miércoles, 21 de julio de 2021

Contra El País

    Los lectores de El País pueden dormir tranquilos después de leer el titular de la portada digital del 20 de julio de 2021, pese a decir que La vacunación en Europa empieza a perder fuelle en pleno avance de la variante delta, porque España es la excepción, que se mantiene a la cabeza en el ritmo de la inmunización. (Ya he comentado en otra parte cómo los periodistas, y los de El País no son ninguna excepción ni van a ser menos que los demás, utilizan sin ningún empacho los términos "vacunación" e "inmunización" como si fuesen sinónimos, y si esto puede ser discutible en general, en el caso que nos ocupa, en particular,  es aún más discutible, por no decir que totalmente erróneo, porque ni siquiera se puede llamar "vacunación" a las inyecciones que están poniendo a la gente que se presta a dejarse inocular). Pero sin duda la aclaración de que España va en cabeza y no a la cola como en tantas otras cosas confortará a los lectores complacidos al saber que Spain is different, como decía aquel eslogan propagandístico de la dictadura que invitaba a los turistas a invadirnos. 

 

    Pero indaguemos un poco en qué consiste esa diferencia que nos pone a la vanguardia de la vieja Europa, a nosotros que éramos poco más que el rabo del toro de Zeus raptando a la princesa... Según El País, que recibió en octubre de 2013 una subvención de un millón novecientos sesenta y ocho mil ciento ochenta y cuatro dólares norteamericanos exactamente (1,968,184) y en 2016 dos millones de la fundación de los señores Bill y Melinda Gates, fundación que según sus propias palabra lucha sin ánimo de lucro contra la pobreza, la enfermedad y la desigualdad en el mundo, y  los recibió con el propósito de fomentar la concienciación de los lectores sobre el tema de la salud y el desarrollo mundiales, se debe a dos razones: la primera, un sistema de atención primaria proactivo (atención al anglicismo proactive empleado aquí, de origen latino: creado para oponerlo a reactive o reaccionario y que la docta Academia define como sigue: “Que toma activamente el control y decide qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos” cursiva de mi cosecha por la extrañeza que me produce esta nota definitoria sugerida por el prefijo "pro-" que se ha antepuesto a “activo”); y la segunda: “la marginalidad del movimiento antivacunas” español, porque en España el apoyo a las vacunas es muy elevado.

    Quizá el mayor truco publicitario, aceptado incluso hasta por los escépticos y críticos, ya lo he dicho más arriba, es haber llamado “vacunas” a los productos que so pretexto de lucha contra la enfermedad del virus coronado se están inyectando desesperadamente a las poblaciones. Habría que olvidar ese término, y decir que esos sueros, mejunjes (del árabe clásico mamzūǧ, que significa 'mezclado') o cócteles no son vacunas, que no es una cuestión de estar a favor o en contra del invento de Pasteur en general, sino de la fiabilidad de estos preparados químicos que los laboratorios han puesto enseguida a la venta sin haber acabado la fase de experimentación.

 

    De aquí se deduce en primer lugar que en Europa no hay un sistema de atención primaria proactivo como el que tenemos nosotros a Dios gracias en España, y, en segundo lugar, que en Europa el movimiento antivacunas es muy poderoso.

    No voy a entrar en el primer argumento que nos llevaría a comparar sistemas de atención primaria, y las comparaciones, ya se sabe, son siempre odiosas. Pero sí quiero entrar en la segunda razón esgrimida para explicar nuestra genuflexión ante las autodenominadas "vacunas". No creo yo que los europeos sean más o menos contrarios que nosotros, que a fin de cuentas también somos europeos, pese a aquello que se decía en la oprobiosa dictadura de que Europa empezaba en los Pirineos. No creo yo, y hablo por mi caso, que no soy un antivacunas -creo que las tengo todas puestas como Dios manda, y bien puestas,  incluidas las de la mili-, que no prestarse a la inyección de los productos anticovídicos de los laboratorios se deba a que uno pertenezca al movimiento antivacunatorio, del que ya digo que no formo parte, sino al escepticismo que uno siente ante dichos preparados farmacológicos, autorizados provisionalmente para su uso por razón de una emergencia sanitaria que no se comprende, cuya necesidad no se ve por ninguna parte, y cuyos efectos secundarios inmediatos, por lo que me cuentan algunos familiares y amigos que se han prestado al experimento voluntariamente, me parecen, cuando menos, preocupantes, y espero que se queden ahí, por su bien, y no haya futuras complicaciones. 


     Vamos a retorcer el argumento un poco, para hacerle decir más verdad de la que dice: estamos a la cabeza de Europa como ratas de laboratorio en sumisión a un experimento. La mayoría democrática, que no la totalidad pero casi,  de la población española, con nulo sentido crítico, ha dejado abducir su masa cerebral por los medios de comunicación, y ha olvidado ese sano escepticismo popular. Y eso es lo preocupante: Los lectores del periódico citado podrán dormir tranquilos esta noche y las siguientes. Somos los primeros en algo: Campeones olé olé olé. Asistimos al espectáculo de ver cómo en los grandes países europeos los pinchazos se ralentizan, pero en España se aceleran que da gusto: la vacunación va como un tiro, que dijo nuestro presidente. Y podemos estar orgullosos de eso.

    Según El País habría que convencer a los que dudan. A mí me parece, sin embargo, que habría que hacer que germinara la benéfica semilla de la duda en los que están tan convencidos. Parece que Europa no va a conseguir la meta de “inmunizar” (habría que decir “vacunar”, ya lo he dicho más arriba un par de veces, pero no son vacunas tradicionales, mejor “pinchar”, que lo entiende todo el mundo, o “inyectar”, que suena más culto, o "inocular", más por lo finolis) y algunos expertos sostienen que la inmunidad de grupo no se alcanzará con el 70% sino con el 80% o aun hasta con el 90% de la población inmunizada. Y yo, que no soy ningún experto, me atrevería a decir que la inmunidad colectiva no se alcanzará ni siquiera con el 100% de la población “inmunizada”. 

    En España los antivacunas son anecdóticos, dicen, y tienen poco peso específico. Puede ser. Pero lo preocupante es que los pro(presuntas)vacunas son algo más que una anécdota y son pesos pesados, y el resto, la inmensa mayoría silenciosa es un rebaño dócil, gregario y genuflexo, carente de espíritu crítico, obediente y manso que, cuando le dan cita para el matadero, pregunta que a qué hora hay que ir y que si tiene que llevar el deeneí.

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