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viernes, 16 de diciembre de 2022

Veinte euros

    Un adolescente gitano de Tesalónica (Grecia) murió en el hospital el martes pasado, 13 de diciembre, tras una semana ingresado en la UCI después de que un policía le descerrajara un tiro en la cabeza a sangre fría en la madrugada del 5 de diciembre por haberse dado a la fuga sin pagar después de haber echado al depósito de su furgoneta 20 euros de gasolina.
 
 
 
     Desde entonces hasta hoy, la Policía Nacional y los medios de comunicación oficiales griegos han tergiversado los hechos para legitimar el crimen policial, temiendo el estallido de la protesta social, y justificando el lamentable incidente en la defensa del orden establecido y de la propiedad privada, sin percatarse de que como sentenció Proudhon la propiedad es el auténtico robo en nuestra sociedad, criminalizando a toda la comunidad griega romaní.
 
      Costas Frangulis ha muerto. Está muerto porque un policía le disparó a la cabeza. Está muerto porque era gitano y la vida de un gitano no vale nada, si acaso sólo 20 euros. Está muerto porque la policía aprieta el gatillo primero y pregunta después, y sus crímenes quedan impunes.
     
 
    La exasperante e injusta muerte del romaní Costas Frangulis, de 16 años, por un hurto menor de 20 euros de gasolina, queda plasmada en la impactante foto de arriba de Alexandros Avramidis.  Muestra a los familiares y amigos del difunto, de luto en torno a su cuerpo sin vida, velando el cadáver en una escena que proviene de las más antiguas tradiciones balcánicas y griegas. Todo el mundo está llorando y lamentando la pérdida de una vida por la que siente un gran dolor.
 
    Este crimen ha provocado indignación y protestas y ha puesto de manifiesto el profundo racismo que impregna a la sociedad griega y a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
 
    En el vídeo adjunto podemos ver cómo los manifestantes muestran billetes de 20 euros y uno de ellos quema un billete delante de la policía, dando a entender lo poco que vale para el Estado una vida humana en la flor de la juventud.
 
        
    Costas está muerto como lo está también Nicos Sabanis, otro joven gitano de dieciocho años, asesinado a tiros por la policía griega, que disparó 36 balas,  el 22 de octubre del año pasado, porque su vehículo no se detuvo ante un control policial. 

    Costas está muerto porque el Estado asesina a través de su brazo armado, que es la policía.  Está muerto porque no hay justicia, justicia que se dice δικαιοσύνη en la lengua de Homero, aunque en estos malos tiempos que corren la palabra ya no se escribe con la corrección gramatical que exige la tradición académica, igual en griego antiguo que en el moderno, sino como la escribió la familia  de Nikos Sabanis prácticamente analfabeta, en una pancarta, con faltas de ortografía: δηκεοσíνη (dikeosini), reclamando -¿a qué altas instancias, a quién?- lo que no hay en el mundo ni por asomo: la justicia.