¿Cómo el segundo movimiento del Cuarteto de cuerdas opus 76 número 3 de Joseph Haydn (1732-1809), conocido como “Emperador”, todo un precioso adagio compuesto para dos violines, una viola y un violonchelo, después de haber sido el himno del Imperio austro-húngaro, lo fue de la República de Weimar y finalmente del tercer Reich alemán de Adolf Hitler?
Todo un misterio. Es lo mismo que preguntarse cómo una nación ilustrada y culta como era Alemania pudo deslizarse como lo hizo hacia la barbarie.
Hoy esta melodía sigue siendo el himno nacional alemán pero ya no se canta, o si se canta se omite la letra execrable de la primera estrofa que comenzaba con el Deutschland über alles, über alles in der Welt “Alemania por encima de todo, por encima de todo en el mundo”, que era la única que se cantaba durante el nacional-socialismo, lema al que tanto se parecen todas las exaltaciones patrióticas nacionalistas desde el America first hasta el Primero los españoles.
La música de Haydn sin embargo ha sobrevivido y sobrevivirá a la utilización política que se hizo de ella. No es una marcha militar como lo son la mayoría de los himnos nacionales, y sólo hay que cerrar los ojos, abrir los oídos y escucharla sin prejuicios, dejándose llevar para disfrutar de este “poco adagio cantabile”.
Después del confinamiento, o encierro con término más popular al que hemos sido sometidos y hemos padecido, conviene olvidarse un poco de todo y dejarse llevar por la eclosión de los trinos de los pájaros y de las flores primaverales que salpican los campos.
No hace falta creer en el trampantojo de un futuro mejor, que siempre nos prometen los mismos, ni en ninguna “nueva normalidad” como dicen ahora que nos haga mejores. Sólo hace falta de hecho salir a la calle de cualquier ciudad para ver las mismas miradas suspicaces por debajo de las ominosas mascarillas que nos privan de las sonrisas, las mismas prisas que no nos llevan a ninguna parte, las mismas agresiones verbales entre personas aparentemente civilizadas... lo mismo de siempre.
Pero si escuchamos a Haydn y nos dejamos llevar un poco y soñar nos olvidaremos de las prisas que nos meten para todo y para nada.
Todo un misterio. Es lo mismo que preguntarse cómo una nación ilustrada y culta como era Alemania pudo deslizarse como lo hizo hacia la barbarie.
Hoy esta melodía sigue siendo el himno nacional alemán pero ya no se canta, o si se canta se omite la letra execrable de la primera estrofa que comenzaba con el Deutschland über alles, über alles in der Welt “Alemania por encima de todo, por encima de todo en el mundo”, que era la única que se cantaba durante el nacional-socialismo, lema al que tanto se parecen todas las exaltaciones patrióticas nacionalistas desde el America first hasta el Primero los españoles.
La música de Haydn sin embargo ha sobrevivido y sobrevivirá a la utilización política que se hizo de ella. No es una marcha militar como lo son la mayoría de los himnos nacionales, y sólo hay que cerrar los ojos, abrir los oídos y escucharla sin prejuicios, dejándose llevar para disfrutar de este “poco adagio cantabile”.
Después del confinamiento, o encierro con término más popular al que hemos sido sometidos y hemos padecido, conviene olvidarse un poco de todo y dejarse llevar por la eclosión de los trinos de los pájaros y de las flores primaverales que salpican los campos.
No hace falta creer en el trampantojo de un futuro mejor, que siempre nos prometen los mismos, ni en ninguna “nueva normalidad” como dicen ahora que nos haga mejores. Sólo hace falta de hecho salir a la calle de cualquier ciudad para ver las mismas miradas suspicaces por debajo de las ominosas mascarillas que nos privan de las sonrisas, las mismas prisas que no nos llevan a ninguna parte, las mismas agresiones verbales entre personas aparentemente civilizadas... lo mismo de siempre.
Pero si escuchamos a Haydn y nos dejamos llevar un poco y soñar nos olvidaremos de las prisas que nos meten para todo y para nada.