-Imagen iconoclasta: Cuando decimos que alguien cultiva una imagen iconoclasta,
incurrimos en una contradicción en los términos, un oxímoron u oximoro, mejor dicho, concretamente en una contradictio in adiecto en el adjetivo con el que calificamos al sustantivo. Una imagen
iconoclasta sería una imagen que destroza las imágenes, rompedora, que
entraría en contradicción consigo misma, contraria a todas las imágenes
habidas y por haber y opuesta, por lo tanto, a los íconos, que son las imágenes
consagradas y que reciben un culto religioso.
Íconos, en efecto, eran, en principio, representaciones religiosas de pincel o relieve, usadas en las iglesias cristianas orientales, y, más en general, cualquier tabla pintada con técnica bizantina. Se fomentó su culto entre los feligreses, porque llegaban más fácilmente a ellos que las escrituras sagradas. No obstante, algunas religiones como el Islam han prohibido siempre el culto a las imágenes. Dos nuevas acepciones se suman a esta, que es la tradicional: ícono es también el signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado; p. ej., las señales de tráfico en las carreteras. E ícono es también, en el campo de la informática, cualquier representación gráfica esquemática utilizada para identificar funciones o programas.
Así define el diccionario de la Academia iconoclasta: Del gr. εἰκονοκλάστης, rompedor de imágenes. 1. adj. Se dice del hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. 2. adj. Se dice de quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.
Ninguna de las dos definiciones es muy objetiva: Nótese que la Academia habla de "el culto debido a las sagradas imágenes" en la primera definición, sin cuestionarse qué es una imagen sagrada y por qué lo es, y en la segunda definición se incurre en la misma petición de principio "merecida autoridad de maestros, normas y modelos". Tanto en una definición como en la otra sobran los participios "debido" y "merecida", si queremos establecer una definición objetiva y no caer en la iconodulía o veneración -dulía es, más que adoración, dependencia rayana en la esclavitud- de las imágenes, como hace en este caso que nos ocupa la doctísima Academia.
Íconos, en efecto, eran, en principio, representaciones religiosas de pincel o relieve, usadas en las iglesias cristianas orientales, y, más en general, cualquier tabla pintada con técnica bizantina. Se fomentó su culto entre los feligreses, porque llegaban más fácilmente a ellos que las escrituras sagradas. No obstante, algunas religiones como el Islam han prohibido siempre el culto a las imágenes. Dos nuevas acepciones se suman a esta, que es la tradicional: ícono es también el signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado; p. ej., las señales de tráfico en las carreteras. E ícono es también, en el campo de la informática, cualquier representación gráfica esquemática utilizada para identificar funciones o programas.
Así define el diccionario de la Academia iconoclasta: Del gr. εἰκονοκλάστης, rompedor de imágenes. 1. adj. Se dice del hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban. 2. adj. Se dice de quien niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos.
Ninguna de las dos definiciones es muy objetiva: Nótese que la Academia habla de "el culto debido a las sagradas imágenes" en la primera definición, sin cuestionarse qué es una imagen sagrada y por qué lo es, y en la segunda definición se incurre en la misma petición de principio "merecida autoridad de maestros, normas y modelos". Tanto en una definición como en la otra sobran los participios "debido" y "merecida", si queremos establecer una definición objetiva y no caer en la iconodulía o veneración -dulía es, más que adoración, dependencia rayana en la esclavitud- de las imágenes, como hace en este caso que nos ocupa la doctísima Academia.
Estamos
acostumbrados a ver, por ejemplo, camisetas con anuncios de logos
multinacionales, que,
además de costosas, resultan propaganda gratuita para las transnacionales
que hay
detrás, con lo que los portadores de esas prendas acaban, por mor de la
disidencia y del look
contestatario, vistiendo la misma prenda conformista, como si fuera el
uniforme de la China
comunista de Mao, y haciéndoles además el juego a las grandes firmas,
convirtiéndose en sus hombres-pancarta y sin cobrar por ello; en vez de eso, todo
lo
contrario: ¡pagan por hacer publicidad de una marca luciéndola y
proyectando una imagen inconformista, que es lo más conformista que
puede haber!
Un ejemplo: Un futbolista inglés archiconocido, cuyo nombre no voy a citar aquí, pero que estará en la mente de casi todos. Dicen que su mujer, experta en marketing y merchandising
-observad el discreto encanto de estos gerundios anglosajones de raíz
inequívocamente latina porque tienen que ver con la "mercem" o
mercancía-, convirtió su
matrimonio en la nueva pareja real de Inglaterra, desarrollando el lado fashion
y cool de su apuesto marido, al que transformó en un ídolo cuyo atuendo y aliño
indumentario, sorprendentes trenzas y cortes de pelo, aretes de diamantes,
tatuajes y otras excentricidades o intentos de salirse (ex-) del meollo o
cogollo del centro mismo (-céntrico) de la
vulgaridad que nos constituye, se convirtieron enseguida en puntos inevitables
de referencia para millones de jóvenes del entero mundo, ávidos de disidencia controlada y
de proyectar rabiosamente una imagen rebelde de sí mismos, una imagen iconoclasta, una mera moda.
¿Por qué es una contradictio in adiecto "imagen iconoclasta"? Porque la única imagen iconoclasta sensu stricto
sería la no proyección de ninguna imagen, cosa harto difícil en estos
tiempos que vivimos en los que cualquier imagen dicen que vale más que
mil palabras, cosa que es radicalmente falsa, porque siempre evocará más
imágenes una palabra que palabras una imagen, y porque vivimos en una
época en que la abundancia de imágenes televisivas o impresas ha acabado
atrofiando nuestra imaginación.
Siempre recuerdo a una abuela mía analfabeta que llamaba "santos" a las ilustraciones de los libros. No iba muy desacertada en una época en que todas las imágenes tienden a convertirse en íconos, es decir, en imágenes sagradas por su carácter aleccionador que nos exige fe, tal es la reverencia y el temor religioso con los que las adoramos.
Siempre recuerdo a una abuela mía analfabeta que llamaba "santos" a las ilustraciones de los libros. No iba muy desacertada en una época en que todas las imágenes tienden a convertirse en íconos, es decir, en imágenes sagradas por su carácter aleccionador que nos exige fe, tal es la reverencia y el temor religioso con los que las adoramos.
-Voluntad popular: Según el lógico Frege, la expresión “voluntad popular”, der Wille des Volks, como decía él, es
un ejemplo de expresión lingüística con significado y sentido aunque sin
referente, cuyo carácter abstracto, teológico, fabuloso y contradictorio, no se le escapa a
nadie.
¿Existe un solo pueblo o varios y muchos? Evidentemente, hay muchos pueblos existentes. ¿Existe
una sola y genérica “voluntad popular” o varias y, más aún, muchas y
concretas, tantas al menos como pueblos en el universo mundo? En este
último caso ¿cuántas
“voluntades populares” existen, si es que existen verdaderamente? ¿Tantas como comunidades políticas organizadas
democráticamente desde arriba en forma de estados nacionales?
¿Qué cosa puede ser la voluntad del pueblo, esa voluntad
general y a la vez voluntad de todos y cada uno de los componentes de ese pueblo? ¿Sabe el pueblo lo que quiere? ¿Que gobierne la izquierda o
la derecha, o esa componenda que llaman el centro? ¿O que gobierne alguna
fuerza política que todavía no se ha dibujado en el panorama electoral? ¿No
será, más bien, que no gobierne nadie, que no mande nadie, que nadie sea más
que nadie, que el pueblo sea su único y solo soberano?
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