Según el adagio latino, las palabras, si se las deja en libertad vuelan: uerba uolant, scripta manent: las palabras vuelan y no sólo porque se las lleve y borre el viento, como decimos nosotros, sino porque tienen alas como los pájaros. Un viejo epíteto homérico resuena muchas veces como el estribillo de una melodía en la Odisea y la Ilíada: ἔπεα πτερόεντα: palabras aladas. Pero las que no han sido pronunciadas y liberadas permanecen prisioneras en la jaula silenciosa de la escritura, que se configura así como sarcófago o cautiverio al menos de la viva voz.
Como escribe Borges, el significado de esta máxima era muy distinto en la antigüedad del que le damos ahora, donde parece que preferimos la segunda parte, que las cosas queden por escrito, y decimos “lo escrito escrito está”: El adagio latino VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT, en que ahora se ve una exhortación a fijar con la pluma los pensamientos, se dijo para prevenir el peligro de los testimonios escritos... Aquella frase que se cita siempre: Verba volant scripta manent, no significa que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto. En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, como dijo Platón. Todos los grandes maestros de la humanidad han sido, curiosamente, maestros orales.
Un mito griego, recogido por el
divino Platón, atribuye la invención de la escritura al dios egipcio Theuth,
que se la reveló al entonces faraón del alto y bajo Egipto Thamús, más conocido
como Ammón, diciéndole: “Este conocimiento hará más sabios y más memoriosos a
los egipcios pues sirve como fármaco para aumentar la memoria y la sabiduría
que conlleva”. Pero el sabio faraón le replicó al dios: “Oh dios, tú que eres
el padre de las letras, les confieres un poder que no tienen, porque no es
recuerdo sino olvido lo que producirán en los que aprendan a leer y escribir,
-entre los alfabetizados, diríamos hoy-, y descuidarán la memoria al fiarse de
lo escrito”.
Esto mismo les sucede a muchos
estudiantes cuando toman apuntes. En el mejor de los casos habrán resumido una
conferencia o lección magistral, pero si se les pregunta qué es lo que se ha
dicho no tendrán ni idea, porque su memoria no lo ha retenido. Precisarán leer
y releer esos apuntes hasta memorizarlos, algunos en voz alta para oírse a sí mismos, para enterarse de su contenido, porque
no han estado atentos a comprender y asimilar lo que se decía, sino a copiarlo
por escrito. Quizá por eso algunos filósofos, como el propio Sócrates, que no
era precisamente ningún analfabeto, no escribió ni una sola palabra, y
Jesús de Nazaré, que tampoco era analfabeto, según se cuenta, sólo escribió una
misteriosa palabra con el dedo en la arena que enseguida borraría el agua o el viento.
Julio César, en sus Comentarios sobre
la guerra de las Galias, cuando nos habla en el libro VI de las enseñanzas que
transmitían los druidas a los jóvenes galos, recoge la misma idea: los druidas
hacían aprender de memoria a los jóvenes que estaban a su cargo, hasta veinte
años algunos, un gran número de versos, pero no les permitían hacer uso de la
escritura, a pesar de que conocían el alfabeto griego, del que hacían uso en
negocios públicos y privados, pero no así en la educación. Esto es así, dice César,
por dos razones (id mihi duabus de causis instituisse uidentur), la primera
porque no querían divulgar sus enseñanzas públicamente (quod neque in uolgum
disciplinam efferri uelint) y la segunda porque no querían que los estudiantes,
confiándose en las letras, descuidaran la memoria (neque eos qui discunt
litteris confisos minus memoriae studere), porque precisamente lo que suele
suceder es que con la ayuda de las letras (accidit ut praesidio litterarum) se
pierde la necesaria atención en el aprendizaje y la memoria (diligentiam in
perdiscendo ac memoriam remittant).
Recordar, etimológicamente, es volver
a traer algo al corazón, que era para los antiguos el palacio de la memoria, cuya sede no se hallaba en el cerebro,
sino, precisamente, en el *cor(d) o corazón. Esto explica el sentido de las expresiones
inglesa y francesa “by heart” y “par coeur”, con el mismo significado que
nuestro “de memoria”, que en castellano viejo se decía “de coro”; y también
explica el significado del verbo inglés record “registrar”, que
es grabar.
El desprestigio de la memorización
por parte de muchos pedagogos y docentes modernos es, de alguna manera,
responsable del
auge del olvido en que han caído las viejas artes mnemotécnicas, pero
hay
cosas como la tabla de multiplicar, la lista de verbos irregulares
ingleses o,
en nuestro ámbito cada vez más restringido, las declinaciones griegas y
latinas
que conviene saberse de memoria si se quiere hacer un uso razonable y
disfrute
de ellas. Quizá era absurdo aprenderse la lista de los reyes godos o
todos los
afluentes de los ríos, como antaño en la escuela, pero hemos
pasado de la obligación de memorizarlo todo a no memorizar nada, con lo
cual damos pábulo a la desmemoria y el mal de Alzheimer.
Contaba
Agustín García Calvo, volviendo a nuestro viejo adagio latino, que su
maestro Antonio Tovar había corregido su sentido moderno inventando un
pentámetro
donde añadía un matiz que contradecía el proverbio: MORTVA SCRIPTA
MANENT,
VIVIDA VERBA VOLANT: lo escrito perdura, efectivamente, pero muerto, en
el
silencio de la página, mientras que las palabras vuelan de viva voz
llenas de
vida. En otra ocasión lo recordó con la variante: MORTVA SCRIPTA IACENT,
VIVIDA VERBA VOLANT: muerto lo escrito yace, vívidas vuelan las
palabras.
Derruido 'el palacio de la memoria' la desmemoria es condición de gobernanza, por eso tenemos la cobertura permanente con los bustos parlantes y pedantes, encargados del ruido de fondo que acompaña la saturación espectacular actualizada de escenas e imágenes proyectadas, para que los receptores puedan leer las susodichas y resonar al unísono con las correspondientes y convenientes emociones estandarizadas que conforman su designio.
ResponderEliminar¿Quién necesita memoria, ni en el corazón ni en la cabeza, teniendo un alojamiento ilimitado e imborrable para sus recuerdos y esperiencias en ésa Nube subterránea de la que ya nunca se podrá desconectar so pena de perder todo su acervo?
ResponderEliminarGracias por el comentario. Escribe Byung-Chul Han ingeniosamente que hoy ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la Nube.
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