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domingo, 19 de octubre de 2025

La Nueva Escuela

    El pedagogo suizo Adolphe Ferrière (1878-1960), promotor de la Escuela Nueva, una corriente de renovación pedagógica surgida a finales del siglo XIX y desarrollada a lo largo del  XX, propuso la reforma de la vieja escuela tradicional denunciando su fracaso; basándose en principios psicopedagógicos modernos pretendió reformar la sociedad mediante una "educación para la vida", dándole la vuelta al non uitae sed scholae discimus ('no aprendemos para la vida, sino para la escuela') de Séneca, convirtiéndolo en lo que debería ser: non scholae sed uitae discimus ('no aprendemos para la escuela, sino para la vida'). Su propuesta está recogida en sus libros como, por ejemplo, 'Transformons l'école' (1920). 
 
 
    Contaba Ferrière que la escuela, lejos de su etimología griega (en griego scholé, ocio), se había convertido en un centro de trabajo (en latín tripalium, tres estacas que servían como instrumento de tortura), un suplicio, lo que se había logrado siguiendo las indicaciones del diablo, su fundador (cito textualmente):  Al niño le gusta la naturaleza: se le enclaustró en aulas cerradas. Al niño le gusta jugar: se le obligó a trabajar. Le gusta ver que su actividad sirve para algo: se hizo de forma que su actividad no tuviera ningún objetivo. Le gusta moverse: se le obligó a permanecer inmóvil. Le gusta manipular objetos: se le puso en contacto con las ideas. Le gusta servirse de las manos: solo se puso en juego su cerebro. Le gusta hablar: se le obligó al silencio. Le gustaría razonar: le hicieron memorizar. Le gustaría investigar la ciencia: se la sirvieron ya hecha. Le gustaría seguir su imaginación: lo sometieron al yugo de los adultos. Le gustaría entusiasmarse: inventaron los castigos. Le gustaría ser útil libremente: le enseñaron a obedecer pasivamente. «Perinde ac cadaver» [igual que un cadáver].
 
    Muy pronto este régimen dio sus frutos. Donde mejor estaban los niños era en la escuela, intramuros, no extramuros, correteando por ahí sin ton ni son. Así es como debía ser. En la escuela aprenden a someterse a unos horarios, de encierro y libertad con el alivio de sus correspondientes recreos. Sin embargo, algunos niños, a los que se les hacía insoportable aquel confinamiento, se rebelaron contra la escuela,  hicieron novillos y practicaron el absentismo escolar: huyeron al bosque a trepar a los árboles, a coger moras, a corretear, saltándose las clases... 
 
    Pronto se vio el fracaso de aquella vieja escuela decimonónica, por lo que el diablo, nunca ayuno de recursos, ingenió otra estrategia, sugiriendo a los ilustres pedagogos como Ferrière que crearan la Nueva Escuela: los niños podrían gozar de salidas didácticas, organizándose periódicas excursiones. Los escolares agradecerían infinitamente la salida del centro (eso es lo que sugiere el prefijo ex- de la palabra ex-cursión con toda su fuerza centrífuga) a los maestros y profesores enrollados que los sacaran por un tiempo prudencial de la jaula de las aulas, para recargar las pilas o mejor, como dicen ahora, las baterías, de forma que pudiesen volver con energía renovada a la incursión (el prefijo in-, aquí de claro valor centrípeto, señala la vuelta a la normalidad y enclaustramiento; tras la excursión se impondría la incursión en la machadiana “monotonía / de lluvia tras los cristales”).
 
 
    Bien entrados ya en el siglo XXI, la Escuela Nueva es una realidad. Centros públicos y privados compiten en la organización de las llamadas “actividades extraescolares”, hasta el punto de que todos disponen prescriptivamente de un Departamento a ellas consagrado, y de un Jefe encargado de hacer su programación y el seguimiento de dichas actividades fundamentales para el normal funcionamiento de un centro escolar de primaria y secundaria que se precie, cuya obligatoriedad sin ellas resultaría intolerable, igual que un calendario sin festividades, un trabajo sin vacaciones o una semana sin su finde.
 
    Hemos ido viendo desde entonces cómo también rivalizan unos y otros equipos directivos de los centros en la organización de diversos saraos académicos como posados fotográficos para orlas conmemorativas del inolvidable curso escolar, eventos deportivos y concursos varios de misses y misters, bailes de primavera y de graduación, ceremonias de comienzo y fin de curso, llegando a fletar autobuses y chóferes para que se vayan turnando en los largos trayectos por las autopistas de Dios devorando millas a toda pastilla, trenes, cruceros y hasta aviones para poner en circulación por tierra, mar y aire por el ancho mundo las cohortes de estudiantes. 
 
    Parece a fin de cuentas que las Actividades Extraescolares, por lo tanto, se hubieran convertido en las auténticas actividades escolares, las que más caracterizan y definen al Centro Escolar convirtiéndose en el eje de su 'proyecto educativo'(sic), siendo las intraescolares, por emplear este término para las clases cada vez menos magistrales poco más que un breve paréntesis entre una y otra extraescolar y una disculpa para realizar las que realmente promocionan al Centro, las que rompen con la reclusión claustrofóbica, sin las que esta sería insoportable.
 
La vieja y la nueva escuela.

     Los profesores que osan criticar la excesiva realización de dichas actividades, por su parte, son tachados de intransigentes cavernícolas y carcas chapados a la antigua por pretender tener a los alumnos "amarrados al duro banco" de las galeras turquescas que siguen siendo, pese a todos los pesares, las aulas. Como consecuencia de todo esto, la mayoría de los centros educativos han cambiado y se han convertido en centros de actividades extra-escolares: organizan excursiones, intercambios de "inmersión lingüística" (sic) y viajes que hacen la competencia a las agencias del gremio; hacen turismo para dar una vuelta -eso es el "tour"- y volver tras el garbeo del giro copernicano a lo mismísimo de siempre. 
 
    Al tiempo que se organizan las salidas pedagógicas, se extreman las medidas de control interior instalándose cámaras de videovigilancia e intensificándose las guardias de patios y recreos a cargo de profesores que se convierten así en vigilantes más preocupados del buen comportamiento de los escolares que del proceso de enseñanza y aprendizaje.
 
    Pero la Nueva Escuela no solo consistió en la organización de actividades extraescolares, sino, sobre todo, en la imposición de la educación en lugar de la enseñanza, lo que con el tiempo se revelaría igualmente desastroso y no menos doctrinario: la gran mayoría de los niños dejaría de interesarse por las cosas, echando a perder el tesoro de su curiosidad infantil. En la Nueva Escuela se les deja hablar y expresarse hasta la saciedad, y hacer ruido. Nada más obsoleto que aquella voz del maestro gritando "¡silencio!". Se alienta a que los pequeños expresen con sus propias voces y palabras lo que se les inculca, que no deben memorizar, con el detrimento que esto supone para el desarrollo de la capacidad mnemotécnica: memoria minuitur nisi eam exerceas: la memoria se atrofia si no se hace uso de ella. 
      Como a los niños les gusta preguntar, para que no cansen a sus maestros y profesores, se les sirven las respuestas antes de que formulen sus interminables preguntas, y se les aconseja que utilicen la Red donde está toda la información disponible hasta la fecha, y recurran, en el colmo de la estupidez natural, a la Inteligencia Artificial, a través de las pantallas y medios audiovisuales, en detrimento de las viejas pizarras trasnochadas. 
 
    El viejo demonio, fundador de la vieja escuela y refundador de la nueva, sonríe satisfecho, qué diablos,con la nueva e incomprensible jerga psicopedagógica o pedopsicagógica con la que se envuelve su regalo envenenado: la Vieja Escuela de toda la vida de Dios envuelta en el celofán de la Nueva Escuela.

sábado, 21 de junio de 2025

¿Cultura de Paz, Seguridad y Defensa?

    El Ministerio de Defensa del Gobierno de las Españas lanza un programa piloto que se va a experimentar inicialmente en la Comunidad Valenciana, que probablemente se termine extendiendo al conjunto del país, dirigido a profesores de secundaria, bachillerato y formación profesional. 
 

    La Consejería de Educación de la Generalidad valenciana está ‘animando’ a los docentes a asistir a un curso de ‘Cultura de Paz, Seguridad y Defensa’ que cuenta con el caramelo de la homologación y que sumará puntos en su currículum profesional educativo; se impartirá del 1 al 4 de julio y contará con la presencia de miembros y miembras, suponemos que vaya alguna, de las Fuerzas Armadas. El curso de tipo presencial será de una duración total de 20 horas. A juzgar por el título, que conjuga las palabras Cultura con Paz, Seguridad y Defensa, sin rastro visible de la ominosa Guerra por ningún lado, que es sin embargo, lo que está detrás y por debajo de esos cuatro términos, se trata de propaganda militar(ista), que habla de ‘riesgos y amenazas en un mundo globalizado’, recurriendo (sin citarlo explícitamente) al fantasma del peligro que supone la existencia de Rusia, y plantea la necesidad de una ‘defensa compartida con nuestros aliados’ en referencia clara a la Unión Europea y la Alianza Atlántica. 
 
    El curso también brinda información sobre la posibilidad de desarrollar una carrera profesional en las Fuerzas Armadas con el objetivo de fomentar el reclutamiento de adolescentes de ambos sexos en futuras charlas con el alumnado para que quieran convertirse voluntariamente en carne de cañón. 
 
    Llama la atención que el remite del correo recibido por los docentes sea directamente de las Fuerzas Armadas. Tanto en el propio correo usado como en el ‘asunto’ se aprecia la significativa palabra ‘reclutamiento’, y en el cuerpo del mensaje se habla de ‘exponer las diversas ofertas de desarrollo profesional que ofrecen las Fuerzas Armadas dirigido fundamentalmente a los alumnos de bachiller y FP’. 
 

     La intención es formar primero a los profesores para que se familiaricen con el ámbito militar y que posteriormente  se lo vendan como algo atractivo a los estudiantes, hasta el punto de que lo vean como una salida laboral. 
 
    Este no es un experimento pedagógico más, sino una maniobra de propaganda para el reclutamiento en el contexto de militarización sin precedentes que estamos padeciendo impulsado por la Unión Europea y la OTAN y que el gobierno progresista de España asume con entusiasmo. Entretanto nuestra ministra de la Guerra confirma la llegada de al menos treinta (30) bombarderos estadounidenses a las bases yanquis de Morón y Rota para garantizar, ante la escalada bélica en Oriente próximo, se supone, la cultura de la Paz, la Seguridad y la Defensa.

jueves, 19 de septiembre de 2024

Educación en valores y competencias

    Las competencias, en la jerga pedodemagógica vigente, son las supuestas demandas que “la vida moderna” o “la sociedad” en general hacen a los futuros ciudadanos. Han sido elaboradas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), organismo que agrupa a los 30 estados más poderosos del universo mundo, dentro del marco del proyecto DeSeCo (Definición y Selección de Competencias), elaborado a partir de 1997.

    Allí se define el término competencia como sigue: Capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. Supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz


    No hace falta decir que los parámetros bajo los que se insertan las competencias son funcionales y están subordinados a la dominación política del Estado y económica del Capital, y a la inserción de los niños y adolescentes en la sociedad y edad adultas, es decir, en lo que suele denominarse con un eufemismo sangrante "el mundo laboral".
 
 

    Estas propuestas están guiadas por un enfoque economicista de la educación, dado que responden únicamente a las demandas del mercado: ¿Qué habilidades, por ejemplo, deben poseer los jóvenes para encontrar y retener un trabajo? ¿Qué cualidades se requieren para estar al día en las nuevas tecnologías? ¿Qué deben tener los ciudadanos para funcionar bien en la sociedad tal y como está establecida? 

    Si los conocimientos son muy complejos, se hacen adaptaciones o ajustes curriculares simplificadores para que los educandos puedan obtener el título que les permita llegar a ser mercaduría laboral. No se persiguen espíritus críticos, sino todo lo contrario: gente sumisa que se amolde a la explotación, a la precariedad, y que no sueñe con transformar la realidad que le ha tocado vivir, sino que se acomode sin rechistar a lo que está mandado.

    A los profesores, que antes han sido alumnos, se les consulta, en el mejor de los casos, para saber su ópinión, una opinión que se les dicta de antemano, pero no se tienes en cuenta sus criterios; acaban imponiéndoseles unos cambios educativos desde las altas esferas pedagógicas de los poderes políticos y económicos, si cabe hacer distingo tan inepto, tendentes a formar ciudadanos empleados, es decir, utilizados, pues no en vano se hacen sinónimos "empleo" y "trabajo",  que participen votando en la feria de la democracia y que contribuyan económicamente al sostenimiento del Estado a través de sus aportaciones directas a la Agencia Tributaria y de los impuestos indirectos.

    Esto y no otra cosa es la moderna educación basada en competencias (ya ni siquiera en valores, on values, como decían antes de convertir los valores morales en bursátiles), que forman parte del currículo oficial y oculto de preparación de la ciudadanía para la vida moderna y que transmite e inculca nuestro sistema educativo  (con los medios audiovisuales e interné a la cabeza), según uno de nuestros más geniales humoristas, el entrañable Quino:
(Medios de transporte. Ya no se hace camino al andar, como cantó el poeta, sino al transportarse uno en cualquier vehículo privado mejor que público, de ahí el auge del automóvil rodado, que ahora se prefiere eléctrico como lo fue en sus orígenes, y entre los más jóvenes el patinete igualmente eléctrico).
  (El desarrollo del cerebro humano y la actividad de pensar se sustituyen por la Inteligencia Artificial que nos ofrecen las modernas TIC Tecnologías de la Información y la Comunicación para el fomento de nuestra competencia digital).
(El teléfono inteligente, móvil o esmarfon, que nos aleja de los que tenemos cerca y nos acerca a los que están lejos manteniendo con ellos un contacto sin tacto, aséptico y frío, que se impuso durante la pandemia por la orden del distanciamiento social, pero cuyo uso venía ya apuntando maneras de antes, sustituye al contacto humano por el virtual on line. Los besos, apretones de manos y los abrazos quedan reducidos off line a palabras y estúpidos pictogramas o emoticones).
  (La cultura se reduce a la basura que nos echan por las pantallas de las redes para pasto de pedantes y entretenimiento de idiotas).
 (El mandamiento cristiano "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" se reduce a "Amarás al único prójimo que tienes, que eres tú mismo". El narcisismo halla así su más cumplida realización en los modernos selfis).
  (Los únicos valores que cuentan son los económicos o bursátiles, que son los que cotizan en bolsa, a lo que se reducen nuestras auténticas acciones).
(Dios es el dinero, su más cumplida y moderna epifanía monoteísta, cuya fe secularizada y laica no tiene ateos).
(Esta es la educación pública, privada y concertada, que favorece por encima de todo la inserción en la sociedad y la (de)formación profesional como preparación para la prostitución laboral).

domingo, 25 de febrero de 2024

VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT

    Según el  adagio latino, las palabras, si se las deja en libertad vuelan: uerba uolant, scripta manent: las palabras vuelan y no sólo porque se las lleve y borre el viento, como decimos nosotros, sino porque tienen alas como los pájaros. Un viejo epíteto homérico resuena muchas veces como el estribillo de una melodía en la Odisea y la Ilíada: ἔπεα πτερόεντα: palabras aladas. Pero las que no han sido pronunciadas y liberadas permanecen prisioneras en la jaula silenciosa de la escritura, que se configura así como sarcófago o cautiverio al menos de la viva voz.




    Como escribe Borges,  el significado de esta máxima era muy distinto en la antigüedad del que le damos ahora, donde parece que preferimos la segunda parte, que las cosas queden por escrito, y decimos “lo escrito escrito está”: El adagio latino VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT, en que ahora se ve una exhortación a fijar con la pluma los pensamientos, se dijo para prevenir el peligro de los testimonios escritos... Aquella frase que se cita siempre: Verba volant scripta manent, no significa que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto. En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, como dijo Platón. Todos los grandes maestros de la humanidad han sido, curiosamente, maestros orales.

    Un mito griego, recogido por el divino Platón, atribuye la invención de la escritura al dios egipcio Theuth, que se la reveló al entonces faraón del alto y bajo Egipto Thamús, más conocido como Ammón, diciéndole: “Este conocimiento hará más sabios y más memoriosos a los egipcios pues sirve como fármaco para aumentar la memoria y la sabiduría que conlleva”. Pero el sabio faraón le replicó al dios: “Oh dios, tú que eres el padre de las letras, les confieres un poder que no tienen, porque no es recuerdo sino olvido lo que producirán en los que aprendan a leer y escribir, -entre los alfabetizados, diríamos hoy-, y descuidarán la memoria al fiarse de lo escrito”.

    Esto mismo les sucede a muchos estudiantes cuando toman apuntes. En el mejor de los casos habrán resumido una conferencia o lección magistral, pero si se les pregunta qué es lo que se ha dicho no tendrán ni idea, porque su memoria no lo ha retenido. Precisarán leer y releer esos apuntes hasta memorizarlos, algunos en voz alta para oírse a sí mismos, para enterarse de su contenido, porque no han estado atentos a comprender y asimilar lo que se decía, sino a copiarlo por escrito. Quizá por eso algunos filósofos, como el propio Sócrates, que no era precisamente ningún analfabeto, no escribió ni una sola palabra, y Jesús de Nazaré, que tampoco era analfabeto, según se cuenta, sólo escribió una misteriosa palabra con el dedo en la arena que enseguida borraría el agua o el viento.


    Julio César, en sus Comentarios sobre la guerra de las Galias, cuando nos habla en el libro VI de las enseñanzas que transmitían los druidas a los jóvenes galos, recoge la misma idea: los druidas hacían aprender de memoria a los jóvenes que estaban a su cargo, hasta veinte años algunos, un gran número de versos, pero no les permitían hacer uso de la escritura, a pesar de que conocían el alfabeto griego, del que hacían uso en negocios públicos y privados, pero no así en la educación. Esto es así, dice César, por dos razones (id mihi duabus de causis instituisse uidentur), la primera porque no querían divulgar sus enseñanzas públicamente (quod neque in uolgum disciplinam efferri uelint) y la segunda porque no querían que los estudiantes, confiándose en las letras, descuidaran la memoria (neque eos qui discunt litteris confisos minus memoriae studere), porque precisamente lo que suele suceder es que con la ayuda de las letras (accidit ut praesidio litterarum) se pierde la necesaria atención en el aprendizaje y la memoria (diligentiam in perdiscendo ac memoriam remittant).

    Recordar, etimológicamente, es volver a traer algo al corazón, que era para los antiguos el palacio de la memoria, cuya sede no se hallaba en el cerebro, sino, precisamente,  en el *cor(d) o corazón. Esto explica el sentido de las expresiones inglesa y francesa “by heart” y “par coeur”, con el mismo significado que nuestro “de memoria”, que en castellano viejo se decía “de coro”; y también explica el significado del verbo inglés record “registrar”, que es grabar.

    El desprestigio de la memorización por parte de muchos pedagogos y docentes modernos es, de alguna manera, responsable del auge del olvido en que han caído las viejas artes mnemotécnicas, pero hay cosas como la tabla de multiplicar, la lista de verbos irregulares ingleses o, en nuestro ámbito cada vez más restringido, las declinaciones griegas y latinas que conviene saberse de memoria si se quiere hacer un uso razonable y disfrute de ellas. Quizá era absurdo aprenderse la lista de los reyes godos o todos los afluentes de los ríos, como antaño en la escuela, pero hemos pasado de la obligación de memorizarlo todo a no memorizar nada, con lo cual  damos pábulo a la desmemoria y el mal de Alzheimer.

    Contaba Agustín García Calvo, volviendo a nuestro viejo adagio latino, que su maestro Antonio Tovar había corregido su sentido moderno inventando un pentámetro donde añadía un matiz que contradecía el proverbio: MORTVA SCRIPTA MANENT, VIVIDA VERBA VOLANT: lo escrito perdura, efectivamente, pero muerto, en el silencio de la página, mientras que las palabras vuelan de viva voz llenas de vida. En otra ocasión lo recordó con la variante: MORTVA SCRIPTA IACENT, VIVIDA VERBA VOLANT: muerto lo escrito  yace, vívidas vuelan las palabras.

miércoles, 31 de enero de 2024

Pareceres XXXIX

191.- Reconocimiento facial. Una compañía aérea de vuelos baratos, de cuyo nombre no haré mención publicitaria, propone el reconocimiento facial o biométrico, que también le dicen, a sus pasajeros. En principio es voluntario, por lo que no llega a imponerlo todavía. Lo único que necesitamos, nos dicen, es enseñar la cara para pasar los controles aeroportuarios. Se convierte así el careto en lo que siempre por otra parte ha sido: el espejo de nuestra alma individual, personal e intransferible. Así lo vende la aerolínea en su página güeb: Imagina llegar al aeropuerto y no depender de tu documentación física, tarjeta de embarque o de cuánta batería tiene tu móvil. Con el reconocimiento facial podrás convertir tu cara en todo lo que necesitas (documentación, tarjeta de embarque) para pasar los controles del aeropuerto y moverte más rápido. Siempre y cuando, claro, digo yo, no nos impongan la obligación de volar con mascarilla. Al menos no proponen la biometría del reconocimiento anal, que obligaría a los usuarios de las aerolíneas a bajarse bragas y calzones y enseñarles las nalgas a los dispositivos de control. 

Monja arrodillada rezando (anverso y reverso), Martin van Meyens (1731)
 
192.- Non seruiam! ¡No serviré, en el sentido de no obraré como un esclavo! (Jeremías 2, 20). Según el profeta Jeremías no fue Lucifer, el ángel rebelde, quien pronunció estas palabras que suelen atribuírsele, sino el pueblo de Israel, que históricamente se apartó de Yavé, su Dios, en busca de nuevos ídolos y que se prostituyó ante el dinero, Mamón, como una vulgar meretrizuela: “Porque desde antiguo quebrantaste tu yugo, rompiste tus coyundas y dijiste: No serviré; pues sobre todo collado alto y bajo todo árbol frondoso te acostaste y prostituiste”. Al no obrar como un siervo del Señor, el estado de Israel obró como una ramera vendiéndose al capital, y desobedeciendo uno de los principales mandamientos de la ley del dios del Sinaí: "No matarás" (Éxodo 20:13), optando por obedecer a lo que le dicta en 1 Samuel 15:3: "No perdones; mata a hombres, mujeres y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos". El actual presidente de Israel, elegido democráticamente, ha invocado al profeta Samuel para justificar su lucha a muerte contra Palestina. 
 
193.- Economía patrística: Creían los santos padres de la iglesia católica apostólica y romana, benditos ellos, como san Agustín o san Jerónimo que la cantidad de dinero que había en el mundo estaba establecida de una vez para todas, y no podía cambiarse, ni menguar ni medrar, por lo que el enriquecimiento de un hombre conllevaba inevitablemente el empobrecimiento de otro. Escribía, por ejemplo San Agustín habere aurum non potes, nisi alius amittat, lo que viene a ser que "no puedes tener oro (cuando el vil metal era la forma del dinero) sin que otro deje de tenerlo". San Jerónimo, por su parte, escribía: nisi cum alterius damno et malo, pecuniae alteri non coaceruantur: "no se acumula dinero en provecho de uno si no es con daño y perjuicio de otro". Y también omnes enim diuitiae de iniquitate descendunt, et nisi alter perdiderit, alter non potest inuenire: "pues todas las riquezas provienen de la iniquidad, y uno no puede hallarla a no ser que otro la haya perdido". Y finalmente: quicumque enim diues est, nisi pauperem exspoliauerit, diues esse non potest: "el que es rico, en efecto, no puede ser rico a no ser que haya robado a un pobre", que bien podría suscribir Carlos Marx. No fueron los alquimistas sino los banqueros modernos, los que lograron el milagro atribuido al rey Midas de obtener más oro del que efectivamente había en el mundo a través de la transmutación, convirtiendo en oro, o lo que viene a ser lo mismo, en mierda, según el análisis freudiano, todo lo que tocaban. Abandonaron la pretensión del oro material sutituyéndolo por el oro o dinero ya inmaterial, que es infinito. El caso es que se nos imponen dos creencias contrarias: que todo el dinero del mundo es una cuenta cerrada (que nadie sabe con exactitud) como creían los santos padres, y al mismo tiempo, como demuestran los banqueros, que está en creciente expansión igual que el universo, por lo que la suma es infinita y puede ser creada ex nihilo por los Bancos Centrales y los Estados.
194.- Paráfrasis de Raoul Vaneigem: El Poder nos obliga a cada uno de nosotros a tomar postura y manifestar nuestra opinión a favor o en contra de Donald Trump, el coche eléctrico, el calentamiento global, Palestina, la marihuana, la enseñanza de las humanidades, la inteligencia artificial, el rap, el auge de la extrema derecha, y un interminable y larguísimo etcétera. No puede haber verdadero diálogo entre las personas, sino múltiples monólogos que se intercambian como cromos, meras opiniones personales, creencias, y gustos sobre los que no es posible discutir, fenómeno que se incrementa en las redes sociales con el ruido tecnológico que no fomenta el diálogo, sino la soledad onanista del monólogo. De hecho monologuista se ha convertido en una profesión humorística para hacer reír. Se nos pregunta nuestra opinión sobre cualquier peculiaridad para impedir que tengamos una opinión sobre la generalidad, es decir, para que, entretenidos como estamos con minucias, no formulemos una enmienda a la totalidad. 
195.- Fundamentos de pedagogía. El primer pedagogo, como apuntó Mairena, sería el rey Herodes. Él, al menos, nunca disimuló sus verdaderas intenciones, que hoy denominaríamos objetivos, como dicen ahora los profesionales de la educación, esos impostores, usando un término de la estrategia militar, por cierto.
 
Masacre de los Inocentes, Lattanzio Gambara (1550-1574)
 

jueves, 4 de enero de 2024

¿¡Todabía, con be de burro!? (y II)

 (Rememoración de Anna Mahé)

    Recojo la noticia de la simplificación de la ortografía francesa que emprendió la anarquista Anna Mahé (1882-1960), nacida en Bretaña, que fue institutriz y compañera con su hermana Amandine del también anarquista Albert Libertad, que consagró gran parte de su actividad literaria a dicha tarea de reforma de la ortografía, publicando, antes de la primera guerra mundial, artículos en diversos medios libertarios franceses, que fueron recogidos en el folleto titulado L'hérédité et l'éducation (ortografe simplifiée), publicado en París por Imp. de L'anarchie con un prefacio de su compañero Albert Libertad, traducido al español por A. Cruz con el título “La herencia y la educación” y aparecido en París en 1911 en la misma editorial, ausentes ambos libros ¿inexplicablemente? de la BnF o Bibliothèque Nationale de France, por lo que no he podido consultar ni el original ni su versión española.

Folleto inencontrable

      Por la cita que reproduce Le Monde Diplomatique, tomada de la revista L'anarchie, de un artículo de la autora que trata sobre la reforma de la educación y la ortografía, deduzco que la reforma iniciada por Anna Mahé era muy timorata todavía, a juzgar por la conservación, entre otras, de la hache inicial y por la salvaguarda de la "y" griega: «Démontons la pédagojie oficièle faite pour fabriquer des esclaves. Bâtissons une pédagojie qui conviène à des cerveaus d’homes.» La traducción de esa frase, con ortografía reformada española, sería: “Desbaratemos la pedagojía (sic) ofizial (sic) echa (sic) para fabricar esclabos (sic). Costruyamos (sic) una pedagojía que conbenga (sic) a los zerebros (sic) de los onbres (sic).”

    En la traducción se ha aplicado la generalización la grafía “j” para el fonema /x/ que unas veces se escribe en castellano “j” y otras “g” (pedagojía, por pedagogía, como ya había hecho entre nosotros por las mismas fechas Juan Ramón Jiménez por su cuenta), se ha generalizado la grafía “z” para el fonema /θ/, que unas veces se escribe “z” y otras “c” cuando va generalmente delante de las vocales “e” e “i”, y “de la grafía “b” para los grafemas “b” y “v” (esclabos, conbenga en lugar de esclavos y convenga), supresión de la hache inicial, dado que no se pronuncia, (echa, onbres -donde por cierto no hay que respetar la regla ortográfica de que "n" antes de "p" y "b"  pero no de "v" se escribe "m"-  en vez de hecha y hombres).

    Tomo nota también de la noticia que da la historiadora Anna Steiner sobre la ausencia de la mayúscula en el título del semanario L'anarchie, que fue impuesta por Anna Mahé, partidaria como era de la simplificación de la escritura, lo que conllevaba, entre otras normas, la desaparición de las letras mayúsculas, que duplican innecesariamente la tarea de escribir la lengua hablada.

    Según Anna Mahé, citada por Anne Steiner, las normas ortográficas están al servicio de una estrategia de distinción llevada a cabo por la burguesía: arbitrarias como son, sobrecargan el cerebro infantil y retrasan la adquisición de la capacidad de redactar. Recuerda ella que en el siglo XVIII se escribía el francés como se quería, y que los manuscritos de Voltaire o del marqués de Sade contienen a veces las mismas palabras escritas con grafías diferentes porque no estaban fijadas las reglas todavía. Fue en el siglo XIX cuando la burguesía, constituida como clase dirigente y élite cultural, quiso marcar la diferencia imponiendo al pueblo la ortografía fijada por la Academia.

anarchie, con a minúscula.
 
     Lo interesante de la cita que damos de Anne Mahé, además de su lucha contra todas las mayúsculas, no es tanto la reforma ortográfica en sí, como la conveniencia de desmontar la pedagogía, que no sólo es la fabricación de esclavos, como dice la autora, sino como dejó sentenciado aquel heterónimo de Machado, la matanza de los inocentes: un solo pedagogo hubo, se llamaba Herodes.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Mensajes a la contra (I)

Siempre hay algún fetiche abstracto que salvar: el Alma de su eterna condenación, la Vida de la muerte, o el Planeta, a costa de nuestro concreto sacrificio.
 
 
oOo

¿No es sorprendente encontrar en esta sociedad tan agnóstica el mismo espíritu de sacrifico que exigía antaño la Iglesia bajo capa ahora científica ecológica?

 

oOo

John Kerry, el zar del clima, dijo que diez mil millones de humanos al ritmo que vamos en el año 2050 no son sostenibles para el planeta. A buen entendedor...

oOo

Los pedagogos rara vez amplían el acervo mundial de conocimientos; mucho más a menudo se oponen a su aumento de manera violenta e implacable.” (H.L. Mencken)

oOo

La cuestión de la existencia de Dios (o del virus, que viene a ser lo mismo) no puede negarse realmente: existen, pero su realidad -ideal- no implica su verdad.

oOo  

La industria de fabricación de armamento no da abasto contribuyendo a la creación de empleo, falta de mano de obra que cubra la creciente demanda del producto.

Satanás despertando a sus legiones, Estella Canziani (1913)
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lunes, 27 de noviembre de 2023

Educar en la desobediencia

    La educación es un proceso que se padece desde la cuna hasta la sepultura y que persigue la formación de un individuo personal capaz de vivir en armonía con el entorno natural y social, lo que conlleva su adaptación al medio y consiguiente aceptación, pero, como advertía Jiddu Krishnamurti a este respecto lúcidamente: No es saludable estar adaptado a una sociedad profundamente enferma.

    La enseñanza en nuestro país comenzó siendo obligatoria hasta los diez años, luego hasta los catorce, ahora lo es hasta los dieciséis. Algunos illuminati quieren imponerla hasta la mayoría de edad de los dieciocho; obligatoria, por imperativo legal, desde los seis años, pero en la práctica ya hay parvulario –lo llaman "educación infantil" o "preescolar"- desde los tres años; y quieren lograr la escolarización por abajo desde los “cero” años, con lo cual se convierten la escuela y su hermano mayor, el instituto, si no lo son ya, que ya lo son, en Kindergärten o guarderías tuteladas de menores donde los padres, trabajadores ambos en el mejor de los casos con un salario mileurista y precario de miseria, es decir, esclavos mercenarios, acuartelan, estabulan o depositan a sus hijos bajo custodia del Estado o de instituciones penitenciarias afines privadas o concertadas y sostenidas con fondos públicos,  porque no pueden ocuparse de ellos,  para que les proporcione la educación que la familia no puede darles.

    ¿Y qué hemos sacado en limpio? Aumento cuantitativo de los estudiantes, descenso cualitativo de las enseñanzas, grandes rebajas de los programas y las exigencias mínimas, con lo que la incultura y la práctica analfabetización tanto en ciencias como en letras de las nuevas generaciones españolas es, salvo rarísimas excepciones y pese al propio sistema que las genera, mayúscula. Querían conseguir, y lo están consiguiendo, unos ciudadanos acríticos, sumisos, visceralmente incultos, fieles contribuyentes a Hacienda, que dicen que somos todos, unos demócratas que pueden votar a los unos o a los otros, a diestro y siniestro, da igual, o sea, unos idiotas de tomo y lomo en el sentido etimológico de la palabra, que creen que saben lo que quieren y lo que hacen cuando lo único que hacen es lo que está mandado.


    Hagamos un poco de historia: El modelo de escolarización pública, gratuita y obligatoria surge en Europa, concretamente en Prusia -el antecedente remoto del sistema prusiano es el espartano en la Grecia clásica-, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, y hoy se ha impuesto prácticamente a todo (y en todo) el mundo. Se encierra a tiempo parcial a los menores de edad en aulas que imitan a cuarteles, fábricas y cárceles. La libertad condicional de fines de semana y períodos vacacionales sirve para hacer más llevadera la reclusión consiguiente, igual que las excursiones extraescolares. Se separa a los niños por generaciones en grados escolares o cursos, que son carreras competitivas; y, si en un principio había división por sexos, ha acabado por imponerse la coeducación o educación mixta, salvo en algunos colegios del Opus Dei. Se han inventado una categoría, que es la “minoría de edad” legal, para justificar la necesidad del enclaustramiento escolar en las guarderías y en las aulas. Esta escolarización obligatoria no es cuestionada por casi nadie, y algunos consideran incluso, en el colmo del sarcasmo, que es un progreso y logro social de la humanidad. Habría que matizar en todo caso: es un avance en la historia, sí, pero de la historia de la dominación del hombre por el hombre, no de la libertad.

    La educación,  que no enseñanza, que pretende impartirse hoy a la ciudadanía tiene la escrupulosa y en principio muy loable pretensión de atender a la diversidad del alumnado, pero se atiende a su diversidad para uniformarla bajo un modelo común y nivelarla con el mismo rasero igualitario que si se tratase de un nuevo servicio militar obligatorio impuesto a ambos sexos.

    Los objetivos -y repárese se en el origen militar del término- son servir al sistema social, económico y político en el que pretende integrarse a niños y niñas; contribuir a su reproducción; acrecentar sus valores como el fomento del espíritu emprendedor, frente a las humanidades -hay fundaciones privadas que se dedican a impartir talleres de emprendeduría (sic, por el terminacho) en colegios e institutos-; formar al alumnado en la ideología del individualismo, el consumismo, el pensamiento positivo y acrítico, el militarismo, la sumisión a la autoridad, al poder, a la jerarquía, la aceptación de la estratificación social y, en suma y definitiva, de la realidad en general.

 

    La transmisión tradicional de conocimientos se ha sustituido por un adoctrinamiento político-económico (y por lo tanto religioso en el más amplio y laico sentido de la palabra; la economía es el nuevo culto, y la ciencia la nueva religión en la que el hombre moderno cree ciegamente a pie juntillas) tendente a hacer de los niños futuros ciudadanos democráticos y sumisos, votantes y contribuyentes políticamente corregidos, modernos esclavos, lo que justifica que ya no se hable de enseñanza, que es algo neutro, sino de educación, expresión que está cargada de ideología y adoctrinamiento. Se los educa para el mercado y la política. Y además se hace con recochineo y majaderías del tipo de dedicar, dentro del curso académico una semana, por ejemplo, consagrada a los buenos modales de la buena educación,  un día del curso escolar a practicar la sonrisa, otro la cortesía y otro los saludos... 

    El modelo actual de escuela “sostenida con fondos públicos”, que incluye bajo esta denominación a la pública y la concertada, sin hacer ningún distingo entre ambas, es el “emprendedor”, eufemismo de empresarial, y economicista, un modelo de resultados y no de análisis de los procesos, que no fomenta el pensamiento libre y crítico, sino la subordinación a las necesidades del mercado y los criterios de la más estricta rentabilidad y rendimiento.

    El curriculum vitae es un camino de obstáculos competitivos y selectivos que hay que superar para, una vez que el educando pase por el aro como fierecilla domada, convertirlo en una persona integrada y controlada por el sistema. En la escuela se aprende a amoldarse a los patrones establecidos, a adoptar un pensamiento convergente en lugar de divergente, a decir lo que ya está dicho y a saber lo sabido y consabido, para lo que se inventaron los exámenes y las continuas evaluaciones, destruyendo la creatividad. 

 

    Abundan en la jerga pedagógica expresiones como "éxito -otros prefieren logro, que es la palabra patrimonial del cultismo lucro; algo tendrá que ver el ánimo de lo uno y el afán de lo otro- o fracaso educativo", pero tanto el éxito como el fracaso son categorías económicas que tienen más que ver con el déficit y el superávit de una empresa capitalista que con el proceso pedagógico de enseñanza y aprendizaje.

    Abundan también los “planes de mejora”, inspirados por la idea cristiana pecaminosa de que se hace siempre algo mal y que hay que mejorarlo en el futuro. Es como el propósito católico de enmienda después de haber confesado el pecado y de haber realizado el acto de contrición y la consiguiente penitencia, una herencia de una educación de colegio de curas o monjas y de pago.

    Hay también mucho papanatismo que contrapone las “nuevas formas de enseñar” y el uso de las “nuevas tecnologías” a la enseñanza tradicional. Las novedades son veneradas por el mero hecho de serlo, sin pararnos a pensar que hay cosas que se siguen haciendo igual de bien ahora que hace cinco mil años, y no está mal que así sea porque no están mal hechas, por lo que no necesitan ninguna mejora, pero, cargando como cargan algunos con el complejo judeo-cristiano de culpabilidad, se empeñan en el plan de mejoría permanente.


    En fin, parece que poco se puede hacer. Pero frente a la educación y adoctrinamiento que se imparte en las aulas en la obediencia debida que van a recibir niños y niñas, cabe siempre la posibilidad de educar en la desobediencia: enseñarles por ejemplo algo tan sencillo y tan seno como es decir que NO a cualquier obligación que se les imponga, venga de donde venga, ahora que la censura  ha cambiado y que, como cantaba Isabel Escudero, ha sustituido "el no de lo prohibido por el sí de lo mandado".

sábado, 13 de mayo de 2023

Última lección del curso: y 12. - Contra la Economía.

    Si la filosofía era antaño la ancilla theologiae, es decir, la sierva sumisa de la teología a la que debía subordinarse en la escolástica medieval, dando a entender así que la razón debía estar siempre supeditada a la fe religiosa, que era la condición indispensable del saber humano, hoy en día la política es la ancilla oeconomiae, o dicho, de otro modo, el poder político, democráticamente elegido, está al servicio de los mercados y las finanzas, del mismo modo que la economía está al servicio del poder político en recíproca correspondencia.

    La economía, aunque utiliza el lenguaje matemático de los números, no es una ciencia, sino una pseudo-ciencia y una religión, opio del pueblo, por lo tanto, que usa una jerga presuntamente especializada con la que pretende hacernos creer en sus dogmas de fe a pie juntillas. 

    Nos hace comulgar con ruedas de molino tales como las siguientes perlas, en palabras que recojo de José A. Tapia, profesor adjunto de Ciencias Políticas de la Universidad Drexel, de Filadelfia, en su introducción a la obra de Paul Mattick “Crisis económica y teorías de la crisis. Un ensayo sobre Marx y la ciencia económica”, publicada por Maia, Madrid, en 2014: que los mercados armonizan las necesidades de productores y consumidores en la sociedad; que los salarios que se ganan corresponden a lo que contribuye cada uno a la producción social de cosas útiles; que el fin de nuestro sistema económico de mercado y lo que lo hace funcionar es la producción de los bienes y servicios que demanda la sociedad; y que todas esas cosas hacen que la economía sea como un organismo en el que todas las partes sirven al todo armónicamente, de tal forma que los individuos que la forman hallan la mejor satisfacción posible de sus necesidades y deseos, dada la innegable escasez de muchas cosas y la imposibilidad de satisfacer las fantasías de todos...


    Estos “principios fundamentales” de la emprendeduría o emprendizaje, que no aprendizaje, son constantemente glosados, reelaborados y repetidos como mantras tibetanos por los políticos y economistas, tanto monta, y por los formadores de la opinión pública, y a fuerza de repetición se convierten en artículos de fe que nadie se atreve a discutir. Con ellos, además, se pretende educar a la juventud en valores financieros y bursátiles, como hemos ido denunciando aquí mismo a lo largo de once lecciones (con esta doce)  de economía,  inculcándole la idea de que el capitalismo, se quiera o no se quiera denominar así al poder del capital, es la mejor forma de organización de la sociedad, porque es la que de hecho está establecida como si hubiera surgido así motu proprio de la naturaleza, y no por el empeño que ponen las castas dominantes en que sea y siga siendo así por los siglos de los siglos.

    Estos son algunos de los principios fundamentales de la presunta ciencia o pseudo-ciencia que se enseña en nuestros Institutos de Educación (que no de Enseñanza, ay,) Secundaria, tras el desastre actual de la LOMCE. En el primer ciclo de la ESO se oferta la materia “Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial”, donde resulta curioso cómo se ha querido equiparar la actitud emprendedora con la empresarial, como si fueran cosas equivalentes, y en el segundo ciclo, que es el cuarto y último curso, en la modalidad de “enseñanzas académicas” se da a elegir Biología-y-Geología, Física-y-Química, Latín y Economía a los alumnos para que cursen dos de esas cuatro materias en función de sus intereses y estudios posteriores de Bachillerato, mientras que en la modalidad de “enseñanzas aplicadas”, orientadas hacia la Formación Profesional, se oferta “Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial”, equiparando otra vez al emprendedor con el empresario,  junto con “Ciencias aplicadas a la actividad empresarial” y Tecnología, de las que deben cursar dos.



    Antes ya de la nefasta LOMLOE (2020), la no menos perniciosa LOGSE (1990) había introducido por primera vez la Economía como materia troncal en el currículo educativo del primer curso del Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales. 
 
    Recuerdo que por aquel entonces no había profesores todavía especializados en esa materia en los institutos para impartirla y que se la disputaban los profesores de sociales y los de tecnología.  Antes de la LOGSE se estudiaba la economía, junto con la política, dentro de los currículos de Geografía e Historia, ligada a los conocimientos de estas ciencias sociales, pero a partir de ese momento se desgajan de ahí los contenidos económicos como si fueran eternos, independientes y ajenos al devenir de la historia humana,  y surgen los economistas y asimilados, que invaden nuestros institutos predicando la nueva fe, la religión laica de la consagrada hostia de la economía, precisamente cuando el sistema económico, político y social  hace aguas por numerosos flancos a finales del siglo XX, y suenan cada vez más huecas si no se repiten una y otra vez las cantilenas sobre su pretendido carácter estable, acorde con la naturaleza humana y dispensador de riqueza para todos, como si del mismísimo cuerno de la abundancia se tratase. 
 
    No dudo de que entre los profesores actuales de Economía puede haber, y los hay entre los colegas que he conocido en algunos institutos, críticos de la economía política y de la política económica a la que sirven las asignaturas que imparten, pero aquí no se está haciendo una crítica de los profesores en particular, líbreme Dios si puede de entrar en cuestiones personales, que son las que menos interés tienen, sino que se estaba criticando la Economía en general y se estaba tratando de su función adoctrinadora, mal que les pese a algunos economistas críticos, dentro del sistema educativo, que lo que hace es reforzar con su adoctrinamiento el sistema social, tanto política- como económicamente, lo que viene a ser lo mismo.

    El anteproyecto de LOMCE  había osado suprimir la Economía de primero de Bachillerato como materia de modalidad después de 20 años de vigencia a raíz de su creación gracias a la LOGSE, por lo que se protestó argumentando majaderías tales como la del profesor Carles Batlle, representante de la Confederación Estatal de Asociaciones de Profesorado de Economía en Secundaria (CEAPES), que defendía desde las páginas de El País el 5 de octubre de 2012 que eso nos llevaba literalmente a “una educación del siglo XIX en el siglo XXI”. 
 
    Como profesor de Economía el señor Batlle escribía que consideraba “que para entender el mundo que nos rodea es necesario saber cómo funciona una empresa o cómo crear la tuya propia (sic, como si cada uno pudiera crear su propia empresa y convertirnos todos de repente de la noche a la mañana en empresarios sin empleados, a no ser que nos autoempleáramos nosotros mismos cada uno en nuestra propia empresa). Como ciudadano, saber qué es un impuesto y su necesidad. Como trabajador, conocer la estructura de una nómina o las partes de un contrato laboral. O como consumidor, el funcionamiento de cosas tan “extrañas” como una tarjeta de crédito, una hipoteca, o qué es una “acción preferente”.

    Los profesores de Economía, creados ex nihilo por la LOGSE, existían de hecho ya en los centros educativos, desde hacía veinte años; su existencia era un hecho,  como se ha dicho, y se justificaba porque impartían una materia básica, la educación económico-financiera,  para la formación de cualquier ciudadano del siglo XXI, que estaba incluida en los planes de estudio de un Bachillerato que era precisamente el más demandado por los estudiantes españoles; argumentos que acabaron convenciendo al Ministerio, que accedió a las reivindicaciones de estos profesores e incluyó la Economía en primero de Bachillerato como materia troncal de opción y en segundo curso Economía de la Empresa. Triunfó así en esta España de María Santísima que es nuestro país  la educación en valores... bursátiles, que son los que supuestamente más dividendos nos dejan. ¡Toma Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales... 
 
    La enseñanza de la economía se considera uno de los pilares fundamentales del sistema educativo no universitario, ya que la economía no se sostiene sin el caldo de cultivo de una cultura económica que enseñe a las nuevas generaciones qué cosas son prima de riesgo, inflación, déficit público, deflación, PIB, Fondos Europeos, renta per capita, TAE, tasas de ocupación, desempleo, IPC, declaración de la renta, IVA, Euribor... y un larguísimo etcétera, que, como escribe una colega que lamenta lo malparada(?) que queda la economía en la LOMLOE vigente, aparecen “diariamente en todos los informativos y condicionan nuestro devenir cotidiano.”
 
    Es fundamental que las nuevas generaciones de jóvenes, escribe Toñi Espino, “puedan adquirir los conocimientos necesarios para desenvolverse en el mercado laboral o en su compromiso como consumidores sostenibles.” 
 
    Ahí se ve lo que se pretende hacer de la juventud: abocarla al mercado laboral, es decir, a la prostitución, y al capitalismo... sostenible, adjetivo este último con el que se pretende endulzar la vieja y acerba denominación de nuestra sociedad como "sociedad de consumo", para que el sistema pase por algo bueno o, al menos, un poco mejor: sociedad de consumo... sostenible.