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sábado, 22 de abril de 2023

¿Quién obtendrá la alcaldía?

    La alcaldía de la “muy noble, siempre leal, decidida, siempre benéfica y excma. ciudad de Santander” va a quedar vacante y en las próximas elecciones se decidirá democráticamente por mayoría de votos qué alcaldesa o alcaldeso obtendrá el Bastón de Mando o Vara de Alcaldía y la regirá. 
 
 
    El cartel de la alcaldesa actual del Partido ¿Popular? (P¿P?), candidata a la reelección, sonriente y vestida de azul, que es el color de su partido, reza: CUENTO CONTIGO y con el mejor equipo. 
 

    Me recuerda, no lo puedo evitar, los años pasan y pesan, que aún en plena dictadura oprobiosa, el Gobierno franquista inicio una campaña, bajo el eslogan Contamos Contigo, para incitar a los españoles a hacer deporte, rezaba la cantilena: Contamos, contamos contigo / sabemos que podemos contar / y todos unidos podremos / una raza (sí, sí, una raza) más fuerte lograr. 
  
 
    El cartel del candidato del Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español es el careto de un joven sonriente  que se presenta bajo el lema: UNA SANTANDER SINIGUAL. De fondo se ve una fotografía de la ciudad y su marco incomparable. El lema tiene su intríngulis porque la expresión “sin igual”, que se escribe habitualmente separada pero puede escribirse junta como aquí, encubre el nombre propio de la actual alcaldesa, cuyo apellido es Igual, por lo que debe entenderse “Una Santander sin Igual”. Es decir el candidato del P¿S?¿O?E se presenta como la alternativa para quitar a la actual alcaldesa, que al ser sustituida por el postulante convertirá a la ciudad en una urbe sin par, muy excelente, más excelentísima de lo que sus títulos dicen, y sobresaliente por encima de las demás ciudades de esta curtida piel de toro. No se nos dice cómo va a lograr esa proeza. Se da a entender que basta con quitar a la actual regidora para que la ciudad sobresalga más, si cabe, todavía. Una publicidad muy infantil. (Llama la atención la nueva simbología del partido: el corazón en lugar del puño marxista y la rosa).
 
 
    Pero no menos infantiloide es la publicidad del candidato del Partido Regionalista Cántabro, el único que se precia de presentar candidatos autóctonos -aunque en algunos casos sin gente del pueblo- en los ciento dos ayuntamientos de Cantabria, también juega con la anfibología de un nombre común ascendido a la categoría de nombre propio. El candidato, el señor Piña, se postula bajo el eslogan de: SANTANDER NECESITA PIÑA. Ya el punto sobre la i se ha convertido en un ícono de una piña, pero a continuación viene lo mejor: se comparan las virtudes gastronómicas de la piña con las del candidato así apellidado de forma que no sabemos si nos está hablando del caballero sonriente o de la fruta tropical: Favorece la recuperación, Mejora la digestión, Aporta energía, Fortalece y Limpia. El grado de infantilismo de esta propaganda es tal que uno no sabe si echarse a reír o romper a llorar amargamente.

    Ya puestos a relacionar el ananas comosus nativo de América del Sur con lo cántabro podían los publicitarios habernos regalado la receta de la tarta de piña con sobaos pasiegos dentro del ámbito culinario de lo dulce. Otros intentos gastronómicos ha habido de relacionar la fruta tropical con lo salado, por ejemplo con la pizza italiana; así surgió la variante jaguayana, que no deja indiferente a nadie porque o se la ama con pasión por la mezcla intercultural que supone o se la odia con todo el corazón por el despropósito que ofende a tantos italianos. Se podría también haber relacionado la dulcísima piña con las anchoas sazonadas con sal del Cantábrico, otro producto genuinamente cántabro (?).
 
 
    Con estos reclamos electorales de rostros juveniles, agraciados y sonrientes, los partidos intentan llamar la atención inmediata de los votantes no por las medidas que vayan a tomar cuando ocupen la alcaldía de la Casona consistorial, porque no hacen ninguna mención de ellas, sino por las ocurrencias supuestamente ingeniosas que tratan de engañar a los incautos votantes electores.

viernes, 22 de octubre de 2021

Cuatro días santanderinos

    El Ejército de Tierra, el Clúster(*) de la Industria de Defensa(**) de Cantabria de reciente creación, el Comité Olímpico Español, y el Ayuntamiento de Santander, faltaría más, organizan de cara al verano del año que viene lo que han denominado en la lengua del Imperio Santander Four Days, o sea Cuatro Días Santanderinos, cuatro jornadas de confraternización cívico-militar (nótese, entre paréntesis, la contradictio in terminis que supone juntar los adjetivos “cívico-militar”, una contradicción que quiere pasar desapercibida cuando justamente de lo que se trata, como veremos, es de aunar ambos términos no en el sentido de civilizar lo militar desmilitarizando la sociedad sino en el de militar lo civil hasta confundirlo en una sola y misma argamasa), ahora que comienza a hablarse de la necesidad de creación de un ejército europeo en que se integraría el 'soldadito español, soldadito valiente' del pasodoble.

    Serán 4 días de marchas por los alrededores y la propia ciudad de Santander, la 'novia del mar' según el empalagoso bolero de Jorge Sepúlveda, en los que marcharán -quedaría muy mal decir 'desfilarán'- conjuntamente al unísono civiles y militares, no sólo españoles, sino también de toda Europa -de ahí suponemos el reclamo del nombre de las jornadas en la lengua del Imperio- para confraternizar, y, por un lado, proyectar una buena imagen del ejército como si fuera un convento de hermanitas solidarias de la caridad  con un par de pistolas al cinto por si acaso, y de penetrar en la sociedad civil por el otro lado, promoviendo la adhesión de esta a los valores militares y nacionalistas supranacionales que amplían el concepto de “estado-nación” al marco de la Unión Europea y la necesidad apuntada de creación de un ejército paneuropeo.

En el marco inigualable de Santander y su bahía.
 

    He aquí la propaganda del evento: Cuatro días. Cuatro marchas. Un objetivo: caminar juntos. Por primera vez en España un evento único al alcance de todo el mundo. Mirándonos en el espejo de las grandes marchas cívico-militares de Europa que cada año reunen a miles de marchadores, nace 'Santander four days', un evento al aire libre, no competitivo, que fomenta valores (ESFUERZO, RESPETO, AMISTAD, SOSTENIBILIDAD). Cuatro días para convivir y compartir experiencias. Un evento social, deportivo, cultural, turístico y festivo de alcance internacional en un marco inigualable: Santander y su bahía. Cuatro etapas que discurrirán por la Costa Quebrada, Peña Cabarga, el arco sur de la bahía, y las calles de la ciudad con recorridos adaptados a todo tipo de participantes, desde personas con discapacidad o que se conformen con disfrutar del ambiente, el paisaje y la experiencia, hasta los que quieran ponerse a prueba en las condiciones más exigentes. 

 

 Marchadores civiles y militares se dan la mano.

    Marchadores civiles y militares de diferentes países compartiendo esfuerzos y fomentando el espíritu de convivencia y los valores comunes. Un evento sostenible que contribuirá al cumplimiento de los objetivos de desarrollo para transformar el mundo (3: SALUD Y BIENESTAR; 5: IGUALDAD DE GÉNERO; 11: CIUDADES Y COMUNIDADES SOSTENIBLES; 12: PRODUCCIÓN Y CONSUMO RESPONSABLES; 13: ACCIÓN POR EL CLIMA; 15: VIDA DE ECOSISTEMAS TERRESTRES), organizado por el Clúster de Industria de Defensa en colaboración con el Ayuntamiento de Santander, el Ejército de Tierra y el Comité Olímpico Español. El éxito está asegurado. Solo nos falta contar con tu participación. ¿Te apuntas? Serán cuatro días inolvidables. Ponte en marcha hacia Santander. Te esperamos.

    Todo ello bajo un policromado anagrama, un pin multicolor que lucen autoridades y políticos en sus solapas, que recuerda su compromiso de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de Naciones Unidas para mejorar la vida de los habitantes de la Tierra (sic, literal). Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS), concretamente de la Agenda 2030 de la ONU. Hay 17 colores porque hay 17 objetivos que se han marcado a nivel internacional para el año 2030, especialmente destacables el 1: Fin de la pobreza (acabando con los pobres) y el 2: Hambre cero (que nadie se muera de hambre, sino de asco, aburrimiento y virus cronado). Todos ellos muy loables, tanto como las buenas intenciones de las que está empedrado el suelo del infierno. 

 

    Uno no puede dejar de mostrar su preocupación por la organización de estas iniciativas o 'eventos', como prefieren sus organizadores, y preocupación por tan complaciente consenso como hay a la hora de mirar para otro lado ante el problema que supone para las exiguas arcas del Estado el incremento del gasto militar, que es por otra parte cada vez mayor y deliberadamente opaco, y, lo que es más preocupante, la creciente militarización de la sociedad civil a la que venimos asistiendo. Durante el año pasado y el presente, en efecto, la estrategia, nunca mejor empleada esta palabra que nos viene precisamente del ámbito militar, de legitimación del militarismo ha crecido. Recordemos cómo desde la declaración de la pandemia nos han metido al ejército hasta en la sopa: desde el Jefe aquél del Estado Mayor uniformado y condecorado que predicaba por la televisión que estábamos en guerra contra un enemigo muy peligroso como era el virus, y que todos éramos soldados en esa guerra -se le olvidó decir “civil”- y exaltaba las virtudes militares, hasta los propios soldados desinfectando calles y residencias de ancianos y patrullando por las ciudades como hemos visto, y los rastreadores militares, por no hablar del resto de las fuerzas armadas que, pese a que luego se hayan declarado anticonstitucionales los estados de alarma que decretó el gobierno, han perseguido, multado y acosado a todos aquellos que se saltaban los protocolos ilegales. También hemos visto, de la mano de aquello, cómo se incrementaban las políticas de control social que ya se venían practicando, quizás mas tímidamente, encontrándonos ante la paradoja de que nos venden la sensación de libertad cuando nos hallamos ante un sometimiento mayor al control y a la vigilancia en este nuevo feudalismo tecnológico.

 *Este anglicismo, totalmente innecesario y aceptado internacionalmente, vale sin embargo tanto para un roto como para un descosido. A propósito del virus coronado se habló de clústeres con el sentido de “brotes”; aquí parece que se utiliza como sinónimo de “agrupación”, “conjunto”, “conglomerado”, “agrupamiento” o simplemente “grupo”.

**Según informan en su página electrónica “El Clúster de la Industria de Defensa (CID) es una iniciativa pionera en España, nacida formalmente el 10 de julio de 2019, coincidiendo con el 920 aniversario del fallecimiento de El Cid (10 de julio de 1099)”. Nótese la coincidencia entre el acrónimo CID y el apodo de origen árabe de Rodrigo Díaz de Vivar, alias el Cid campeador. Según allí se lee: El CID se caracteriza por la diversidad de las empresas, entidades e instituciones que lo conforman, de diferentes tamaños y distintas áreas de actividad (...) Algunos de los grupos trabajan en la puesta en marcha y el desarrollo de proyectos de I+D+i acogiéndose a los fondos que la Unión Europea va a destinar en el período 2021-2027 para el desarrollo de sistemas que contribuyan a fortalecer las base tecnológica e industrial de la defensa común. Otros centran su trabajo en aspectos complementarios de interés común para las entidades y empresa asociadas (subrayado mío).


jueves, 16 de septiembre de 2021

El 'cochi eléctricu' no es ninguna solución

    Cualquiera que pasee por la capital de provincias, como se decía antaño, que es Santander, la llamada novia del mar, descubre algo que, aunque es evidente, corre el peligro de pasar desapercibido por eso mismo. A veces lo evidente es lo que menos se ve, a saber: las aceras ya no son de los peatones.

    Los viandantes -me incluyo, dada mi condición habitual de peatón y eventual cada vez menos de automovilista y ciclista- estamos siendo paulatinamente desalojados de las aceras y de las calles peatonales a nosotros en principio reservadas como su nombre indica, porque, en primer lugar, los ciclistas campan a sus anchas por ellas en lugar de por las calzadas, y no es culpa suya, ya que los carriles que se han destinado a las bicicletas se han hecho mayormente a costa de reducir las aceras y no las calzadas, porque, en segundo lugar,  cada vez hay más patinetes y artilugios motorizados circulando por ellas y, porque, en tercer y último lugar,  en verano las terrazas de la hostelería se adueñan poco a poco de las aceras y calles pedestres de la capital de la comunidad autónoma de Cantabria, como se denomina hogaño, máxime cuando se han mantenido cerrados por razones 'sanitarias' los interiores de los establecimientos hosteleros. No vamos a rogarle al Ayuntamiento de la "muy noble, siempre leal, decidida, siempre benéfica y excelentísima" ciudad de Santander, cuya pasividad es manifiestamente notoria, que tome cartas en el asunto y recupere las aceras para los peatones, porque no va a hacernos caso o hará caso omiso, que viene a ser lo mismo, preocupada como sin duda está la alcaldesa por otras cuestiones de mayor calado que le quitarán el sueño ...


    Otra cosa que salta a la vista y que no miramos, ciegos que nos vuelven a fuerza de no ver lo obvio, es que, no ya las aceras, sino las propias calles y avenidas de la ciudad, tampoco son de los santanderinos de a pie, sino del tráfico automovilístico rodado.

    Es el coche, no lo olvidemos, uno de los principales embelecos del mundo en que actualmente vivimos y uno de los medios de transporte más inútiles que se han inventado desde que Henry Ford inauguró su producción en cadena en los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX, no sólo por su carácter ferozmente individualista y por la invasión de los campos y de las ciudades que ha supuesto su proliferación, sino también por su carga simbólica asociada al éxito social y a la testosterona, así como al fantasma de la libertad, que diría Buñuel. Nada más esclavo que un automóvil que, en vez de liberarnos, nos convierte en sus siervos.

    Y los coches son, además, un peligro: atropellan a los peatones, en primer lugar a sus conductores, si se descuidan, a los que convierten en chóferes, y después, ya se sabe, a todo bicho viviente que se interponga en su camino rodado. Los autos son como el caballo de Atila, arrasan a su paso y por donde han pisado ya no crece la hierba.

    Es curioso que al coche se lo haya llamado utilitario, porque de útil no tiene nada, y no sólo eso: además pretende utilizarnos a sus usuarios haciéndonos creer que lo utilizamos nosotros a él como medio de transporte, cuando es la máquina la que nos usa abusando de nosotros, sus conductores, como queda dicho. 
 
 
    Permítaseme recurrir a la pedantería del expediente etimológico de la palabra “coche”, que parece que no viene a cuento. El vocablo entró en nuestra lengua en el siglo XVI, procedente del húngaro Kocsi, pronunciado algo parecido a como se dice coche en cántabru, es decir, cochi. (Entre paréntesis, las dos reglas más importantes de “nuestra” lengua, habla o parla "autónoma" son, a saber, que las palabras que en castellano acaban en -o lo hagan en -u,  Cabárcenu, por ejemplo en vez de Cabárceno, y las que acaban en -e lo hagan en -i, parqui en vez de parque, y así por ejemplo se diga y escriba sin ningún sonrojo: Parqui de Cabárcenu).

    Kocsi quería decir de la ciudad de Kocs. En el siglo XV, la ciudad húngara de Kocs, en efecto, desarrolló un tipo de transporte ligero y rápido entre Budapest y Viena, tirado por tres caballos, que se denominó Kocsi-szekeret, más o menos “el vehículo o carro de Kocs”, una carlinga o calesa hecha de mimbre con asientos  para dos personas y una tercera, que ocupaba una plaza colocada tras el conductor. Rápidamente se difundió el uso del carricoche por toda Europa y también el nombre del Kocsi-szekeret o, su forma abreviada “Kosci”, y pasó de ser un topónimo, en genitivo, a ser un nombre común en francés, portugués y español como coche, y en inglés como coach, donde uno de sus significados es persona que te lleva hacia la consecución de un objetivo, por ejemplo entrenador deportivo o asesor financiero. 
 
 

    Pero tanto los coches, en el sentido latino como los coachings en el anglosajón, nos han hecho un flaco favor a las personas: como vehículo, el coche ha hecho que dejemos de movernos por nuestros propios pies y que dependamos cada vez más de él para trasladarnos, y como monitor o entrenador, el coaching se ha convertido en una especie de guía espiritual, gurú o Mentor que pretende monitorizar y tutorizar nuestra propia vida, impidiendo que tomemos nosotros responsablemente las riendas y propias decisiones.

    Los autos, además, han invadido las ciudades y los parkings subterráneos y convertido las calles en aparcamientos, privándonos a los viandantes de amplios espacios para el esparcimiento, e impidiendo a los niños corretear o jugar a la pelota o a cualquier otra cosa en ellas so riesgo de atropello. No sólo circulan, sino que se estacionan en los espacios destinados a su aparcamiento... y esos espacios y vías públicas, no lo olvidemos, también nos las han robado a los ciudadanos de a pie. 
 
 


    Llegamos finalmente a la ingenua solución que proponen los fabricantes que utilizan el marchamo de ecologistas: el coche eléctrico. Dejará de depender de combustibles fósiles, sin duda alguna, pero no es ninguna solución al problema que estamos planteando aquí, sino que, al no serlo, el hecho de que empiecen a fabricarse y venderse coches híbridos o eléctricos es un agravante del problema que contribuye a acrecentar la industria y lo que se ha dado en llamar el parque automovilístico.

    Como no sé yo si es al Ayuntamiento o a la Dirección General de Tráfico o a qué instancia superior o autoridad competente autonómica o central, si alguna tiene competencia sobre esto, debería yo dirigirme para presentar mi queja, la publico aquí por escrito por si alguien, ya sea partido político o persona individual, a título público o privado,  tiene a bien hacerse eco de ella y recoger la reivindicación de: ¡Fuera coches! ¡Calles y aceras para los peatones!. O lo que es lo mismo, en cántabru: ¡Juera cochis! ¡Callis y aceras pa los peatonis!

viernes, 21 de febrero de 2020

Santander y su bahía

El que fuera ministro de Cultura en el reino de las Españas bajo la égida de Felipe González, el ya fallecido Jorge Semprún, escribió una novela que leí en mi adolescencia y que me impresionó bastante: Le long voyage. Se trataba de la narración de su largo viaje en tren hacia el campo de concentración en el que estuvo prisionero.

El octogenario fallecido ha confesado en más de una ocasión que durante sus dos años de estancia en el campo de exterminio de Buchenwald le venían a la memoria estos hendecasílabos del poeta cántabro, bastante mediocre, por cierto, José del Río Sainz, que le evocaban sus veraneos en la capital santanderina, y que le ayudaron a sobrevivir.


Otra vez, Santander, aquí me tienes,
descansando en la paz de tu Bahía;
¡Dame para ponérmela en las sienes,
la corona de tu melancolía!




Es la evocación, a través de la poesía, del paraíso perdido de la infancia lo que nos ayuda a soportar lo intolerable. Quizá sea esa una y no poco importante la función más noble de la poesía: devolvernos el niño que hemos sido, o mejor dicho, "lo" niño que nos pertenece, lo que nos ha sido arrebatado pero que llevamos en el fondo de nuestro corazón, como esa bahía verde y gris coronada por la  eterna melancolía que nos evoca el norte de España abierto al bravío mar cantábrico.