jueves, 1 de julio de 2021

El síndrome de la cara sin rostro

    El síndrome de la cara sin rostro afecta, según los psicagogos, a las personas que se sienten inseguras pensando en la despenalización de la mascarilla, que ellos interpretan erróneamente que es un escudo protector, ahora que va a dejar de ser obligatoria en exteriores hasta nueva orden siempre que se respete la distancia de seguridad. 
 
    Se sienten desprotegidos si no llevan nada que cubra sus vías respirartorias ante posibles contagios del virus coronado de espículas. La retirada de la mascarilla en exteriores no es obligatoria, al contrario de lo que era su uso hasta ahora. Si una persona se siente protegida por llevarla es por el efecto placebo, no porque esté efectivamente protegida. 
 
    Recordemos lo que decían las autoridades cuando empezó todo esto, hace ya más de un año y medio: las mascarillas sólo sirven para que el que está enfermo no contagie a los demás, no para no ser contagiado. De ahí se sacó la norma totalitaria de que si todos llevábamos mascarillas no nos contagiaríamos los unos a los otros, olvidando que si uno está sano, no necesita llevarla porque no va a contagiar a nadie. 
 


    Ahora bien, aquellas personas que creen que la mascarilla las protege pueden padecer, inducidos por esa falsa creencia, el síndrome de la cara vacía que les generará ataques de pánico y crisis de ansiedad cuando vean a otras personas, potenciales contagiadores, sin ellas.
 
    Los psicagogos recomiendan a las personas que quieran tratarse la estrategia de la aproximación sucesiva y paulatina para que se acostumbren a la situación que les provoca miedo y ansiedad de manera gradual y flexible. 
 
    Igual que aprendimos hace año y medio a convivir con la mascarilla, algo que era impensable, podemos adaptarnos ahora como camaleones a vivir sin ella. 
 

     Este síndrome no es todavía un trastorno o enfermedad mental, dado que aún no ha sido tipificado en los manuales psiquiátricos de diagnóstico. Sí que se trata de un síndrome, es decir, de un conjunto de síntomas característicos que, según la docta Academia, pueden ser de una enfermedad o de un estado determinado, cuyas características en este caso son el miedo a contagiar o ser contagiado, la sensación de inseguridad o de desnudez y la incomodidad de interactuar con personas que no la llevan, lo que puede inducirnos a evitar los contactos sociales y a desarrollar una fobia social. 
 
    Una vez que hemos sido engañados al hacernos creer el Estado sanitario, provocándonos una distorsión cognitiva, que la mascarilla nos protegía a todos y cada uno, es normal sentirse ahora desprotegido y sufrir este síndrome de la cara sin rostro, máxime cuando el levantamiento de la prohibición viene de arriba y se interpreta se quiera o no se quiera como una orden. 
 
    Da risa el diagnóstico de los psicólogos, esos psicagogos o manipuladores de almas, del síndrome de la cara sin rostro. Si un individuo se quita la mascarilla, etimológicamente la personilla, lo peor que le puede pasar, si se mira en el espejo, es descubrir lo feo que es.

1 comentario:

  1. La idea y "representación" del virus resulta demasiado oportuna para el retorcimiento social y económico que la Sinergia instalada del sistema exige, pues es la concurrencia de intereses y oportunidades la que permite el desarrollo de la Función "necesaria e inevitable" como manifiestan y predican los científicos y ejecutivos de la Empresa y del Estado. Es esta curia acostumbrada a los procedimientos y certificaciones inscritos en el libro sagrado de la Gestión la que no puede menos que ir protocolizando los condicionamientos para mayor gloria de los procedimientos que en su infinita bondad y acogimiento evita que las almas se salgan del tiesto donde crece y contemplamos con fervor y miedo la flor del Status Quo salvífico y fiero. Los psicagogos dado su puesto inferior en la jerarquía y su fe ciega en la recondución de almas, operan con la esperanza de que estas últimas siempre necesiten de sus malas artes para poder adaptarse a lo que se les exige. Las dudas desde arriba de hasta cuanto forzar la ignominia es la que introduce contradicciones y sinsentidos que afectan a los de abajo y que es necesario gestionar con psicagogía.

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