Costas está muerto porque el Estado asesina a través de su brazo armado, que es la policía. Está muerto porque no hay justicia, justicia que se dice δικαιοσύνη en la lengua de Homero, aunque en estos malos tiempos que corren la palabra ya no se escribe con la corrección gramatical que exige la tradición académica, igual en griego antiguo que en el moderno, sino como la escribió la familia de Nikos Sabanis prácticamente analfabeta, en una pancarta, con faltas de ortografía: δηκεοσíνη (dikeosini), reclamando -¿a qué altas instancias, a quién?- lo que no hay en el mundo ni por asomo: la justicia.
viernes, 16 de diciembre de 2022
Veinte euros
sábado, 17 de septiembre de 2022
Apuntes a vuela pluma
El precio del dinero. A veces hablan los economistas del precio del dinero. Yo no sé qué precio sea ese, no puedo cuantificar ni concebir siquiera esa cifra. Sólo sé lo caro que es el dinero, lo mucho que me ha costado ganarlo a lo largo de mi vida laboral, lo mucho que hay que sacrificarse por tener algo de calderilla en el bolsillo. Nosotros lo hemos convertido en el único dios verdadero, y le rezamos nuestro Credo particular, habiendo contraído una gran deuda con él hipotecándonos. Por eso no se puede decir alegremente que Dios no exista, existe y mucho. Es Mammón, el becerro de oro.
Nuestro sistema de Justicia. Según Lewis Carroll, la Reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el País de las Maravillas, es decir, en este prosaico mundo nuestro: -Ahí tienes al mensajero del Rey. Está encerrado ahora en la cárcel, cumpliendo su condena; y el juicio no empieza hasta el próximo miércoles: y por supuesto, el crimen se comete al final de todo (‘there's the King's Messenger. He's in prison now, being punished: and the trial doesn't even begin till next Wednesday: and of course the crime comes last of all). (La cita está tomada de Alicia a través del espejo). La Reina viene a decirle a Alicia que el crimen no ha sido cometido todavía, pero el reo está sentenciado antes de ser juzgado y no sólo eso, antes incluso de haber cometido el delito que está condenado a perpetrar, aunque no pueda ejecutarlo.
viernes, 23 de julio de 2021
Policía por doquier, justicia por ningún lado
Había publicado yo el otro día una fotografía, no mía sino tomada de la Red, cuyo origen desconozco, de una pintada mural que me hacía cierta gracia, despertando mi simpatía por lo acertado de su formulación, que decía: “Policía en todos los sitios. Justicia en ninguna parte”, y había puesto yo debajo el siguiente pie como comentario de mi cosecha: “Una pintada popular”.
Un lector anónimo de El Arcón me escribe y me dice que aunque es un eslogan que se oye mucho en las manifestaciones callejeras y se ve en muchas pintadas no es una frase popular, sino que es una cita del escritor francés Víctor Hugo, que pronunció el día 17 de julio de 1871 ante la Asamblea legislativa francesa, como diputado que era, oponiéndose al proyecto de ley constitucional que permitía al presidente Bonaparte permanecer en el poder.
Agradezco la información, y compruebo la cita. Me gusta comprobar la exactitud de las citas porque hay mucha falsa atribución en la Red. Efectivamente. Las palabras exactas de Hugo, como consta en las actas, fueron: Toutes nos libertés prises au piège l’une après l’autre… la presse traquée, le jury trié, pas assez de justice et beaucoup trop de police. Que podemos traducir como: Todas nuestras libertades atrapadas una tras otra... la prensa acosada, el jurado seleccionado, poca (o insuficiente) justicia y demasiada policía.
Efectivamente, no es una frase popular, ni viene de mayo del 68, como sospechaba yo, ni tampoco una ocurrencia personal de Bansky, sino que es mucho más antigua. Su origen es la pluma de un escritor decimonónico francés, que actuaba como político profesional. Pero no doy mi brazo a torcer, como se suele decir, y sigo afirmando que no por ello deja de ser una frase popular, que cualquiera del pueblo puede sentir y hacer suya por el descubrimiento de la mentira que conlleva, y que la mitología clásica ha reformulado de otras maneras, haciéndose eco también del común sentido de la gente.
Dice el poeta Ovidio: De oro la edad se creó la primera, la cual, sin mandarlo / nadie, sin ley, cultivaba el deber y el bien de su grado. / Miedo y castigo no había, ni en bronce decretos grabados / se promulgaban tremendo ni el pueblo temía, postrado, / voz de su juez, sino que eran a salvo sin un mandatario. (Metamorfosis, Libro I vv. 89-93).
En el Paraíso, Max Švabinský (1918)
La Edad de Oro no se caracterizaba porque hubiese cosas maravillosas que no hay ahora, sino porque no han hecho su aparición todavía en el mundo las realidades horribles que mueven a espanto, como la guerra y la política o la religión que la justifica, el tiempo cronometrado, con la imposición del futuro, que es la muerte, los gobiernos ni los Estados, ni el trabajo asalariado y la economía del mercado. Curiosamente en la Edad áurea el oro, pese a su nombre, no es un valor de cambio, porque no existe el dinero.
La degeneración paulatina de la humanidad -en contra de la idea del progreso- nos ha conducido a la actual Edad de Hierro, donde lo más característico, aparte de la presencia de todos esos males citados, es la ausencia de la Virgen, Dice, Dicea (Δίκη Díke, “justicia” en griego), la personificación de la justicia en el mundo de los hombres. Según la Teogonía de Hesíodo era una de las Horas, hija de Zeus y de Temis. Mientras que Temis, su madre, representaba la justicia divina, Dice, como queda dicho, encarna la justicia humana. Según Hesíodo vigilaba los actos de los hombres y se lamentaba ante Zeus cada vez que un juez violaba la justicia: Y ella está, la virgen, de Zeus nacida, Justicia, / biengloriosa y honrada de los que están en Olimpo; / conque, en cuanto que uno la hiere en tuerto denuesto, / luégo echada a los pies de su padre Zeus el de Crono / grita la mala fe de los hombres, hasta que el pueblo / pague la malosadía de jueces que en negras ideas / juicios a mala parte desvían en tuerta sentencia. (Hesíodo, Trabajos y Días, vv. 256-262. traduc. A. García Calvo).
Según el mito, Dice, vivió sobre la tierra durante la Edad de Oro y la Edad de Plata, pero con la introducción del Tiempo y de la degeneración, Dice enfermó y durante la Edad de Bronce abandonó definitivamente la Tierra, ascendiendo a los cielos, por lo que Ovidio la denomina Astrea, la Astral o Sideral, donde formó la constelación de Virgo, la Virgen, en un anticipo, se me ocurre pensar, de la ascensión a los Cielos o Asunción de la Virgen María dentro del cristianismo, mientras que la balanza que llevaba en sus manos se convirtió en la cercana constelación de Libra.
En definitiva, nos encontramos con que la la Dice griega, la Iustitia latina, nuestra Justicia brilla por su ausencia en la Tierra según la leyenda, lo que concuerda con el sentir popular de que no hay justicia, pese a la existencia de los tribunales y ministerios de Justicia, que han usurpado su nombre para camuflar la injusticia esencial del sistema, y pese a la creación de la policía judicial y de la policía en general para el sostenimiento y mantención del status quo.
Volviendo a la frase inicial: policía por doquier, justicia en ningún lado. Es una frase popular que, la haya dicho quien la haya dicho, responde a lo que en un determinado momento podemos sentir y expresar todos y cada uno de nosotros.
sábado, 27 de marzo de 2021
¿Hay justicia? ¿Es justa la Justicia que hay?
Se suele personificar tradicionalmente a la justicia ya desde los antiguos romanos como una mujer, tal vez porque la palabra latina IUSTITIA -derivada de iustum “justo” y de ius(1) “derecho”- pertenece a la primera declinación y conlleva (casi mecánicamente) género gramatical femenino, por lo que a la hora de aplicarle un adjetivo como, por ejemplo, “caecus caeca caecum” que significa “que no ve, ciego, ciega”, debemos elegir el género gramatical femenino: IVSTITIA CAECA EST: la justicia es ciega.
Astrea difundió entre los hombres los sentimientos de equidad y virtud. Esto ocurrió en la Edad de Oro, pero al degenerar el género humano, nunca mejor dicho, con el progreso de la Historia, la maldad se apoderó del mundo (las enfermedades, el trabajo, la esclavitud, la guerra, el dinero y un larguísimo y de sobra conocidísimo etcétera), y Astrea abandonó el planeta, subió al cielo en su destierro y se convirtió en la constelación de Virgo. Desde entonces no hay Justicia en el mundo, o, por decirlo de otra manera, desapareció Astrea y se crearon en su lugar los tribunales de justicia, las leyes justicieras, los jueces -desoyéndose las palabras del verbo divino “no juzguéis y no seréis juzgados”(2)- , las prisiones para que los que estamos eventualmente fuera de ellas creamos por contraposición a los que están encarcelados que nosotros somos libres y ellos no, asegurándose así de que en esta Edad de Hierro en la que estamos inmersos y malamente sobrevivimos no volvería a reinar la justicia de verdad nunca más en el mundo. Por lo que a la primera pregunta que hacíamos (¿Hay justicia?), la respuesta es que no. Y en cuanto a la segunda (¿Es justa la Justicia que hay, esto es, la existente?) la respuesta no puede ser otra que tampoco.
(2) Nolite iudicare, ut non iudicemini -en el griego original, μὴ κρίνετε, ἵνα μὴ κριθῆτε- son unas de las palabras más repetidas del evangelio y que menos caso se hacen. Las refieren los evangelistas Mateo (7,1) y Lucas (6,37) en el llamado Sermón de la Montaña. Con esta frase, el nazareno se rebelaba contra el derecho farisaico, ya que el único juicio correspondería sólo a Dios, es decir, a sabe Dios quién, por eso el verbo divino se opone a la lapidación de la adúltera, reprochando a los que iban a lincharla: qui sine peccatum est uestrum, primus in illam lapidem mittat: quien esté libre de pecado de vosotros, que arroje el primero la piedra contra ella. Se ha tratado de desactivar la carga subversiva del nolite iudicare interpretando la frase erróneamente como que quiere decir “no juzguéis mal o a la ligera”, cuando lo que quiere decir es, simplemente, "no juzguéis", es decir, que no juzguemos, que renunciemos a juzgar las acciones de los demás, porque no saben lo que hacen, no sabemos lo que hacemos, lo que afecta tanto al fuero interno de cada uno como a los tribunales de justicia.