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jueves, 10 de febrero de 2022

La porra y el bastón

    Escribía en 1984 el cantautor Chicho Sánchez Ferlosio, hermano del escritor, una carta al entonces presidente del Gobierno Felipe González, recogida en el volumen “Canciones, poemas y otros textos”,  que era un alegato contra la porra policial, en la que le rogaba que aprovechando los diez millones de votos que sostenían su proyecto político eliminara la porra del armamento policial. Los argumentos que utilizaba eran de todo tipo: La porra sólo sirve en realidad para minar, castigar y humillar a quien ya se tiene neutralizado y sin escapatoria. La porra estorba para correr, tanto si se intenta pegar mientras se corre como si se lleva colgada, y el poder correr es esencial en cualquier situación de violencia (...) La porra y lo que representa, no sólo como símbolo para todos sino también como muda instrucción impartida a quien reglamentariamente tiene que llevarla, induce, a corto y a largo plazo, a situaciones de violencia que se prestan a la escalada. Sin porra, el guardia usará más la cabeza.
 

    Leído este alegato treinta y ocho años después -ignoro si el presidente del gabinete socialista leyó la carta, lo que sí es cierto es que si la leyó, hizo caso omiso, o sea ningún caso de la recomendación de Chicho-, resulta que me entero ahora de que el Ministerio del Interior sustituye las porras de goma por porras extensibles metálicas: más de veinte mil de dichas porras de acero cuyo precio asciende a los dos millones de euros (unos ochenta euros cada una), llamadas eufemísticamente 'bastones policiales extensibles', y “bastones policiales defensivos', van a ser empleadas principalmente principalmente por los policías destinados en Seguridad Ciudadana y las Unidades de Intervención Policial, más conocidos como antidisturbios. Obsérvese cómo ha desaparecido la palabra "porra" sustituída por el eufemismo "bastón", en apariencia, aunque sólo en apariencia, menos agresivo, porque el bastón tiene un uso primordial que es apoyarse en él al caminar, y secundariamente puede servir para golpear, pero en el caso de la porra su uso único es como arma de aporreo.

    Estos bastones, hechos con acero o aleación de máxima calidad, pasan de los 26 centímetros cuando está plegados a un poco más del doble en toda su extensión y pesan poco más de medio quilo. Se trata, siempre según el Ministerio, de un elemento de fácil portabilidad que va siempre con el policía, discreto,  dado su reducido tamaño" y poseedor además de "un efecto psicológico disuasorio por su efecto ruidoso al desplegarse".

 


     La Dirección General de la Policía también ha elaborado un protocolo específico sobre su uso en el que se detalla que, en caso de golpear con el bastón extensible a una persona, el agente deberá evitar hacerlo en vertical “de arriba hacia abajo”, además de no hacerlo “bajo ningún concepto” en “la cabeza, cuello, clavícula o columna vertebral”, prohibiéndoles a los agentes que lo usen como “técnica de estrangulación”. Dicho protocolo añade que estas defensas solo se utilizarán para “reducir, inmovilizar o detener” a personas que muestren “una resistencia activa que ponga en riesgo a los agentes o terceras personas”, que pueden actuar de manera violenta o lo hayan hecho, que amenacen con un arma blanca u otro objeto peligroso o estén a punto de poner en riesgo su vida. Y siempre después de “haber agotado las vías de diálogo, negociación y mediación previas”. El protocolo prohíbe usarlas “con mujeres embarazadas o con menores de edad penal [hasta los 18 años] siempre que esta condición sea perceptible”, así como “con personas de edad avanzada o personas débiles de salud”. 

 


     Según el Ministerio, las porras extensibles -aunque las llamemos 'bastones' siguen siendo porras, sólo que mucho peores- no solo servirán para reprimir a manifestantes y asegurar la seguridad ciudadana, dado que tienen algunas cualidades de índole no represiva: “se puede utilizar como instrumento de rescate, en el caso de personas atrapadas en el interior de un vehículo o para la autoexcarcelación, en caso de accidente, ya que su diseño permite romper las lunas del vehículo, así como actuar como palanca para facilitar la apertura de los espacios confinados". Estas utilidades, sin embargo, son secundarias y colaterales de la principal, que sigue siendo aporrear.

    Estas armas, además, poseen una mayor resistencia y dureza que las tradicionales defensas semirrígidas, así denominan a las tradicionales porras de goma, portando además en su extremo final una punta de polímero endurecido, se supone que para mayor contundencia, lo que no corresponde -esto no se le escapa a nadie un poco espabilado- al principio que debe guiar la actuación de los cuerpos policiales de procurar la menor lesividad posible. 


   Lo paradójico de este caso es que el gobierno socialista o progresista, como prefiere autodenominarse, ha eliminado las porras de goma, como pedía Chicho al presidente de aquel primer gabinete socialista, sustituyéndolas por otras metálicas mucho más efectivas y eficaces. "Son tan modernos / que provocan la envidia / de otros gobiernos", cantó en sus Coplas Retrógradas. Vemos aquí un ejemplo más de cómo algunas reclamaciones ingenuas de la gente son enseguida asimiladas por el orden establecido. La reivindicación  popular que se coreaba durante la transición y que no va a ser atendida por el Poder, porque supondría la desaparición del Estado mismo y de la violencia institucional que ejerce, era "Disolución de los cuerpos represivos".