución que representa el uniforme, que no ha sabido erradicar los comportamientos delictivos individuales de algunos de sus miembros, y pretende erradicar, paradójicamente, dichas conductas del resto de la sociedad. 
-Si un particular, cualquiera de nosotros, le falta el respeto a un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, resulta que no sólo está faltándoselo a la persona “sino a la institución que representa”, según la actual legislación española. Según ese mismo criterio, si un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad le falta al respeto a un ciudadano cualquiera, no sólo se lo está faltando el agente que viste el uniforme, sino la institución que representa, dado que no distinguimos el individuo del uniforme que lleva en el ejercicio de sus funciones. Es ahí el cuerpo de policía todo, el instituto armado, el que está actuando a través de ese uniforme atentando públicamente contra el derecho de todas las personas a recibir un trato respetuoso, digno y adecuado por parte de los demás.