domingo, 5 de julio de 2020

Morirse de miedo

Del tratado De peste del doctor Juan Jiménez Savariego, que fuera protomédico de las galeras de España y médico de cámara de Su Excelencia, publicado en Antequera en 1602, “donde se contienen las causas, preservación y cura, con algunas cuestiones curiosas al propósito”, me ha llamado la atención el siguiente párrafo sobre los efectos mortíferos del miedo y el reconocimiento de que hay gente que literalmente se muere de miedo:

Y no hay que dudar sino que el vehemente miedo es grande ocasión de morir y enfermar a los que andan cerca de donde hay contagio, y tengo por cosa cierta que el vehemente temor del mal y el imaginar que están ya asidos de él, ora les venga esta imaginación de alguna conversación o de oír doblar (las campanas que tañen a muerto), les es causa precisa de la muerte, y vemos al contrario los pícaros que andan entre los muertos y enfermos comiendo y bebiendo sin orden ni razón, y sin pasarles por pensamiento que se les ha de pegar viven alegres y contentos, y aunque se desordenan en el comer, con gran dificultad se hieren de landre.(*) 

Que viene el coco, Francisco de Goya (1799)

(*) Landre: Es un tumor del tamaño de una bellota de un ganglio linfático, que sale generalmente en el cuello, las axilas y las ingles, por lo que es sinónimo de bubón y antiguamente designaba a la peste bubónica. Parece que la palabra deriva del latín clásico glandem cruzado con la forma vulgar glandinem, que significam ambas “bellota”, por la forma de la hinchazón. La expresión “mala landre”, atestiguada desde el siglo XV, se la oí yo alguna vez a mi abuela.

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