Frente
al dicho popular del que tantas veces nos hacemos eco por aquí de
que '(a veces) es peor el remedio que la enfermedad' propuso Baltasar
Gracián, hace ya cuatrocientos años, la siguiente corrección que
no invalida lo anterior, sino que ofrece otra perspectiva enriquecedora: 'Muchas veces nace la enfermedad del mismo remedio'.
El
doctor jubilado Juan Gérvas publicó en Acta Sanitaria el 19 de
noviembre pasado un artículo titulado En
Europa rebrota la covid19 pese a la vacunación, ¿o por la
vacunación? Frente a las noticias que se hacían virales
entonces del rebrote de la epidemia a pesar de los altos índices de
inoculación de los europeos, J. Gérvas sembraba la duda y se
planteaba si no sería dicho recrudecimiento de la epidemia una
consecuencia directa del proceso mismo de la vacunación. Según Gérvas la
vacunación destinada a la covid19, como la de la gripe, no comporta
inmunidad de grupo, y tampoco asegura que el vacunado no vaya a
infectarse. Los vacunados pueden contagiarse, y de hecho se están
contagiando, incluso más que los no vacunados.
Sabemos,
dice el doctor, que
la vacuna de la gripe no evita la gripe ni sus complicaciones, y
tampoco conlleva inmunidad de grupo. Además, quienes están
vacunados pueden expulsar seis veces más virus gripales si contraen
la gripe. La vacuna de la gripe, por lo tanto, es una vacuna fallida
que ni conlleva inmunidad de rebaño, ni impide pasar y contagiar la
gripe.
Las vacunas de la covid19, al igual que las de la gripe, tampoco
conllevan inmunidad de grupo y hay datos que demuestran que los
vacunados pueden infectar(se) más. No impiden, pues, ni la infección
ni la transmisión del virus. No se sabe cuál es la razón de por
qué pueden contagiarse más los vacunados. Una respuesta que
aventura el doctor y que parece plausible es que “al caer a los
seis meses la inmunidad artificial provocada por las vacunas el
sistema inmunitario hubiera quedado dañado
y en cierta forma menos capaz de producir defensas naturales y que
por ello fuera más fácil la infección.”
Las vacunas de la covid19 al uso “ponen a trabajar” a todas las células
del organismo para producir una molécula del virus, una proteína
del SARS-CoV-2, que inunda la sangre como un tsunami y lleva a la
producción de anticuerpos (defensas) contra dicha proteína del
virus, una proteína extraña que el propio cuerpo produce para
combatirla. Es como si los bomberos se dedicaran a provocar incendios
para poder apagarlos, y cuando se encuentran con uno que ellos no han
provocado, exhaustos de tanta actividad, sucumbieran al pasto de
las llamas.
“No
sería raro, reflexiona J. Gérvas, el daño a largo plazo del
sistema inmunitario humano con tal avalancha de moléculas del virus
producida en todas las células del cuerpo humano.”
Una
vez razonado que la vacuna de la covid19 no sirve para evitar los
brotes del virus, se pregunta el autor si las medidas no
farmacológicas como el uso de mascarillas, los confinamientos,
toques de queda y demás pueden servir para combatirlos.
No
hace falta razonar mucho para responder a eso: los rebrotes son
generales pese a la vacunación y pese a las medidas, da igual que se relajen o
se intensifiquen.
Respecto
a las vacunas de la covid19 es fundamental saber que su beneficio es
a corto plazo y de tipo individual. La protección frente al contagio
es de poco más de tres meses, y una vez infectados los vacunados
contagian algo más que los no vacunados, por lo que es falso que al
vacunarse uno esté protegiendo a los demás.
Cito
literalemente este párrafo de su artículo: “Vacunarse contra la
covid19 es una decisión que tiene lógica personal ante el miedo a
la enfermedad, pero no es un acto “de desprendimiento”, ni de
altruismo, sino más bien de egoísmo (pues conlleva beneficio
personal a corto plazo a costa del incremento de la probabilidad de
infección y, quizá, de transmisión). Es fantasía, si no
manipulación, el "me protejo, te protejo".
Hay por lo tanto
que contradecir a Su Santidad el Papa y decir que la vacuna no es un
“acto de amor”, como dijo él, a los demás, sino sólo a uno mismo: un
acto de amor propio o de egolatría. Y también hay que contradecir al Jefe del
Ejecutivo, como llaman los periodistas al Presidente del Gobierno español,
aunque ya se contradice él solo, cuando dice que la vacuna es la libertad, porque es un argumento cínico, en el peor sentido de la palabra, que sólo vale cuando te privan de dicha libertad si no te vacunas. La vacuna no es la solución del problema, sino una parte y no la más pequeña precisamente de él.
Se necesitarían mejores
vacunas que las que tenemos, vacunas que creen inmunidad personal a
largo plazo y que conlleven inmunidad de grupo. Pero no es el caso.
El caso, en la coyuntura actual, como concluye Juan Gérvas es que la
vacunación no está extinguiendo los brotes de la enfermedad, sino
que los está provocando.
Sin embargo, nuestras autoridades
sanitarias -¿qué error hay que no hayan cometido?- se aferran desesperadamente al clavo ardiente de la vacunación como si no
hubiera más salida. No dan marcha atrás, sino
todo lo contrario. No son capaces de reconocer una equivocación, perseveran
persistente- y tozudamente en el error: El
Jefe del Ejecutivo español refuerza los dispositivos de vacunación
con equipos de las Fuerzas Armadas para rastrear positivos, insistiendo en la necesidad
de la tercera dosis para los mayores y de la primera y segunda para
los niños. Erre que erre.