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martes, 5 de diciembre de 2023

Música contra los horrores de la guerra

         Alma Sufí Ensamble interpretan en una mezquita bonaerense la canción clásica de León Gieco "Sólo le pido a Dios", que han cantado y versionado Mercedes Sosa, Ana Belén y tantos otros, con el propio León Gieco a la guitarra y voz, y las voces acompañantes de Gastón Saied, de la comunidad judía, que canta en hebreo, y la vocalista del conjunto Nuri Nardelli, que canta en árabe. Los tres al unísono interpretan la misma canción en castellano, hebreo y árabe, haciendo así una petición por la paz en Oriente Medio.

Alma Sufí Ensamble y León Gieco

        La letra de la canción tiene muy buenas intenciones, pero yerra el tiro porque a Dios, a ninguno de los tres, Yavé, Dios propiamente dicho o Alá, que son uno y forman una sagrada trinidad, no se le puede pedir la paz, porque él es el que ha bendecido las guerras a lo largo de la historia, el que las ha declarado y justificado, considerándolas guerras santas, cruzadas, y, en esta época tan agnóstica, guerras justas, guerras de legitima defensa, querras humanitarias, guerras que justifican, por ejemplo, el derecho de Israel, que es el pueblo elegido de Dios a declarar la guerra a los infieles, o los musulmanes la yihad, que es la guerra islámica. 

    La canción le hace, es verdad, una súplica bienintencionada a ese dios monoteísta de las tres religiones para que la guerra no nos sea indiferente. De la guerra se dice, y es verdad, que es un "monstruo grande y pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente", pero resulta un tanto engañosa porque es como si dijéramos solo le pido a Dios, que es la guerra, que no haya guerras en el mundo. 

    

     Pero la letra, no poco ingenua pero bienintecionada de la canción, se salva por la melodía, por la introducción musical que hace el grupo y por la improvisación que hacen al final los cantantes Gastón y Nuri, él en hebreo y ella en árabe, que es lo más auténtico, lo que nos pone los vellos de punta como escarpias al escucharla. No es la letra, sino el quejido, el lamento de dos pueblos: Gastón canta en hebreo una frase que se pronuncia en el día judío del arrepentimiento o de la expiación, el Yom Kippur, considerado el día más sagrado y solemne de todo el año, cuando se cree que se abren las puertas del cielo, y dice en su lengua: "Dios nuestro, perdónanos por nuestros pecados, absuélvenos y concédenos el perdón". Nuri, por su parte, canta en árabe algo parecido: "Dios (Alá), te pedimos perdón, que baje tu bendición sobre nosotros y nos envuelva a todos".  Aquí puede verse el vídeo completo con unas declaraciones de los cantantes.

 

domingo, 12 de diciembre de 2021

La tinaja de las danaides

-Fíjate un poco, si tienes un rato, en este cuadro que pintó J. W. Waterhouse en 1903. ¿Qué ves? 
 
Danaides, J. W. Waterhouse (1903)
 
 -...Hay cinco mujeres, cuatro de frente y otra de perfil, que se da la vuelta, cargadas con ánforas. Dos están vertiendo el líquido -agua parece- en una como tinaja enorme de bronce. Las otras tres cargan con sus cacharros, dos de ellas a hombros. Son guapas, muy parecidas entre sí las unas a las otras como gotas de agua. 
 
 -¿Te parece que están tristes o contentas? 
 
 -Tristes, muy tristes. Tienen todas una expresión de tanta tristeza en los ojos y en la cara, que es el espejo del alma, que se diría que no pueden con ella. Tienen aire como de resignación, de estar haciendo lo que hacen por obligación, no por gusto. 
 
 -¿Dirías que están vivas? 
 
 -No, muy vivas no parece que estén. Todo lo contrario. 
 
 -Repara ahora un poco en el depósito donde están echando el agua, y observa cómo deja salir por una enorme boca y por dos agujeros laterales el líquido que ellas derraman. 
 
-Sí, es cierto. No me había fijado. Quizá esa sea la causa de su tristeza, ahora que lo pienso. Esas mujeres están haciendo un trabajo completamente inútil, una tarea interminable. 
 
 -¿Te parece que están sufriendo un castigo? 
 
-Sin duda. ¿Cómo se titula el cuadro del Waterhouse este? 
 
 -Se llama "La tinaja de las danaides". Las danaides eran las hijas del rey Dánao. Eran cuarenta y nueve. Bueno, no exactamente. Eran cincuenta hermanas, pero una se salvó de ese castigo. 
 
 -¿Por? 
 
- Por amor... Y por desobedecer a su padre. Tuvo el rey Dánao según la leyenda cincuenta hijas como cincuenta soles, y su hermano Egipto cicuenta hijos varones. El padre las casó a todas con sus primos, las hijas de su hermano. Ellas, por consejo paterno, mataron con una daga a sus maridos durante la noche de bodas, salvo una, Hipermnestra, que, enamorada del que le había tocado, perdonó al suyo. Las cuarenta y nueve restantes fueron condenadas por su crimen en el Juicio Final a llenar de agua en los infiernos un depósito que estaba agujereado como una criba. 
 
 -Ah, claro. Por eso parece que no están vivas, porque están en los infiernos y son ánimas del purgatorio o algo así. -Su condena es llenar de agua una tina que pierde el líquido porque es como un pozo sin fondo. Su esfuerzo resulta baldío. Además, la escena sucede en los dominios de Hades, es decir, donde no existe el tiempo, sino ese sucedáneo suyo que es la eternidad. 
 
-¿Crees que podríamos identificarnos con ellas? 
 
 -No es que podamos identificarnos, es que yo creo que debemos hacerlo porque somos ellas mismas. Nos estamos mirando en su espejo y reflejando en él. Mutato nomine, fabula de te narratur, que creo que dijo Horacio. Si cambias su nombre por el tuyo, su historia es la tuya. Las danaides somos nosotros mismos, porque ellas representan la insatisfacción de nuestra época producida por el ritmo de vida sin sentido que llevamos. Podemos decir a lo grande que estas danaides son, como Sísifo, una alegoría metafórica de nuestra condición humana. 
 
 -Me estaba acordando de un refrán que oí una vez decir a mi abuela: En vasija taladrada, o algo así, no eches agua. 
 
 -Sí, muy oportuno. Lo malo es que no podemos evitarlo, porque eso es lo que hacemos todos los días a todas las horas, condenados como estamos a vaciar nuestra cuenta corriente que recargamos con el salario de nuestro trabajo sin alcanzar nunca la plena satisfacción, consumidores que nos consumimos en la sociedad del espectáculo y del consumo, condenados al desencanto. 
 
-Parece que el tonel ese de las danaides es como el placer y el gozo: nunca saciamos nuestra sed, que renace siempre insatisfecha. El deseo nunca se ve cumplido porque, apenas realizado, se apresura a renacer. 
 
 -Es como si tuviéramos una memoria que no guardara ningún recuerdo, un corazón al que nada llenase plenamente, un estómago voraz que nunca ve saciada su hambre, un deseo que se desplaza de un objeto a otro y que nos condena a una decepción radical. 
 
-Una historia bastante deprimente la de las danaides, la... nuestra.
 
-Bueno, no lo es tanto si tenemos en cuenta que en una ocasión al menos, las danaides dejaron de hacer lo que estaban haciendo mecánicamente. Revivieron como por arte de magia cuando escucharon la música encantadora de Orfeo, que había bajado a los infiernos a rescatar a Eurídice. Sólo la música puede hacer que resuciten los muertos. Sólo la música puede devolvernos el recuerdo de la vida que no hemos vivido, como el adagio para cuerdas de Samuel Barber, la melodía más triste quizá que jamás se haya compuesto.
 

 

lunes, 25 de mayo de 2020

Cuarteto de cuerdas para olvidar y dejarse llevar

¿Cómo el segundo movimiento del Cuarteto de cuerdas opus 76 número 3 de Joseph Haydn (1732-1809), conocido como “Emperador”, todo un precioso adagio compuesto para dos violines, una viola y un violonchelo, después de haber sido el himno del Imperio austro-húngaro, lo fue de la República de Weimar y finalmente del tercer Reich alemán de Adolf Hitler? 

Todo un misterio. Es lo mismo que preguntarse cómo una nación ilustrada y culta como era Alemania pudo deslizarse como lo hizo hacia la barbarie. 

Hoy esta melodía sigue siendo el himno nacional alemán pero ya no se canta, o si se canta se omite la letra execrable de la primera estrofa que comenzaba con el Deutschland über alles, über alles in der Welt “Alemania por encima de todo, por encima de todo en el mundo”, que era la única que se cantaba durante el nacional-socialismo, lema al que tanto se parecen todas las exaltaciones patrióticas nacionalistas desde el America first hasta el Primero los españoles

La música de Haydn sin embargo ha sobrevivido y sobrevivirá a la utilización política que se hizo de ella. No es una marcha militar como lo son la mayoría de los himnos nacionales, y sólo hay que cerrar los ojos, abrir los oídos y escucharla sin prejuicios, dejándose llevar para disfrutar de este “poco adagio cantabile”. 

Después del confinamiento, o encierro con término más popular al que hemos sido sometidos y hemos padecido, conviene olvidarse un poco de todo y dejarse llevar por la eclosión de los trinos de los pájaros y de las flores primaverales que salpican los campos. 

No hace falta creer en el trampantojo de un futuro mejor, que siempre nos prometen los mismos, ni en ninguna “nueva normalidad” como dicen ahora que nos haga mejores. Sólo hace falta de hecho salir a la calle de cualquier ciudad para ver las mismas miradas suspicaces por debajo de las ominosas mascarillas que nos privan de las sonrisas, las mismas prisas que no nos llevan a ninguna parte, las mismas agresiones verbales entre personas aparentemente civilizadas... lo mismo de siempre.

Pero si escuchamos a Haydn y nos dejamos llevar un poco y soñar nos olvidaremos de las prisas que nos meten para todo y para nada.