La arenga militar a la ciudadanía confinada en sus hogares retransmitida por televisión del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), el general don Miguel Ángel Villarroya, no tiene desperdicio, y deja varios titulares que no deberían pasar desapercibidos, reveladores como son de la militarización difusa(*) de la sociedad española a la que venimos asistiendo después de la desaparición del servicio militar obligatorio en España hace diecinueve años y de la consiguiente instauración del ejército profesional mercenario abierto por primera vez a las mujeres en nuestro país.
"Hoy es viernes en el calendario, pero en estos tiempos de guerra o crisis, todos los días son lunes." Así comenzaba el exordio de la alocución del general, que a continuación se ganaría la simpatía de los telespectadores con la siguiente captatio beneuolentiae: "Tengo que felicitar a todos los españoles por la disciplina que están mostrando, todos los ciudadanos comportándose como soldados en este difícil momento".
Primer titular: "Esto es una guerra de todos los españoles. Todos estamos involucrados en esta pelea contra el virus". El general, desplegando toda su artillería, ha soltado la bomba: esto es la guerra, a la que se refiere como una "una contienda bélica sin armas, o con otras armas distintas a las que pensamos". Es una forma de tranquilizar a la audiencia, a la que tutea, después de la categórica afirmación inicial. En todo caso, ya lanzó la metáfora. Si esto es una guerra, no hay que extrañarse de que haya militares en las calles, hospitales de campaña, bajas de muertos y heridos, confinamiento y puede que hasta "toque de queda" después de la declaración del Estado de Alarma.
Segundo titular: "En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir o luchar, todos somos soldados". La militarización difusa consiste en considerarnos a todos soldados, y si todos somos soldados, como él dice, él es nuestro jefe, pues se dirige a nosotros como Jefe de la Defensa (antes, creo recordar, se decía del Ejército), un jefe que no conocíamos hasta aparecer en nuestras pequeñas pantallas.
Tercer titular: Virtudes militares: disciplina, espíritu de sacrificio y moral de victoria. "Disciplina para atender a las indicaciones (subrayado mío, nótese que no dice "obedecer las órdenes"), que nos están dando, y sacrificio para soportar las situaciones incómodas o que podemos creer que son incómodas." Después de felicitarnos por nuestra disciplina y aclarar que el espíritu de servicio no es exclusivo de los militares, sino que también se está viendo en algunos civiles, y ejemplifica con el personal sanitario, concluye pidiéndoselo a toda la ciudadanía, haciendo equivalentes servicio y sacrificio, e insistiendo en el segundo titular: "Hagamos lo mismo, demostremos que somos soldados cada uno en el puesto que nos ha tocado vivir". Entre las virtudes militares cita el general lo que denomina la "moral de victoria", por lo que concluye su arenga con la perorata de "Juntos venceremos". Nuestro sacrificio y disciplina serán recompensados con la victoria, una victoria ilusoria que consiste en la supervivencia temporal, ya que no en la inmortalidad.
Falta en todo el discurso la mención del enemigo. ¿Quién es el enemigo? La respuesta es obvia, no hace falta decirlo: el virus coronado propagado por el fenómeno del turismo. Pero ¿dónde está ese enemigo? Camuflado en nosotros mismos, que podemos estar contagiados y no mostrar todavía síntomas, y por lo tanto podemos herir de muerte a los demás, pero también podemos ser infectados por los prójimos. Debemos, pues, luchar contra nosotros mismos. El Estado, el Hermano Mayor orgüeliano, vela por nosotros, nos protege de nosotros mismos porque nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Estamos constantemente controlados y vigilados, por las Fuerzas de Seguridad del Estado, que a partir de ahora abandonan la "pedagogía policial" -un solo pedagogo hubo y se llamaba Herodes- para pasar a la acción -sanciones y detenciones-, y por los propios vecinos que pueden denunciarnos si nos saltamos las restricciones del Estado de Alarma que suspende los derechos fundamentales que recoge nuestra sacrosanta Constitución de reunión pacífica (art. 21) y el derecho a circular libremente por el territorio nacional (art. 19).
NOTA.- (*)Utilizo el término de "militarización difusa" con el doble sentido contradictorio de difundida y por lo tanto extendida y extensa hasta abarcar a toda la sociedad, incluyendo a las mujeres, que tradicionalmente estaban excluidas del oficio de las armas -salvo las mitológicas amazonas o mujeres guerreras-, lo que conlleva que haya mujeres también al frente del Ministerio de Defensa, que antaño con más honesto nombre se denominaba "de la Guerra", y por otra parte y a la vez de "vaga, imprecisa", poco intensa, dado que al extenderse ha disminuido la intensidad. Sin embargo se ha declarado la guerra de todos contra todos (el hobbesiano bellum omnium contra omnes), declarado, sin declararse, claro, que para eso está el camuflaje del lenguaje políticamente correcto. El enemigo ya no es el país vecino, ni siquiera el terrorismo, sino un triste virus coronado que si no lo tenemos alojado dentro de nosotros mismos, lo hará en las próximas jornadas. La conscripción obligatoria de los varones en edad militar -eso era militarización intensa contra la que lucharon valientemente objetores de concienca e insumisos-, una vez suprimida la mili, ha dado paso al ejército profesional y mercenario que tenemos desde 2001, donde el oficio de soldado se plantea no ya como una obligación cívica de los varones, sino como una opción profesional y laboral con futuro más que se ofrece a los jóvenes.
Militares en la plaza del Ayuntamiento de Santander
NOTA.- (*)Utilizo el término de "militarización difusa" con el doble sentido contradictorio de difundida y por lo tanto extendida y extensa hasta abarcar a toda la sociedad, incluyendo a las mujeres, que tradicionalmente estaban excluidas del oficio de las armas -salvo las mitológicas amazonas o mujeres guerreras-, lo que conlleva que haya mujeres también al frente del Ministerio de Defensa, que antaño con más honesto nombre se denominaba "de la Guerra", y por otra parte y a la vez de "vaga, imprecisa", poco intensa, dado que al extenderse ha disminuido la intensidad. Sin embargo se ha declarado la guerra de todos contra todos (el hobbesiano bellum omnium contra omnes), declarado, sin declararse, claro, que para eso está el camuflaje del lenguaje políticamente correcto. El enemigo ya no es el país vecino, ni siquiera el terrorismo, sino un triste virus coronado que si no lo tenemos alojado dentro de nosotros mismos, lo hará en las próximas jornadas. La conscripción obligatoria de los varones en edad militar -eso era militarización intensa contra la que lucharon valientemente objetores de concienca e insumisos-, una vez suprimida la mili, ha dado paso al ejército profesional y mercenario que tenemos desde 2001, donde el oficio de soldado se plantea no ya como una obligación cívica de los varones, sino como una opción profesional y laboral con futuro más que se ofrece a los jóvenes.