El devoto peregrino y Viaje de Tierra Santa es la crónica del viaje a Jerusalén que fray Antonio del Castillo realizó en 1627 y que le llevó siete años.
Pasó bastante tiempo hasta que este franciscano viajero publicó su libro (Madrid, Imprenta Real, 1654), que llegó a ser el relato de peregrinación más reeditado desde mediados del siglo XVII, y se convirtió en algo así, diríamos hoy, como la guía oficial del viaje del peregrino a Tierra Santa.
A su llegada al Cairo, escribe el reverendo padre sobre la peste que asoló la ciudad: (Cito por la edición parisina de 1666, libro II, capítulo tercero).
“Sola esta ciudad tendrá, según nos afirmaron, cuatro millones de personas: y si nuestro Señor no proveyera de que viniesen aquellas pestes de tres en tres años, en todos aquellos países no cupiera la gente ya en el mundo.
Viene la peste y no dura más que cuatro meses, Marzo, Abril, Mayo y Junio hasta el día de san Juan, porque esta noche, en cayendo el rocío, el día siguiente no hay más peste.
El año que yo pasé por allí murieron ochocientas mil personas: otros años mueren un millón y más.
Barrios viejos de El Cairo durante la epidemia de cólera a finales del siglo XIX.
Había día que morían cuarenta mil y más: porque la cuenta que hacían los mercaderes era decir: Esta ciudad tiene cuarenta mil calles, hay calles de más de legua y media, y otras pequeñas, contando de cada una un muerto, grande con pequeña, vienen a ser cuarenta mil los muertos cada día.
Hubo día que por sola una puerta de la ciudad, se vieron salir cinco mil muertos.
Ellos no se guardan de la peste: en muriendo uno, el otro se pone la camisa del muerto, porque dicen es gran favor de su Mahoma el que muere de peste, y así a nosotros los cristianos, que nos guardamos, y a los judíos, nos llaman bestias, porque dicen que la peste la envía Dios, y puede entrar por ventanas y techos.”