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miércoles, 10 de marzo de 2021

El gozque de san Roque

En época de epidemias y desde el siglo XIV se pintaba en las puertas de las casas de muchos pueblos del sur de Francia y del norte de España las tres letras V S R, que eran las iniciales de “Vive saint Roch” y de Viva san Roque” a modo de conjuro para que la peste no entrara por la puerta. Y es que el santo, según la devoción popular, curaba pavorosas enfermedades como la lepra o la peste, que se consideraban castigos de Dios. 

Hay una copla anónima y popular castellana donde se le promete a la amada (llamada “niña”) librarla de la peste, siguiendo la tradición que tiene al santo francés como abogado contra la pestilencia. Se trata de una seguidilla de cuatro versos en pareja de heptasílabo y pentasílabo, con rima en este caso consonante en los pentasílabos: Arrímate a mí, niña, / que soy san Roque, / por si viene la peste / que no te toque. Y una segunda que repite los motivos anteriores omitiendo el de la peste: Que no te toque, niña, / que no te toque. / Arrímate a mí, niña, / que soy san Roque. 
 
La copla popular, como puede verse, no propone la distancia social de un metro y medio para evitar la plaga como las hodiernas autoridades sanitarias, sino justamente lo contrario: arrimarse a fin de beneficiarse de la inmunidad que proporciona el santo, juntarse para contagiarse y así por paradójico que parezca librarse del contagio.

San Roque, manuscrito medieval 
 
Otra copla, esta vez una cuarteta compuesta por cuatro octosílabos con rima abab, también de carácter anónimo y popular, introduce el tema de “Viva San Roque” como grito que hace que encarcelen a quien lo pronuncia, quizá porque el santo, que era objeto de devoción popular, no estaba todavía reconocido por la Iglesia y el Santo Oficio. Aparece en la copla también el motivo del perro, que se asocia siempre a Roque hasta el punto de que se llega a decir de dos amigos inseparables que son como san Roque y su gozque. 
 
Cuando san Roque curaba a los leprosos, contrajo la peste y estuvo a las puertas de la muerte. Aislado como estuvo, un perro robaba un mendrugo de pan todos los días a su dueño y se lo llevaba al santo y le lamía las llagas hasta que se curó. Desde entonces acompaña al santo andariego y peregrino como fiel compañero. 
 
Así dice la copla:  Por decir “¡Viva San Roque!”, / me llevaron prisionero. / Y ahora que estoy en prisiones: / “¡Viva San Roque y el perro!”.  Una versión gallega, por su parte: Por gritar “¡viva San Roque!” / prenderon a meu irmán. / Agora que o soltaron / “¡Viva San Roque e o can!”.
 
En las representaciones que se ven en algunas iglesias del santo y el perro, la llaga o bubón que le lamía el perro se presenta no en las ingles, donde solían aparecer, sino en el más púdico muslo.



Este perro es el del famoso trabalenguas popular en forma de seguidilla también que aprenden los niños para pronunciar bien la erre: El perro de san Roque / no tiene rabo, / porque Ramón Ramírez / se lo ha cortado (o se lo ha robado, en otra versión). 

Al parecer, este trabalenguas era un modo que tenía la Inquisición de identificar a los judíos conversos: les obligaba a recitar la cantilena con tanta erre que erre, que ordinariamente eran incapaces de pronunciar, lo cual delataba su condición.

Estampa de san Roque, siglo XVII

¿Quién era este Ramón Ramírez? Alrededor de 1885 hubo una fuerte epidemia de viruela en San Roque (Cádiz), y los fieles devotos del santo acudían a la ermita donde vivía un santero de nombre Ramón Ramírez que vendía oraciones y unos polvos mágicos que entre otras cosas incluían raspaduras del rabo del perro de san Roque, que así perdió la cola. Junto a las ciencias siempre han florecido las pseudociencias. Estas últimas, siendo falsas como indica el prefijo pseudo- de su  nombre, sirven sin embargo para certificar la "verdad" de la Ciencia oficial.

viernes, 9 de octubre de 2020

Cita con Marco Aurelio

Una cita del sabio emperador Marco Aurelio, al que se trae aquí a cuento no por emperador sino por sabio estoico, menciona la peste (λοιμὸς, loimós, en su lengua, que es la de Homero, pues aunque el emperador gobernó en latín desde Roma, pensó y escribió en griego), que causó auténticos estragos durante su reinado (Meditaciones 9.2.4,5): Pues la destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor que cualquier contaminación y alteración del aire que nos rodea. Pues esta es la peste de los animales en cuanto son animales, mientras que aquella la de los hombres en cuanto son hombres. λοιμὸς γὰρ διαφθορὰ διανοίας πολλῷ γε μᾶλλον ἤπερ ἡ τοῦ περικεχυμένου τούτου πνεύματος τοιάδε τις δυσκρασία καὶ τροπή· αὕτη μὲν γὰρ ζῴων λοιμός, καθὸ ζῷά ἐστιν, ἐκείνη δὲ ἀνθρώπων,καθὸ ἄνθρωποί εἰσιν. 

 
 Marco Aurelio (121-180) a caballo en bronce, museos Capitolinos.

De alguna manera Marco Aurelio lamenta que la falta de inteligencia, o, como él dice, su destrucción (διαφθορά διανοίας), -porque no es que nos falte, sino que la tenemos todos gratuitamente desde que hacemos uso de razón, entendimiento y lengua, y lo que sucede es que se atrofia, como todo en esta vida, si no se usa, por lo que acaba desvaneciéndose-, es la auténtica peste, mucho más que la otra epidemia, la real, la peste antonina de los años 165 al 180 d. C.

De ella escribe Eutropio en su Breviario (8.12) : "Bajo su reinado (se refiere a Marco Aurelio), en efecto, hubo una epidemia de peste tan grande que después de la victoria sobre Persia murieron de la enfermedad en Roma y a lo largo de Italia y las provincias un gran número de ciudadanos y casi todas las tropas militares" (Sub hoc enim tantus casus pestilentiae fuit ut post uictoriam Persicam Romae ac per Italiam prouinciasque maxima hominum pars, militum omnes fere copiae languore defecerint).


La peste antonina, también llamada la plaga de Galeno(*),  asolaba el mundo romano por aquel entonces, como la del virus coronado de 2019 que asoló durante la primavera de 2020 nuestro país y la vieja Europa, y que se denominós incorrectamente “pandemia”, cuando no dejaba de ser una “epidemia”: algo que, como el Estado, está por encima -ἐπί epí, en griego- del pueblo, pero no afecta a todo el pueblo, al pueblo entero, a toda la población, que es lo que quiere decir πανδημία (pandemía) propiamente en griego, compuesto de παν todo y δήμος pueblo.

La auténtica amenaza que se cierne sobre todo el pueblo, la verdadera pandemia letal, podemos decir nosotros, parafraseando a Marco Aurelio, es la poca inteligencia de la que hacemos uso, la pérdida de la razón y sentido comunes, que es, encima, contagiosa.



*galeno: Coloquialmente es un sinónimo de médico, en el sentido de persona facultada para ejercer la medicina. Deriva precisamente del nombre propio del médico personal del emperador Marco Aurelio, Claudio Galeno de Pérgamo (129-c.201-216), al que se le atribuye el célebre aforismo, que otros asignan sin embargo a Hipócrates, el padre de la medicina: “Cito longe fugias et tarde redeas”. Era su consejo ante la peste: “Huye lejos rápidamente y vuelve tarde”. El proverbio entre nosotros se hizo célebre durante el Renacimiento bajo la fórmula que transmite don Antonio de Cartagena: “Huir de la pestilencia con tres eles es prudencia: luego, lexos y luengo”. Es una traducción de los tres adverbios latinos: cito (o su sinónimo mox), longe, tarde. Lo de que había que salir corriendo de la peste y no regresar hasta que hubiera pasado es cosa que han hecho algunos médicos saltándose a la torera el juramento hipocrático. Para evitar el contagio atienden, es decir, desatienden desde su despacho telefónicamente a los pacientes, sin visitarlos ni reconocerlos.

lunes, 17 de agosto de 2020

¡Viva san Roque y el perro! (y 2)

San Roque, a pesar de ser un santo extensamente venerado desde finales de la Edad Media como demuestra el auge por toda Europa de las numerosas cofradías que llevan su nombre, no fue canonizado hasta que el papa Gregorio XIII incluyó a Roque de Montpellier en 1584 en el martirologio de la Iglesia, acto litúrgico-administrativo que no supuso propiamente la canonización, pero sí la proclamación oficial de su culto por la suprema autoridad de la Iglesia, un culto que exteendido entre el pueblo desde el siglo XIV había llegado ya hasta el Nuevo Mundo. 
Por otra parte, nada se sabe a ciencia cierta sobre este personaje, ni siquiera su lugar de nacimiento y muerte, o las fechas en que vivió. Otro papa, Urbano VIII, volvió a confirmar el culto a san Roque en 1629 al aprobar los textos litúrgicos de la misa y del oficio divino de la fiesta de san Roque. 

San Roque como protector de la pese, taller de Rubens (hacia 1623)
 
Leo en un periódico francés de 1885 (L' union monarchique du Finistère) la siguiente noticia: En Salon (Bouches du Rhône) se produjo una manifestación enteramente popular que llevaba triunfalmente una estatua de San Roque en reconocimiento por el fin del cólera. Quince días antes, en plena epidemia, había tenido lugar una ceremonia para pedir el fin de la peste sin que interviniera la policía, pero en esta ocasión las mujeres, que llevaban la imagen del santo, fueron increpadas por los agentes de la autoridad, lo que provocó que la multitud se indignara. Unas tres mil pesonas participaban en la manifestación. Las portadoras de la imagen oponen resistencia a los agentes. Finalmente se apoderan de la imagen del santo, y la multitud indignada protesta gritando: ¡Viva san Roque! 

 
Asimismo leo en otro periódico francés de 21 de agosto de 1896 (Le gaulois) la noticia “Una procesión civil” sucedida en Ajaccio (Córcega). Dice así (traduzco literalmente): 
 “Una viva agitación reinó en nuestra ciudad durante la jornada del 16 de agosto como consecuencia del disentimiento entre el obispo de Ajaccio y la cofradía de san Roque. 
 Tuvo lugar la procesión del santo y su estatua fue llevada en triunfo a pesar de la prohibición de Monseñor de la Foata y la ausencia del clero.
Durante toda la jornada del domingo, detonaciones de cajas, tiradas sobre la plaza del oratorio de san Roque, han resonado. Una muchedumbre considerable toma parte en el desfile que comienza a las seis; la estatua de san Roque, desapareciendo bajo los ramos y los ornamentos, es rodeada por una guardia de honor; hombres del pueblo se disputan el privilengio de llevarla a hombros. 
Llegada ante la iglesia parroquial cuyas puertas se cierran por orden ante la aparición de la estatua. Esta medida exaspera a la multitud que amenaza con derribar las puertas de la iglesia y entrar allí por la fuerza, pero acaban prevaleciendo consejos de prudencia y la procesión regresa a su punto de partida; san Roque se reintegra a su capilla, saludado por las campanas que sonaban a todo vuelo. Estallan los aplausos: “Viva san Roque” y se deshacen en diatribas contra el clero. 
En definitiva, hemos asistido a una procesión civil: hay que conocer la vivacidad del sentimiento religioso en este país para explicarse una anomalía semejante. De buena fe los miembros de la cofradía creyeron que defendían así los derechos de su corporación y la libertad de conciencia. (...)”.

domingo, 16 de agosto de 2020

¡Viva san Roque y el perro! (1)

En El gozque de San Roque dábamos cuenta de la copla anónima y popular: Por decir “¡Viva San Roque!”, / me llevaron prisionero. / Y ahora que estoy en prisiones: / “¡Viva San Roque y el perro!”. Se trata de una cuarteta compuesta por cuatro octosílabos con rima abab asonante, que se repite a lo largo del folclore nacional con algunas variaciones. Por ejemplo, con la variante: “y ahora que me han soltado”, en vez de “y ahora que estoy en prisiones”. O esta, en gallego donde es el hermano el prisionero: Por gritar “¡viva San Roque!” / prenderon a meu irmán. / Agora que o soltaron / “¡Viva San Roque e o can!”
El argumento de la copla parece sencillo: encarcelan a alguien por gritar “viva san Roque” y, cuando está en la cárcel o bien una vez que lo han soltado, en vez de arrepentirse, se reafirma en su grito, y añade intensificándolo, además “y su perro”, el fiel compañero del santo peregrino, pobre porque repartió su riqueza, y sanador de pestes y epidemias. Es como si dijésemos: “¿No quieres taza? Pues toma taza y media.” O “Si no quieres taza, dos tazas”. ¿Prohíben gritar “Viva San Roque”? Pues gritamos: “Viva San Roque... y el perro”. 

Sanctus Rocchus con el ángel y el perro. 
Me preguntaba qué puede tener de subversivo o de sacrílego ese grito para motivar que encarcelen a alguien por vociferarlo. Y la única respuesta que hallo es que probablemente el tal Roque no era un santo todavía, por lo que considerarlo “san Roque” antes de ser santificado por la Iglesia, podía considerarse una blasfemia pagana contra las sagradas creencias. 
No es ningún secreto que el politeísmo pagano subsistió en la Edad Media convirtiendo a los antiguos dioses en santos que coexistían con el culto ortodoxo. El pueblo a veces, con una mezcla de fe y superstición, rendía devoción a santos y santas, y aun a la Virgen María, más que al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, es decir, al Dios que es uno y trino, esto es, a la Sagrada Trinidad. 
Desde el siglo XIV, en efecto, era frecuente pintar en las puertas de las casas de muchos pueblos del sur de Francia y del norte de España las tres letras V S R, que eran las iniciales de “Vive saint Roch” o “Viva san Roque”, a modo de conjuro para que la peste no entrara por la puerta de esa casa. Y es que el santo, según la devoción popular, sin haber sido elevado todavía a los altares, curaba pavorosas enfermedades como la lepra o la peste. 
Estampa del siglo XVII
Es probable, aunque no he encontrado, documentación que lo demuestre fehacientemente, salvo la sugerencia de la propia copla, que fuera un grito reprimido por la Inquisición, y que quien lo pronunciara fuera encarcelado bajo la acusación de superchería, dado que Roch de Montepellier (1295-1349?) no fue canonizado hasta 1584 por el papa Gregorio XIII, pero ya era considerado saint/santo por el pueblo, que en muchas poblaciones y ciudades lo veneraba con gran devoción, encomendándose a él en época de epidemia.
La peste bubónica que diezmó Europa entre los siglos XIII y XIV, tuvo a muchos santos patronos para atacarla, uno fue Roque de Montpellier, que enseguida repartió su fortuna entre los pobres; estuvo en Roma y de camino encontró ciudades devastadas por la peste, dedicándose a asistir y cuidar a los apestados a los que sanó haciendo la señal de la cruz sobre ellos y aplicando los conocimientos de medicina adquiridos en su ciudad natal sede de una las más prestigiosa y centenaria escuela de medicina. Al haber contraído él mismo la peste, Dios le envió un ángel curador que le aplicó un ungüento en la herida, hizo brotar una fuente para saciar su sed, y cada día un perro le llevada pan robado de la mesa de su amo y lamía sus llagas inguinales o bubones, que dan nombre a la peste. Una vez curado, de regreso a su ciudad natal, fue denunciado como espía y lo encarcelaron, en donde murió hacia 1379.
Puede decirse que desde finales del siglo XIV y durante todo el siglo XV es uno de los santos más populares pero su canonización no llega hasta finales del siglo XVI, unos doscientos años después. Leyendo el artículo de Miguel Ángel Pico Pascual “Folklore musical e inquisicón. Nuevas aportaciones”  encuentro la siguiente referencia: “Por lo que atañe a los gozos -Composición poética en loor de la Virgen o de los santos, dividida en coplas, después de cada una de las cuales se repite un mismo estribillo- apuntaremos que en 1801 se abrió un expediente de censura contra unos dedicados a San Roque, impresos en catalán, expurgándose la letra”. (PAZ Y MELIÁ, A.: Papeles de Inquisición. Catálogo y extractos, Madrid, Patronato del Archivo Histórico Nacional, 1947, pg. 118, Referencia nº 340). 

Goigs - gozos a Sant Roc, vila de Albesa. Facsimil de uno del siglo XVIII o XIX. 
En los procesos inquisitoriales se censuraban ensalmos, agüeros y maleficios que contenían advocaciones de la Virgen o el nombre de santos, ya fueran oficiales o populares, para revestirlos de autoridad moral y religiosa. 
La iglesia celebra la festividad de este santo el día 16 de agosto, un día como hoy en el que, aunque concluida la epidemia en la mayor parte de la vieja Europa, los medios de formación de la opinión pública europea siguen manteniendo la fe en ella y sembrando el miedo, auténtico pánico, entre la gente, y las autoridades sanitarias prohíben (les gusta mucho conjugar ese verbo, el único que saben) la celebración de los festejos populares: ¡Viva, pues, san Roque y su perro!

domingo, 5 de julio de 2020

Morirse de miedo

Del tratado De peste del doctor Juan Jiménez Savariego, que fuera protomédico de las galeras de España y médico de cámara de Su Excelencia, publicado en Antequera en 1602, “donde se contienen las causas, preservación y cura, con algunas cuestiones curiosas al propósito”, me ha llamado la atención el siguiente párrafo sobre los efectos mortíferos del miedo y el reconocimiento de que hay gente que literalmente se muere de miedo:

Y no hay que dudar sino que el vehemente miedo es grande ocasión de morir y enfermar a los que andan cerca de donde hay contagio, y tengo por cosa cierta que el vehemente temor del mal y el imaginar que están ya asidos de él, ora les venga esta imaginación de alguna conversación o de oír doblar (las campanas que tañen a muerto), les es causa precisa de la muerte, y vemos al contrario los pícaros que andan entre los muertos y enfermos comiendo y bebiendo sin orden ni razón, y sin pasarles por pensamiento que se les ha de pegar viven alegres y contentos, y aunque se desordenan en el comer, con gran dificultad se hieren de landre.(*) 

Que viene el coco, Francisco de Goya (1799)

(*) Landre: Es un tumor del tamaño de una bellota de un ganglio linfático, que sale generalmente en el cuello, las axilas y las ingles, por lo que es sinónimo de bubón y antiguamente designaba a la peste bubónica. Parece que la palabra deriva del latín clásico glandem cruzado con la forma vulgar glandinem, que significam ambas “bellota”, por la forma de la hinchazón. La expresión “mala landre”, atestiguada desde el siglo XV, se la oí yo alguna vez a mi abuela.

miércoles, 24 de junio de 2020

El peregrino y la peste

El devoto peregrino y Viaje de Tierra Santa es la crónica del viaje a Jerusalén que fray Antonio del Castillo realizó en 1627 y que le llevó siete años. 

Pasó bastante tiempo hasta que este franciscano viajero publicó su libro (Madrid, Imprenta Real, 1654), que llegó a ser el relato de peregrinación más reeditado desde mediados del siglo XVII, y se convirtió en algo así, diríamos hoy, como la guía oficial del viaje del peregrino  a Tierra Santa.

A su llegada al Cairo, escribe el reverendo padre sobre la peste que asoló la ciudad: (Cito por la edición parisina de 1666, libro II, capítulo tercero).  

“Sola esta ciudad tendrá, según nos afirmaron, cuatro millones de personas: y si nuestro Señor no proveyera de que viniesen aquellas pestes de tres en tres años, en todos aquellos países no cupiera la gente ya en el mundo. 

Viene la peste y no dura más que cuatro meses, Marzo, Abril, Mayo y Junio hasta el día de san Juan, porque esta noche, en cayendo el rocío, el día siguiente no hay más peste. 

El año que yo pasé por allí murieron ochocientas mil personas: otros años mueren un millón y más. 

Barrios viejos de El Cairo durante la epidemia de cólera a finales del siglo XIX.

Había día que morían cuarenta mil y más: porque la cuenta que hacían los mercaderes era decir: Esta ciudad tiene cuarenta mil calles, hay calles de más de legua y media, y otras pequeñas, contando de cada una un muerto, grande con pequeña, vienen a ser cuarenta mil los muertos cada día. 

Hubo día que por sola una puerta de la ciudad, se vieron salir cinco mil muertos. 

Ellos no se guardan de la peste: en muriendo uno, el otro se pone la camisa del muerto, porque dicen es gran favor de su Mahoma el que muere de peste, y así a nosotros los cristianos, que nos guardamos, y a los judíos, nos llaman bestias, porque dicen que la peste la envía Dios, y puede entrar por ventanas y techos.” 

domingo, 19 de abril de 2020

Túcidides a propósito de la peste ilustrado por Arnold Böcklin

Escribe Tucídides a propósito de la peste de Atenas (La Guerra del Peloponeso, II, 53): πρῶτόν τε ἦρξε καὶ ἐς τἆλλα τῇ πόλει ἐπὶ πλέον ἀνομίας τὸ νόσημα. Por lo demás, la epidemia -hoy ya pandemia- fue también para la ciudad -la polis en griego, pero hoy diríamos el Estado- el comienzo de un mayor desprecio por las leyes (anomía, en griego, con prefijo negativo). 

Lo mismo podríamos decir en la coyuntura actual en la que el virus coronado ha supuesto la suspensión de algunos derechos no voy a decir ya constitucionales sino fundamentales como el de reunión y asociación, imponiendo el llamado distanciamiento social, así como el de la libre circulación de las personas, que se ven constreñidas al confinamiento en sus hogares, que pueden ser un auténtico infierno, renunciando a todo contacto físico con el exterior. 


 La Peste, Arnold Böcklin (1898)

Ilustro la cita de Tucídides con una imagen del cuadro “La Peste” (1898) de Arnold Böcklin (1827-1901), el pintor suizo considerado uno de los grandes maestros del simbolismo romántico alemán. 

En este impresionante cuadro pintado al temple sobre madera, antigua técnica pictórica característica de los estilos románico y gótico, y de los iconos bizantinos y ortodoxos, el objetivo del artista es representar el sufrimiento de la gente bajo la Peste Negra que azotó Europa en el siglo XIV. 

El cuadro representa la cabalgada de la Muerte, en su alegoría de Señora de la Guadaña, que blande con dos manos, sobre una criatura alada similar a un dragón con alas de murciélago que sobrevuela la calle de una ciudad cercenando la vida de todas  las personas que encuentra a su paso.  En esta alegoría la Muerte no es la consecuencia de la peste, sino que ella misma es la peste. 

La Muerte, vestida de negro, presenta en rostro y extremidades un tono verde pálido cadavérico. Destacan, por lo demás, los tonos oscuros en la ropa de las víctimas. El color rojo de la mujer cuya vida ha sido truncada simboliza la sangre, el único color vivo en el cuadro, que contrasta con el vestido blanco de la otra mujer sobre la que yace.