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miércoles, 27 de julio de 2022

Los expertos nos meten miedo

    Los expertos especialistas en todo y, por lo tanto, en nada- quieren panicarnos o paniquearnos, términos estos que se entienden aunque no estén recogidos todavía por la docta academia en el diccionario de la lengua española, que no tardará en hacerlo, habida cuenta de que sus precedentes ya están en la lengua del Imperio to panic desde 1827 y en la del antiguo régimen, el francés paniquer, desde 1936 con el significado de “llenarnos de pánico, angustiarnos, enloquecernos, meternos un susto de muerte”.

    En español tenemos desde mediados del siglo XVII el nombre 'pánico' como miedo grande. Es un préstamo griego de δεῖμα πανικóν (deîma panikón) 'terror o espanto causado por Pan', divinidad silvestre a quien se atribuían los ruidos de causa desconocida oídos por montes y valles, es decir, se trata de un adjetivo que en principio sólo significa 'relativo o concerniente al dios Pan', y que de tanto usarse acompañando a sustantivos como 'miedo, terror', acabó sustantivándose él mismo.

    Esto sucedió en francés, donde el adjetivo se sustantiva y adquiere género gramatical femenino, dado que los nombres terreur -terror- y peur -miedo- son femeninos en la lengua de Molière, por lo que se dice: la panique. Como tal nombre está atestiguado en 1835 con la connotación de terror extremo y repentino, a menudo colectivo, ante un peligro real o solamente imaginado. Cien años después, en 1937, se registra el verbo 'paniquer' con el sentido transitivo de infligir pánico a alguien pero también intransitivo de ser presa de pánico.

 El dios Pan

     Este fenómeno se ha visto también en inglés, donde el adjetivo 'panic', tomado del francés panique (c. 1600), y aplicado a sustantivos como panic (fear, terror), acabó también sustantivándose y convirtiéndose en nombre hacia 1708. No acabó ahí el proceso, ya que hacia 1827 el primitivo adjetivo sustantivado se convierte en verbo en la lengua de Chéspir con una doble valencia, como en francés: transitivo (infundir miedo a alguien) e intransitivo (entrarle el pánico a uno).

    Quieren panicarnos o paniquearnos, pues, con la venia de la docta Academia, como decía al principio, panicatacándonos, es decir, provocándonos un ataque de pánico como ya hicieron con el virus coronado de la cosecha 2019, y como hacen ahora con el cambio climático y la ola de calor infernal, para lo que meten mucho ruido. 

    No quieren que sepamos que los coronavirus mutan siempre y con las mutaciones se vuelven más contagiosos pero más inofensivos y menos peligroso. Tampoco quieren que sepamos que no hay vacunas que puedan erradicar estos virus, como el de la gripe, porque siempre están cambiando y nunca, como se dice vulgarmente, se paran quietos, y cuando llega la vacuna, si llega, ya es demasiado tarde porque el virus como Proteo, el Viejo del Mar, no se deja atrapar y ya ha mutado:  posee el poder de metamorfosearse para escapar de sus adversarios, adoptando diversas y numerosas formas, simbolizando de este modo la fluidez del agua. 


     Su plan es agregar, suma y sigue, más amenazas como la viruela del mono, recientemente incluida entre las alarmas internacionales, la Polio, la guerra de Ucrania, el desabastecimiento, el apagón, la crisis alimentaria y un interminable etcétera que la prensa orgánica del sistema renueva cada dos por tres para mantenernos temerosos y fácilmente manipulables, metiéndonos el miedo en el alma, que es la conciencia del cuerpo, que es el pánico fundamental a la muerte, y así nos dicen que podemos morirnos por el calor extremo en verano y por los víruses coronados o no en el gélido invierno ruso que se avecina por el horizonte, según las estadísticas falaces. Lo importante es que podemos morir, y la única forma de salvar nuestras vidas es permaneciendo dóciles a las pantallas: obedeciendo los dictados autoritarios de los expertos -especialistas en todo y, por lo tanto en nada-, encargados de secuestrarnos con sus datos la razón y el libre pensamiento.

    Si queremos ser racionales (es decir, no movernos ​​por una ideología), debemos sentarnos sin miedo y ver pasar a los ideólogos, cuyo objetivo parece ser implementar, como ellos dicen, un Estado Policial Global instalando un gobierno o gobernanza mundial que reemplace a los viejos estados nacionales, diciéndoles adiós mientras cabalgan hacia el atardecer en sus monturas deslumbrantes.