miércoles, 21 de febrero de 2024

Una nueva religión

    Escribía el obispo emérito de Santander, el señor Manuel Sánchez Monge, un artículo de opinión en El Diario Montañés el pasado domingo 18 de febrero titulado: El ecologismo ¿una nueva religión? Comenzaba reconociendo el significativo declive de las prácticas religiosas cristianas, aunque enseguida advertía de que no era tan fácil ser ateo y librarse de Dios, así, por las buenas, sobre todo porque el ecologismo, que es la nueva religión, ha convertido al cosmos, encarnado en el planeta, en una nueva divinidad, cuyos fieles abrazan a los árboles o adoran a las ballenas. 
 
    No en vano se habla hoy de santuarios (sic) de la biodiversidad, agricultores y consumidores conversos al culto de los productos bio-, anuncios apocalípticos del fin del mundo, que culpabilizan a la humanidad que debe expiar sus faltas y pecados por los efectos devastadores del cambio climático que ella misma ha generado provocando el calentamiento global, la obligación moral de reciclar los residuos, ahorrar energía, seguir, como hacen las grandes religiones, algunos preceptos dietéticos y alimentarios como evitar el aceite de palma, los productos que no son de temporada y de proximidad... 
 
 
     Pero esta nueva religión ecologista tiene un Santo Padre que la fomenta, Francisco Bergoglio (de Asís), vicario de Cristo, que en la encíclica “Laudato si', mi' Signore” (Loado seas, mi Señor ) escribió que el daño que la humanidad está haciendo al planeta ya no se limita al clima, al agua y al suelo, "sino que ahora amenaza la vida misma en la Tierra", que es la casa común. Allí el Papa acuñó el concepto de 'conversión ecológica', criticando a algunos cristianos que se burlan “de las preocupaciones por el medio ambiente”, o que, sin mofarse, “son pasivos, no se deciden a cambiar sus hábitos”. A todos ellos les hace falta convertirse a la nueva religión ecológica de proteger “la obra de Dios”, la creación, cosa que no es “algo opcional ni un aspecto secundario de la experiencia cristiana”, sino -no lo dice expresamente, pero se sobreentiendealgo obligatorio y primario en todo buen cristiano que se precie.
 
    Esta nueva religión laica, que tantos paralelos tiene con el catolicismo, tiene su propio santoral en el que destaca la figura emblemática y beatífica de Greta Thunberg, que da lecciones a la humanidad cuando rompe en lágrimas a llorar desconsoladamente por el sombrío futuro del mundo que entrevé.  
 
    La ecología, escribe monseñor citando a Gavin Ashenden, “ha pasado de ser una ciencia a un movimiento político y de ahí a una religión”. Lo que no le parece muy bien al obispo emérito es que el ecologismo, convertido en religión, pretenda sustituir al cristianismo, y no compatibilizarse con él, como propone Su Santidad, porque la naturaleza ha sido creada y no se puede hablar de la creación y lo creado sin hablar del Creador, que es, huelga decirlo, Dios, nuestro Señor.  No se le ocurre al obispo emérito, como se le ocurrió ingenuamente a aquella niña italiana de la que hablamos un día, preguntarse ¿quién ha creado a Dios?

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