Un titular del 18 de julio de 2021 de El diario montañés, el periódico de campanario de Cantabria, reza en portada con grandes letras debajo de la foto de dos policías nocturnos a caballo: Cantabria respeta el toque de queda.
Debajo, en letra más pequeña: La primera madrugada con límite horario transcurre sin incidente en los 53 municipios afectados. (Aclaración del que suscribe: El "límite horario" del toque de queda, avalado por la autoridad judicial, al que alude el titular es de 1 a 6 de la mañana, que es la franja en que la gente no puede circular libremente porque se supone que anda suelto el virus con nocturnidad y alevosía) A continuación se lee: Los dispositivos policiales realizaron una labor pedagógica para despejar las zonas de ocio.
Llama mi atención la expresión “los dispositivos policiales”. Leyendo el artículo me entero de que una vez que comenzó el toque de queda la Plaza Cañadío fue invadida por seis coches de la policía local y nacional, lo que suponía la presencia de quince agentes efectivos humanos uniformados, además de los efectivos caninos, es decir, los perros policía, y la caballería, los efectivos equinos. Cuatro jinetes, en efecto, se incorporaron al equipo nocturno que controló el cumplimiento de la nueva medida draconiana.
Pero lo que más me llama la atención es la expresión “labor pedagógica” para referirse a la función de despeje de las zonas de ocio encomendada al cuerpo policial local y nacional. Pedagogía, en efecto, es palabra griega compuesta de pais paidós, que significa “niño”, y agogé que quiere decir “conducción”. ¿En qué consistía la labor pedagógica de la policía? Pues en conducirnos, por las buenas o por las malas, a casa o, en su defecto, a comisaría, tratándonos como se trataría a un niño, y recordánonos lo que está mandado: “A la una de la mañana todos (y todas y todes) a casita por la cuenta que os trae...”. La labor pedagógica consiste en hacernos cumplir las ordenanzas, que no admiten cuestionamiento: ¿Por qué uno no puede estar en la calle una noche calurosa de estío como esa a la una y cinco de la mañana paseando tranquilamente por ejemplo? Porque hay toque de queda. Y ¿por qué hay toque de queda? Porque hay un virus muy peligroso suelto. Y ¿por qué hay un virus tan peligroso suelto campando a sus anchas? Porque interesa que así sea, ni más ni menos. Y si no lo hay, se inventa para que cunda el pánico, porque existir existe, resistente como es, consistente y persistente. "Y ¡váyase usted para casa! Y aquí no hay más que hablar".
¿Qué interés tiene ese policía, que al final será él mismo sustituido por un robótico dron de vigilancia y relegado a formar parte de la clientela de estómagos agradecidos de la Renta Básica Universal? ¿Qué interés, a parte del económico, les mueve a los policías que vendrán a buscarnos a casa para llevarnos voluntariamente o por la fuerza al centro de vacunación obligatoria?
Hoy la policía desde su condición como cuerpo represivo y bastión violento del Estado llega a representar en el alma aterrorizada del súbdito ese sentimiento inhumano, refugio y coraza de la inmunización postulada, esa que articula el fascismo redivivo (con antifascismo incluido). El "viva la muerte", de nuevo como estandarte, guiará a los muertos vivientes.
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