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sábado, 24 de mayo de 2025

Pareceres LXXVI

371.- CBDC. Estas siglas responden, en la lengua del Imperio, a Central Bank Digital Currencies, es decir, a Monedas Digitales del Banco Central. Es el dinero inmaterial emitido y regulado por un banco central -a diferencia de las criptomonedas o bitcoins, que no están respaldadas por la unidad monetaria del Estado-, con el fin, según dicen, de facilitar los pagos. Las CBDC tienen la misma validez legal que el dinero físico o material. Las CBDC, según agentes del Fondo Monetario Internacional, y las monedas digitales podrían provocar la extinción del dinero físico. Ya muchos pagos en la actualidad son digitales porque nos encontramos en un modelo híbrido en el que coexisten el dinero físico y el digital. De hecho, cada vez hay menos dinero físico en circulación por lo que la transición al modelo digital con un poco de calderilla en los bolsillos actual no va a ser difícil. La gente se está acostumbrando poco a poco. Hubo circunstancias que promocionaron el contactless o espiritualidad del dinero como la peste del virus coronado en la que llegó a decirse que billetes y monedas que pasaban por tantas manos eran vectores de contagio. Frente al auge de la digitalización monetaria, hay quienes nos advierten de que la extinción del dinero físico solo serviría para controlarnos y esclavizarnos más, y para evitar su extinción nos proponen que resistamos pagando y cobrando todo en efectivo, como si eso fuera a liberarnos de la dependencia económica del vil metal. No entienden que el dinero digital es el alma del dinero físico o material, y que el cuerpo al que quieren aferrarse es mortal, pero el alma, como ya sentenció Platón y los doctores de la Iglesia de la Economía, inmortal. 
 

372.- Sanidad pública. ¿Y eso qué es? Reconozcámoslo, hoy en día hay un sistema público en teoría pero privado de hecho. ¿No es así? Contribuimos a financiar con nuestros impuestos un sistema que no responde a las necesidades sanitarias de la población. Las listas de espera interminables para las consultas a especialistas se han convertido en lo normal. Y las listas de espera matan. Los que pueden permitírselo eligen la vía privada, con lo que acaban pagando dos veces: una indirectamente con sus impuestos como todo hijo de vecino, y otra de su bolsillo. Los que no pueden renuncian al tratamiento o lo posponen hasta que su estado empeora. La promesa de una asistencia universal, gratuita y de calidad dista mucho de la realidad. Lo que debía ser un derecho garantizado para todos se ha convertido en un servicio fragmentado, de difícil acceso y que empuja cada vez a más personas hacia soluciones privadas. No es sólo una cuestión de falta de recursos financieros. Es una elección deliberada; en el sistema actual, la sanidad pública no es más que una de las partidas de gasto que hay que recortar aunque no se reconozca oficialmente porque “tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, y hay que preservarlo”.  La visión holística del paciente ya es rara en la medicina moderna, pero a ojos del público simplemente no existe; hay un enfoque desordenado y compartimentado que trata órganos y síntomas pero pierde de vista la integridad de los pacientes. El paciente se encuentra navegando en un laberinto de especialistas que rara vez se comunican entre sí, con enfoques terapéuticos contradictorios, duplicación de exámenes, prescripciones incompatibles. Esta es la realidad. 
 
 
373.- Memoria minuitur... - Es un hecho que la alfabetización debilita la memoria. En sociedades prealfabetizadas, incluso en las menos desarrolladas, el don de la memoria oral estaba mucho más desarrollado, gracias a la necesidad y la práctica constantes, que en sociedades como la nuestra. Ya nos advirtió Cicerón de que la memoria se atrofia si no se ejercita: memoria minuitur nisi eam exerceas. Gracias a los dispositivos electrónicos, dejamos de ejercitar nuestra memoria confiando los datos a nuestros dispositivos. Desde que tenemos móvil hemos perdido la capacidad de retener cosas que antes reteníamos automáticamente. Llevamos un cerebro en el bolsillo que, como se quede sin batería, nos deja desasistidos. Incluso en medio del actual mar de letras, quedan algunos que pueden memorizar rápidamente y recordar lo aprendido, pero son bastante excepcionales. Ya lo señaló Platón: Pues este invento producirá olvido en quienes aprendan a usarlo, porque no ejercitarán su memoria. Su confianza en la escritura, generada por caracteres externos ajenos a ellos, desalentará el uso de su propia memoria. 
 

374.- El pez y el pescado. El pez no sabe que está inmerso en el líquido elemento. Sabrá que ya no está inmerso en él cuando el pescador lo pesque, pero entonces ya no importa ese saber, porque el pez ha dejado de ser un pez en el agua, un pez libre, para convertirse en un pescado que se exhibe fuera de su natural elemento, todavía fresco acaso pero muerto en el mostrador de una pescadería, con un nombre y un precio. Ha sido identificado: Ya sabemos su identidad: para conocerlo lo hemos sacado de su elemento que era el agua primordial y le hemos quitado la vida, igual que hace el coleccionista de mariposas con los lepidópteros que atraviesa con una aguja y diseca. Al ponerle un precio a lo que era vida, lo hemos tasado, es decir, lo hemos amonedado y matado, y lo incluimos como objeto de consumo, como mercancía, en el mercado. 
 
 
 
375.- Reconocimiento facial: Gracias al bodrio de la Inteligencia Artificial la policía -y los cuerpos en general y fuerzas de seguridad del Estado- pueden predecir dónde ocurrirán los delitos y quién o quiénes los cometerán porque, según los datos disponibles, que no son otra cosa que prejuicios, hay personas propensas a la delincuencia. Es como la predicción atmosférica que advierte de un riesgo de lluvia con un porcentaje en las próximas horas. ¿Qué quiere decir eso? ¿Que va o que no va a llover? No se sabe, y en lugar de reconocerse la ignorancia se aventura una conjetura que los hombres del tiempo, hace años, evitaban anunciando “pronóstico variable”. El problema de la policía preventiva es la cuestión ética que plantea su existencia. ¿Hasta qué punto puede pronosticarse que el presunto delincuente va a cometer el delito? La IA tiene un problema muy serio: reproduce los prejuicios acumulados por los datos, pero además otro más problemático si cabe: la policía evitaría rendir cuentas de sus actuaciones, dado que sus mandos no serían personas de carne y hueso, sino los algoritmos. La Inteligencia Artificial viene a reforzar la violencia de los mecanismos represivos a la vez que excluye la posibilidad de rendir cuentas de sus actuaciones. Pero lo que no habría que olvidar es que el funcionamiento de las aplicaciones prácticas de la IA se basa en nuestros propios datos, en la huella digital que nosotros hemos trazado en nuestras interacciones con la tecnología. Suele decirse que el problema no es la tecnología en sí, sino el uso que se hace de ella, es decir, el abuso de determinados sistemas técnicos por parte de los Estados y de las empresas, pero hay que tener en cuenta que esos usos están inscritos en su propio diseño, por lo que la posibilidad de un uso liberador de la tecnología es tan remoto que la única liberación que cabe es librarse de la propia tecnología. 
 

domingo, 25 de febrero de 2024

VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT

    Según el  adagio latino, las palabras, si se las deja en libertad vuelan: uerba uolant, scripta manent: las palabras vuelan y no sólo porque se las lleve y borre el viento, como decimos nosotros, sino porque tienen alas como los pájaros. Un viejo epíteto homérico resuena muchas veces como el estribillo de una melodía en la Odisea y la Ilíada: ἔπεα πτερόεντα: palabras aladas. Pero las que no han sido pronunciadas y liberadas permanecen prisioneras en la jaula silenciosa de la escritura, que se configura así como sarcófago o cautiverio al menos de la viva voz.




    Como escribe Borges,  el significado de esta máxima era muy distinto en la antigüedad del que le damos ahora, donde parece que preferimos la segunda parte, que las cosas queden por escrito, y decimos “lo escrito escrito está”: El adagio latino VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT, en que ahora se ve una exhortación a fijar con la pluma los pensamientos, se dijo para prevenir el peligro de los testimonios escritos... Aquella frase que se cita siempre: Verba volant scripta manent, no significa que la palabra oral sea efímera, sino que la palabra escrita es algo duradero y muerto. En cambio, la palabra oral tiene algo de alado, de liviano; alado y sagrado, como dijo Platón. Todos los grandes maestros de la humanidad han sido, curiosamente, maestros orales.

    Un mito griego, recogido por el divino Platón, atribuye la invención de la escritura al dios egipcio Theuth, que se la reveló al entonces faraón del alto y bajo Egipto Thamús, más conocido como Ammón, diciéndole: “Este conocimiento hará más sabios y más memoriosos a los egipcios pues sirve como fármaco para aumentar la memoria y la sabiduría que conlleva”. Pero el sabio faraón le replicó al dios: “Oh dios, tú que eres el padre de las letras, les confieres un poder que no tienen, porque no es recuerdo sino olvido lo que producirán en los que aprendan a leer y escribir, -entre los alfabetizados, diríamos hoy-, y descuidarán la memoria al fiarse de lo escrito”.

    Esto mismo les sucede a muchos estudiantes cuando toman apuntes. En el mejor de los casos habrán resumido una conferencia o lección magistral, pero si se les pregunta qué es lo que se ha dicho no tendrán ni idea, porque su memoria no lo ha retenido. Precisarán leer y releer esos apuntes hasta memorizarlos, algunos en voz alta para oírse a sí mismos, para enterarse de su contenido, porque no han estado atentos a comprender y asimilar lo que se decía, sino a copiarlo por escrito. Quizá por eso algunos filósofos, como el propio Sócrates, que no era precisamente ningún analfabeto, no escribió ni una sola palabra, y Jesús de Nazaré, que tampoco era analfabeto, según se cuenta, sólo escribió una misteriosa palabra con el dedo en la arena que enseguida borraría el agua o el viento.


    Julio César, en sus Comentarios sobre la guerra de las Galias, cuando nos habla en el libro VI de las enseñanzas que transmitían los druidas a los jóvenes galos, recoge la misma idea: los druidas hacían aprender de memoria a los jóvenes que estaban a su cargo, hasta veinte años algunos, un gran número de versos, pero no les permitían hacer uso de la escritura, a pesar de que conocían el alfabeto griego, del que hacían uso en negocios públicos y privados, pero no así en la educación. Esto es así, dice César, por dos razones (id mihi duabus de causis instituisse uidentur), la primera porque no querían divulgar sus enseñanzas públicamente (quod neque in uolgum disciplinam efferri uelint) y la segunda porque no querían que los estudiantes, confiándose en las letras, descuidaran la memoria (neque eos qui discunt litteris confisos minus memoriae studere), porque precisamente lo que suele suceder es que con la ayuda de las letras (accidit ut praesidio litterarum) se pierde la necesaria atención en el aprendizaje y la memoria (diligentiam in perdiscendo ac memoriam remittant).

    Recordar, etimológicamente, es volver a traer algo al corazón, que era para los antiguos el palacio de la memoria, cuya sede no se hallaba en el cerebro, sino, precisamente,  en el *cor(d) o corazón. Esto explica el sentido de las expresiones inglesa y francesa “by heart” y “par coeur”, con el mismo significado que nuestro “de memoria”, que en castellano viejo se decía “de coro”; y también explica el significado del verbo inglés record “registrar”, que es grabar.

    El desprestigio de la memorización por parte de muchos pedagogos y docentes modernos es, de alguna manera, responsable del auge del olvido en que han caído las viejas artes mnemotécnicas, pero hay cosas como la tabla de multiplicar, la lista de verbos irregulares ingleses o, en nuestro ámbito cada vez más restringido, las declinaciones griegas y latinas que conviene saberse de memoria si se quiere hacer un uso razonable y disfrute de ellas. Quizá era absurdo aprenderse la lista de los reyes godos o todos los afluentes de los ríos, como antaño en la escuela, pero hemos pasado de la obligación de memorizarlo todo a no memorizar nada, con lo cual  damos pábulo a la desmemoria y el mal de Alzheimer.

    Contaba Agustín García Calvo, volviendo a nuestro viejo adagio latino, que su maestro Antonio Tovar había corregido su sentido moderno inventando un pentámetro donde añadía un matiz que contradecía el proverbio: MORTVA SCRIPTA MANENT, VIVIDA VERBA VOLANT: lo escrito perdura, efectivamente, pero muerto, en el silencio de la página, mientras que las palabras vuelan de viva voz llenas de vida. En otra ocasión lo recordó con la variante: MORTVA SCRIPTA IACENT, VIVIDA VERBA VOLANT: muerto lo escrito  yace, vívidas vuelan las palabras.