Cualquiera siente franca repugnancia ante la llamada brutalidad de la violencia policial legitimada por el Estado. Resulta difícil delimitar la delgada línea de sombra que determina dónde acaba el uso de la violencia, cuyo legítimo monopolio posee la policía, y dónde comienza el abuso, no inscrito en el llamado espíritu policial mismo.
Muerte de George Floyd
Suele decirse, para poner a buen recaudo el prestigio de las fuerzas de orden público cuando se tacha de incorrecta o impropia la actuación de algún agente singular, que se trata de un caso individual y no significativo, que tiene poco que ver con la actuación corporativa del cuerpo al que pertenece.
La policía puede usar la fuerza necesaria, siempre que se atenga a los principios de congruencia, proporcionalidad y oportunidad. Generalmente hay mucha gente que opone resistencia a su detención, de modo que no hay otro forma para llevarla a cabo que el uso de la fuerza física mínima indispensable. También es legal en caso de que nos opongamos al registro personal, que se haga a la fuerza: “adoptando las medidas de compulsión indispensables, conforme a los principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad.”
La policía puede usar la fuerza necesaria, siempre que se atenga a los principios de congruencia, proporcionalidad y oportunidad. Generalmente hay mucha gente que opone resistencia a su detención, de modo que no hay otro forma para llevarla a cabo que el uso de la fuerza física mínima indispensable. También es legal en caso de que nos opongamos al registro personal, que se haga a la fuerza: “adoptando las medidas de compulsión indispensables, conforme a los principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad.”
La argumentación que popularmente se conoce como “siempre hay alguna manzana podrida en el cesto” no debe inducirnos a engaño, porque falla en lo siguiente:
-El hecho de vestir un uniforme obliga a un comportamiento ejemplar, en el sentido de que cualquier actuación individual que se haga durante el servicio con ese uniforme se considerará corporativa por el hecho mismo de que lo importante ahí no es el individuo, sino el cuerpo al que pertenece.
-No parece muy justo que la actuación individual de un policía “que mancha el uniforme”, como se suele decir, salpique a otros compañeros que forman parte de su mismo cuerpo, pero eso no impide que el desprestigio recaiga sobre el cuerpo todo de policía, sobre la institución que representa el uniforme, que no ha sabido erradicar los comportamientos delictivos individuales de algunos de sus miembros, y pretende erradicar, paradójicamente, dichas conductas del resto de la sociedad.
-Si un particular, cualquiera de nosotros, le falta el respeto a un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, resulta que no sólo está faltándoselo a la persona “sino a la institución que representa”, según la actual legislación española. Según ese mismo criterio, si un miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad le falta al respeto a un ciudadano cualquiera, no sólo se lo está faltando el agente que viste el uniforme, sino la institución que representa, dado que no distinguimos el individuo del uniforme que lleva en el ejercicio de sus funciones. Es ahí el cuerpo de policía todo, el instituto armado, el que está actuando a través de ese uniforme atentando públicamente contra el derecho de todas las personas a recibir un trato respetuoso, digno y adecuado por parte de los demás.
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