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jueves, 3 de noviembre de 2022

Miedo cerval (y 2)

     Si los medios de (in)formación de masas difunden el miedo y la mentira merced a la intoxicación informativa a la que nos someten, y a nuestra credulidad, que es la fe que depositamos en ellos, ¿cómo podemos librarnos de eso? ¿Cómo podemos hacer que germine en nosotros el beneficio del olvido y de la duda? 

     Se me ocurre una respuesta en principio muy sencilla: desconectando, no creyendo en ellos. No es fácil. Sin embargo,  hay algo que puede ayudar en la tarea. Me lo sugieren unos versos de Claudiano que nos hablan del poder de la música y de la poesía como remedio contra el miedo precisamente y a favor del olvido. Es el poder de Orfeo, en suma, que puede con su voz y el acompañamiento musical de su lira hacer que la naturaleza insensible sienta, calmándose los vientos y apaciguándose las olas de los mares, fluyendo los rápidos ríos más lentos, sacudiéndose los montes sus crestas heladas, y desarraigándose los árboles para seguir embelesados al cantor junto a las fieras, que abandonan su estado salvaje, y se amansan. Por algo se ha dicho siempre que la música amansa a las fieras.

    Claudiano lo expresa en estos dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos: Mansos molosos dieron calor a la liebre segura / y la cordera le dio     próximo al lobo el costal. Securum blandi leporem fouere molossi  /  uicinumque lupo   praebuit agna latus. Junto al tigre rayado los gamos, confiados, retozan,/ miedo los corzos no han    del mauritano león. Concordes uaria ludunt cum tigride dammae, / Massylam cerui   non timuere iubam. 


    Hay un bellísimo pasaje en la Biblia, concretamente en el Libro de Isaías (11 6-8), escrito mil años antes, que recuerda a esto y que ha podido ser la fuente de inspiración de Claudiano, que dice: Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo se acostará con el cabrito, y comerán juntos el becerro y el león, y un niño pequeño los pastoreará. La vaca pacerá con la osa, y las crías de ambas se echarán juntas, y el león, como el buey, comerá paja. El niño de teta jugará junto a la hura del áspid, y el recién destetado meterá la mano en la caverna del basilisco

    Los versos de Claudiano nos presentan precisamente el miedo cerval desactivado: los ciervos, dicen, no tuvieron miedo de la crin mauritana, aludiendo a la melena del león africano, masilo, concretamente, de un pueblo vecino de la Numidia, el depredador que podría devorarlos. El poder de la música era tan grande que podía disolver el miedo, y hacer con su encanto que la liebre no temiera a los molosos, que no solamente dejaban de ser sus enemigos, sino que además la acariciaban. Igualmente la oveja, confiada, dejaba de tener miedo al lobo, ofreciéndole su costado. Los gamos y los ciervos olvidaron el peligro que podía suponer para sus vidas la aparición del tigre rayado y del león melenudo, que nunca es tan fiero como lo pintan porque nunca es como lo pintan. Pero la música, además, tenía un poder mucho mayor que ese de disolución del miedo y de brindarnos el olvido: podía hacer revivir a los muertos, como hizo Orfeo con su amada Eurídice, pero de eso hablaremos otro día.